Relato erótico
Los debutantes
Era su compañera en la universidad, le gustaba y un día se decidió a hablar con ella. Congeniaron, salían los fines de semana y poco a poco la relación fue por unos cauces que nunca se hubiera imaginado.
Ignacio – Salamanca
Desde pequeño tuve mala reputación entre mis compañeros. No porque fuera raro, ni porque me metiera en líos, sino porque solía aprobar fácilmente los exámenes, lo cual me tildaba de empollón. Pero la verdad es que no estudiaba mucho, las cosas las aprendía rápido. No solía tener muchos amigos, y ninguna amiga. Esto duro incluso en el instituto, ya que estaba en la misma localidad que el colegio.
Yo me creía atractivo, pero las chicas no me hacían ni caso. Pero todo cambio cuando llegué a la universidad. La localidad era distinta, y mis compañeros todos nuevos. Los exámenes no los superaba con tan buena nota, y empecé a relacionarme con más compañeros que en toda mi vida. Yo notaba alguna chica me miraba pero, entre todas, había una chica que me volvía loco. Se llamaba Aurora, pelo negro ondulado hasta los hombros, ojos rasgados de color verde, y labios que deseaban ser besados. Pechos voluminosos pero firmes, con dos aureolas rosas coronadas por pezones rojizos. Cintura estrecha, pero no de esas como las de las modelos, más ancha. Culo perfecto, que tan a gusto acariciaba. El caso es que cada día me gustaba más y más, con lo que decidí intentar empezar una relación. Era un día de primavera, aunque algo frío. Llevaba un jersey negro de lana, unos pantalones negros, y una bufanda al cuello. Habíamos acabado las clases, y me dirigí hacia ella, lleno de nervios y dudas.
– Hola Aurora. ¿Que tal?
-Yo bastante bien, aunque los exámenes me están matando. ¿Y tú?
A partir de aquí, estuvimos como amigos un mes, hasta que un día que estábamos sentados en un banco nos dimos un beso.
-Perdona, es que no he podido resistirme, no volverá a pasar- me excuse, ya que fui yo el que se lanzó.
-No tienes porque excusarte, ha sido muy bonito. Encima yo también llevaba tiempo intentando hacer lo mismo, solo que no me atrevía. Y me beso. Fue un beso largo e intenso, jugando con nuestras lenguas. Pero ese día no hicimos nada más. Las conversaciones se hicieron más intimas, y me pude enterar que ella era virgen. Había estado con unos cuantos chicos anteriormente, pero no lo había hecho.
Nos empezamos a ver en nuestras respectivas casas, y estuvimos un mes solamente masturbándonos mutuamente y probando nuestras respectivas mieles, hasta aquel magnifico día. Era el principio del verano y se suponía que habíamos quedado para estudiar. Estábamos los dos hablando en su casa, ella llevaba una camiseta a tirantes roja y pantalones pirata blancos. Yo llevaba una camiseta de manga corta y otros piratas, pero esta vez vaqueros.
– Buf, a mi no me entra nada, con este calor… – dijo ella dejando a un lado los libros.
-Pues yo también tengo calor, pero no precisamente por el tiempo. – respondí yo-
Nos quedamos mirando a los ojos, y nuestras bocas se juntaron en un largo y apasionado beso. Las lenguas se encontraron, empezando una pequeña fogosa lucha. Nuestras manos tampoco se quedaron ociosas. Al principio abrazaban el cuerpo y acariciaban la cara, pero pronto bajaron a sobar nuestros culos. Después de sendas caricias, empecé a levantarle la camiseta, a lo que ella respondió quitándosela, y se quedo en sujetador nada más. Ella tampoco perdió tiempo, y al instante yo también me había quitado la mía. Empecé a sobar sus hermosas tetas, llenándolas de caricias. Jugué con su pezón, que al contacto de mis dedos respondió y se puso firme cual soldado. Ella también acariciaba mi pecho, y mi bulto del pantalón comenzó a crecer. Yo lo note rápidamente, y empecé a dirigir su mano hacia mi entrepierna. Ella se dio cuenta y empezó a bajar lentamente, haciendo que mi erección fuera en aumento. Soltó el botón del pirata, y bajo mis pantalones y calzoncillos lo suficiente para que mi polla saliera de su escondrijo. La agarró firmemente, y empezó un suave movimiento hacia arriba y hacia abajo, en creciente rapidez. A los 2 minutos note que me corría, y se lo hice saber apartando su mano de mi miembro, pero sin poder contener la eyaculación. Le di un beso, y con mi mano empecé el recorrido que me llevaría hasta su tesoro. Primero baje su pantalón para acomodar mi mano, y después desplace mi dedo por toda la raja. Estaba mojada, y mi dedo pronto estaba cubierto de sus jugos. Empecé un mete-saca despacio, pero a medida que sus gemidos se hacían más fuertes mi velocidad iba en aumento.
-Ah, ah, así me gusta, ¡sigue, sigue!-
A lo que yo respondí metiendo un segundo dedo y acrecentando el ritmo, hasta que tuvo un orgasmo y saque mis dos dedos, que ya estaban empapadísimos de sus jugos.
-Espera, que todavía no he acabado- le dije yo, a la vez que empecé a dibujar un sendero, que comenzó en sus pechos, después seguí mi senda, que pasando por su ombligo me llevo hasta su preciado chocho. Tenía el vello depilado, pero respetando el triangulo. Sus labios eran rojos, y me indicaban que necesitaban de mis artes. Primero moví toda mi lengua arriba y abajo, provocando varios temblores en su cuerpo. Luego me la follé con la lengua, y cuando empezó a jadear busqué su clítoris, el cual presioné con mis labios. Al ver que gemía, lo aprisioné entre mis labios mientras lo acariciaba con mi lengua.
-¡Ah, ah, sí, que bien lo haces, no pares! -no pare hasta que llené mi boca con sus jugos, los cuales le di a compartir en un beso, a la vez que le decía:
– Ahora es tu turno -le dije-
Sin esperar más se deslizó hasta mi polla, que volvía a estar al 100 por 100. Lo primero que hizo fue recorrerla entera con su lengua, poniendo énfasis en el capullo. Después se la metió en la boca, aprisionándola con los labios y jugando con la lengua. Empezó a subir y a bajar, despacio al principio, pero acrecentando el ritmo. Yo estaba en el cielo. Siguió así hasta que note que me corrí, le dije que se apartara, pero en vez de parar hizo todo lo contrario, aceleró el ritmo hasta que me corrí en su boca, y ella trago todos mis jugos. De aquí no habíamos pasado, pero yo llevaba planeando esto desde hacia tiempo. Me armé de valor, saque un condón del bolsillo y le dije:
-¿Te gustaría hacerlo? Se me quedó mirando, y después de pensarlo un momento asintió lentamente con la cabeza. Estaba fascinado, no tardé nada en abrir el condón y ponérmelo. Me puse encima de ella, y dirigí mi polla hacia su raja. Se la metí suavemente. Las paredes de su chocho aprisionaban mi verga lo cual me producía un gran placer. Al principio mis movimientos eran torpes y lentos, pero a medida que pasaba el tiempo mejoraba y aumentaba el ritmo. Los dos estábamos jadeando, y nuestras bocas se unieron en un apasionado beso. Me había corrido dos veces en unos instantes, por lo cual mi capacidad de aguante era enorme. Pasados unos cuantos minutos note que volvía a correrme, y no pude acallar el grito que surgía de mi interior:
– ¡Me corro, me corro!
-¡Aguanta un poco más, que yo también llego!- al oír esto lancé unas estocadas finales, y sin poder contenerme más me corrí, a la vez que ella tenía un fabuloso orgasmo. Los dos nos tendimos exhaustos, y nos miramos a la cara, cada uno viendo el profundo amor que sentíamos el uno por el otro.
Después de este día siguieron unos cuantos parecidos, aunque rara vez de la misma intensidad que este. Aunque de vez en cuando lo recordamos, y nos pasamos una tarde entera disfrutando de nuestros cuerpos.
Ya os iré contando más cosas.
Un beso para todos.