Relato erótico
Madura, separada y cachonda
Está separada, es madura pero su fuego interno no se ha apagado. Aquella noche fue a cenar a casa de un matrimonio amigo. Cuando terminaron fueron a una discoteca y se encontraron con el hijo de sus amigos.
Juana – Castellón
Me llamo Juana y quiero contarte mi historia. Soy una mujer ya madura, me falta poco para llegar a los 50 años. Pese a ello mantengo mi cuerpo en forma porque desde muy joven estoy acostumbrada a las dietas y al gimnasio. Mi cabello es rubio, tengo pechos que se mantienen firmes igual que mi trasero, y como comprenderás, me considero atractiva. Pues bien, la cuestión es que hace ocho meses me divorcié de mi marido por cuestiones que no vienen al caso. Todo ese tiempo no estuve con ningún hombre, y la verdad que más pasaba el tiempo, más me daba cuenta de que lo necesitaba. Hasta que hace poco tiempo ocurrió algo que me cambió la vida.
Un sábado me invitaron a cenar Victoria y Manuel, un matrimonio amigo, ambos de mi edad. Fuimos a un lugar elegante, y después decidimos ir a una disco a tomar una copa antes de irnos cada uno a su casa a dormir. Hacía años que no entraba a un lugar así y allí nos encontramos con David, el hijo de Victoria y Manuel. Tiene 25 años un cuerpo fenomenal. El chico estaba triste porque se había peleado con su novia, y lo que menos quería esa noche era conversar con tres personas adultas. Pero yo suelo ser una mujer muy divertida, hice algunas bromas y le cambió el humor, tanto que me invitó a bailar un poco y acepté. Esa noche yo llevaba un vestido rojo de tirantes, escotado y algo corto. La verdad es que me veía muy bien y poco me importó lo que pensaran quienes me observaban bailando con alguien mucho más joven que yo.
Bailamos largo rato hasta que Victoria y Manuel nos avisaron que ya era hora de irnos, porque tenían sueño y me sorprendió oír a David que decía:
– Si Juana acepta, nos quedamos un rato más y después yo la acompaño hasta su casa.
Por supuesto, acepté encantada. Yo también necesitaba divertirme. La cuestión es que seguimos juntos toda la noche y terminamos desayunando a la madrugada en un bar muy agradable. Después me llevó en su coche hasta mi piso y una vez en la puerta y antes de despedirnos, David me agradeció todo lo que había hecho por él, me dijo que estaba muy mal de ánimo, se sentía solo y que yo lo ayudé a salir de eso. Le aclaré que él también me había ayudado a mí, que yo también estaba sola.
Me miró intensamente y me dio un beso que yo respondí con otro. En ese momento me olvidé de que era hijo de un matrimonio amigo, me olvidé de la diferencia de edad, me olvidé de todo. Solo pensé que él era un hombre y yo una mujer que hacía mucho tiempo no tenía sexo. Y descubrí que mis ganas de él eran muy intensas. Entramos a mi piso besándonos y acariciándonos. David me hizo recostar sobre un sillón, me cubrió de besos todo el cuerpo, llegó a mis piernas, subió mi vestido, hizo a un lado mi tanga y fue directo a lamer mi vagina, cosa que le agradecí con un gemido de placer. Hacía mucho que no sentía una lengua allí en mi intimidad y me encendió hasta hacerme arder en un segundo.
David tenía una lengua maravillosa y la sabía usar. Lamió y mordisqueó mi clítoris, separó los labios de mi vagina e introdujo su lengua dentro de mí, me volvió loca y me hizo tener el primer orgasmo de la noche. Grité como una desesperada mientras sentía que se mojaban hasta mis muslos.
Entonces era mi turno. Lo tiré en el sillón, le quité rápidamente los pantalones y los calzoncillos, y quedó a la vista una verga maravillosa. Gruesa, de cabeza abultada, con las venas marcadas, y en la base dos huevos grandes y pesados. La cogí con mi mano por la base y comencé a lamerla con entusiasmo. Me gusta hacerlo y sé que lo hago bien. Los gemidos de David me confirmaban que lo estaba disfrutando muchísimo. Chupé con entusiasmo, con pasión, con ganas. Después de tanto tiempo volvía a tener un pene en mi boca y eso me ponía feliz. Y muy caliente. David susurró:
– Jamás una mujer me la chupó así, es maravilloso – susurró David que cogió mi cabeza y empezó a mover sus caderas, follándome la boca hasta hacerme ahogar – ¡Trágala toda, que te entre toda! – decía una y otra vez.
Fuimos corriendo hasta mi dormitorio, mi vestido voló por el aire igual que su camisa y nos tiramos en la cama. Allí hicimos un 69 espectacular, me pasé su verga por toda la cara, la chupé hasta dejarla dura y brillante. Después me senté sobre ella dándole la espalda a mi amante, y fue maravillo sentir ese tronco duro y grueso deslizarse dentro de mi coño mojado. Lo cabalgué con furia, me clavé una y otra vez su verga en el coño hasta sentir que me lo hacía arder. David me sujetaba por las nalgas, las abría y cerraba y las volvía a abrir todo lo que podía. Estábamos muy calientes los dos. Después me hizo girar hasta que quedé frente a él y mordió mis tetas mientras yo seguía mi cabalgata enloquecida.
– Eres la mejor hembra que me he follado – decía David – Ya sabía yo que las veteranas son las más calientes, y ahora lo puedo comprobar.
Fue un polvo bestial y en todas las posiciones. No sé en qué momento quedé con la mitad inferior de mi cuerpo sobre la cama y la cabeza, los brazos y las tetas apoyadas en el piso alfombrado de la habitación. David se puso detrás de mí y me penetró en esa forma. Volvió a abrir mis nalgas y me hundió un dedo en el ano, haciéndome gritar. Y cuando sentí que sacaba su verga de mi coño y la dirigía hacia mi ano le dije que esperara, que se detuviera, que no estaba preparada. No es que sea virgen de allí, he practicado mucho el sexo anal pues a mi ex marido le apasionaba, pero siempre bajo ciertas condiciones que David no pensaba respetar. El chico apoyó la ancha cabeza de su pene en mi agujerito y empezó a empujar. Lancé un grito de dolor.
– ¡David, por favor no! – imploré.
– Te voy a dar por el culo, mi amor, es mi sueño – me dijo más entusiasmado que nunca – Vas a sentir como te entra milímetro a milímetro.
Y vaya si la sentí. Esa barra de carne, durísima y gruesa, fue penetrando en mi esfínter poco a poco, sin que yo pudiera evitarlo. Además, generalmente cuando hago sexo anal yo pongo un tope, con mi mano apoyada en el vientre de mi pareja le digo hasta dónde puede penetrarme. Pero en esa posición agitaba mis brazos en vano, no podía alcanzar a David que estaba sobre la cama. Conclusión: me la hundió toda. Y después empezó a bombear, lento y profundo. Cuando pasó el dolor terrible que sentí al principio empecé a disfrutarlo. Sentía su verga entrar y salir, toda a lo largo. Mi ano quedó muy dilatado y David estuvo largo rato follándome así hasta que se vació dentro de mí con un grito, sintiendo que me inundaba. Fue maravilloso.
Terminamos los dos abrazados en la cama, y antes de que se fuera le hice mi regalo especial, algo que reservo solo para aquellos hombres que lo merecen. Le hice una larga mamada, permitiendo que se vaciara en mi boca y me tragué toda su leche. Eso lo volvió loco.
Desde ese día empezamos una relación intensa. David está encantado conmigo porque hacemos cosas que las chicas de su edad no se atreven. Eso permite que disfrutemos mucho, pero también se ha convertido en un problema. Explicaré por qué.
Me he enamorado de David. Él lo sabe, y por eso me pide cada vez más cosas. Últimamente insiste en vaciarse dentro de mi coño, pero yo no quiero porque temo que me deje preñada. Biológicamente aún puedo tener un hijo, pero no lo deseo. Él insiste y no hay manera de convencerlo de que use un preservativo. Dice que quiere ver mi coño inundado por su leche. Pero hay más. También dice que su fantasía es verme follar con otro hombre. Quiere mirar mientras me penetran. Hay varios de sus amigos que están dispuestos a cumplir su sueño. Y también pretende estar conmigo y con otra mujer. Quiere presenciar una escena lésbica entre nosotras, que le mamemos la verga juntas y luego penetrarnos. Yo lo amo tanto que creo que voy a ceder a sus deseos. Pero me pregunto si eso es lo que debo hacer.
Besos y ya contaré lo que ocurra.