Loco por montar un trío

Llevaba tiempo queriendo montar un trío, pero ninguna de sus dos mujeres lo consintieron. Es asiduo a la Revista Clima y al final se decidió a poner un anuncio. La cosa funcionó pero que muy bien.

Ricardo G. – ÁVILA
Hola a todos y todas lectores de CLIMA, hace algún tiempo he venido leyendo las experiencias que se publican aquí, por eso es que hoy me he decidido a contaros la excitante historia de algo que me sucedió y tal vez pueda repetirla.
Comenzaré diciendo que vivo en Ávila, tengo 42 años y estoy casado en segundas nupcias desde hace poco más de 2 años. No soy un Adonis ni mucho menos, pero no soy tan feo y no estoy tan mal, sin embargo mi segundo matrimonio no ha funcionado todo lo bien que yo quisiera.
Resulta que después de leer algunos relatos de vuestra revista el deseo de convertir mi fantasía en realidad se hizo cada vez más grande hasta casi obsesionarme. Veréis, siempre había querido compartir a una mujer con otro hombre, es decir hacer un trío de dos hombres y una mujer, pero por razones sentimentales nunca me había decidido.
Pues bien un día puse un anuncio en la revista y un tiempo después de aparecer publicado, me llegó un mail a mi correo firmado por Teresa, diciendo que su fantasía era la de estar con dos hombres a la vez y tener la follada del año. Yo, por supuesto, respondí inmediatamente a su correo dándole mi número de móvil, pues no podía arriesgarme a que mi esposa contestara el teléfono. Al día siguiente una voz desconocida en mi móvil me distrajo de mi trabajo, preguntando por mi nombre.
– Sí, soy yo – dije – ¿quién habla?
– Teresa – respondió la voz – hablo acerca del mail.
En ese momento mi polla se disparó presagiando lo que podía venir y una gotita salió de la punta de ella. Después de algunas palabras, la verdad no recuerdo cuáles pues estaba bastante nervioso y excitado, quedamos en vernos en un restaurante discreto.
– Ya verás lo que nos espera – me dijo Teresa de una forma por demás cachonda que casi me hace correr en seco.
En cuanto colgué me dediqué a pensar quién sería el amigo más indicado para compartirla y al fin me decidí por Arturo, un muchacho de 36 años, al cual conocía desde hace mucho y habíamos ido de juerga en varias ocasiones, aunque nunca como lo íbamos a hacer esa noche. En cuanto le dije de qué se trataba me exclamó:
– ¡Vale, nos vemos en tu casa!
Llegó la hora citada y Arturo y yo parecíamos niños a punto de ver su película favorita, nos retorcíamos las manos y no podíamos estar quietos. Por fin llegó Teresa, aunque cuando la vimos entrar no nos imaginábamos que una mujer así estuviera dispuesta a tener sexo con dos hombres al mismo tiempo. Se acercó y preguntó por mi nombre y en cuanto oí esa voz, la misma que por teléfono, mi verga respondió como con un resorte y por los movimientos de Arturo para acomodársela me imagino que a él también.

– Sí, soy yo – respondí – siéntate y tómate algo para romper el hielo ¿quieres?
Estuvimos cerca de media hora, la cual se me hizo extremadamente larga pues al ver aquel par de nalgas enfundadas en un pantalón ceñido que le marcaba el culo y la entrepierna me estaba excitando a tope.
Llevaba un top blanco sin sujetador que, gracias a una repentina corriente de aire, dejaba ver dos pezones tiesos. Tenia unos labios gordos, pintados de rojo y que parecían decir “déjame mamarte la verga”. Después de terminar y pedir la cuenta un tanto apresurados, subimos al coche y me dirigí al hotel más cercano, no sin antes decirle a Arturo que se agachara para que no hubiera problema en entrar los tres.
No bien habíamos cerrado la puerta cuando Teresa se abalanzó sobre nosotros y besándome en la boca, metiendo la lengua como si quisiera arrancarme las amígdalas, comenzó a desabrocharnos los pantalones a los dos casi al mismo tiempo. Cuando mi verga y la de Arturo estuvieron libres de su prisión, ella se agachó y sacando la lengua lamió a todo lo largo las dos pollas, la de Arturo un poco más grande que la mía pero en ese momento Teresa parecía no importarle el tamaño sino tratar de meterse las dos al mismo tiempo a la boca, cosa que logró, y que a mí me hizo sentir algo diferente al notar la polla de mi amigo jugando ” con la mía, pero nos habíamos convertido en animales deseosos de sexo y nada más.
Después de haberse metido las dos vergas a la boca, Teresa comenzó a alternarlas, metiéndose la mía hasta que logré sentir en la punta la campanilla de Teresa, para luego sacarla mojada y brillante de saliva, después hizo lo mismo con Arturo mientras ella me movía la verga arriba y abajo como masturbándome y cuando se dio cuenta que mi verga estaba circuncidada, miró hacia arriba y mirándome a los ojos me dijo:
– ¡Que bonita se te ve la cabecita de la verga desde aquí!
Dicho esto, comenzó a lamer la punta para luego bajar por el tronco con la lengua, y luego volver a subir y ensartársela toda de nuevo hasta la garganta. Arturo estaba que no podía, y recostándola en la cama comenzó a mamarle el coño, recorriendo desde su vulva y metiendo la lengua en su chocho y cuando encontró su clítoris comenzó a succionarlo mientras ella daba gritos de placer y se arqueaba sin soltar mi verga ni dejar que se saliera de su boca. Después de eso Arturo le dio la vuelta y apuntando su verga al coño de Teresa, hundió su barra hasta que los huevos chocaron con su culo. Teresa solo acertaba a decir:
– ¡Por fin tengo dos vergas para mi solita y las voy a dejar secas de leche… así, así… aaaah…!

E inmediatamente volvía a meterse mi polla en la boca. Después de un rato de estar así, le pedí a Arturo que cambiáramos posiciones, así que Arturo tomó mi lugar frente a la boca de Teresa y yo entre sus nalgas. Mientras iba dando la vuelta para quedar detrás de Teresa pude admirar en todo su esplendor sus nalgas con el pantalón y los calzoncitos todavía a medio muslo y las tetas colgando, ya que yo le había quitado el top dejando unas deliciosas mamas al aire que por lo menos debían medir 100 cm. No pude resistir y arrodillándome puse mi cara sobre sus nalgas y alargando los brazos hacia adelante me dediqué a darle un beso negro mientras mi nariz y mi lengua se hundían en la deliciosas raja de sus nalgas y mis manos apretaban y sobaban esas deliciosas tetas que ahora tenían los pezones a punto de reventar y no creo que de frío. Después Teresa se vino un par de veces con unos estruendosos gritos:
– ¡Aaay… aaay… oh… aaah… me corroooo…!
Entonces me levanté y apuntando hacia su culo ensarté toda la extensión de mi verga directa en su ano, el cual estaba ya bastante dilatado por el beso negro que le había proporcionado. Solo fue cuestión de apoyarlo y entró como con mantequilla, mientras Arturo a punto de correrse se zafaba de la boca de Teresa y haciendo que ella se acostara sobre él dirigió el coño de Teresa hacia su verga quedando en pocos segundos ensartada por los dos hoyos y ella gritaba:
– ¡Aaah…! ¿Cómo pueden caber las dos? Pero no importa, metedlas… metedlas hasta adentro… más… más…!
Estos gritos me estaban poniendo a mil y estaba a punto de correrme. La saqué del culo y se la metí en la boca. A la segunda chupada le llené la boca de leche. Ella, sin quejarse, comenzó a tragársela como si se tratara de un zumo. Al ver esto Arturo tampoco pudo más y saliéndose del coño de Teresa comenzó a soltarle toda su leche sobre las hermosas tetas. Después de esto nos quedamos acostados los tres un buen rato sin decir palabra, hasta que Teresa dijo:
– ¿Qué os parece si nos bañamos los tres?
Arturo y yo intercambiamos miradas de complicidad y la seguimos al baño y mientras nos enjabonábamos o mejor dicho mientras la enjabonábamos y ella a nosotros, comenzó a hacerse evidente nuestra excitación pues ya teníamos las vergas de nuevo a mil, por lo que mientras ella le hacía una nueva mamada a Arturo, apoyado en la pared de la ducha, yo me la comencé a bombear a cuatro patas y mientras estaba haciendo esto sentí unos jugos calientes confundirse con el agua de la ducha. Era Teresa teniendo su enésimo orgasmo, y al mismo tiempo Arturo puso los ojos en blanco y gritando:

– ¡Trágatelos, puta, trágatelos todos!
Se corrió con una eyaculación que después nos dijo Teresa solo había visto en las películas porno de lo abundante, parecía que quería llenarle el estomago de semen. Al ver que Arturo ya había terminado, puse a Teresa en cuclillas y le dije queme hiciera una cubana, es decir que me masturbara con sus tetas y ella, agarrando mi verga entre sus dos tetas, comenzó a masturbarme. El contacto con el agua y el jabón hacían resbaladizas ese par de tetas y no tardó mucho en hacerme correr de una forma que hasta estrellitas vi, mientras abría la boca para tragar lo que pudo de mi leche caliente. Después ella nos confesó que nunca había tragado semen pero que le encantó y que hubiera querido más, decía que el sabor agrio y salado, la consistencia espesa y lo caliente de nuestras leches le habían encantado.
Después de eso y ya más relajados, nos terminamos de bañar y nos vestimos, salimos de la habitación y con Arturo agachado de nuevo, fuimos a dejarla a un taxi, prometiendo que lo repetiríamos,
Saludos y cuando ocurra ya te lo contaré.