Relato erótico
Maduro y vicioso
Acababa de cumplir 20 años y se podría decir que su experiencia sexual era casi nula. Aquel día se quedó en casa, iba a pasar el día haciendo el vago en la piscina, hasta que llegó un amigo de su padre a dejar unos papeles.
Imma – LLEIDA
Hola a todos, soy Imma, tengo 20 años de edad, y estoy estudiando Turismo. Actualmente no tengo novio por motivos que iré contando.
Esta experiencia comenzó dos días después de cumplir veinte años o sea un lunes. El sábado anterior había hecho una fiesta en mi casa con todos mis amigos. La fiesta fue un éxito aunque yo pensé que ese día sería el de mi primera vez con un chico que me gustaba mucho y con el que ya había tenido algunos intercambios de besos y caricias, pero lo más que pasó ese día fue que nos abrazáramos porque resultó que ya tenía novia. Me sentí triste, pero mi intuición femenina me dijo que pronto las cosas iban a cambiar.
El lunes mis compañeros iban de viaje y como no quería ir me quede en casa haciendo el vago. Además mis padres no venían a comer y estaría completamente sola. Vivimos en las afueras de la ciudad en una casa y tenemos piscina, por lo tanto, decidí darme un buen baño.
Siembre me han gustado los bikinis pequeños, resaltan mis grandes pechos, mi redondo culo y mis torneadas caderas, o al menos eso es lo que dicen mis amigos.
Estaba dentro del agua y oí que llamaban al timbre. No esperaba a nadie, pero salí, me envolví en la toalla y me dirigí a la puerta. Era Carlos un amigo de mi padre que tenía unos 40 años. Solía venir muchos a nuestra casa y las fiestas navideñas las pasaban con nosotros. Estaba casado y tenía una hija de mi edad, Fina que además era amiga mía.
Iba muy bien vestido, ya que es director de una multinacional, es atractivo, practica deporte y en definitiva está bueno. Le dije que pasara, que cerrara los ojos porque la casa estaba hecha un asco y yo en toalla. Él solo se rió y me dijo:
– Mira Imma, solo vine a dejarle estos papeles a tu padre.
Yo le dije que mi padre no llegaría hasta la noche, y mientras le decía eso él miraba mis pantorrillas por las cuales escurría agua.
– Pero yo hablé con él hace rato y quedamos de vernos aquí
Yo me sorprendí un poco, pero le creí. Le ofrecí algo de beber. Yo estaba tomando una cerveza y le serví otra. Encendí la televisión de la sala y le dije que si necesitaba cualquier cosa me buscara en la piscina.
– Si, no te preocupes no tengo prisa.
No pasaron ni diez minutos cuando Carlos salió a la piscina y le pregunté:
– ¿Necesitas algo?
Él se me quedó mirando con una sonrisa algo morbosa y me dijo:
– Si, es que buscaba otra cerveza, pero no las encuentro y te voy a molestar.
Yo le dije que no era ninguna molestia, que enseguida se la daba, él me pasó la toalla y me miraba fijamente, mientras yo salía de la piscina.
– Oye, me tienes que decir como le haces para ponerte más preciosa cada vez que te veo.
La verdad es que me sentí alagada aunque con un poquito de miedo. Yo solo reí y le contesté:
– Pues no hago nada realmente, solo hago un poco de ejercicio.
Fuimos hacia la cocina, él me tocó la espalda para que pasara primero, pero sentí como deslizó su mano hacia abajo. Saqué la cerveza del refrigerador, se la destapé y dijo:
– ¿Cumpliste veinte años el sábado verdad?
– Pues si y por cierto, creía que vendríais a la fiesta, pero dijo mi padre que estabais de viaje. ¿Qué te parece si te tomas la cerveza en el jardín conmigo y así no estás solo?
No sé porqué pero aquel tío, que podía ser mi padre, me ponía cachonda, y noté que se me humedecía el chocho. Me metí en el agua y se tumbó en una hamaca a la sombra, de pronto me pregunto:
¿Qué regalo echaste en falta?
– Pues se podría decir que esperaba que me “regalaran” un novio. Bueno es broma, pero creo que ya va siendo hora de que empiece a relacionare con un tío que me guste.
– No puedo creer que no tengas novio, eres guapísima, ¡Qué pena que yo no sea más joven! No te dejaría ni respirar.
Le dije que muchas gracias por lo que me decía, pero que era verdad lo de mi “soltería”. Él le dio un trago a su cerveza y me dijo:
– Si yo pudiera te pediría que fueras mi novia, me encantaría además enseñarte los mejores placeres de la vida, sabía que tu padre no iba a estar ahora aquí, y por eso he venido. Se me han pasado muchas cosas por la cabeza y aquí estoy, pero no te preocupes que ya me voy.
¡No me lo podía creer! El padre de mi amiga me estaba tirando los tejos y a mí me gustaba. Por supuesto, le dije que no se fuera, que me gustaba mucho y que no me importaría que me “enseñara” todo lo que tenía que saber sobre el “amor”. El tío me miraba con cara de sorpresa y pude ver que su paquete crecía escandalosamente.
Ni corto ni perezoso, se desnudó y por la cara que puse se dio cuenta de que no había visto demasiadas pollas, y mucho menos tan largas y gordas como aquella. Se metió en el agua, se acercó y empezamos a besarnos y a restregar nuestros cuerpos. Podía sentir aquel enorme trozo de carne golpeándome la barriga.
Decidimos subir a mi habitación, porque si llegaba alguien de improvisto, nos daría tiempo de arreglar la situación.
En cuanto llegamos, me dijo que me sentara en la cama, se puso delante de mí y me dijo que le mamara la polla, añadiendo que era una de las cosas que más le gustaba a él y a todos los hombres.
Nunca había chupado ningún rabo, o sea que lo cogí tímidamente y me lo puse en la boca. El acompañó una de mis manos hacia sus huevos y con la otra empujaba mi cabeza suavemente marcando el ritmo de la mamada.
Era increíble notar como crecía dentro de mi boca, poco a poco fue acelerando el ritmo y la profundidad, tuve un par de arcadas y paro, diciendo:
-Para cariño, si sigues me correré y quiero que recuerdes este día como algo agradable.
Dicho esto, se acostó en la cama, y me fue dirigiendo hasta que me hizo “sentar” sobre su boca. Me daba un poco de vergüenza, pero a la que empezó a pasarme la lengua por la raja y a succionarme el clítoris, perdí los papeles. Me corrí a los pocos minutos, pero aquello era un no parar. Le restregaba el chocho por la cara como una loca, hasta que llegó un momento en que ya no podía más.
Me aparté y pude ver que tenía el rabo completamente tieso. Entonces me besó y paladee el sabor de mi propio chocho.
Allí estaba yo, espatarrada y hecha polvo de tantas veces que me había corrido. Carlos se acercó, siguió besándome y me dijo al oído:
-Voy a penetrarte, pero no te preocupes, no te haré daño, iré con cuidado, ya te he dicho que quiero que tengas un buen recuerdo.
Yo no era virgen y se lo dije, pero también le dije que mi antiguo novio, la tenía muy pequeña y solo lo habíamos hecho un par de veces.
Se colocó sobré mi, acerco su gordo capullo a mi coño y poco a poco lo fue introduciendo. Era tanto el placer que sentía que le grite diciendo que me la metiera de golpe.
Se quedó un poco parado, pero de pronto, me la metió de una sola atacada. Lance un grito, pero como el tío cogió un buen ritmo, a los pocos segundo estaba gozando como una guarra. Volví a correrme. Follamos un rato hasta que la sacó y dijo que quería correrse en mi boca. Le dije que esto sí que no lo había hecho nunca y sonriendo dijo:
-Siempre hay una primera vez para todo.
Me la metió en la boca y se la fui chupando despacito, quería que disfrutara mucho. Le masajeaba los huevos, y le pajeaba la polla con lentitud. Noté que su cuerpo se tensaba y que sus cojones se ponían duros. De pronto dijo que iba a correrse y que por favor no parara.
Seguí con la mamada y aceleré el ritmo de la paja hasta que note como un abundante torrente de leche me llenaba la boca. Era la primera vez que se corrían en mi boca y no sabía qué hacer, o sea, que en cuanto sacó la polla, la deje caer lentamente llenándome las tetas, la barriga y la cama de semen.
Cuando Carlos se recuperó dijo que la próxima vez, tendría que tragármela, pero que poco a poco ya iría aprendiendo los secretos del sexo.
Nos dimos una ducha y nos vestimos. Justo en cuanto acabamos llamó mi padre y dijo que ya venía para casa, le dije que había llamado Carlos, que le llamara al móvil que al parecer quería pasar por casa a dejarle unos papeles. Mi padre le llamó y Carlos le dijo que se pasaría por casa. Quedó todo muy bien “orquestado”.
Estuvimos un rato solos y me dio la sensación de que se arrepentía de los que había pasado, pero yo le dije:
-Me ha encantado que hayas sido tú mi maestro, y espero que no sea la última vez que nos veamos. Queda claro que debe ser nuestro secreto y si algún día tengo novio, ya veremos lo que hacemos.
Se levantó, me dio un morreo y dijo que estaba de acuerdo en todo.
Mi padre llegó, se tomaron unas cervezas y al cabo de un rato Carlos se marcho. Nos hemos visto muchísimas veces más, pero ya os lo contaré en otra ocasión.
Besos para todos.