Relato erótico

Malos pensamientos

Charo
10 de junio del 2019

Siempre a creído que todas las mujeres tienen su encanto. Tenía una compañera de trabajo que le traía loco. Era tímida, de piel blanca en cuanto la veía le entraban “malos pensamientos”

Miguel – BURGOS

Voy a contaros una historia que me ocurrió hace un año. Me imagino que como mucha gente, siempre hay alguien que aunque sea una mujer no muy agraciada, siempre te daría mucho morbo poder poseerla. En mi caso esta persona trabaja conmigo.
Trabajamos en el Departamento de Administración de una gran empresa, Suelo verla muy a menudo cuando viene a hacer fotocopias y la verdad es que siempre pienso en sexo cuando la veo. La verdad es que no me lo explico, pero así es. Nos llevamos muy bien, ella es una chica muy simpática.
Ella tiene 37 años, mide 1,68 más o menos de estatura, pelo negro, delgada, mucho pecho, aunque un poco caído debido al peso, y con un buen culo, ni gordo ni pequeño, muy blanca de piel, con pecas que en verano aumentan en cantidad debido al sol. Es soltera, tuvo un novio cuando tenía 25 años pero la cosa no cuajó. Su pasión son los perros, le encantan los perros, de hecho, cada vez que tiene un rato libre suele ir a una casita de pueblo que tiene a estar con ellos.
Un día, cuando estábamos trabajando, se paró en mi despacho al ir a la fotocopiadora. Estuvimos hablando bastante rato de tonterías. Yo estaba excitadísimo y le dije lo guapa que la veía ese día. Su color blanco cambió automáticamente a rojizo al instante, lo que todavía me excitó más. Avergonzada, se fue no antes diciéndole que algún día iría a visitarla para que me enseñase su pueblo y así conocer a sus perros.
A la semana siguiente, tras unas cuantas pajas a mis espaldas, decidí acercarme a su pueblo. Cuando llegué recordé que me había dicho que su casa estaba a las afueras, por lo que, seguí conduciendo hasta llegar a la última casa, rodeada de un jardín totalmente vallado.
Adosado a la casa tenía un establo. Aparqué el coche fuera y llamé al timbre de la valla exterior. De repente salió ella de la casa con una sonrisa dirigiéndose hasta mí para abrirme la valla. Llevaba una falda ancha y larga que dejaban ver solo sus blancos tobillos y una camiseta blanca sin mangas que según se iba acercando iba notando como le sobresalían los pezones.
Tras una pequeña charla y tras rechazar la excursión por el pueblo, entramos en su casa. La casa era bastante grande, tenía dos pisos comunicados por una escalera. Luego me enseñó a sus perros que los tenía en el establo y volvimos a su casa.
Allí estuvimos tomando un café sentados en el sofá cuando en un momento de la charla le volví a decir lo guapa que la encontraba últimamente.
Ella, como sucedió una semana antes, enrojeció y me dijo, para enfriar el asunto, que iba al baño. Sentado en el sofá vi como subía la escalera que dirigían a la segunda planta donde tenía el baño. Estaba realmente excitado viendo esos tobillos blancos y ese culo a través de la falda. Estaba tan excitado que decidí subir, me daba igual que pasara, solo quería follármela.

Llegué a la segunda planta y me dirigí al baño. Estaba la puerta entreabierta y con un suspiro decidí abrirla y entrar. Allí estaba ella sentada en la taza, dejando al descubierto sus piernas blancas y con una cara de asombro y pánico a la vez que me calentó más todavía. Se levantó rápidamente pidiéndome explicaciones y yo la cogí de las muñecas.
– Llevo esperando este momento mucho tiempo y quiero aprovecharlo.
– ¡Tú estás loco, suéltame!
– ¿Estás segura? Dime que no me deseas, se que lo estás deseando. Además, doce años sin follar, estarás que explotas. Sonrió y dijo:
– Eres un guarro…
– A ver si me dices eso más tarde.
La besé, ella se resistía pero todo era un juego.
Luego fuimos a su habitación. Allí la tumbé en la cama. Me abalancé sobre ella y empecé a besarla, primero en la boca, lamiéndole sus labios e introduciendo mi lengua en su boca. Más tarde fui bajando por su cuello, mientras intentaba agarrar sus pezones a través de la camiseta.
¡Que pezones tan duros tenía! No quise esperar más y con las dos manos le rompí la camiseta dejando al descubierto sus grandes tetas súper blancas pero con sus dos pezones bien erectos. ¡Que bonita imagen! Comencé a chuparle los pezones y poco a poco empecé a mordisqueárselos. Después de un buen rato mordisqueando sus pezones, le quité la falda como pude y la dejé en bragas. Unas bragas negras con encajes que todavía le hacía más blanca.
Noté como ella ya estaba excitada, fingía resistirse pero ya no ponía mucho empeño en ello, así que bajé y empecé a lamer y mordisquear su entrepierna hasta que puse mi boca encima de su braga. Ella estaba muy excitada, notaba toda su humedad a través de la tela. Tanto tiempo esperando ese momento. La tenía allí, controlada, con mi boca en su coño y pudiendo hacer todo lo que quisiera con ella.
Bruscamente le arranqué la braga y pude ver su coño. ¡Que aroma tan especial tenía! Era bastante peludo, el pelo le llegaba hasta las ingles, pero tenía los labios totalmente abiertos. Sin esperar más recorrí con mi lengua toda su raja con las manos agarrándole el culo y noté como ella se estremecía a cada movimiento de mi lengua.
– ¡Te gusta! – le dije.
– ¡Cómetelo todo, que gusto! – contestó.
– Tranquila, que lo vamos a pasar muy bien.
– ¡Sigue chupando, asíiiiií…!
– ¡Venga, córrete! – exclamé viendo que a estaba a punto.
– ¡Me corrooo… aaah… siiiiií… aaaah…!
El oír sus gritos, por cierto muy grandes, me había empalmado más y estaba a tope, cuando noté como de su raja salía un chorro de su corrida. Nunca había visto que una mujer soltara tanto líquido al correrse.

Lamí y saboreé todo lo que echó, estaba riquísimo, no podía parar de chupar ese coño que durante tantos años nadie había usado.
– Ahora quiero disfrutar yo – le dije.
– ¿Qué tengo que hacer? -preguntó.
– Quiero que te la metas en la boca y la chupes.
– No sé hacerlo…
Con mucho cuidado cogió mi polla y la empezó a chupar como aquel que se come un helado. Luego la ayude a metérsela en la boca mientras ella ponía cara de asco que me ponía todavía más caliente.
– Ahora quiero que te tragues toda mi leche, sigue así, sigue, venga que me corro… ¡Sí, me corro, no la saques, asiiií… me corroooo… aaah…!
¡Que gusto me dio! Notaba como salía toda mi leche y como se vertía dentro de su boca. ¡Que imagen más bonita! Mi sueño erótico, esa mujer tragando mi leche, con finas hileras de semen en la comisura de los labios y pudiendo contemplar como apenas se veía su lengua por la cantidad de semen que tenía en la boca.
Después de tragarse hasta la última gota, y tras limpiarme la polla con su boca, yo ya estaba otra vez empalmado, así la atraje hacia mí y de un solo empujón le clavé toda mi polla en el coño.
– ¡Aaaah…-gimió.
– ¡Déjame que te abra el coño!
Después de un rato empujando, ella ya no se quejaba y jadeaba diciéndome:
– ¡No pares, sigue, quiero correrme otra vez, que gusto!
– Eso es, dime que te la meta hasta dentro.
– ¡Sí, hasta dentro… aaaah… me corrooo…!
– ¡Sí, córrete!
– ¡Más, más… me corrooo… ooooh…!
Cuando acabó de chillar y se quedó más tranquila, le dije:
– Eso es, ahora date la vuelta
– ¿Para qué? – preguntó sorprendida.
– ¿Así? –
– Si así, a cuatro patas como un perrito
– ¿Qué vas a hacerme?
– Relájate y disfruta.
Allí estaba ella a cuatro patas mostrándome todo su coño y su ano. ¡Que preciosa vista! Tenía el coño totalmente mojado, encharcado, después de la reciente corrida. Metí mi cabeza y comencé otra vez a comerme su coño y todos sus flujos. ¡Que sensación tener toda mi boca inundada de sus flujos! Poco a poco fui lamiéndole a su vez la raja del culo, muy velluda también, ante lo que ella gritó:
– ¿Qué haces, estás loco? ¡Me da mucho asco lo que estás haciendo!
– Calla ya, y disfruta mientras te como tu agujerito virgen.
Entre mi saliva y sus flujos tenía el ano totalmente lubricado y poco a poco, mientras le seguía chupando y acariciando el clítoris, iba introduciendo un dedo, luego dos y así hasta que sin que se diera cuenta puse la polla en la entrada de su agujerito virgen. La apreté con fuerza de las caderas y se la clavé. Todavía me acuerdo de sus gritos de placer y dolor que lanzaba.
– Espera un poco y cálmate, ya verás como disfrutas.
Al rato de entrar y salir de su ano, cada vez más dilatado, ella me decía:

– Eso, eso, así, despacio… me gusta.
– Pero que caliente eres, toma, toma.
– ¡Siiiií… me corro… que gustooo… aaaah… siiiiií…!
Los gritos fueron exagerados, pero creo que fue la mejor corrida de su vida mientras yo disfrutaba dándole por el culo a mi mayor fantasía, a esa mujer con gordas tetas, buen culo y súper blanca. Antes de que yo me corriera se volvió a correr otra vez, hasta que yo ya no podía aguantar más y solté toda mi leche dentro de su culo. ¡Que placer, inolvidable!
Cuando nos separamos, su rostro era el reflejo de la felicidad que sentía. Me vestí y sin mediar palabra, me marché dejándola tirada encima de la cama.
Pero eso no fue todo con ella, le gustó tanto que me llamó para quedar otro día y yo la complací con muchas ganas.
Saludos y felicidades por la revista.

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