Relato erótico
Recatada pero muy zorra
Hacía tiempo que participaba en un chat de amistad. Montaron una “quedada” de fin de semana en las afueras de la ciudad. La mayoría eran cincuentones y cincuentonas, pero según nuestro amigo, le gustan las maduritas.
Manuel L. – MADRID
Después de leer varios de los relatos que salen en esta revista, pensé que me gustaría compartir mi experiencia que empezó después de un año participar en un chat. Conocí a muchas personas, y con algunas de ellas, nos conocimos. Debo aclarar que todos eran personas de entre 50 y 60 años, yo tengo 33, pero tengo debilidad por las maduras, así quedamos unos cuantos para vernos un fin de semana a las afueras de la ciudad.
Fuimos identificándonos, dejamos de ser un “Nick”, para tener un nombre propio. Las horas pasaban deprisa y el ambiente era muy animado, cenamos, bailamos y tomamos copas, y quizá debido a las copas, cada vez se ponía más música lenta y nuestros cuerpos se acercaban más. Poco a poco se iban formando parejas que de repente “desaparecían” del salón.
Como no era mi caso, me fui a una mesa para tomarme una copa tranquilamente observar el ambiente. Al mismo tiempo que me sentaba, lo hacia una mujer que también llevaba una copa en la mano y tenía la misma intención que yo, descansar un rato.
Nos presentamos, había hablado con ella en el chat, pero no demasiado. Tenía 58 años, vestía muy recatadamente. Llevaba un traje de chaqueta clásico de color negro con una blusa de color blanco. Estaba rellenita, se le marcaban unas buenas tetas, un buen culo y unos muslos grandotes.
Hablamos un poco y me contó que sus dos amigas ya habían entablado una “amistad” y que se había quedado sola. Me propuso que si quería podíamos jugar a las cartas.
No me pareció mal pero le dije que podíamos ir a su habitación que estaríamos más tranquilos. En cuanto entramos nos dimos cuenta de que no había mesita para jugar y nos echamos a reír. Ella se sentó en la cama, estirando la falda hacia abajo para que no se le viera nada. En cuanto la vi allí, tan tímida, mi polla empezó a crecer desaforadamente.
Sonó el teléfono y era su amiga Rosario, tenía 55 años y le dijo si podía subir a jugar con nosotros porque estaba sola y se aburría.
Era un poco más alta que Mercedes, pero también con un culo enorme, y unas tetas que la hacían parecer más gordita de lo que era, y llevaba una bata de lencería muy sexy.
Comenzamos a jugar, a beber, a fumar, y el ambiente se comenzó a relajar. Rosario me daba palmadas en la pierna y Mercedes también, yo a veces, cuando iba al baño, pasaba muy cerca de ellas sintiendo sus enormes culos pegados a mí, pero de ahí no pasaba, pero al rato ambas estaban ya más ebrias que yo, y se distendían jugando y gritando alegremente. Mercedes se había sacado la blusa de la falda y se le veía el sujetador, y la falda la tenía tan subida que cuando me inclinaba lograba verle las bragas, y Rosario tenía la bata subida sobre las rodillas, dejando ver unas piernas gordas buenísimas.
Me dolía la polla y los huevos del calentón que llevaba. Entonces les dije:
– Vamos a ponerle emoción a esto, ¿por qué no jugamos a las prendas? Quien pierda se quita algo, así se hará emocionante.
Mercedes se quedó un poco seria, pero dijo que aceptaba y Rosario aceptó también. Como estaban ya muy bebidas la vergüenza se había ido. El primer juego lo perdí yo, así que me quité la camisa, las dos mujeres solo me miraban y reían, la siguiente mano la perdió Mercedes que ya desenfadada, se quitó la blusa, diciendo, que ya tenía mucho calor, quedando solo con su sujetador blanco con encaje.
Eso me comenzó a poner más caliente aun, ya que, insisto, tenía unas tetas enormes, caídas supuse, pero grandiosas y se notaba como si quisieran salir por delante del sujetador. La siguiente mano la volvió a perder Mercedes, que estaba muy bebida, así que sin más se puse de pie sobre la cama y se desabrochó la falda, dejándola caer. Era impresionante verla así, en bragas y sujetador, con casi todo el culo al aire y sus muslos gordos. La siguiente mano la perdió Rosario, que un poco renuente pero con una orden de Mercedes, se puso de pie y se sacó la bata, quedando con el sujetador negro y una de esas bragas grandes negra también, mostrando unas nalgas grandísimas, unas piernas llenitas, y sus enormes tetas se veían también salir del sujetador.
Se sentó nuevamente y seguimos jugando. Ambas ya más relajadas, olvidándose de sus preocupaciones y yo claro, más caliente que nunca con semejante par de mujeronas frente a mí. A la siguiente mano perdí yo, así que sin más, me levanté y me giré de espalda para quitarme el pantalón, para que no se dieran cuenta que mi verga estaba a reventar, pero Mercedes dijo:
– No Manuel, sin esconderse, nosotras nos hemos desnudado frente a ti, así que tú también.
Me giré frente a ellas y me quité el pantalón, quedando solo con el slip negro, pero con polla completamente dura y haciendo bulto. Al verla, las dos mujeres solo la miraban y reían.
Así fue pasando el rato hasta que a Mercedes le toco quitarse los sujetadores.
Al fin veía sus grandes tetas, del tamaño de una sandía cada una, con unos pezones café oscuro, grandes y largos, que ya estaban duros. Haciendo como si no me importara, me senté a jugar de nuevo, y al momento se olvidó que estaba enseñado sus tetas, pero cuando miramos a donde estaba Rosario, yacía tendida de espalda en la cama, dormida y pasamos de ella.
– ¿Y ahora, qué vamos a apostar? – preguntó Mercedes.
– Pues ahora vamos a jugar con castigo, el que pierda paga con un castigo.
– Bueno – ella dijo – pero nada de castigos que sean de salir en pelotas al pasillo…
– No – le dije – no, claro que no, serán castigos para hacer aquí en la cama y el que pierda le da un beso al otro en su sexo-
– ¿Si yo pierdo le doy un beso a tu polla?
– Sí y si yo pierdo yo te doy un beso en tu coñito.
Seguimos jugando y la siguiente mano perdí, yo quería besar su coño, pero ella me dijo:
– Es que nadie me ha tocado el chocho, Manuel solo mi marido, pero bueno, solo bésamelo, no me lo toques.
Metí la cabeza en su coño, ya completamente escurriendo liquido, que yo me tragaba y metí mi lengua directo en su interior, que estaba caliente, sintiendo las contracciones de ese coño en mi cara hasta que, a los pocos segundos, también comencé a meter un dedo junto con mi lengua, y al meterlo Mercedes solo gemía y empujaba. Bajé hasta sus nalgas, y apartando con mis manos esas enormes masas de carne, pude ver su ano, cerradito, y sin más lo comencé a tocar con mis dedos húmedos, Mercedes gimió y dijo:
– ¡Ahí no Manuel… el culo no me lo toques! – y al decirle yo que era parte del beso, añadió – Está bien Manuel, sigue cabrón…
Mojé mi dedo en su coño y lo dirigí despacio a su ano intentando tocárselo, pero no se podía por sus enormes nalgas y ella, notando eso, levantó el culo y se puso una almohada debajo de las nalgas, dejándome así verlo mejor todo, desde su coño abierto, hasta su ano. Mientras le mamaba el chocho y le metía el dedo en el culo, ella apretaba los dientes hasta que, echándome las piernas a mi espalda, comenzó a gemir fuerte:
– ¡Cabrón… Manuel… me estoy corriendo… que cabrón eres…ooooh….Sigue… sigue…!
Sentí en mi cara un chorro húmedo y Mercedes me apretaba entre sus piernas y me empujaba la cara contra su coño, gimiendo y gritando.
Cuando terminó de correrse, seguí mamando su coño, ahora abierto completamente e hinchado. Ella se movía despacio y yo comencé a subir por entre sus piernas para colocarme encima de ella. Mercedes no se resistió cuando me situé sobre ella, sobé esas enormes tetas, comenzando a mamárselas y lamiéndole los pezones que ella misma los acercaba a mi boca y me daba de mamar. De pronto ella, al sentir mi verga pegada a su coño, pegó un saltito en la cama, y me miró diciendo:
– Manuel… ¿me vas a follar? – yo le dije que sí – No Manuel… no me vas a follar, nadie me ha follado, solo mi marido, y no le voy a ser infiel ahora, he venido aquí para divertirme, hacer amigos pero no para que me follen…
Yo me acercaba más a ella intentado que mi verga topara con su coño, pero ella no se resistía. Mi verga estaba ya con la puntita metida entre los labios, justo a la entrada de su coño húmedo, ella me miraba y me decía:
– Manuel… solo la puntita… mmmm… bueno… está bien… pero no me folles cabrón…
Yo comencé a moverme despacio, jugando con mi verga en su entrada y ella empezó a moverse más y a gemir, y en un movimiento me subí un poco y mi polla entró completa en ese gran coño y mis huevos tocaron sus nalgas. Mercedes gimió fuerte, me apretó más y solo dijo:
– ¡Ayyy… ya me has metido toda la polla, cabrón… me estás jodiendo…sí… fóllame así… dame más… fóllame… méteme toda la polla… mámame las tetas, venga… mámamelas… fóllame… yaaaa… dame más… dame tu leche, amor, dámela…!
Sentía en mi verga claramente cada orgasmo que Mercedes tenía, sus jugos bañaban mi polla de un líquido caliente que resbalaba fuera de su coño y empapaba sus nalgas, mis huevos y la cama. Me apoyé en mis manos y levante el torso para empujar hasta el fondo y dejarle mi semen hasta adentro. Mercedes gemía y me apretaba con sus piernas.
Caí rendido sobre sus enormes tetas, respirando agitados y bañados en sudor y aun dentro de ella, hasta que mi verga comenzó a perder tamaño y a salir de ella, me abrazó y me dijo:
– Ay Manuel, eres un maldito cabrón, mira como me has follado.
Me bajé de ella, me acosté a su lado y lo que pasó después, lo cuento en una próxima carta.
Saludos.