Relato erótico

Los planes cambiaron

Charo
5 de julio del 2020

Conoció a aquella chica que estaba pasando las Navidades con unos familiares. Era atractiva, simpática y salieron de marcha con unos amigos. Al día siguiente fue a recogerla a casa de su tía. Habían quedado para salir los dos solos, pero a veces los planes se cambian.

Julián – SEVILLA
Mi nombre es Julián, tengo 30 años y la historia que aquí cuento es total y absolutamente verídica. Me considero una persona muy normalita. El sexo en mi vida tiene la importancia justa y acabo de sufrir una historia de desamor que me impide tener pareja estable. Por eso afronto el sexo con relaciones esporádicas, de esas que vienen y van.
En Navidades conocí a Magda que, a pesar de sus 31 años, aparentaba tener menos. En un principio me llamó la atención por su simpatía, más quizás que por su aspecto físico, que para nada era desdeñable. Es madrileña y pasaba en Sevilla las fiestas navideñas. Compartimos una grata noche acompañado por una amiga suya y dos amigos míos y la noche concluyó con el único bagaje de unos besos furtivos, fruto más de los efectos del alcohol que de la pasión, pero que sirvió como excusa para quedar al día siguiente.
Ella compartía casa con una tía suya mayor, hermana de su padre, que era quien le daba alojo esos días de vacaciones. De 60 años aproximadamente, esta mujer era soltera y como pude saber más tarde esta mujer que aún mantiene muy buen tipo, tanto de cara como de cuerpo, tuvo un novio que falleció y no rehízo su vida y se quedó soltera.
Me sorprendió que Magda me citase en la casa de su tía, pero ella no disponía de coche para desplazarse y ni mucho menos sabía moverse por la ciudad. Llegué diez minutos antes de la cita y me abrió la puerta su tía. Me hizo pasar y me rogó que esperara unos minutos que su sobrina vendría de inmediato. La mujer me obsequió con unos pasteles y me agradeció las atenciones que había tenido al ir a pasar a por su sobrina para llevarla con el resto de amigos. Se ve que Magda en este aspecto había sido muy discreta con su tía y no había dado a entender que habíamos quedado solos.
La señora, que se llamaba Carmen, hablaba por los codos. Mantenía conversaciones intrascendentes que yo solo seguía por pura cortesía. Me contó que ella se sentía muy sola y agradecía la visita de su sobrina, pero que sabía que en unos días marchaba. En estas andábamos cuando llegó Magda. Estaba ciertamente atractiva y me dio dos besos en la mejilla con tanta suavidad que la deseé en ese momento. Se sentó con nosotros y degustó uno de los pasteles con los que su tía me había agasajado.
Entre tía y sobrina la conversación era muy coloquial. Mantenían conversaciones muy amenas que me hacían sentir muy reconfortado, hasta el punto de descartar salir, detalle este que nos agradeció la tía que se sentía violenta por el hecho de que por quedarnos allí íbamos a abandonar al resto de las amistades, cosa que por otro lado le aclaramos no era problema.

Pasó cierto tiempo. La conversación había variado de unos temas a otros, hasta llegar a lo meramente personal. En lo que a mí respecta ya había contado algo de mi vida y Magda algo de la suya. Su tía, Carmen, andaba contando su vida, cuando de pronto Magda preguntó a su tía acerca de sus experiencias sexuales con su novio, el que falleció. Esta, sin cortarse, le respondió que con su novio nunca mantuvo relaciones y que incluso jamás se dio un beso en público. Magda lanzada, a la par que sorprendida, le preguntó:
– Tía, ¿no serás virgen?
En estos momentos me escandalicé un poco temiendo por la reacción que esta pregunta pudiera tener en la tía, pero cuál sería mi sorpresa cuando ésta, entre risas, contestó que no. Ella había sido muy guapa y de eso estoy seguro pues aún lo era, y pretendientes no le faltaron, pero entre que tardó en superar su desgracia, la moral de la época y demás historias, le pasó la edad y se quedó soltera. El sexo lo descubrió con hombres casados y a una edad ya madura. Carmen criticaba la hipocresía que nos rodeaba a la juventud de hoy en día a la hora de mantener relaciones sexuales sin tapujos, sin existir amor de por medio. Pero por otro lado entendía que los tiempos habían cambiado.
En estas estábamos cuando en uno de los momentos en el que la tía marchó a por unas bebidas. Magda me preguntó cómo me sentía. Yo le dije que bien, aunque le reconocí que me había dejado helado con sus preguntas. Esta me dijo que su tía era muy moderna y que no me preocupara. En ese momento, se sentó junto a mí y me besó con gran ternura, lo que hizo que me excitara. Temía que volviera la tía y nos viera en aquella situación, pero Magda no paraba de besarme. En esto llegó la tía y para nada se escandalizó.
– ¡Ah! ¿Pero sois novios? – dijo.
– ¿Como novios, tía? Si yo llevo aquí dos días. Es un amigo con derecho a roce – contestó su sobrina.
A mí se me subían los colores.
– Mira que bien, ya veo que no pierdes el tiempo – añadió la tía – Pero tened cuidado con estas cosas, que luego vienen las tonterías. Si queréis os dejo solos.
– ¿A que es guapo? – de pronto Magda preguntó a su tía.
– Hija estás poniendo a Julián en un compromiso – contestó ésta.
Yo no sé qué maquinaba Magda en aquel momento, pero le dijo a su tía:
– ¿Tú lo harías con un hombre más joven que tú?
– Cuando eso sucede el hombre es el que decide, pero yo no creo que pueda motivar a un hombre joven en ese aspecto – dijo ella.
– Julián, ¿tú lo harías? – me preguntó entonces Magda.

– ¡Pero qué preguntas haces, mujer! ¿Su sobrina es así siempre de lanzada? – le dije.
– Magda, lo estamos cortando al chaval. No seas tan directa, no ves que se está incomodando – dijo la tía
– Que no tía Carmen, que lo está deseando – y de pronto me tiró de la mano, me levantó y me arrastró hacía el pasillo.
Como un zombi, me dejaba llevar. En el pasillo, a la par que me besaba, me dijo:
– Vamos a dejar que participe en esto mi tía.
Yo alucinaba, pero en esta ya estaba vilmente excitado.
– ¿Te estás quedando conmigo? – pregunté.
– Que no tonto, que no pasa nada, déjate llevar, entra en esa habitación y espérame.
Sin saber como ni por qué, le hice caso. Al momento, se presentó Magda con su tía Carmen. El corazón se me salía del pecho. Las dos mujeres se me acercaron. Magda me cogió de la mano y con un pequeño apretón me acercó a su tía, que debía de andar tan dudosa y cortada como yo, porque el semblante de su cara así lo denotaba.
– Bésala – me dijo Magda.
Titubeé pero besar a la tía me daba mucho morbo. Me acerqué y la besé. Sus labios eran tiernos, pero no se movían. Magda volvió a tomar la iniciativa y me empezó a desnudar. De golpe me retiró el suéter, me desabrochó la camisa y empezó a besar mi cuello, mi pecho y mis brazos. Yo permanecía inmóvil. Me desabrochó el cinturón y me retiro los pantalones. Ahí estaba yo en calzoncillos con mi polla a 100 ante dos mujeres que parecían ansiosas de devorarme.
– Te toca a ti, tía Carmen.
Carmen, que hasta entonces se había mantenido fría, se me acercó y me empezó a acariciar. Magda se había situado detrás de mí y me besaba el cuello a la par que me succionaba la oreja. Carmen, ya desinhibida, me deslizó en un abrir y cerrar de ojos mis calzoncillos. Mi polla brotó a la par que sentía entre mis tobillos deslizarse la prenda. Carmen me lo sujetó entre sus manos, como aquella que admira un tesoro. Entonces la cogí por la barbilla, le levanté la cabeza y la besé tiernamente. Ahora sus labios ya respondían a mis besos mientras Magda deslizaba su lengua por mi espalda hasta llegar a mis glúteos, donde jugaba con sus manos y boca.
No hablaba nadie. Parecía un pacto de silencio entre los tres. Yo desnudo ante una mujer joven y otra madura, aún vestidas, que parecían conformarse con poseerme con caricias y besos. Magda rompió el silencio invitando a su tía a que me la chupara.

Esta parecía poco reacia hacerlo así que, de pronto, Magda de rodillas frente a mi polla, empezó a succionarme los testículos y con su lengua a recorrer mi falo, erecto e imperturbable. Roto el hielo, Carmen se agachó y siguiendo las pautas de su sobrina, la siguió con sus gestos. A ambos extremos de mi miembro, dos lenguas se deslizaban. Yo ardía de excitación. Sensaciones novedosas recorrían mi cuerpo.
Tenía la sensación de estar siendo utilizado por Magda para dar una alegría a su querida tía, reprimida durante años que a buen seguro disfrutaba esa tarde de sensaciones que o bien eran nuevas o bien estaban olvidadas. La mamada se había convertido en un mano a mano entre Magda y su tía. La una parecía la maestra y la otra su alumna. La suavidad de Magda iba unida a la lentitud de Carmen, que más bien parecía saborear despacio ese caramelo que nunca quieres que se acabe. Al rato Magda se levantó mientras Carmen continuaba. Parecía incomoda vestida. Se retiró la blusa blanca y un sujetador negro que escondía sus magníficos pechos. Se retiró el pantalón dejando a la luz un tanga del mismo color que me hizo comprobar la espléndida figura de alguien que se cuida.
Como un poseso aparté suavemente a Carmen y me centré en Magda. Le quité el tanga y la contemplé en su total desnudez. Mi excitación no tenía fin. Era realmente preciosa, la empujé a la cama y empecé a sobar sus pechos. Magda, con sus manos empujando mi cabeza muy excitada, parecía invitarme a visitar su sexo y sin dilación, cogí sus piernas. A mi inmensa excitación, había contribuido de forma muy agradable la buena impresión que me había llevado al contemplar la desnudez de Magda. Por un momento me olvidé de la presencia de Carmen y me centré en Magda, a la que en ese momento deseaba fervientemente.
Su sexo, perfectamente aseado, se ofrecía en mi boca que, sin pérdida de tiempo, devoraba sin piedad. He de reconocer que la práctica del sexo oral me encanta y que quizás por ello, el cunnilingus, sea por así decirlo una de mis cartas de presentación al practicar sexo. Magda disfrutó, sus movimientos pélvicos y sus jadeos, parecieron reactivar a mi lengua que recorría sin cesar su sexo, hasta que ésta, tirándome del pelo, explotó en mi boca a voz en grito con un orgasmo sensacional, que a fuerza de ser sincero, me llenó de satisfacción.
Por un momento la presencia de Carmen, había pasado a un segundo plano. El hecho de centrarme en Magda me había hecho olvidar a Carmen, que por otro lado durante todo este tiempo había permanecido observando cual “voyeur”, en la distancia. Aún permanecía vestida pero mi excitación no tenía límites, me sentía protagonista y reforzado ante el éxito del cunnilingus de Magda, que permanecía aún exhausta, así que me acerqué a Carmen. La besé intensamente por toda la cara agarrándola de los pelos con una mano y con la otra masajeando sus pechos y glúteos. Ella a su vez, respondía dejándose llevar y acariciando mi polla que permanecía empalmado y ávido de coño.

Ansiaba ver desnuda a Carmen y torpemente empecé a desnudarla. Recuerdo que le rompí la cremallera de la falda. Mis ojos ahora observaban a una Carmen que se ofrecía en ropa interior y su cuerpo, fruto de los años, era antagónico al de Magda. Sin embargo sus enormes pechos, algo caídos, y su cintura amplia de caderas, me seguían ofreciendo un morbo que me excitaba igualmente. Entonces le pedí a Carmen que se sacará el sujetador y así lo hizo. Sus pechos, enormes como ubres, ofrecían unos pezones inmensos que pase a devorar. En estas estaba cuando noté por detrás el abrazo de Magda que, de nuevo, se ofrecía con sus caricias pellizcando mis glúteos y tomando mi polla. En el acto pedí a Carmen que se quitará las bragas y ante mi sorpresa fue Magda quién realizó esta operación. Ante mí apareció un coño repleto de pelo, al que rápidamente me dirigí para acariciar.
Mi protagonismo con Carmen era ahora compartido con Magda, que con sus manos acariciaba los pechos de su tía intentando buscar su total desinhibición para lo que ahora se le presentaba.
Pero esa es otra historia, que terminaré de contar próximamente. Garantizo que hubo bastante más, que permanece grabado en mi mente como si estuviera ocurriendo ahora mismo.
Saludos y hasta pronto.

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