Relato erótico
Loco por sus tetas
Querían subir a la cima de la montaña y salieron con los jeeps. Intercambiaron las parejas, porque el otro matrimonio habían nacido allí y conocian todos los caminos.
Gabriel – Huesca
Salimos en dos jeeps, en uno iba Tere mi mujer y Juan. En el otro, Rosa la mujer de Juan, y yo, ya que ellos eran de allí y conocían los caminos. Los demás se habían quedado en la casa de la montaña.
Rosa iba guapísima, llevaba unos pantalones vaqueros, muy ajustados, y una camisa también muy ceñida. La camisa la llevaba bastante abierta de tal forma que por el escote se le veía el nacer de unas tetas maravillosas.
Yo, no podía quitar la vista del escote de Rosa. Creo que ella lo notaba. La camisa ajustada le marcaba las tetas, era una tentación. Cada vez que se volvía hacia el asiento trasero dejaba ver el sujetador y parte de su pecho. No sé si lo hacía aposta, se volvía constantemente, me estaba calentando de una forma brutal y notaba como se me estaba endureciendo la polla.
Al llegar al comienzo de la ruta que íbamos a seguir para subir hasta la cima, Juan detuvo el coche y yo tras él, me dijo si me parecía bien, podríamos subir por dos rutas diferentes y nos encontrábamos arriba, que Rosa conocía el camino.
– Por mi no hay problema – le contesté.
Nos separamos y comenzamos la ascensión por dos caminos diferentes. El camino era complicado y el todo terreno se balanceaba y botaba en una senda muy difícil. Rosa comentó que nos llevaría más de dos horas llegar a la cima y que a ellos le costaría más pues habían cogido la mas complicada. Mientras ella hablaba yo veía botar las tetazas de Rosa y me estaba volviendo loco. De repente el coche se trabó en una zanja y bajamos a ponerle una rama para salir. No sé si, con la maniobra, se le había soltado un botón de la camisa pero, ahora, parecía que le iban a salir las tetas del sujetador.
Mientras poníamos la rama mis ojos no se apartabas de aquel escote y de aquellas tetas. Al levantar la cabeza, vio mis ojos clavados en sus tetas
y siguió mi mirada hasta su escote. Rápidamente la quitó como si no se hubiese dado cuenta de que estaba con las tetas casi al aire y que yo las miraba. Siguió con la maniobra de poner la rama y yo segui mirándola como si nada.
Luego me monté en el coche mientras ella sujetaba la rama, y conseguimos sacarlo de la zanja. Entonces me dijo:
– Mira la vista que hay desde aquí, se ve hasta el pueblo.
La verdad es que el panorama era precioso pero, yo, seguía obsesionado con aquellas tetas. Y ella volvió a cazar mi mirada puesta en ellas. Su sujetador apenas podía contener aquellos globos con sus pezones oscuros que luchaban por escapar de él, pero ella siguió haciendo como si no se hubiese dado cuenta de que se le había soltado el botón y mi paquete empezaba a ser evidente.
– ¿Seguimos? – dijo:
– Sí, sigamos – le contesté.
Al meterse al coche se miró las tetas y exclamó:
– Ufff si tengo toda la camisa abierta, bueno tampoco hay gran cosa para ver – dijo y se empezó a reír.
– No me había dado cuenta – mentí.
– Venga que a los hombres eso no se os escapa – dijo riéndose – Estáis siempre pensando en los mismo, parece que nunca tenéis bastante con lo de casa.
– Bueno, siempre hay diferencias – contesté.
– No me digas que las tetas de Tere tienen que envidiar a ninguna.
– Las tuyas tampoco – repliqué.
– ¿No? – contestó – ¿Y como lo sabes si no me las has visto?
– Bueno – respondí cortado – quiero decir por lo que parece.
– Así que no me has estado mirando ¿eh? ¿Seguro? – y se empezó a reír – Venga confiesa – siguió mientras se reía – A las mujeres nos gusta que nos miren.
– Bueno un poco sí te he mirado.
– ¿Y…?
– Pues eso, que parecen estupendas.
– Pues Juan, ni la mira, os llama la atención cualquiera que no sean las de vuestras mujeres.
– No, que va – le contesté – las que están bien están bien y las otras no.
– ¿Y las mías lo están? – volvió a reír mientras abriéndose el escote se las miraba.
– Pues yo creo que sí – le contesté mientras yo también la miraba.
– ¿Sabes? – me dijo – creo que no están mal para la edad que tengo. A las mujeres nos gusta que nos lo digan. Ya te digo, somos muy coquetas. ¿Que talla usa Tere? Creo que yo uso una más por lo menos.
– No lo sé, creo que 95 – contesté.
– Sí, yo uso una 100 y justita como habrás podido ver – y volvió a reír – ¿O no?
– No – contesté yo.
– ¿No? Si con la 100 casi se me salen – dijo y soltándose el botón dejó sus tetas al aire.
La verdad es que casi se salían del sujetador, apenas podía contenerlas. Sus pezones se veían bajo el encaje del sujetador blanco. Mis manos se agarraban al volante para no saltar sobre aquellas preciosidades y mi bulto ya no se disimulaba bajo mi pantalón y ella se había dado cuenta.
– Si quieres, antes de continuar, si tienes ganas aprovecha para hacer pis
-dijo – Parece que tienes ganas ¿no? ¿O no es de eso?
Creo que me puse rojo, sentí una vergüenza a la vez que no podía bajar aquella excitación.
– Venga hombre, no te pongas así, es normal que hablando de estas cosas uno se excite. ¿O te crees que a nosotras no nos pasa? Lo que ocurre es que no se nos nota tanto. ¿O crees que siempre tengo los pezones tan duros? Pues no, se me han puesto así cuando notaba que me mirabas. Te lo digo porque con los vaqueros que aprietan – siguió – te van a doler luego si no te lo aflojas un poco.
Mi polla parecía que iba a reventar bajo el pantalón que la oprimía, y lo que me decía aún me excitaba más. ¿Me estaba diciendo que ella también se había excitado? Y seguía con su escote abierto y sus tetas al aire.
– Es que no sé que hacer – contesté.
– Pues suéltate el pantalón para que no te oprima.
– ¿Que quieres, me da corte? – le contesté.
– ¿Por qué? Si quieres me saco el sujetador, así estamos iguales, y podemos aliviamos los dos, que a mí me esta machacando los pezones.
Dicho esto se soltó el sujetador.
Sus tetas saltaron del sujetador con los pezones oscuros, grandes, duros y unas aureolas grandes también. Unas tetas duras, grandes y muy tiesas aún. Mi polla me pegó un latigazo y la tuve que liberar para no romper el pantalón. Me abrí el pantalón dejando mi slip a la vista y mi polla parecía iba a explotar. Ella llevó su mano hasta mi bulto y dijo:
– Sácatela que así no haces nada, te terminará doliendo.
Sus tetas se balanceaban sobre mi polla cuando me ayudaba a sacarla del slip. Salió como un resorte. Se había puesto durísima.
– Vaya si no la liberas, la pobre… oye, cumplido por cumplido la tienes muy bonita ¿eh? – y se rió a la vez que la cogía con su mano – Tere no se puede quejar.
Yo estaba pasado y caliente a reventar, no sabía qué hacer y estaba a punto de saltar a comerme las tetas de Rosa. Entonces ella empezó a subir y bajar su mano por mi polla y luego, agachándose sobre ella la empezó a lamer para después metérsela en la boca y empezar a mamármela. Yo acerqué mi mano a sus tetas y empecé a acariciarlas.
– Creía que no lo ibas a hacer nunca – dijo – y estaban deseándolo desde que empezaste a mirarlas con tanta atención.
Empecé a sobarle las tetas pasando de una a otra, acariciando sus duros pezones, pasando la yema de mis dedos por ellos, y la oía suspirar y me ponía más y más caliente. Cuando se incorporó, empezamos a besarnos. Su lengua entraba en mi boca, la mía en la suya y mientras nos besábamos solté el botón de su pantalón y le bajé la cremallera. Metí mis dedos por entre el pantalón sintiendo la suavidad de su braga, pero apenas me entraban.
– Espera – me dijo a la vez que levantaba su culo y se bajaba el pantalón.
Metí mi mano entre sus muslos acariciándolos y sintiendo la humedad de sus bragas. Acariciaba bajo su braga, su coño húmedo y caliente. Ella suspiraba. Notaba como sus labios se iban abriendo y dejando salir la humedad de su chocho, pero también me masturbaba mientras nos besábamos.
Empecé a besar sus tetas, mis labios recorrían sus pezones, con mi lengua hacia círculos sobre ellos, los notaba duros excitados. Pronto echamos los asientos hacia atrás.
Me arrodillé frente a ella y apartando su braga a un lado empecé a lamerle el coño. Mi lengua recorría sus labios luego se metía entre ellos abriéndolos aun más y metiéndose en su chocho. Ella acariciaba mi cabeza, con los ojos cerrados y se relamía y gemía.
Luego le di la vuelta, arrodillada, con sus tetas sobre el asiento, le bajé las bragas hasta medio muslo, me solté el pantalón y mi polla se metía entre sus muslos. Ella seguía gimiendo. Mi polla buscaba su coño, ella metió la mano entre sus muslos y buscando mi polla se la acercó hasta sus labios.
– ¡Fóllame… fóllame… fóllame…! – me gritaba.
Mi polla se empezó a abrir paso entre sus labios, y penetró aquel coño caliente y húmedo mientras ella levantaba el culo para facilitar que la follara. De un empujón se la clavé y un latigazo recorrió todo mi cuerpo al sentir el calor de aquel coño tan rico. Ella movía su culo y mi polla entraba y salía de aquella vagina caliente y húmeda. Mis manos se agarraban a sus caderas y la traía hacia mí entrando más profundamente en ella.
– ¡Así, así, clávala, clávamela, siiií…! – gritaba – ¡Así… me voy a correr… siiiií… sigue…! – De pronto, sonó su móvil, lo cogió, se volvió hacia mí y antes de contestar me dijo – Es Juan, pero no pares, estoy a punto de correrme. ¿Qué, cariño? – contestó con voz entrecortada-
Vamos… bien… se nos metió… en una zanja – cerraba los ojos y hablaba, mordiéndose los labios – pero lo… hemos sacado… ya.
No… estoy bien. ¡Hasta ahora a…mor! Sigue, sigue por favor estoy a punto – me dijo volviéndose hacia mí – ¡No pares, siguee…!
Yo no podía parar, estaba a punto de correrme también, mi polla parecía que iba a reventar.
– ¡Me voy a correr! – le grité.
– ¡Siiií… córrete, córrete… lléname el coño, llénamelo… quiero sentir tu leche… llénamelo…! – exclamaba y luego añadió – ¡Me corro, me corro…
Al notar que se corría, un chorro de leche brotó disparado de mi polla inundando toda su coño y llenándolo de leche. Ella seguía moviendo su culo diciendo:
– ¡Sí… dámelo todo… dámelo!
Nos quedamos inmóviles, mi polla se empezó a escurrir de su coño, empapada de sus jugos y mi leche iba saliendo. Rosa se dio la vuelta se sentó en el asiento y cogiendo mi polla con su mano la empezó a limpiar.
– ¡Que bueno ha sido! – dijo – Pero tenemos que seguir, si no vendrán a buscarnos.
Me subí el slip y los pantalones, ella se empezó a subir las bragas y el pantalón, pero antes de abrocharse el sujetador, le volví a besar aquellas tetas tan maravillosas y ella sonrió acariciándome la cabeza. Termino de abrocharse el sujetador y se colocó la camisa.
Cuando llegamos, ellos ya estaban, Rosa se abrazó a Juan y besándole en la boca le dijo que habíamos hecho el recorrido muy bien mientras que en su coño y sus bragas aún estaba la leche de una corrida maravillosa.
Saludos, amiga Charo.