Relato erótico
Luna de miel con “suplemento”
Fueron de viaje de novios a Punta Cana. Un hotel maravilloso, comida exótica, baños en la piscina y mucha marcha por la noche. Por supuesto y con lo relajados que estaban, follaron como locos. Un día, su marido le dijo que por qué no se apuntaba para que le hiciesen un masaje.
Cristina – Madrid
Hola mi nombre es Cristina y esta historia que os voy a contar sucedió en mi viaje de novios, algo impensable para mi ya que siempre he sido una persona muy tradicional en el tema del sexo. Antes de nada me describiré un poco, soy morena de pelo rizado, de pecho tengo una 90 pero muy bien puesta, pero sobre todo lo que más me dicen que destaca de mi es mi culo redondito y duro, y se que ha levantado más de una pasión.
Bueno mi marido y yo nos casamos en Mayo el año pasado y nos fuimos a Punta Cana de viaje de novios.
Los dos primeros días nos dedicamos todo el día a estar en la piscina del hotel y a ir a la playa, y por la noche a la discoteca hasta altas horas de la madrugada, para luego terminar follando todas las noches como locos. El tercer día sin embargo fue distinto, ya que paseando por el hotel nos encontramos que hacían masajes en la zona deportiva que había a la salida del hotel. Yo no quería ir porque me daba mucho corte que me hiciera un masaje una persona desconocida, pero mi marido me convenció diciéndome que él estaría presente, y que era una oportunidad única para que me hiciesen un buen masaje.
Mi marido se paró en recepción y estuvo hablando con la recepcionista, nada más terminar de hablar con ella nos dijo que entráramos en la habitación del fondo y me desnudara, quedándome tan solo con un pequeño tanga que te daban en recepción, que el masajista llegaría enseguida. La verdad es que estaba nerviosa y excitada a la vez, estaba en una habitación tumbada boca abajo prácticamente desnuda, con un simple tanga y una pequeña toalla a la altura de mi culo, con mi marido sentado en un sillón detrás de mí y esperando que llegara un desconocido para hacerme un masaje.
De pronto se abrió la puerta y entró el masajista, me quedé de piedra, era un mulato súper atractivo, tenía la cabeza rapada, más o menos 1,80 de altura de puro músculo y al hablar era muy dulce, nos dijo que se llamaba Alexander. Así pues se puso manos a la obra y comenzó a untarme aceite por los hombros hasta llegar al principio de la raja del culo, era de lo más relajante, sus manos se notaban muy fuertes, y se desplazaban por toda mi espalda de arriba a abajo, y la verdad es que la mezcla entre el aceite y lo bien que movía las manos me estaba quedando muy relajada, y más tranquila.
Después de estar un buen rato en mi espalda, comenzó con mis piernas y ahí ya cambió un poco el tema, me estaba untando aceite por las piernas parándose cuando notaba que llegaba a mi tanga, de vez en cuando notaba como me rozaba como sin querer y la verdad es que no sabía qué hacer puesto que mi marido estaba al fondo de la habitación y parecía no darse cuenta o no importarle, lo cual me desconcertaba mas todavía. Seguía en mis piernas, ahora de detrás para adelante y a una altura que poco a poco iba rozándome más el tanga hasta que de pronto me quitó la toalla dejando mi culo desnudo ante sus ojos con un simple tanga, y yo en vez de mosquearme me excité más aun. Ya no simulaba, me estaba magreando el culo, y yo no pude aguantar más y empecé a mover mi culo al ritmo de su masaje hasta que con uno de sus dedos empezó a tocar mi coño de arriba a abajo por dentro del tanga con lo que solté un gemido. Estaba fuera de mi, era incapaz de resistirme y de pronto me acordé de mi marido, miré hacia él y asintió con la cabeza para que me dejara llevar.
Alexander bajó mi tanga con lo que mi coño quedó totalmente a su disposición y seguía jugando con él excitándome como no me había sentido antes, con la otra mano estaba subiendo a mis pechos con lo que me levanté un poco para que pudiera tocármelos, me pellizcaba los pezones, los tenía duros de la excitación, cosa que me gustaba aun más, me encanta que me los pellizquen.
Después me cogió con sus fuertes brazos y me puso boca arriba, masajeando bien mis tetas totalmente erectas, bajando despacio hasta llegar de nuevo a mi coño, pero esta vez lo hizo con la boca, empezó a comérmelo deliciosamente, introduciendo su lengua poco a poco, yo estaba llegando al clímax, no iba a aguantar mucho más antes de correrme, y más cuando miré hacia mi marido y estaba con los pantalones bajados haciéndose una paja con el espectáculo que estaba viendo, eso me excitó más aun y me corrí por primera vez, cerrando las piernas todo lo que pude con mis fuerzas mientras Alexander estaba disfrutando mi corrida.
Pese a correrme tan pronto yo necesitaba más, y Alexander sacó su cara de mi coño e introdujo un par de dedos lo que me volvió loca, hasta que, sin esperarlo mi marido estaba a mi lado con su polla erecta ofreciéndomela para que se la chupara, cosa que ni dudé por la excitación que tenía, empecé a chuparla como si en ello me fuera la vida estaba riquísima.
Mientras estaba chupándosela a mi marido, Alexander empezó a desnudarse, y me quedé de piedra, no es que mi marido la tenga pequeña, unos 17cm, pero la de él se le notaba muy grande dentro de su bóxer, por lo que dejé un momento la de mi marido para ponerme de rodillas, ante Alexander y bajarle el bóxer, dejando salir esa gran polla, debía tener unos 25 cm, era inmensa, no lo dudé, quería tenerla en la boca, y comencé a chuparla rápidamente, no me cabía en la boca y por mucho, yo estaba extasiada, no lo podía creer, tenía dos pollas solo para mí y estaban deliciosas, me iba turnando en una y otra, jamás me hubiera imaginado hacer algo así.
Alexander se retiró de mi diciendo que se iba a correr, y que quería follarme antes, me tumbó de nuevo y seguía chupándosela a mi marido, pero solo pensaba en esa enorme polla que me iban a meter, separó mis piernas y puso su polla en la entrada de mi coño, tocándolo con la punta, para lubricarlo, pero no hacía falta, estaba muy mojada, así que sin mediar palabra, la introdujo de un solo golpe, pensé que me partía por la mitad, sentí una mezcla de dolor y placer inmensa, es más creo que tuve dos o tres orgasmos seguidos, fue indescriptible.
Una vez vuelta a la normalidad comenzó a bombearme fuertemente, era increíble, jamás había sentido algo así, los orgasmos se sucedían uno tras de otro, no podía parar de gemir y correrme, y mi marido de la misma excitación y la paja que se estaba haciendo ya que lo había dejado y me había centrado en Alexander, también se corrió, me la metió en la boca y me soltó una gran cantidad de leche, sabor que no me gusta pero en esa situación me lo tragué todo sin rechistar lo más mínimo y saboreándolo como nunca antes lo había hecho, lamiéndole la polla hasta que no quedó ni una gota de semen.
Ya solo me quedaba centrarme en Alexander, que seguía con su bombeo, pero su ritmo se iba acelerando por lo que estaba próximo a correrse, al igual que yo por enésima vez, su cara comenzó a estremecerse y me dio un último empujón dejando salir toda la leche que tenía dentro, llenándome el coño de su semen, no había terminado de correrse y su leche se salía del coño, no cabía toda, me chorreaba por las piernas hacia abajo.
Después de un momento de descansar sobre mi pecho, se levantó extasiado, y yo me quedé con las piernas abiertas e incapaz de cerrarlas, me temblaban. Me puso su enorme polla para que se la chupara y la limpiara sin dejar ni rastro de la corrida. Después de esto se le bajó la erección y seguía siendo casi tan grande como la de mi marido, se vistió y se marchó con un simple adiós, y estuvimos cuatro días más allí pero no volvimos a encontrarlo, y pienso que mejor así pero siempre lo recordaré porque fue mi primer trío y el polvo que más he disfrutado en toda mi vida y hoy en día todavía sigo masturbándome pensando en ese día.
Un beso para todos.