Madurita, viuda y …

Quería terminar su carrera en la Universidad de Madrid, y hablando con su amigo le dijo que podría hablar con su hermana. Estaba viuda y a lo mejor le iba bien, económicamente, que el viviera allí. Ya la conocía y la recordaba como una mujer atractiva. Halaron, llegaron a un acuerdo y allí fue.

Alejandro – Madrid
Es una mujer de unos 40 años, cabello lacio y castaño, piel blanca y ojos claros. Aunque no es alta (mide 1.55 m) tiene un cuerpo muy bien proporcionado. Está un poco rellenita, sin embargo la distribución de sus kilos es divina. Tiene unas buenas caderas, buenos muslos y una cintura pequeñita. Es hermana de Francisco, un gran amigo mío y está viuda.
Siempre fue seria, simpática y muy señora de su casa, jamás imaginé que algún día iba a tirármela hasta que me dijera basta.
Aquel día fui a Madrid a arreglar asuntos relacionados con min traslado a Universidad. Tenía 22 años. Mi amigo dijo que podía quedarme en casa de su hermana Rosa, y que si llegaba a un acuerdo con ella, podía quedarme a vivir allí mientras estudiaba.
Llamé y casi al instante se abrió la puerta. La imagen de aquella semidiosa se formó en mi mente, encantadora, subliminal, como con un halo de ángel. Desde el primer momento que llegué, Rosa se portó de mil maravillas conmigo, muchas atenciones.
-¿Quieres comer ya? -me dijo suavemente, con a dulzura.
Claro -contesté. Ya eran las nueve de la noche y en verdad, el hambre ya me estaba consumiendo.
Cenamos, hablamos y mientras recogía los platos me dijo que si quería podía ir a ver la tele que ella vendría pronto.
Me senté en el sofá y al poco rato, se sentó a mi lado. Parecía que estaba nerviosa. Le eché una mirada rápida, estaba estupenda. De repente, apagó el televisor diciéndome:
-Parece que no hay nada bueno en la tele en estos días, ¿verdad?
-Sí, -dije mecánicamente-
-Que te parece si hablamos y me cuentas cosas tuyas, de tus estudios, etc.
Me preguntó si tenía novia, y que dijo que se sentía sola y, sonrojándose, dijo que a veces necesitaba el cariño de un hombre
Era el momento oportuno que ni siquiera imaginé poder tener. Me acerqué a ella, le alcé el rostro y sin pensárselo se acercó y me dio un suave y prolongado beso en la boca.
Mis manos sin quererlo yo, ya estaban sobre sus blancos muslos, recorriéndolos en toda su extensión. Podía sentir la tibieza de su carne sobre mis manos, tibieza que aumentaba considerablemente a medida las acercaba a su entrepierna.

Ella, como con desesperación, aferró sus brazos a mi espalda, recorriéndola de arriba abajo y alzando mi camiseta, que quitó hasta dejarme el torso desnudo. Luego dejó el beso interminable sobre mis labios y bajó hasta mi pecho. Continuó así, besando y lamiendo, bajando despacio hasta llegar a mi paquete. Sin darme cuenta ya estaba chupándome la polla.
Hacía tiempo que no hacia una mamada, pero era una verdadera maestra. Chupaba mi capullo, me pajeaba y me comía los huevos. Estaba a punto de reventar.
De pronto paró y me dijo que mejor que no fuéramos a su habitación que estaríamos más cómodos. Yo la seguí dócilmente, sin poder evitar observar aquel cuerpo menudo pero bien proporcionado.
Llegamos hasta su habitación y ella se recostó en su cama mullida, arrastrándome hacia ella. Debajo de mí, podía percibir la tibieza de su piel, las vibraciones de sus músculos y el jadear de su aliento, mientras la besaba y acariciaba enteramente. Mi boca recorría palmo a palmo y pausadamente cada pulgada de aquel cuerpo ardiente de deseo, de un deseo reprimido desde hacia tiempo y que estaba desbordándose a raudales.
Bajé hasta su ingle y ella, sin que yo se lo pidiera, abrió sus piernas totalmente, al máximo, mostrándome su chocho mojado. En cuanto mi lengua empezó a lamerlo, tuvo un orgasmo bestial, cosa que me excitó y me animó a seguir chupando. Casi sin darme cuenta, se fue girando y acabamos en un 69 divino.
Pasamos varios minutos en esta pose porque ni ella ni yo queríamos abandonar la faena en la que estábamos dando y recibiendo un inmenso placer. Ni ella ni yo soportábamos más, y queríamos follar, se dio la vuelta y se colocó a cuatro patas. En cuanto vi su culo expuesto y su coño palpitante, no pude resistirlo y se la metí hasta el fondo. Después de varias embestidas, le dije que se tumbara en la cama, quería verle la cara mientras me la follaba.
Rosa se estremecía como nunca había visto a otra mujer; sus brazos y piernas estaban aferrados vigorosamente a mi espalda y caderas y su ingle golpeaba con fuerza contra la mía, intentando que mi polla entrara más profundamente. El furor que había hecho presa de ella era tanto que sus violentos movimientos la llevaron rápidamente a su segundo orgasmo de aquella noche, sus gemidos y suspiros potentes y alocados así me lo indicaron.
El siguiente orgasmo vino pocos minutos después y luego el tercero. ¡Vaya que esa mujer sí sabía aprovechar al máximo las oportunidades, tres orgasmos seguidos! Visiblemente extenuada, se quedó quieta unos instantes, acostada de lado y yo detrás de ella, rodeándola con mi brazo. De pronto dijo:
-¿Sabes que hay algo que mi marido siempre me hacía y que nunca me gustó, pero que ahora añoro y me muero de ganas por probar?
-No –dije-

-Que me la metan por el culo.
Inmediatamente mi verga se irguió de nuevo con muchos más bríos que anteriormente. Intenté subirme en ella, pero Rosa se puso a cuatro patas y me ofreció su ojete.
Ni me lo pensé, apunté mi capullo a su agujero y se la metí de una sola clavada. Al instante empezó a gemir y mientras se frotaba el clítoris, me decía lo mucho que le gustaba y que siguiera.
Pocos segundos después, me corría dentro de su culo. Ella sintió el calor de mi leche en su interior y automáticamente tuvo otro orgasmo. Rosa era una hembra formidable.
Y me alegraba haberlo descubierto, aunque fuese por azar.
Nos quedamos dormidos y a la mañana siguiente, desperté tarde. Ella ya se había levantado, y había preparado el desayuno.
-Buenos días -me dijo con una sonrisa-
-Buenos días –contesté-
-Ya tengo tu desayuno ¿quieres comer ya?
-Pues, me queda poco tiempo para ir a la Universidad y…
-Ah, no. No debes alimentarte bien, recuerda que de ahora en adelante necesitarás “muchas energías”.
Y en verdad así fue, pues seguí follando con ella durante todo el tiempo que estuve en su casa, aquella hembra me había enviciado.
Un saludo para todos.