Relato erótico

Luna de miel frustrada

Charo
2 de noviembre del 2019

Se había casado muy ilusionada y pensando que su marido era el hombre de su vida. Nunca se hubiese imaginado que esa ilusión no superaría la luna de miel.

Susana – Barcelona
Punta Cana, el paraíso del turista, hotel de cinco estrellas, primera línea de playa, jacuzzi en la habitación, club de golf, show-espectáculo todas las noches, un tiempo espléndido… ¿Qué más podría yo desear en mi luna de miel? ¡Pues un marido que me quisiera! ¿Acaso es tanto pedir?
Ah, y ya de paso que este hotel no tuviera un servicio de internet gratuito para sus clientes. Claro que eso sería matar al mensajero.
¿Quién me mandaría a mí meterme en la sala de ordenadores a mirar mi correo? Se trataba de desconectarnos del mundo, de aislarnos y de disfrutar de nuestro amor ahora que Rubén y yo nos habíamos unido en santo matrimonio para siempre y habíamos jurado ser “fieles” el uno al otro delante del cura. Si encima yo hasta me lo creí cuando lo dijo. ¡Y yo que quería casarme en un juzgado! Está claro, no tuve que hacer caso a Rubén. “El compromiso es mayor si nos unimos por la iglesia” me decía el muy cabrón.
Hay que mirarlo por el lado bueno, más vale que te enteres de quien es tu marido a los nueve días de casados que no a los nueve años. Y si yo me he enterado ha sido gracias a ese misterioso correo electrónico. Nada más abrir mi bandeja de entrada me encontré con ese nombre que no me decía nada. ¿Felipe Gómez? Yo no conozco a ningún Felipe Gómez.
Asunto: “La verdad sobre tu marido Rubén”. Qué cosas. ¿Será un virus? El correo tenía muchas “kas”, podría serlo. Bueno lo abriría de todas maneras, total de infectarse algo sería el ordenador del hotel.
Y ese fue mi error, o quizá mi salvación no lo sé, pero cuando lo abrí casi pasó directamente de la sala de ordenadores a la enfermería del hotel. Vaya palpitaciones me dieron, no podía ni respirar. Me ahogaba. Vamos lo que viene en llamarse un ataque de ansiedad. Reconozco los síntomas perfectamente. Los explicaron en un programa de televisión.
Pero no perdamos el hilo. El caso es que el tal Felipe Gómez sólo me escribió dos líneas: “Abre los archivos adjuntos. Un amigo.”
No sabía que tenía amigos tan locuaces. Abrí los archivos, tres concretamente, tres fotos. La primera me provocó el ataque de ansiedad, la segunda un amago de infarto y la tercera la trombosis cerebral.

Bueno, quizá exagere, pero algo parecido fue lo que sentí.
La primera foto es de mi marido besándole una teta a la guarra de Rosa, su compañera de trabajo. En la segunda, la cerda de Rosa aparece chupándole la polla a mi marido, él, lógicamente, está ya con los pantalones bajados. Y en la tercera el cabrón de mí casi ya ex marido penetra por atrás a la mala víbora y zorra esa.
Y casi que esto no es lo peor. Lo más humillante es que reconozco el escenario de las fotos y las ropas que llevaba Rubén. Es su traje de “boda” y esas fotos están hechas en los servicios de la sala de fiestas donde celebramos “nuestra” boda. Es decir, se la tiró el día, se supone, más feliz de nuestras vidas.
Por el estado en el que se ve la corbata en esas imágenes calculo que tardó unas cinco horas en ponerme mis primeros cuernos de casada. Y el muy cerdo me dijo esa noche al llegar al hotel que estaba muy bebido para consumar el matrimonio, que casi que lo dejábamos para el día siguiente.
Con mis 25 años soy la envidia de mis amigas y compañeras de trabajo y el objeto del deseo de todo macho viviente. Con mi metro setenta y cinco, mi melena rubia natural, mis tetas firmes, mi coño rasurado, mi culo macizo, mi cara de tía buena y, por si te faltaba algo, con mi doctorado en biología molecular; con todo eso, tú, el día que me caso contigo prefieres follarte a la doble de Dolly Parton. Pues muy bien, ahora te vas a enterar de quien es tu futura ex mujer.
Además tuve la suerte de que algo que comió en la cena le sentó mal y tuvimos que llamar al médico del hotel, por lo tanto tenía vía libre para elaborar mi venganza. Desde el principio tuve bien claro a quien deseaba como protagonista masculino del show.
Me había fijado bien en él desde el primer día en el hotel, pero claro como yo era una esposa recién casada, sólo le miraba como parte del paisaje, bonito eso sí, pero mero paisaje. Como animador de un complejo turístico es de lo mejor que he visto. Porque animar… ¡Vaya si animaba! Pero terminó de ganarme para su causa cuando me sacó de pareja de baile.
Él pidió voluntarias para una clase de salsa. No faltaron, cinco o seis chicas levantaron la mano, yo, desde luego, no lo hice. Pero él se fue directo hacia a mí, me obligó a mi pesar a incorporarme y más que enseñarme a bailar me meneó como quiso. A mí nunca me han gustado los típicos machitos con imagen de latín lover pero, claro, es que nunca había tenido uno cerca.

Y Manuel, el animador cultural del hotel de quien os hablo, estuvo muy cerca de mí aquella tarde. Qué bueno estaba, qué moreno, qué ojos negros, qué músculos, qué culo… en fin, una joya
Pero yo insisto, hasta que no vi las fotos de mi marido follándose a la guarra de Rosa, Manuel era parte del paisaje y nada más. Pero la cosa ha cambiado y ahora Manuel se ha convertido en el instrumento de mi venganza la, nunca mejor dicho, dulce venganza.
Mi objetivo no iba ser fácil, era consciente de que Manuel tenía detrás a una larga cola de mujeres de todas las edades derritiéndose por irse a la cama con él. Yo iba a ser una más pero estaba convencida de que lo lograría. Me puse para ello las galas que, creo, mejor me sienta. Un vestidito naranja de verano de tiras y escote pronunciado. Lo llevaba sin sujetador y con la espalda completamente al aire. La falda ajustadita llegaba hasta la rodilla y esperaba que fuera más que evidente que tampoco tenía bragas puestas.
Cuando llegué a la discoteca del hotel Manuel estaba sentado en una mesa junto con tres mujeres muy guapas y otro de los animadores, también de muy buen ver, por cierto. Me hice la despistada como buscando a alguien y cuando me crucé con su mirada le sonreí. No estoy acostumbrada a hacer estas cosas, pero así es como se liga en las películas y no se me ocurrió otra cosa.
Una vez que él reparó en mi presencia me fui a la barra a pedir una margarita. No tardó en llegar y ponerse a mi lado. Pidió un daiquiri y como quien no quiere la cosa me preguntó…
-¿Mire qué hace usted tan sola por aquí? ¿No le acompañó su esposo?- me dijo.
-No, está durmiendo y yo esta noche no tengo mucho sueño. Así que me he dicho… ¿Por qué no bajas a tomar una copa y a hacer amigos? Y aquí estoy, a ver qué tal se da la noche ¿tú qué crees?- dije en un ataque de estúpida verborrea impresionada por la morenaza presencia de Manuel.
-Pues ha venido al lugar indicado. Siéntese con nosotros si quiere.
No supe que responder. No me apetecía nada ir a esa mesa donde estaba, además, la competencia sentada. Yo lo que quería es que me llevara algún lugar donde folláramos como locos.
-No gracias Manuel, estoy bien aquí pero ve tú, no te molestes por mí.

-No me gustaría dejar sola a una mujer tan hermosa como usted.
-Bueno, vale, pues entonces no me llames de usted, llámame Susana, que es mi nombre.
-Encantado de conocerte Susana- dijo besándome las mejillas.
No era plan y yo me dije a mi misma: Chica, o espabilas y te dejas de cortejos de peli mala o te quedas sin Manolito.
-Mira Manuel, voy a ser sincera. Voy sin bragas ni sujetador y lo que yo quiero esta noche es que tú, y si es posible un par de amigos tuyos,
me folléis toda la noche hasta que caiga exhausta. ¿Cómo lo ves?
Manuel, acostumbrado como estaba a recibir ofertas sexuales todas las noches se quedó blanco con mi declaración de intenciones, pero yo logré mi objetivo. Y así me lo hizo saber, tartamudeando, eso sí.
– Claro. Voy a buscar a dos compañeros que seguro que te agradan. Espérame un momento Susana.
No tardo en regresar con su compañero el animador y con otro chico que juraría que era el camarero que me sirvió la margarita. Ambos estaban buenísimos también, a lo mejor no tanto como Manuel, pero casi.
-Susana, éste es mi amigo Juan otro animador del hotel y Ernesto experto en cócteles.
Besé a los dos y sin perder más tiempo dije:
-Bueno, mi habitación está ocupada por mi marido, así que, ¿disponéis vosotros de alguna dependencia que pueda servirnos para iniciar nuestros menesteres?
-Ninguno de nosotros tiene habitación en el hotel pero a esta hora está cerrado el recinto de la piscina y nosotros tenemos llave. Allí no nos molestará nadie- propuso Manuel.
– Pues a qué esperamos.
Llegamos al recinto ajardinado sugerido por Manuel. Efectivamente no había nadie allí, y como estaba cubierto por grandes palmeras que impedían que fuéramos observados desde el hotel, nuestra intimidad estaba más o menos salvaguardada. Estaba ansiosa por empezar así que me tiré hacia el cuello de Manuel y directamente le metí la lengua en su boca.
Mientras besaba a Manuel enseguida noté como desde atrás alguien me agarraba con fuerza las tetas. Giré la cabeza y comprobé que eran las manos de Juan, el otro animador. Para facilitarle su trabajo me despojé del vestido y me mostré ante ellos completamente desnuda. Aquellos tres machos súper machos se quedaron mirando mi cuerpo como si fuera el primero de mujer que veían en su vida. Qué subidón de autoestima.

Fue Ernesto, el camarero, el primero en desnudarse, lo hizo en un par de rápidos movimientos. Me cogió de la mano y me llevó hasta la piscina. El se metió primero, por la parte que no cubre, y me tendió los brazos para que le siguiera. Así lo hice. Me sumergí y al salir él me esperaba para besarme y magrearme.
Ernesto besaba muy bien, su lengua se movía lenta y diestra en el interior de mi boca. Al tiempo me tocaba mi monte. Yo ya estaba bastante receptiva. Percibía sus hábiles caricias y aumentaba mi calentamiento. Volví anotar como alguien me cogía de nuevo mis tetas desde atrás. De nuevo era Juan. Giré el cuello para besarle, saque mi lengua, él la suya, y las juntamos.
Seguí besando a aquellas dos maravillas masculinas hasta que descubrí a Manuel desnudo sentado en el borde de la piscina con las piernas dentro del agua. Me deshice de los dos hombres y me fui hacia él. Directamente hacia su polla. Me la metí en la boca estaba ya bastante empalmada pero sabía que aún podía dar más de sí. La engullí con gusto. Lamí su base, luego su glande suavemente, y luego me la metí en la boca succionándola a un ritmo lento. No es que me apasione comer pollas pero aquella la estaba disfrutando. Serían las ganas.
A los otros dos chicos debió de darles envidia porque se colocaron en la misma posición que Manuel, sentados en el borde esperando su turno para la mamada. No les defraudé. Me dirigí a la de Juan y repetí la misma técnica que con Manuel. Él cerró los ojos y se abandonó al disfrute. Pasado un tiempo prudencial cambié otra vez de polla, a la de Ernesto, pero esta vez mis chupadas fueron acompañadas de unos fantásticos toqueteos de Manuel en mi coñito. Me cogió desde atrás y mientras me besaba el cuello me masturbaba.
Ernesto fue otro beneficiario indirecto de esos tocamientos porque animada por el placer que me estaba causando mi animador preferido, chupé su polla con voracidad.
Fue Manuel quien asiéndome de las nalgas me sacó de la piscina y me colocó en el suelo. Desde el agua, donde él permanecía, abrió mis piernas y dirigió su boca hacia mi hospitalaria vulva. ¡Cómo lamía aquella viril belleza! Creo que no dejó ni un solo rincón de mi chocho por chupar.

Aparecieron mis primeros temblores de placer de la noche y me habría corrido si no me hubiera desconcentrado una polla golpeándome la cara. Era la de Juan. Me la metí en la boca mientras seguía disfrutando de las caricias de Manuel. Ernesto también me dejó su verga a mano, y nunca mejor dicho. Así que alterné la chupada al animador y la paja al camarero para luego cambiar e invertir los términos.
Fue una verdadera locura sexual. Acabé extasiada de tanto semen. Que sensación de poderío sexual llevaba encima. Me sentí en la gloria habiéndome follado a aquellos tres cuerpos, siendo penetrada por todos mis orificios. Me sentía, no sucia, sino esplendorosa toda mojada por su leche.
Al la mañana siguiente lo primero que hice fue bajar a la agencia de viajes del hotel. Cambié mi billete de regreso. Tuve que pagar un recargo importante pero logré un vuelo a Madrid para esa misma tarde. Luego me pasé por la sala de ordenadores e imprimí el álbum de boda de mi marido con su querida Rosa. Cuando terminé coloqué las fotos en la cama y le dejé una nota antes de marcharme al aeropuerto:
“Ésta es la verdad sobre mi marido Rubén. Adiós”
Un saludo para todos.

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