Relato erótico
Maduras desmadradas
Ya nos contó como había terminado una fiesta que daba la empresa en la que trabajaba su madre. Había dos compañeras de trabajo, maduras como su madre que se desmadraron. La cosa siguió como nos lo relata.
Ricardo – Madrid
Mientras descansábamos del polvazo que habíamos echado yo le mostré a Rosalía mi preocupación por haber dejado en la fiesta a mi madre pues habíamos ido los tres en mi coche.
– No te preocupes por tu madre, que ya encontrará quien la lleve a casa. Eso suponiendo que quiera irse, que yo más bien pienso que se lo estará pasando bien con Rafael y con Roberto. ¿No te fijaste donde le ponían las manos mientras hablaban con ella?
Entonces me dijo que ella no era la única que estaba dispuesta a ponerle los cuernos a su marido y me preguntó si me parecía mal que mi madre se divirtiera con otros. Tras confirmarle que a mí no me parecía mal en absoluto, Rosalía volvió a acariciarme la polla hasta ponérmela como el acero. Entonces me pidió que se la metiera otra vez en el coño. Yo estaba de nuevo caliente perdido así que se la clavé y estuve barrenándole el coño durante un buen rato. Era estupendo penetrar a una madurita como Rosalía y ver como se balanceaban sus tetorras al ritmo de la follada. Ella me apretaba hasta clavarme las uñas en la espalda y mientras tanto me animaba diciéndome:
– ¡Así, fóllame así, cariño, métemela hasta dentro y que le salgan unos buenos cuernazos al cabrón de mi marido… que gusto hacerlo con un jovencito como tú!
A mí me encendían tanto sus palabras como el hecho de estarla follando y especialmente la visión de sus gordas tetas moviéndose arriba y abajo al follar. Luego terminé echándole la leche encima de sus gordas tetas y en la tripa después de que, la muy calentorra, alcanzara dos orgasmos brutales. Luego charlamos un poco. Rosalía me confesó que esta era la primera vez que le ponía los cuernos a su marido tras casi treinta años de casados. Me dijo que él ya no le hacía demasiado caso y que ella ya venía pensando hacía tiempo que el sexo es para gozar y que no iba a dejar escapar ninguna oportunidad. También me dijo que estos pensamientos los compartía con mi madre. A continuación me preguntó si estaría dispuesto a repetir con ella a lo que yo respondí inmediatamente que sí y también le dije que estaba muy buena y que ella era mi tipo de mujer ideal, pues me gustan rellenitas y algo mayores que yo.
– ¿Así que te gustan maduritas y gorditas, eh? – dijo ella riendo.
– Mucho más que las flacuchas de mi edad, te lo puedo asegurar y más después de haber disfrutado con tu cuerpo de jamona, Rosalía. Estás buenísima. ¡Tu marido es un tontorrón por no apreciar lo que tiene en casa!
Mientras hablábamos, nos habíamos ido vistiendo y cuando ya nos íbamos, al salir de la habitación, nos llevamos una buena sorpresa ya que justo salía del ascensor, mi madre acompañada de Roberto y Rafael. Sin duda habían tenido la misma idea que nosotros.
Sus intenciones al ir a aquel hotel eran de lo más evidente, sobre todo teniendo en cuenta que Roberto llevaba una mano metida por el escote de la mujer y sin duda le estaba tocando una teta, sin que ella protestara para nada. A mí no me pareció mal que mi madre fuera a tener una aventura con aquellos dos hombres. Por eso le sonreí mientras Rosalía decía, con picardía y a modo de saludo:
– Creo que todos hemos pensado en la misma forma de acabar la fiesta.
– Pues sí – dijo Roberto – La pena es que tú ya la des por terminada, Rosalía, porque ya me hubiera gustado compartir esta parte de la fiesta contigo también. Sabes que siempre he tenido debilidad por ti.
– Pues no seré yo quien le lleve la contraria al jefe – dijo ella.
Todos reímos y entonces Rafael dijo:
– Bueno, tenemos dos habitaciones así que si Rosalía se anima y a su amigo le parece bien, podemos repartirnos. Yo me encargo de Carmen y tú, Roberto, hazle los honores a Rosalía.
– ¡Que narices, pues claro que me animo, solo se vive una vez! – exclamó Rosalía riendo y agarrándonos a Roberto y a mí por la cintura – Venga, Carmen, que hoy nos desquitamos las dos.
– Tú ya te lo habrás pasado bien con Fernando, ¿verdad, cachonda? – le dijo Carmen.
– Ya lo creo, chica. No te lo puedes ni imaginar. Por eso creo que tengo ganas de más.
– ¡Eso es, a disfrutar! – apoyé yo dándole una palmada en el culo a Carmen para disipar cualquier duda que pudiera tener ella al haberme enterado yo de su aventura.
Evidentemente no había ningún problema y seguidamente ambos nos dirigimos una sonrisa y un guiño cómplice. Entonces Rosalía, Roberto y yo volvimos a entrar en la habitación mientras Rafael y Carmen lo hacían en la que ellos habían alquilado. Nada más entrar, Roberto le levantó la falda a Rosalía dejando al aire su soberbio culazo. Arrodillándose detrás de ella, se lo empezó a besar y a chupar con ansia mientras le bajaba las bragas. Ella, por su parte, me cogió a mi por el cuello y me arreó un morreó de impresión mientras metía mano a mi paquete poniéndomelo duro al instante. Entre los dos hombres fuimos desnudando a la maciza hembra mientras la besábamos y chupábamos por donde podíamos. Cuando estuvo en pelotas, a excepción de sus medias y sus zapatos, nosotros nos desnudamos y Roberto le dijo que le chupara la polla.
– Lo que usted diga, jefe – contestó ella, haciendo de nuevo referencia a la relación laboral que les unía y metiéndose la polla de Roberto en la boca para empezar a mamarla con glotonería.
Mientras tanto yo me ocupaba de mamarle las tetas a la caliente madurita. Tras de un rato de mamada, Roberto la puso a cuatro patas y le dijo:
– Por fin de voy a taladrar, zorra, que llevo años pensando en lo buena que estás, viéndote cada día con esos vestidos de puta que llevas a la oficina. ¡Ahora vas a ver, calentorra!
Entonces la penetró por detrás haciendo que ella exclamara:
– ¡Aaah… que polla más buena tienes, Roberto… sigue, sigue, fóllame como a una puta… soy tu zorra, dame fuerte… y tú, Fernando, ven aquí que te la coma, querido, que cuando acabe éste quiero tener la tuya bien dentro del chocho. Esta noche me voy a desmelenar del todo.
Así lo hicimos. La mamada de Rosalía me ponía a cien y más aún al ver como otro hombre follaba con ganas a la mujer que me estaba a mi comiendo el cipote. Era mi primer trío y desde luego es una práctica fascinante. Al poco rato y después de que Rosalía tuviera un estruendoso orgasmo, Roberto se corrió resoplando en el caliente chocho de su madura secretaria. Cuando Roberto le sacó la polla, Rosalía me urgió para que yo ocupara su lugar.
– ¡Más polla, Fernando, quiero más polla… pero que puta y caliente me siento… no quiero más que rabo en el coño!
– ¡Pues lo vas a tener, cacho guarra! – le decía Roberto pasándole la polla por la cara y estrujándole las tetas – ¡Te vamos a hartar de polla, cerdota!
– ¡Dos hombres para mi sola… con las ganas que yo tenía de algo así!
Al poco rato Rosalía volvía a estallar en un nuevo orgasmo y yo me corría una vez más en su peluda raja de madurita caliente. Tras descansar un poco Roberto dijo:
– ¿Como se lo estarán pasando Carmen y Rafael? La verdad es que yo venía con la idea de tirarme a Carmen y no me gustaría dejar pasar la oportunidad. Me da un morbo tremendo una hembra como ella, tan decente en apariencia y con ese culazo. ¿Por qué no vamos a su habitación a ver qué hacen esos dos?
Entonces, con la intención de ver las evoluciones de la otra pareja, salimos al pasillo pero al intentar entrar en la habitación de Rafael y Carmen, contigua a la nuestra, descubrimos que, lógicamente, estaba cerrada. Íbamos a llamar pero Roberto dijo que sería mejor entrar sin que nos vieran. Volvimos a nuestra habitación con la intención de acceder por la terraza ya que ambas habitaciones estaban unidas por una, separada por una mampara de plástico transparente. Roberto, desmontó con facilidad la mampara que separaba ambos balcones y así pudimos pasar al otro balcón sin mayor problema ni riesgo. Desde el balcón ya vimos con sorpresa que Carmen, que solo conservaba los zapatos por toda vestimenta, estaba con dos hombres.
Uno era Rafael y el otro el encargado de la recepción del hotel, un chico de unos 30 años. Ella estaba de cuclillas en el medio de los dos y les estaba haciendo una mamada a ambos alternando sus cipotes. Se le veía perfectamente el felpudo así como sus redondas tetas que, aunque ya algo caídas, resultaban muy atractivas.
– Mira a esta otra también como se las gasta – decía Roberto – ¿Quien iba a decir que sois tan calentorras?
Rafael, dentro de la habitación, también se expresaba en los mismos términos mientras Carmen se ocupaba de darle placer:
– Quien hubiera dicho al verte por la oficina, siempre tan recatada, que eres una mamona tan cojonuda, Carmen – decía él mientras recibía los lametones que la madura mujer alternaba entre su polla y el joven de la recepción.
A los pocos instantes el chico de la recepción se corrió copiosamente en la boca de Carmen e instantes después lo hacía Rafael. Luego los dos hombres le ayudaron a incorporarse y en ese momento repararon en que nosotros tres estábamos en el balcón, sonriendo y observando la escena. Rafael sonrió y tras abrirnos, nos explicó que Carmen se había hecho a la idea de estar con dos hombres y, dado que Roberto se había venido con Rosalía y conmigo, habían llamado al recepcionista. Carmen, sin ocultar para nada su desnudez, nos guiñó un ojo sonriéndonos mientras la leche de los dos hombres resbalaba por sus tetas. Entonces el chico de la recepción, mientras se subía apresuradamente los pantalones, dijo que aunque lo lamentaba, tenía que irse porque no podía dejar la recepción abandonada por más tiempo.
Roberto no perdió tiempo y acercándose a Carmen le empezó a sobar su gordo culo al tiempo que le decía que le había puesto muy cachondo verla mamándosela a dos hombres y que ahora le gustaría ser él el homenajeado. Ella, por toda respuesta, se arrodilló ante Roberto y tras bajarle los pantalones, le dio dos lamiditas en el capullo para, acto seguido, engullir la herramienta del hombre y empezar a comérsela en condiciones. Entonces Rafael, haciendo uso de sus habilidades de jefe, le indicó a Roberto que se sentara en un sillón y le ordenó a Carmen que siguiera chupándosela a cuatro patas sobre la alfombra. En esa postura, mientras ella chupaba el nabo de Roberto, Rafael se situó detrás de Carmen y la penetró por detrás agarrándose a sus amplias caderas e iniciando la follada. La madura mujer dio un grito de placer al sentir la polla de Rafael en su chocho y entre continuos suspiros, continuó su labor sobre la polla de Roberto. Rosalía y yo estábamos muy excitados con la escenita, así que enseguida nos pusimos a meternos mano y a los pocos minutos estábamos los dos en pelotas.
Sin perder detalle de lo que hacía el otro trío, así como ellos de lo que hacíamos nosotros, Rosalía se situó a cuatro patas también y yo le penetré por detrás para volver a follar su cuerpo maduro y caliente una vez más. Nos situamos prácticamente detrás del otro trío y Rosalía, de vez en cuando, alargaba la mano para tocarle los huevos a Rafael, cosa que a él parecía gustarle, pues le decía:
– ¡Eso es Rosalía, tú sóbame los huevos, guarra, mientras me jodo a esta calentorra!
Carmen seguía también con la boca ocupada por la polla de Roberto aunque de vez en cuando paraba para decir:
– ¡Ay, qué gusto… pero qué gusto tan grande… sigue, Rafael, no te pares, por lo que más quieras!
Las mujeres orgasmaron dos veces cada una y en el momento en que nosotros nos íbamos a correr, a Roberto se le ocurrió que las dos mujeres se pusieran juntas y que nosotros acabáramos masturbándonos para corrernos sobre ellas.
A todos nos pareció una excelente idea así que nos pusimos a pajearnos en torno a las dos maduritas hasta que nos corrimos casi simultáneamente llenándolas de semen. Así acabó, al menos para nosotros, la fiesta de fin de año de la empresa.
Al irnos del hotel el recepcionista dijo que podíamos volver cuando quisiéramos y que tendríamos habitación gratis. Por su parte Roberto, Rafael, Rosalía y Carmen acordaron que aquello no se repetiría para que no afectara a sus relaciones profesionales, aunque, según me ha contado Carmen recientemente, esa promesa no se ha respetado del todo. Aquella noche yo conduje en mi coche a las dos mujeres a sus casas como si nada hubiera pasado, salvo disfrutar de una divertida fiesta de fin de año con los compañeros de trabajo. Sin embargo lo que había ocurrido es que se había iniciado la vida sexual extramatrimonial de estas dos maduras calentorras, que ha continuado y que, si os parece, ya os iremos contando algunos otros episodios de la misma.
Hasta otra.