Relato erótico
Maduras liberadas
Nos manda un nuevo relato de lo bien que se lo pasaron ella y su amiga cuando sus respectivos maridos volvieron a la ciudad a trabajar. Siguen en compañía del joven hijo de una buena amiga.
Isabel – Zaragoza
Tanto Isabel como yo, estábamos encantadas y muy satisfechas al haber comprobado que, aunque pasamos ya las dos de los 50 y nuestros maridos ya nos hacen demasiado caso, podíamos despertar el deseo de chicos jóvenes y eso nos hacía sentir realmente bien. También estábamos disfrutando de la sensación de libertad que se tiene cuando se pueden hacer ciertas cosas que en nuestro lugar de residencia habitual nunca haríamos. Por ejemplo allí, además de ligar, podíamos ir en top-less ya que nadie nos conocía y esa libertad hizo que tanto Isabel como yo, fuéramos perdiendo ese pudor que siempre hemos tenido con respecto a las cosas del sexo.
Cada día éramos más atrevidas y así, cuando estábamos tumbadas en la playa Borja, que no nos dejaba estar de otra forma que no fuera en top-less y en tanga, nos sugería que nos metiéramos el tanga por los labios del coño para enseñar así todo el coñazo. Como adelantaba en mi último testimonio, todavía tuvimos alguna aventura más aquella semana, siempre animadas por Borja que estaba decidido a ayudarnos a disfrutar al máximo.
Yo, por cierto, follaba prácticamente a diario con él pero no es de esto de lo que os quería hablar sino de las relaciones que tuvimos con otras personas. En el bar en el que solíamos tomar café después de comer, había dos camareros jóvenes que, con la mediación de Borja, acabaron en nuestro apartamento y tanto Isabel como yo, gozamos como locas con aquellas jóvenes pollas. Sin embargo lo más excitante no ocurrió precisamente con chicos jóvenes sino con dos caballeros maduros, más mayores aún que nosotras.
Todo se inició cuando una mañana en la playa estábamos paseando en top-less. Esto no era nada excepcional pues la mayoría de las chicas jóvenes iban así, pero no era tan común ver a dos cincuentonas con unos melonazos como los nuestros al aire y además acompañadas de un jovencito. Por eso mucha gente nos miraba.
Borja caminaba entre nosotras y nos llevaba agarradas de la cintura. Cuando algún tío se nos quedaba mirando, por detrás Borja, el muy cabrón, para provocar, nos tocaba el culo a placer ya que al ir en tanga nuestras abundantes nalgas quedaban completamente al aire. Recibimos mucho piropo guarro que nos fue poniendo cada vez más cachondos a todos. Ya en el extremo de la playa, donde no había mucha gente, tuvimos otro incidente de este tipo, en concreto con dos atrevidos viejos que rondarían los 70 años. Al cruzarnos con ellos, los viejos se nos quedaron mirando y Borja nos empezó, una vez más, a sobar las nalgas a tope y los viejos, entonces, le dijeron:
– ¡Vaya suerte, chaval, menudo par de jamonas, aprovecha, tú que puedes!
Cuando ya los viejos se iban, Borja les contestó:
– Ustedes también pueden, si quieren, acérquense y comprueben la calidad de esta carne.
Los viejos se acercaron y nos saludaron sin atreverse a más pero Borja les animó, mientras nos tocaba las tetas, a que comprobaran el género, como él decía, y como nosotras sonreíamos y no dábamos muestras de no estar por la labor, los viejos terminaron por decidirse a acariciarnos brevemente las tetas. Luego los viejos empezaron a alabar nuestros encantos y al elogiarnos el culo o las tetas, no perdían ocasión de sobarnos, cada vez de forma más atrevida. Mi felpudo también recibió su atención y como Borja les animaba, también me acariciaron los abundantes ricitos que se me escapaban por todos los lados, poniéndome cada vez más cachonda. El paseo de vuelta lo hicimos con ellos. Borja, que caminaba entre nosotras tocándonos las tetas o las nalgas, les iba diciendo que si les gustaban las jamonas, que intentaran algo con nosotras porque éramos “fáciles”. Parecía nuestro chulo y eso a nosotras nos ponía más cachondas aún. De camino los dos viejos, que por cierto se llamaban Juan y Mario, nos dijeron que estaban con sus mujeres pero que les gustaría volver a vernos, si nos parecía bien.
Borja les dijo que sí y les dio la dirección de nuestro apartamento, citándolos a las cinco. Luego nos dijo a nosotras:
– Ya sé que los preferís jovencitos pero me ha puesto muy cachondo imaginaros haciendo guarradas con estos dos vejetes. De todas formas, sino os apetece…
– No te preocupes – le cortó Isabel – que a mí también me han puesto muy cachonda estos dos viejos. ¿Y a ti, Carmen?
– Pues la verdad es que también – respondí yo, calentorra perdida – Pero será mejor que esté Borja también con nosotras porque no sé si esos dos nos darán todo lo que necesitamos.
– ¡No me lo perdería por nada del mundo! – dijo él dándome un morreo y tocándole el culo a Isabel a la vez.
Cuando nos íbamos a comer, vimos a los dos viejos con sus mujeres en una terraza y Borja nos indicó que nos sentáramos también allí a tomar un aperitivo. También, siguiendo instrucciones de Borja, nos apretamos las camisetas para que se notara el volumen de nuestros pechos y se marcaran bien los pezones en la fina tela.
Los viejos no nos quitaban ojo y de hecho sus mujeres tampoco. Estas, enseguida empezaron a cuchichear, sin duda hablando de nosotras. Mientras tomábamos nuestro aperitivo Borja, poniendo de manifiesto su preferencia por las mujeres maduras, decía:
– Pues no me importaría echarles un polvo a estas señoronas mientras vosotras os cepilláis a sus maridos, ¿eh?
Las señoras en cuestión estarían entre los 65 y 70 años pero no estaban mal. Eran más bien rellenas y se notaba que se cuidaban. Estuvimos calentando a los viejos un rato y cuando nos marchábamos, me fijé en que las dos viejas le echaban un buen repaso con la mirada a Borja, que iba solo con el bañador y el torso desnudo. Comimos hablando de los viejos y calentándonos los tres cada vez más.
Nosotras, a instancias de Borja, nos quedamos en tanga y con las tetas al aire mientras comíamos. Después de comer estuvimos jugueteando un poco en el sofá pero cuando yo quise echar un polvo con Borja, él me dijo era mejor que reservara mi calentura para Juan y Mario, los dos viejos. Cuando se acercaba que la hora de que vinieran los dos invitados, Borja nos entregó a cada una un paquete envuelto en papel de regalo y nos dijo:
– Esto lo compré el mismo día que los tanga. Mirad a ver si os gusta y os lo ponéis para recibir a nuestros invitados.
Abrimos el paquete y resultó ser lencería de lo más atrevida. En mi paquete había unas medias negras, un liguero del mismo color, un sujetador y una braga tanga, también negros y transparentes.
En el paquete de Isabel había también unas medias de color piel y un conjunto de braga tanga, sujetador y liguero granate con puntilla negra, con la particularidad que su sujetador no tenía la copa completa, sino que sujetaba los pechos por debajo dejándolos completamente al aire. Lo cierto es que todo eran prendas muy bonitas y enseguida nos dispusimos a ponérnoslas.
Cuando acabamos de ponernos aquellos trapitos entre manoseos de Borja, las dos teníamos unas pintas de puta que para que os quiero contar. Minutos después, los viejos llamaban a la puerta.
Fue Isabel a abrir con su indumentaria sexy y no había ni cerrado la puerta cuando oímos ya a Mario exclamar:
– ¡Ya te dije que eran unas completas putonas, mira que pintas!
– Desde luego no sé lo que habremos hecho para merecernos algo así, pero esto es lo mejor que nos podía pasar – decía el otro, que entraba en la habitación tocándole a Isabel las tetas, tan a la vista con aquel sujetador.
Los viejos no perdieron el tiempo. Animados por Borja enseguida nos estaban sobando a base de bien nuestras tetas y culos.
Juan empezó a chuparle las tetas a Isabel y a sobarle a dos manos su grueso culazo mientras Mario se acercaba a mí y me daba un buen morreo al tiempo que posaba sus manos también en mi amplio trasero.
Me excitó mucho el morreo con aquel hombre mayor y también el hecho de que Borja nos estuviera viendo, sentado en una butaca, dispuesto a contemplar la bacanal que se avecinaba. A pesar de lo bonita de nuestra lencería, la verdad es que no nos duró mucho encima. Juan le quitó las bragas a Isabel rápidamente y empezó a tocarle el coño mientras la morreaba y le seguía sobando las tetas. Mario también me sacó el tanga transparente y sentándome en el sofá, me dijo:
– ¡Ahora vas a ver lo que sabe hacer con la lengua un viejo ante un conejazo tan bueno y peludo como el tuyo!
El viejo empezó a comerme el coño con una maestría inigualable. Me chupaba toda la raja de arriba a abajo, se detenía en el clítoris, me lo aprisionaba con los labios, me chupaba y me besaba toda la pelambrera. Me estaba volviendo loca. A Isabel tampoco le iba mal pues Juan le había indicado que se espatarrara sobre la alfombra y también le estaba haciendo una comida de coño que hacía gemir sonoramente a la calentorra de mi amiga. No pasó mucho tiempo hasta que las dos, completamente excitadas, alcanzamos un tremendo orgasmo que nos hizo gritar a ambas de placer. Luego ayudamos a los dos viejos a desnudarse y nos encontramos con un par de vergas de lo más respetable y en un estado de erección más que aceptable. Juan se acercó a mí y quitándome el sujetador transparente, colocó su polla entre mis tetas para que empezara a hacerle una paja con ellas.
Mario le imitó con Isabel y enseguida estábamos las dos sentadas en el sofá con las pollas de los dos maduros entre nuestras tetas.
– ¡Venga, zorras, ahora comerles bien las pollas a estos amigos! – intervino Borja mientras se pajeaba sentado en una butaca.
Seguimos sus indicaciones y enseguida tuvimos las pollas de los dos vejetes en nuestras bocas. Las vergas de ambos alcanzaron un grado de dureza muy respetable, desde luego mucho más de lo que yo me esperaba en dos hombres de casi 70 años. Los dos tíos se cambiaban cada poco de modo que las dos fuéramos chupando las pollas alternativamente. Nosotras estábamos cada vez más calientes, claro, y yo ya solo pensaba en meterme en el conejo una de aquellas pollas, cosa que no tardó en suceder.
Mario me tumbó en la alfombra y poniéndose encima de mi, me clavó su gorda tranca en el chocho haciéndome estremecer. Mientras, Juan puso a Isabel a cuatro patas en el sofá y también se la clavó en el chocho por detrás. Nos follaban a buen ritmo aunque no tan fuerte como, por ejemplo, lo hacía Borja pero aún así nos daban un placer terrible y enseguida las dos llegamos a un fortísimo orgasmo casi simultáneo. Entonces los dos viejos se intercambiaron y siguieron follándonos, ahora a mi Juan y a Isabel Mario y así seguimos hasta que nosotras tuvimos un nuevo orgasmo y ellos sintieron próxima su eyaculación. Entonces nos las sacaron y metiéndonoslas de nuevo en la boca, nos dijeron:
– ¡Venga, guarras, comernos bien el requesón, que está muy rico!
Soltaron una buena cantidad de esperma que a mí me hizo atragantar mientras Isabel se tragaba toda la lechada que Mario había depositado en su boca. Cuando creíamos que todo había terminado con aquellos viejos, Juan dijo:
– ¡Y ahora, putas, nos vais a chupar el culo hasta que se nos pongan duras otra vez y ya veréis que pronto os volvemos a joder, golfonas!
Así lo hicimos, chupándoles sus respectivos ojetes y lo cierto es que el tratamiento dio sus frutos con sorprendente rapidez pues, pocos minutos después, volvíamos a tener ensartadas en nuestros coños las pollas bien duras de aquellos dos viejos. Nos estuvieron follando un buen rato. Yo tuve dos orgasmos más y Isabel creo que tres antes de que ellos nos echaran la cuajada en el chocho.
En ese momento, Borja se me acercó y metiéndome su polla en la boca, soltó toda su caliente crema debido al pajote que se había estado cascando mientras nos veía follar con los dos viejos. Después de descansar un rato, comentamos lo sucedido, diciendo los viejos que había sido la mejor sesión de sexo de su vida. Entonces Juan le preguntó a Borja si no le gustaría vernos con el chocho bien rasurado. El chico dijo que le gustábamos más bien peludas pero que también le daba morbo vernos completamente depiladas. Mario dijo que de buena gana lo haría él pero que igual le temblaba la mano así que sería mejor que fuera Borja quien nos depilara los coños. Nosotras dijimos que estábamos de acuerdo pero entonces Borja replicó:
– Será mejor que lo haga un profesional.
Nos explicó que su plan era que fuéramos una tarde a una peluquería cercana, en la que trabajaban una chica y dos chicos, cuando estuvieran a punto de cerrar y que pidiéramos que nos hicieran un depilado completo de coño. A ver qué pasaba. Y vaya lo que pasó, pero eso os lo contaré en otra ocasión, pues por esta creo que ya es suficiente.
Un beso muy caliente de nuestra parte.