Relato erótico

Los mejores carnavales

Charo
23 de febrero del 2019

Cada año iban a los carnavales de Cádiz a casa de unos amigos. Aquel año los amigos no estaban pero les dejaron las llaves para que pudieran alojarse. Quizá fue porque estaban solos o porque tenía que pasar, pero fueron los mejores carnavales de su vida.

Miguel – Sevilla
Querida Charo, somos Ángela y Miguel, de 48 y 50 años respectivamente y con veinte de matrimonio, sexualmente siempre lo hemos llevado bien aunque, lógicamente a medida que ha transcurrido el tiempo, hemos introducido distintas fantasías en nuestra relación. A Ángela por ejemplo la encanta ver como me masturbo frente a ella y a los dos nos excita escuchar las expresiones groseras que nos dedicamos mutuamente en nuestros momentos de sexo. Aunque nunca hemos tenido aventuras fuera de la pareja últimamente nos excitamos hablando de terceras personas entre nosotros y fantaseando con este o aquella en nuestra cama y lo que, particularmente a mí, me excitaría verla con otra mujer u otro hombre. Todas estas fantasías terminan tras quedar relajados después de follar.
Los pasados carnavales estuvimos una semana en la provincia de Cádiz. En principio el viaje estaba previsto con unos amigos que disponen de una casa allí pero un problema familiar les cambió los planes e insistieron en darnos las llaves para que fuésemos nosotros solos. Desde la primera noche nos integramos en la zona de copas y al llegar a casa algo más “alegres” que de costumbre disfrutábamos de buenas sesiones de sexo. Habíamos hecho amigos entre los habituales de los bares y ya teníamos nuestras fantasías con ellos.
Nuestra cuarta noche, y mientras Ángela se arreglaba en el baño, estuvimos tonteando sin llegar al final y solo conseguimos salir a la calle con un buen calentón, de forma que aunque en principio no éramos conscientes de ello, nos magreábamos y besábamos de una manera que daba a entender que Ángela estaba pidiendo “guerra”. En el segundo pub que entramos, y donde nos encontramos con unos chicos que habíamos conocido el primer día, Ángela pasaba su mano entre mi entrepierna mientras nos besábamos, gesto que les hizo cambiar la forma de tratar con nosotros que habían tenido los días anteriores. Aprovechaban cualquier circunstancia para poner su mano en el brazo o cintura de Ángela al hablar o más directamente alguno la invitaba a bailar. No sabía si Ángela se estaba dando cuenta de la situación, pero lo cierto es que empecé a dejar volar la imaginación y a excitarme cada vez más.
Tras haber bailado con tres de ellos, me comentó Ángela en un aparte que uno de ellos le había tirado los tejos, al tiempo que con la mano en la cintura la apretaba contra él al bailar y haciéndole notar su erección la había dicho que estaba buenísima. De reojo vi que él nos miraba mientras Ángela me hablaba al oído:
– Está bien armado el tío, se la he notado perfectamente.
Aquello me hizo trempar como nunca, la besé en la boca poniendo mi mano en su culo y apretándola contra mí, le pregunté:

– ¿Te ha excitado?
Simplemente contestó que ya lo estaba antes. Éramos un grupo de cinco personas, algunas parejas bailaban ritmos caribeños y de nuevo él la invitó a bailar, aunque esta vez se preocupó de alejarse un poco y los otros dos se pusieron también a bailar quedándome solo en la barra. Aunque separado de ellos unos diez metros, podía ver como bailaban frotando sus cuerpos e intuí que Ángela estaba excitada porque bailaba pasando un brazo por el cuello de él dejando que con sus manos en su cintura la apretase contra su cuerpo. Me hubiera hecho una paja allí mismo y solo pensaba si Ángela estará dispuesta a hacer un trío. Volvieron los dos, Ángela estaba sofocada y propuso ir a tomar otra copa al bar de al lado y nada más pedir las copas él nos dejó solos para ir al baño.
-¿Qué tal? – le pregunté – Te ha puesto a tono, ¿eh?
Efectivamente debía estar muy excitada, se limitaba a sonreír sin saber que decir quizá temiendo una mala reacción por mi parte. Entonces le pregunté que si quería follar con él y estoy seguro que era sincera cuando movió la cabeza negativamente, pero volvió a hacer un comentario referente a que la daba la sensación que la tenía muy grande y dejamos de hablar al verle acercarse. Entonces fue Ángela quien se dirigió al baño, Martín, que así se llamaba aquel tío, tanteaba a ver qué relación teníamos mi mujer y yo sin atreverse a preguntar directamente hasta que le dije que éramos matrimonio. Pareció contrariado, quizá pensó que no iba a llegar más lejos de lo que había llegado estando yo allí y decidí jugar sin consultar a Ángela.
– Me ha dicho que bailas muy bien – dije.
Contestó que vivía en una región donde se nacía bailando y que ella también bailaba bien. Entonces la vi salir del baño, y antes de que llegara junto a nosotros dije:
– No, yo no entiendo, pero debes ser bueno, porque me ha dicho que se ha puesto como una moto contigo.
Él estaba mirando a Ángela y no pude ver su expresión pero mi mujer dijo que habría que retirarse porque si tomaba otra copa de iba a colocar, como una broma dije que se tenía que tomar un café al llegar a casa, que no iba a consentir que se durmiera nada más acostarse. Martín nos acompañó hasta la puerta de casa, se le veía violento, sin saber que decir y fui yo quien dijo:
– Si te apetece un café… más copas no, que luego Ángela se pone tonta…
Nada más decir esto miré a Ángela para ver su reacción pero estaba buscando las llaves en el bolso y no volvió la cara, estaba tan excitado que me daba miedo que reaccionase luego delante de Martín montando una escena preguntándome por quien la había tomado.

Mientras ella preparaba café estuve buscando música y descubrí que nuestros amigos solo escuchaban música clásica. Nos sentamos los tres en el sofá con Ángela en medio y tras diez minutos hablando de no se sabe que, volví la cabeza de Ángela hacia mí para besarla, la forma de responder al beso me decía que estaba caliente y empecé a magrear uno de su pechos por encima del vestido con los ojos semi cerrados pero viendo a Martín, que colocó un mano en la pierna de Ángela y al no ver rechazo empezó a meterla bajo su vestido. Ella, entonces, absorbió mi lengua con un suspiro al tiempo que se arrellanaba en el sofá separando las piernas y buscando mi polla a tientas con su mano. Sin dejar de besarme fue moviéndose hasta quedar de rodillas sobre el sofá de espaldas a Martín, sacó mi polla del pantalón y la acarició unos instantes antes de inclinarse para metérsela en la boca. Yo le sujeté el pelo en la nuca tratando de ver como me la chupaba mientras Martin le levantó el vestido y se inclinó para meter la lengua entre sus nalgas y sin saber si lamía su coño o su culo, solo sentía los jadeos de Ángela con mi polla en su boca. Pasado unos minutos Martín se incorporó y comenzó a desnudarse en pié frente a nosotros, mi mujer dejó de chupar para también incorporarse y mirar a Martín como terminaba de desnudarse, y entonces soltó un:
– ¡Joder, que buena! – cuando la polla de Martín se quedó a pocos cm de su cara.
Entre los dos sacamos su vestido por encima de su cabeza y mientras yo la quitaba el sujetador, ella sentada frente a Martín, que estaba en pié, empezó a acariciársela antes de metérsela en la boca. Yo me desnudé mirando como Ángela chupaba al tiempo que con una mano le acariciaba los testículos. Era bastante más larga y gruesa que la mía y Ángela miraba mientras seguía chupando como yo me acariciaba mirándoles a su vez. Mi mujer se puso en pié besando a Martín en la boca y frotándose contra él, acabábamos de empezar y estaba a punto de correrme, Ángela ahora se la acariciaba sin dejar de besarle.
– Está muy dura y es grande – dijo.
Martín le hizo darse la vuelta quedando ella de espaldas a él, le bajó el tanga y mientras lamía su cuello una de sus manos la acariciaba las tetas y la otra el coño.
– ¿Quieres que te la meta? Son 22 cm de rabo para ese coñito sabroso.
Ángela se movía haciendo círculos frotando sus nalgas con la polla de Martín.
– Vamos a la cama -dijo Ángela.
Enfiló la primera el pasillo al dormitorio, la seguimos sin hablar. Me abrazó y besó nada más entrar en el dormitorio, me preguntó con un susurro si me gustaba lo que hacíamos.
– Estoy a punto de correrme – le dije.
Se echó sobre la cama acariciándose, Ángela se tumbó con la cara entre sus piernas lamiendo su sexo, le apartó cogiéndole del pelo.
– ¡Fóllame, métemela… métemela!

Martín se colocó de rodillas frente a ella, puso las piernas de Ángela sobre sus caderas o cintura y empezó a meterla, Ángela lanzó un suspiro, se movió un poco y con un ligero empujón se la metió entera lanzando un suspiro que a medias era un prolongado gemido, comentó Ángela que no se había puesto condón.
– No te salgas, fóllame y córrete dentro – le dijo Ángela.
Martín la follaba moviéndose con rapidez, me coloqué de rodillas masturbándome sobre su cara. Nunca la había visto con una expresión igual, abría la boca sacando la lengua y pidiéndome que me corriese en ella, al tercer meneo no pude contenerme y me vacié en su boca, me cogió la polla con la mano y se la metió en la boca chupándola como nunca lo había hecho. Ángela, que la tenía cogida por las piernas, lanzó un berrido y empezó a correrse al tiempo que yo notaba como se tensaba el cuerpo de Ángela gimiendo con mi polla en su boca. Todavía estuvo Martín unos minutos follándola hasta que su polla se salió sola.
– Normalmente aguanto mucho, pero no he podido contenerme mirándoos – nos dijo.
Nos dejamos caer en la cama dejándola a ella entre los dos, Martín tenía su cabeza sobre uno de los brazos de Ángela que seguía acariciándola con la otra mano sus pechos, el vientre y el coño. Pasados los primeros minutos de descanso, Ángela seguía tan excitada o más que al principio, mantenía los ojos semi cerrados disfrutando de las caricias de Martín y lo demostraba pasando su lengua por sus labios, él entonces se deslizó entre sus piernas y empezó a lamer su coño, ella abrió los ojos y al mirarme hizo un gesto como diciéndome que estaba gozando como nunca, me acomodé sentándome sobre la almohada con la espalda apoyada en el cabecero de la cama acariciándome mientras les miraba. Ángela se puso en pié mirando a Martín, su polla estaba erecta de nuevo y parecía más grande que antes incluso.
– Ponte a cuatro patas, que te la voy a meter otra vez – le dijo.
Ángela se arrastró hasta el borde de la cama, se giró y se colocó de espaldas a él separando las piernas, Martín acercó la polla a su coño y la mía terminó de endurecerse al ver como entraba sin dificultad ese garrote, la agarró de los hombros trayéndola hacia él y empezó a follarla casi con violencia, Ángela gemía y gritaba pidiéndole que no parase:
– ¡Háblame, háblame… dime cosas! – decía Ángela mientras Martín seguía dándole fuerte,
– Te gustan las buenas pollas ¿eh zorra? ¿Quieres rabo…? Me voy a correr en tu culo… te voy a follar ese culo de puta…
Martín empalmó un par de corridas pero parecía no querer que terminase y a pesar de llevar más de media hora follándola. Ángela parecía que no se iba a correr y yo estaba haciendo esfuerzos por evitarlo y hacer que durase más.

Al tiempo que la follaba Martín metía uno de sus dedos en el culo de Ángela, jugaba a meterlo y sacarlo y Ángela seguía gimiendo, luego paró de follar, se salió de ella y se inclinó sobre su culo y pude ver como su lengua la recorría desde el coño hasta el ano para luego meterla en él. Los gemidos de Ángela pasaron a ser más suaves, incluso reía y dejó salir de su boca un:
– Me gusta.
Lo que sigue, lo siento, lo podréis saber en una próxima carta.
Besos.

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