Mal intento

Conoció a su amiga en el Instituto. Aunque ambas tenían pareja, seguían saliendo juntas. Dejó a su novio y al poco tiempo se casó con su actual marido. Fantasearon con estar con otra mujer y ella dijo que pensaría con quien.

Alejandra – MURCIA
Amiga Charo, me gustaría contarte una experiencia muy curiosa que tuve hace cosa de un año. Me llamo Alejandra y a la protagonista de este relato, junto conmigo, la conocí el último año de Instituto. Se llamaba Julia, se sentaba detrás de mí en la clase y hablaba tanto, que a veces me molestaba. Nunca fui una alcahueta de la profesora, pero sí que necesito concentrarme un poco para leer o escuchar hablar a alguien, y con la conversación de esta chica me resultaba difícil entender algo. Tanto hablaba, que al final me enteré que vivía a solo tres manzanas de mi casa, así que empezamos a irnos caminando desde el Instituto a casa y al poco tiempo estudiábamos juntas, salíamos a bailar junto con nuestros novios y pasábamos tardes enteras conversando en mi casa o en la de ella. Más en la de ella, porque sus padres trabajaban todo el día, y podíamos estar solas y mi madre trabajaba seis horas por la mañana, por lo que por la tarde siempre estaba en casa.
Mi relación con mi novio era desastrosa. Después de salir casi un año, me dijo que estaba casado y que tenía un hijo. Julia me decía que no siguiera con él, que no servía para nada esa relación, cosa que yo ya sabía, pero Ángel, mi novio, me llamaba y yo le decía a todo que sí. Cuando le contaba que había salido con él, Julia me quería matar y yo sentía ganas de abrazarla, de pedirle perdón, e incluso me daban unas ganas enormes de besarla. Pero claro, no lo hacía, por miedo que pensara que me gustaba. Aunque, en realidad sí que me gustaba. Tan delicada, tan guapa… Pero me daba miedo pensar esas cosas. Yo no soy lesbiana, pero cada vez que veo una chica delicada y atractiva, me imagino besándole los labios.
En un espacio de tiempo en que me peleé con Ángel y dejamos de vernos, conocí a Marcelo, mi actual marido, con quien casi fue un amor a primera vista. Salimos un par de veces hasta que un día fuimos a su casa. Esa primera vez que hicimos el amor, yo me creí en las nubes. Nunca me había sentido tan bien, tan completa, tan mujer. Él fue muy transparente desde el primer momento. Lo que pensaba lo decía sin ningún tapujo, y eso me devolvió la confianza en mí nuevamente. Nuestros encuentros amorosos siempre han sido y son espectaculares. Probamos posiciones nuevas, nos contamos historias pasadas, o fantasías que nos gustaría cumplir algún día, lo cual nos calienta más, y en fin, no en vano hace catorce años estamos casados.
Cuando lo conocí, se lo conté a Julia, que se quedó muy contenta y tuvo oportunidad de conocerlo casi en seguida, ya que fue su cumpleaños al mes siguiente. Quedó encantada con Marcelo y no podía creer los comentarios de mi madre, a quien por supuesto, no le gustaba.
Julia tenía tres amigas más, con quienes nos reuníamos los fines de semana o salíamos a tomar algo en algún bar y nos contábamos nuestras experiencias con los novios. Preguntas como si nos masturbábamos, si le chupábamos la polla, si lo hacíamos por detrás, etc. Mi amiga decía que no a casi todo. Solo decía que le gustaba chupársela al novio, pero por detrás nada de nada.

Ni tampoco se había masturbado nunca. Hasta me preguntó una vez como lo hacía yo y le expliqué que con el dedo me masajeaba el clítoris hasta correrme. A ella le pareció asqueroso y yo me sentí mal por eso.
Volviendo a Marcelo, él siempre me dice que le encantaría verme con otra mujer, que se volvería loco y yo, tras pensármelo unos instantes, le dije que sí, que me gustaría hacerlo con otra mujer pero con él al mismo tiempo. Entonces me preguntó si tenía a alguien en mente y yo le contesté que sí, a Julia. A él le gustó la idea, así que elaboré un plan para ver si podía lograr algo con ella. La llamé por teléfono para vernos en un bar pero, cuando llegó, yo estaba muy nerviosa, no sabía como empezar, hasta que hablando de esto y de aquello, le dije que había hecho un “ménage a trois” con mi marido y una amiga de él. Ella se quedó atontada.
– ¡Nooo…! – exclamó – ¿Y tú qué hiciste? ¿La tocaste?
– ¡Claro! – le contesté.
– ¿Pero…cómo…? – me dijo.
Yo le respondí que lentamente y que la empecé a acariciar, que ella me dio un beso el cual le correspondí y que bueno, que a mi me gustaba probar de todo y que lo pasamos muy bien. Mi amiga no podía creerlo pero se hizo tarde y nos despedimos.
A la semana me llamó por teléfono y me dijo que quería verme en su casa Le dije que iría por la tarde. Por el camino me iba preguntando si le había pasado algo porque la sentí rara. Cuando llegué, ella llevaba un vestido muy ajustado que le marcaba el cuerpazo que tiene, medias negras y el pelo suelto, que es como le quedaba mejor. Yo se lo había dicho muchas veces, que su pelo suelto le quedaba precioso. No había nadie en la casa y fuimos al cuarto de ella, como siempre, a charlar. Se sentó en la cama y yo me senté al lado de ella, mirándola, sin ni siquiera pensar en nada, preguntándome qué quería decirme. Entonces se me acercó más y me preguntó:
– ¿Como fue tu experiencia con la otra mujer? ¡Cuéntame!
Yo empecé a inventarme toda la historia notando que ella pegaba una de sus piernas a la mía, y yo seguí hablando hasta que me zampó un beso en la boca. ¡Que sensación! Me derretí toda. Esos labios tan suaves, la lengua metiéndose en mi boca… abrí los ojos y ella me estaba mirando. Dejé que siguiera besándome mientras comencé a acariciarle las tetas por encima del vestido. No podía creerlo, pero ahí estaba y no iba a dejar pasar la oportunidad.
– ¿Te besó así? – me preguntó de pronto.
– No – le dije – tú besas mejor.
– Y tú tienes una boca divina – me contestó.
Entonces le subí el vestido hasta poder besarle las tetas. Siempre se las miraba con ropa, o con sujetador o incluso con el traje de baño mojado, pero ahora las veía al natural, desnudas y me encantaban.

Se las besé, primero despacio, con dulzura, con lo cual ella comenzó a gemir de placer, luego se las mordisqueé. Y yo me mojé en ese instante. A continuación le pasé la mano por los muslos, donde terminaban las medias y sentí como se estremecía. Me volvió a besar mientras me acariciaba la cara, las tetas, el culo y yo seguí con mi mano hacia su coño. Cuando llegué percibí lo mojada que estaba y no pude aguantar más, le aparté el tanga como pude y empecé a pasarle la lengua por la raja. Ella saltaba, temblaba, y se quejaba diciéndome:
– ¡Ooooh… sí… sigue… sigue…!.
¡Que bueno era su jugo! Salado, gelatinoso. Mi cabeza daba vueltas. Hice un tremendo esfuerzo por meterle más adentro la lengua y le lamí el clítoris, luego le metí la lengua lo que pude por su vagina y me llenó la boca de jugo. ¡Que corrida! ¡Que bueno! Yo estaba tan caliente que la besé en la boca para que sintiera su jugo, pero ella me apartó en seguida. Su cara era de asustada.
– ¿Qué pasa? – le pregunté – ¿Te he mordido?
– No – me dijo – ¡Pero esto es una locura, vete!
– ¿Qué…?. ¡Me muero por seguir, Julia, no me digas eso!
– No, por favor, vete, no puedo creer lo que hicimos.
– Pero… ¿no te gustó?
– ¡Sí, claro que me gustó y por eso mismo… vete!

Me fui sin entender nada, con una calentura tremenda, que cuando llegué a casa, esperé a Marcelo y me saqué las ganas con él. No he visto más a Julia. La extraño muchísimo, ya que éramos buenas amigas y aunque intenté varias veces de comunicarme con ella, nunca me contesta.
Una muy buena experiencia que pudo haber sido y no fue.
Besos.