Relato erótico
Mala decisión
Su mujer es una autentica belleza y es normal que los hombres la miren. Todos los viernes van a bailar salsa y es habitual que cause sensación. Aquella noche se dio cuenta que un chico le tiraba los tejos y algo más
Manuel – Estepona
Yo pensaba que conocía a mi mujer a la perfección, que conocía todos sus secretos personales, así fueran cotidianos o sexuales. Sin embargo, dicen bien por ahí, que nunca se entiende a las mujeres por completo. De ahí nace la historia que me paso y que os voy a contar a continuación. Silvia actualmente tiene 30 años, es mi mujer desde hace 5 años, tiempo en el que por la intensa vida sexual que llevamos, así como por la madurez que como mujer ha ido adquiriendo, cada día que pasa me gusta más.
Físicamente es muy atractiva, mide 1’70m, pesa 60kg, medidas casi perfectas 90-63-92, rubia natural, piernas largas y torneadas, en fin, es un verdadero placer tenerla en la cama todas las noches. Todos los fines de semana le gusta que vayamos a bailar salsa, lo cual por si fuera poco, baila de una manera tan erótica que verdaderamente me enloquece. Ese viernes tan especial todo se fue desarrollando como de costumbre.
Ella se vistió sexy, con el cabello suelto hasta los hombros, vestía un vestido muy ajustado que contenía por la parte superior sus estupendos senos, los cuales amenazaban con brincar sobre el escote perfectamente entallado, lo que hacía que sus amplias caderas lucieran imponentes y con el largo muy por arriba de las rodillas, lo que permitía disfrutar de un par de muslos aterciopelados, duros y excelentemente torneados. Los zapatos de tacón alto y con pulsera a los tobillos, hacían lucir sus pantorrillas y sus bien delineados tobillos.
En resumen: un verdadero logro de mujer, parecía de calendario. Al llegar al salón de costumbre, no le di mayor importancia, que como cada fin de semana, las miradas de los hombres presentes se posaran en ella, recorriendo todo el estupendo cuerpo de mi mujer. Era lo normal de cada semana que íbamos. Las copas, los bailes, el tenerla a mi lado y meterle mano por todos lados, era rutina de todos los fines de semana.
Ella disfrutaba y le calentaba que las personas sentadas en mesas cercanas a la nuestra, pudieran vernos tocarnos, besarnos y meternos mano. Sin embargo, noté que algo raro sucedía ese día. Había mucha más gente que de costumbre. Caminar para dirigirse a la pista de baile o para ir al baño era verdaderamente difícil por la cantidad de personas en los pasillos que al no encontrar mesa disponible, tomaban y bailaban de pie. Sin embargo, embriagados por el ambiente pesado que se notaba esa noche y desde luego, por la cantidad de licor consumido, seguimos disfrutándonos como acostumbrábamos hacer.
Al estar bailando por enésima ocasión, un grupo de jóvenes, muchachos y muchachas que no pasarían de los 25 años ninguno de ellos, visiblemente bebidos, nos rodearon rítmicamente, quedando mi mujer y yo dentro del juvenil círculo.
Sentí temor al principio, pero viendo que solamente escandalizaban y aplaudían nuestro baile, me relajé disfrutando del momento.
Sin darme cuenta, la que se encontraba bailando de manera tan sexy frente a mí no era Silvia, sino una de las chicas del grupo. Moví la cabeza para todos lados y la descubrí moviéndose cachonda como acostumbraba y su pareja, un joven apuesto de su misma estatura, recorría el escultural cuerpo con ambas manos. Luego, pasando un brazo por la estrecha cintura de mi mujer, la condujo hasta su mesa, donde la sentó junto a él. Por la distancia entre la pista de baile y la mesa, podía ver claramente la mano del chico acariciar sin recato la cara interna de los preciosos muslos de Silvia, mientras le metía la lengua descaradamente en la boca y ella respondía, evidentemente ebria, a esas caricias, mientras sentía que mi miembro iba aumentando rápidamente de tamaño al sentir el frotamiento del pubis de mi ocasional pareja.
Desprendiéndome de la chica, me dirigí hacia la mesa donde de encontraba Silvia y prácticamente la arranqué de los brazos del muchacho, que ya acariciaba el chocho de mi mujer, mientras ella le masajeaba sobre el pantalón un visible bulto.
En contra de lo que podáis pensar, no reclamé dije nada y solamente me dirigí para llevarme a mi mujer a nuestra mesa, aprovechando el estado de excitación en el que se encontraba, perdí mi mano entre sus piernas, sintiendo su raja húmeda, el clítoris aumentado considerablemente de tamaño, señal inequívoca del manoseo de que había sido objeto, la tenía próxima al orgasmo.
Separando sus labios de los míos me indicó con voz suave que necesitaba imperiosamente correrse, pero que no iba a poder por pudor a hacerlo en la mesa, ya que nuestros vecinos no quitaba los ojos de nosotros, por lo que iría al baño a acabar la faena con su dedo. Me pareció una peligrosa locura, pero era tal su desesperación que dándole mil recomendaciones, la dejé levantarse y rápidamente la vi perderse entre la multitud rumbo a los lavabos, que dicho sea de paso, se encontraban uno frente al otro y en la parte superior del local.
Inconcientemente giré la cabeza hacia la mesa donde el chico aquel había manoseado a Silvia y para tranquilidad mía observé que había repetido la operación con otra mujer.
Sin embargo, si por ese lado me había quedado tranquilo, me empezó a inquietar la tardanza de mi mujer, pues para acabar la faena había ya transcurrido tiempo suficiente, sobre todo porque estaba ya a punto de correrse.
Empecé a pensar mil posibilidades… ¿Y si algún otro chico, observando la situación previa la había seguido? ¿Se la estaría follando? No soporté más la incertidumbre y tratando de aparentar una calma que estaba lejos de sentir, me dirigí velozmente hacia el área de baños. No la veía por ningún lado. Me encontraba ya tan desesperado que temiendo lo peor, tomé la decisión desesperada de introducirme en el baño de mujeres.
Rápidamente recorrí el pasillo interior, asomándome por debajo de cada puerta individual de los inodoros, hasta que de repente, una voz conocida me sobresaltó. Se oía a través de la última puerta y la voz me era conocida. ¡Claro, era Silvia! Mientras la escuchaba no sabía que hacer. Una mezcla de sentimientos me empezó a dominar. Miedo, celos, furia, excitación, nervios, ¿qué hacer? ¿Rompo la puerta de una patada? ¿Me voy como si no pasara nada? ¿Toco para que abran y tomo parte de la situación? Dominando el temor que me producía la seguridad de encontrarme lo peor, traté de abrir la puerta. ¡Maldición! Estaba con pasador por dentro.
– Asiiii, cómeme, cómeme -oía la jadeante voz de mi mujer.
Decidí entrar en la puerta de al lado y subiéndome sobre la taza del wáter, gracias a mi alta estatura, pude ver por encima del muro que dividía los inodoros. Lo que mis ojos vieron no había cruzado por mi mente ni por un instante. Mi escultural mujer se encontraba sentada sobre el inodoro, totalmente desnuda, con las piernas abiertas de par en par, semi dobladas y echada hacia atrás, de tal suerte que su apetitoso chocho quedaba al tiro de la boca de una chica, que también totalmente desnuda, hincada entre las preciosas piernas de Silvia, perdía su lengua entre la mojada ranura, chupándole frenéticamente el clítoris tremendamente agrandado de mi mujer, mientras ella se auto acariciaba los enormes y erectos pezones con ambas manos.
Los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás, su pecho totalmente perlado de sudor, sus jadeos de hembra en brama, hicieron que mi miembro aumentara de tamaño y empezara a frotarme sobre el pantalón.
Silvia se corría una y otra vez y la chica que mamaba golosamente, introduciéndose los dedos en su vagina, se masturbó ante mis ojos. Mi excitación era terrible, saqué mi engrandecida verga del pantalón y empecé a masturbarme lentamente. En ese momento, alguien llamó a la puerta donde se encontraban las chicas y la que mamaba a mi mujer, estiró la mano sacando el pasador de la puerta, entrando nada más y nada menos que el mismo muchacho que rato antes se había dado vuelo metiendo mano a mi mujer. Se paró frente a Silvia, desvistiéndose lentamente, mientras ella le contemplaba con ojos de verdadero deseo. Al desnudarse, el chico dejé ver una tremenda herramienta, a la que la chica solo giró entre las piernas de Silvia y en la misma posición en la que estaba, se metió el tremendo garrote en la boca.
Mi mano empezó a agitar mi verga al ritmo de la boca de la chica que chupaba la polla del chico. Tuve que hacer un verdadero esfuerzo por no correrme cuando vi que mi mujer, levantándose de su posición, se situó junto a la otra mujer y empezaron a alternarse aquel enorme trozo de carne. Vi claramente la lengua preciosa de Silvia recorrer desde la hinchada cabeza hasta la gruesa base, todo el pene aquel, quedándole en los labios cada vez que soltaba el instrumento, un pequeño hilo blanquecino del semen que amenazaba con salir.
El muchacho sacó su verga de la boca de mi mujer y sentándose sobre el inodoro la atrajo hacia él, poniendo sus piernas a cada lado. Silvia cerró los ojos y besando frenéticamente al chaval, se fue sentando suavemente sobre el enorme y juvenil garrote. Poco a poco aquel trozo de carne se fue perdiendo en la raja de mi mujer, hasta que quedó prácticamente sentada sobre los huevos.
Así estuvo unos momentos hasta que el chico empezó a lamer sus exquisitos pezones, abrazándose fuertemente a la ancha espalda, empezó a agitar las preciosas caderas en forma circular y lenta. Su respiración empezó a entrecortarse, sus quejidos empezaron a ser más notorios y fuertes, su cadera se movía cada vez más rápido hasta cambiar el movimiento circular por uno hacia arriba y abajo, apoyando ambos pies en el suelo para alcanzar mayor altura, sin conseguir que el enorme miembro viril pudiera salir por completo de su vagina.
La chica, que hasta ese momento se encontraba viendo el excitante cuadro, se acercó a Silvia por la espalda y colocándose prácticamente acostada en el suelo, metió la cabeza entre la piernas del chico y por debajo del culazo de Silvia que seguía moviéndose frenéticamente, y mientras se frotaba el clítoris con desesperación, metió la lengua por el orificio anal de mi mujer, causando que se corriera de una forma que yo nunca había visto.
Obviamente, para mí eso era ya demasiado y agitando fuertemente mi mano, sentí un exquisito orgasmo al tiempo que los tres se corrían al unísono, haciendo un verdadero concierto de gemidos, gritos y quejidos. El chico derramó abundante semen y la golosa chica, lengua afuera, capturaba toda la leche sin desperdiciar ni una gota, mientras Silvia seguía moviendo la cadera y besando a aquel individuo, del cual tenía que reconocer, había enloquecido a mi mujer desde la mesa donde le metió descaradamente mano.
Entendí que la follada seguía cuando el muchacho no dejó que Silvia se desmontara de él, sino que únicamente la hizo girar de manera que quedaba ahora de espaldas al chico y la volvió a sentar sobre su verga, que entró ahora con gran facilidad en mi mujer.
La chica se levantó del suelo y con los labios todavía chorreantes del semen que había capturada, besó a Silvia en la boca, dándose lengua mutuamente mientras ambas se manoseaban y pellizcaban los pezones. Silvia no aguantó más y un nuevo orgasmo se hizo presa de ella, más intenso que el anterior. Estaba totalmente encajada por una verga que parecía no tener cansancio, al tiempo que otra boca disfrutaba de sus pezones.
Una cadena de orgasmos se presentó en mi mujer como señal inequívoca de que disfrutaba como loca el momento. Decidí abandonar el baño y dirigiéndome a nuestra mesa, me dispuse a esperar a mi mujer, la cual se presentó mucho rato después tratando de dar una explicación absurda a su tardanza.
Al cabo de un tiempo sacamos a relucir el tema, explicándome todo lo que había pasado, lo que ella nunca supo es que fui testigo de esa noche de locura, nunca le recriminé nada. Todo ocurrió a consecuencia de lo primero; estando Silvia masturbándose en el baño, la chica se introdujo al escucharla en el inodoro y aprovechó para disfrutar a mi mujer.
Lo que nunca pude superar fue que en contra de lo que yo pensaba, la llegada del muchacho al baño no había sido premeditada, fue casual.
Resulta que como yo, movido también por la tardanza de la chica que era su pareja, decidió ir a buscarla, pero él tomó la decisión correcta, pues al escucharlas como yo, decidió poder disfrutar de ambas.
Desde entonces todas las noches al follarme a Silvia pienso que por estúpido no pude tomar parte activa del cuadro más excitante que había visto jamás, por tomar la decisión equivocada.
Saludos.