Relato erótico

Los “cotilleos” de mi mujer

Charo
28 de septiembre del 2019

Su mujer es modista y el tiene una empresa de construcción y reformas. Últimamente se ha dado cuenta de que la actitud de las amigas y clientas de su mujer es “diferente”

Antonio – Ávila
No tengo ni idea de lo que mi mujer les ha contado a sus amigas de mí, pero de un tiempo a esta parte las cosas han cambiado.
Me llamo Antonio y estoy casado con Mercedes desde hace más o menos unos quince años. Tengo un negocio de construcción y reforma de casas, que me deja el dinero y el tiempo suficiente como para vivir bien. Desde hace algún tiempo comencé a notar que la mayoría de las amigas o clientas de mi mujer, que es modista, cuando me miraban lo hacían de una manera extraña, casi insinuándose, y que yo procuraba no prestar atención. No es que sea un santo varón, pero después de dos divorcios por causa de mis múltiples infidelidades, aprendí a controlarme.
Cierto día llegó a mi oficina, una de sus amigas. Quería hacer una reforma en su casa y quedamos que la visitaría para poder hacer un presupuesto.
Me abrió la puerta su marido que se iba a trabajar, me acompaño al salón y dijo sonriendo:
– Ahora baja mi mujer que es la que lleva todo eso de la reforma, yo simplemente soy el que la va a pagar y me voy porque ya llego tarde.
Realmente no es la primera vez que eso me sucede, por lo que no vi nada raro, por lo menos hasta que Carmen, la amiga de mi mujer, bajó por las escaleras. Prácticamente iba desnuda, es decir, llevaba una bata, pero de esas con muchos encajes y bastante trasparentes, que me permitía ver que debajo de la bata, no llevaba nada. Carmen actuó como sí no pasara nada, me pidió que la acompañase hasta el patio y comenzó a explicarme sus ideas. Yo tomaba nota pero sin dejar de ver su hermoso cuerpo, que gracias a los rayos del sol, prácticamente transparentaba toda su bata.
Casualmente su idea incluía una ampliación de su dormitorio, por lo que tuvimos que subir a tomar unas medidas. Pero en todo momento, su manera tan seductora de andar, moviendo sus caderas de una manera tan especial, hacía que mis ojos no se despegasen de sus nalgas, es más cuando subíamos por la escalera, con toda la intención me quedé unos pasos a tras de ella, para ver parte de su coño. Al llegar a su dormitorio, lo único que faltaba, era que se tumbara en la cama y pidiera que me la follara.
Mientras me explicaba lo que pensaba hacer, sus posturas y sus gestos eran provocadores e incluso me mostraban algunas partes íntimas de su anatomía. De pronto, distraídamente el lazo que cerraba su bata se abrió, dejando que viera todo su bien formado cuerpo. En esos momentos, no pude aguantarme más, me coloqué a su lado casi rozándola, y cuando se dio la vuelta para indicarme hasta donde deseaba ampliar la habitación, nuestras bocas se encontraron de frente. Eso y besarnos, fue una misma cosa.
Como ya saben una cosa lleva a la otra. La fui llevando hasta su cama, donde quedó acostada boca arriba, su bata se había abierto por completo, quedando prácticamente desnuda ante mí. Hay algo que no puedo evitar, cuando me encuentro en una situación como esa, es comerle el coño a la mujer.

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En el fondo soy un fetichista, pero mi fetiche lo son todos los coños de las mujeres, no importa si son peludos o se han depilado total o parcialmente, si la tía es vieja o joven, negra o blanca, gorda o delgada. Solo me basta que tenga coño, que yo me encargo del resto.
Carmen estaba tumbada sobre la cama, las piernas separadas la una de la otra, colgaban hasta la alfombra, exponiendo por completo su rosado y depilado coño frente a mis ojos. Es como un fuerte imán que me atrae, no puedo evitarlo, simplemente antes de cualquier cosa, primero siento una necesidad imperiosa de acercar mi cara a su chocho y oler su aroma para después comenzar a pasar mi lengua. Suave y lentamente, poco a poco comencé introducir mi lengua dentro de ella, a medida que le comía el coño, Carmen empezó a mover las caderas y a suspirar.
Es algo increíble lo que me sucede, ya que es como si no tuviera la fuerza para resistirme a eso. Mi lengua se internaba profundamente, o me ponía a chupar su excitado clítoris, hasta que me piden, más y más.
Poco a poco, me fui quitando los pantalones hasta dejar mi verga libre. Acto seguido retiré mi cara de entre sus piernas, y le metí la polla hasta el fondo. No os lo he dicho pero tengo una buena polla que nada tiene que envidiar a los actores porno. A cada “atacada” que recibía su chocho, Carmen gritaba y se movía sin parar.
Lo que me sorprendió es que mientras follábamos, no paraba de soltar palabrotas, su lenguaje era vulgar y ponía más caliente. De pronto y en medio de un orgasmo dijo:
– La cabrona de tu mujer no exageró cuando dijo que tu verga parecía la de un caballo.
Esas expresiones y otras similares fueron las que hicieron que yo me comenzara a preocupar bastante. Cuando finalmente me corrí, Carmen daba la impresión de que se encontraba en un profundo trance, pues de estar gritando y diciendo vulgaridades como una loca se había quedado en completo silencio hasta que saqué mi verga de su coño. Apenas me aparté de su cuerpo, tomó asiento en su cama, sacó de la mesita de noche una cajetilla de cigarrillos y me comentó:
– No hay como fumarse un cigarrillo después de una tremenda follada como la que me has hecho.
Mientras me subía los pantalones le pregunté que era lo que había dicho mi mujer, pero Carmen dijo no acordarse. Por supuesto, hice las reformas de su casa y aprovechábamos cada oportunidad que teníamos para echar unos polvos bestiales.

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No pasaron muchos días cuando Isabel, otra amiga y cliente de mi mujer, pasara por nuestra casa. Era morena, más alta que yo, delgada y parecía una modelo.
Preguntó por mi mujer y le dije que había ido a Madrid a comprar telas para los vestidos que tenían encargados, cosa que creo que ya sabía, y que no llegaría hasta bien entrada la noche.
Cuando Isabel llegó, yo estaba en el taller que tengo en la parte trasera de mi casa. Iba en pantalones cortos, sin camiseta, lleno de polvo y sudado.
Me quedé de piedra cuando vi que se arrodillaba, sacaba mi polla y se la metía en la boca. Cuando sentí su lengua lamiendo mi glande, en cosa de segundos la erección de mi miembro era total.
Durante un buen rato, Isabel se dedicó a mamar mi verga a lo bestia hasta que decidí detenerla, ya que aunque me encanta enormemente que me mamen la polla, ya os he contado que me gusta comerle el coño a la mujer que está conmigo.
Nos tumbamos en el suelo y montamos un 69.Tan rápido como pude, me dediqué a mamárselo, mientras que Isabel comenzaba a gemir e incluso dejó de chuparme la polla por el gusto que sentía. Pero, al cabo de un rato, Isabel reanudó la mamada y por un largo rato, tanto ella como yo, gozamos como locos. Era algo increíble para mí que esa escultural mujer se estuviera revolcando conmigo en la misma sala de mi casa.
Isabel disfrutó de un buen orgasmo, a punta de mi propia lengua, mientras que yo me corrí por completo dentro de su boca. Al rato mientras nos vestíamos, se le escapó decirme que Mercedes se había quedado corta al hablar de mí. Esas palabras y otras más que fui atando, me llevaron un día a escuchar una conversación que mi mujer mantenía con otras dos amigas de ella. Mi mujer pensaba que yo estaba en el parking y por eso hablaba libremente de mi.
Al principio me costó trabajo pensar que se trataba de mi de quien hablaba, pero cuando la oí decir claramente, que era un gran comedor de coños y que me encantaba hacerlo. Entonces supe que hablaba de mí.
Cualquiera que escuchase a mi mujer, pensaría que les tomaba el pelo a sus amigas, pero es que no dejaba de alabar la manera en que yo le hacía el amor, como ella decía. Para colmo, al parecer les mostró, una de las tantas fotos que nos hemos hecho juntos, en las que estoy con la cara enterrada en su chocho.
Al poco rato, por los comentarios que escuché de sus amigas, me supongo que Mercedes les mostró algunas otras fotos, donde salgo con mi verga completamente erecta. Lo más increíble de todo era, que la manera en que Mercedes hablaba de mí daba la impresión de que invitase a sus amigas a que me probasen y que luego le dijeran su sincera opinión.
Cuando sus amigas se marcharon, la llamé a nuestra habitación para hablar seriamente con ella y cuando le pregunté qué le sucedía, que si se había vuelto loca, me confesó que se sentía tan y tan orgullosa de mí que deseaba que todas sus amigas lo supieran y sí para ello era necesario que alguna que otra me “probase” que estaba dispuesta a pasar por eso, solo por disfrutar de los comentarios que sus amigas como Carmen y Isabel después le hacían sobre mi persona.

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Al oírle decir eso, poco me faltó para que me diera un ataque al corazón. En condiciones normales, hasta donde yo sé, es mucho más fácil que un hombre se comporte de esa manera a que una mujer lo haga. El que mi mujer estuviera al tanto de mis relaciones con sus amigas, me sorprendió bastante. Pero más me sorprendió lo que ella me comenzó a contar de lo que sus amigas le dijeron sobre lo que habían hecho conmigo.
Mercedes se comenzó a quitar toda la ropa, de la manera más seductora que lo había hecho nunca. Al quedar completamente desnuda se recostó sobre nuestra cama, abrió sus piernas mostrándome totalmente su depilado coño, cosa que mi mujer sabe de sobra que me vuelve loco, y ya me disponía a saltarle encima, cuando ella me hizo señas de que me esperase, a medida que ella seguía contándome, pero como si fuera una película, de muy buena gana, lo que Carmen y Isabel le habían dicho sobre mí, y mientras seguía con sus piernas bien abiertas, comenzó a introducir sus dedos dentro de su coño, a medida que seguía hablando, para posteriormente llevárselos a la boca y chuparlos de una manera tan cachonda, que coloque de inmediato mi boca contra su coño y me dediqué a mamárselo como solo yo sé hacerlo.
Lo mejor de todo fue que Mercedes, entre sus fuertes gemidos, seguía contándome lo que sus amigas le habían dicho y quizás hasta exagerando un poco, pero eso no me importaba.
La verdad, desde que me enteré que a mi mujer le encanta, como dicen, que yo le ponga los cuernos y después se lo cuenten a ella, eso de acostarme con otras mujeres ya no es tan divertido como lo era antes.
Saludos, querida amiga Charo.

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