Relato erótico

Loco por ella

Charo
29 de mayo del 2020

Su compañera lo volvía loco, incluso cuando se follaba a su novia, imaginaba que era ella. No podía más y tenía que inventarse una estrategia para poder estar con ella.

Ernesto – BADAJOZ
Lo que voy a explicar a continuación, amiga Charo, me sucedió en el lugar donde yo trabajo que, por motivos personales, no voy a nombrar.
Mi empresa es un sitio donde hay muchas mujeres trabajando. La mayoría de ellas son solteras con novio, con lo cual con esas no me como una rosca. Una pequeña parte de las mujeres que allí trabajan, son casadas, y la verdad hay un par o tres que están muy buenas, sobre todo una morena con gafas, que me tiene loco. Siempre va muy provocativa, con escotes muy pronunciados para que se le vea parte de las tetas que tiene muy grandes, una 105 diría yo, y tiene una cara de viciosa que se le ve a la legua.
Desde el día que la conocí, siempre he querido hacérmelo con ella, pero es dura de pelar y no hay manera de tocarle un pelo, aunque por la forma de hablar, crees que está caliente como una perra, pero cuando te lanzas, no traga. Lo había intentado todo. Cuando salíamos de cena de empresa, la buscaba, la invitaba a copas para que se pusiera a tono, y ya se ponía ya, pero se lo llevaba todo el cabrón de su marido, cuando regresaban a casa al final de la fiesta.
Lo bueno era que el lunes cuando nos veíamos en el trabajo ella, con toda la picardía del mundo, me contaba lo que había hecho con su marido, cuando llegaron a su casa. Total que me hartaba de hacerme pajas pensando en ella, o follándome a mi novia imaginándome que era ella la que tenía debajo de mi cuerpo. Pero desde hace dos meses, parece que mi suerte ha cambiado y es lo que voy a relatar seguidamente.
La empresa donde trabajamos abre a las 7 de la mañana, aunque solo sea una persona la que abra, para que luego a continuación vaya entrando el resto de personas a medida que las secciones lo necesiten. Yo sabía que ella abría y ese día me presenté a esa hora para ver si me la podía joder pues el primero que viene después suele tardar un media hora o tres cuartos, así que había tiempo para follarla.
– ¿Qué haces aquí tan temprano? – me pregunto extrañada.
– Para intentar adelantar faena – le contesté.
Ella, entonces, fue al vestuario de las chicas y allí empezó a desnudarse para colocarse el traje de faena de la empresa. Se quitó la blusa y un sujetador de color blanco, con encaje en las copas, que adornaba esbeltamente, aquellos enormes pechos que yo soñaba con ver y tocar. De pronto me di cuenta que ella había girado la cabeza, para ver si le miraba alguien. Pero no dijo nada, aunque estoy seguro que ella se dio cuenta que la estaba mirando. Lo hizo expresamente para ponerme cachondo, pues si no, ¿por qué había dejado la puerta abierta totalmente, si sabia que el vestuario de los chicos queda al lado?

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Pero ya he dicho que ella era una calientapollas de cuidado. Le gustaba ponérmela dura, además ella me lo ha reconocido después, eso de que le excita saber que me la pone dura.
Se quito la falda corta que llevaba y dejo al descubierto sus nalgas, tapadas discretamente por un tanga del mismo color que el sujetador, aunque le transparentaban ligeramente los pelos de su pubis. No lo tenía muy peludo, al contrario lo tenía muy bien arreglado, con solo una raya de unos 4 cm de ancho. Yo debía estar ensimismado, porque no me di cuenta de que ella me estaba mirando fijamente a los ojos.
– ¿Te gusta lo que estás viendo? – me dijo con voz picaresca.
– ¡Es que me tienes loco! – exclamé – ¡La tengo apunto de explotar!
– Me gustaría verla – apuntó.
Yo, ni corto ni perezoso, me bajé la bragueta, me desabroché el cinturón y junto con el calzoncillo, me lo baje hasta la mitad de las piernas. Ella se acercó y me tocó el rabo con la mano, subiendo y bajando, subiendo y bajando. No lo podía creer, pero ella me estaba haciendo una lenta pero impresionante paja. Era bestial, me sentía como extasiado. Solo notaba su mano como acariciaba mi polla, que la tenia dura como el acero. Estoy seguro que si un gato me la hubiese arañado en ese momento, no me hubiera enterado de nada, estaba a punto de estallarme. Me dije para mi mismo que aquella era la ocasión para ver realizado mi sueño. Así que no me corte un pelo.
– ¿Por qué no te metes la polla entre las tetas y me haces una cubana? – le pregunté, mientras temía su reacción.
No dijo nada, solo vi que paró, y pensé que la había cagado al decirle eso. Pero me equivoqué. Sus dos manos se fueron a su espalda, y con elegancia se quitó el sujetador. Madre mía, que tetas tan impresionantes que tenía. No son de esas que están tiesas, que son siliconadas, ni tampoco caídas que pareciese que tuviera tres ombligos, no. Tenía unas tetas naturales, enormes, un pelín caídas, pero que le daban su encanto, al igual que sus pezones prominentes, de un color más oscuro. Se arrodilló y se puso mi polla entre medio de sus tetas.
– Empieza – me dijo.

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Empecé a mover mis caderas de abajo a arriba de modo que mi polla se iba escondiendo entre sus tetas, y luego salía con fuerza hacia arriba hasta tocarle casi la barbilla. Noté como ella sacaba la lengua para cuando mi polla subiera, el glande fuese ensalivado por su lengua. No sé cuanto rato estuvo haciéndome la cubana, pero de pronto su mano agarró mi polla y descapullándome, su lengua pasaba de arriba abajo por mi capullo. Todo esto lo noté sin mirar, porque cuando miré, el espectáculo era impresionante. ¡Como me la estaba chupando! Metiéndose casi toda mi polla en su boca al tiempo que su mano izquierda se sumergía en su tanga para con los dedos tocarse el coño y masturbarse.
Al rato cambié de postura para poderle chupar el coño, mientras ella seguía trabajando mi polla. Su coño estaba mojado y su aroma me ponía más loco todavía. Su lengua fue bajando por cada uno de mis huevos y noté que uno de sus dedos se introducía en mi culo mientras me relamía los huevos. Su lengua pasó después al agujero de mi culo, notando como penetraba un poco en él.
– Fóllame – me susurró
Sus piernas estaban abiertas, y su coño era un volcán en erupción. Cuando se la metí, noté que tenía el chocho, muy abierto. No era de esos coños de adolescente que están muy cerrados y cuando te embalas, te dicen “no tan fuerte que me haces daño”. Al principio me contuve con la fuerza del empujón, pero ella me dijo:
– Métemela fuerte, que note como tus huevos golpean en mi culo.
Que polvazo me estaba pegando la tía. Sus caderas se contorneaban al ritmo contrario que la mía, me estaba volviendo loco. Luego se puso a cuatro patas, la cogí de las caderas y empecé a metérsela como un poseso, incluso llegando a la violencia. Sus tetas iban de un lado hacia otro, de arriba abajo y de su boca salía su lengua como buscando algo más.
– Como me gustaría tener otra polla en la boca mientras tú me follas. ¿No te gustaría darme por el culo? Venga, dame por el culo, hazme daño cabrón – me dijo de pronto.
Aquellas palabras, me hicieron sacar todos mis instintos animales. Sin mojarle ni siquiera el agujero, se la metí de golpe. Ella lanzó un gemido de dolor, pero me daba igual. Se la estuve metiendo por el culo al menos diez minutos seguidos hasta que me dijo

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– Quiero que te corras en mi boca.
Solo me faltó que dijera eso, porque ya no podía más. No recuerdo haber tenido una corrida tan grande como la de aquel lunes. La leche salía caliente, como si fueran balas, y ella abrió la boca para comérsela toda. Su cara y sus tetas también se llenaron de semen y yo estaba extenuado, aunque ella seguía comiéndome la polla, sacando la leche sobrante por la comisura de sus labios. Le tuve que decir que parara porque no podía más y acto seguido cogió una toalla del lavabo, se limpió, se duchó y se puso el traje de faena, pero cuando yo quise darle un beso en los labios para expresarle que nunca lo había pasado tan bien, ella se negó.
– Si no quieres enamorarte de una aventura, nunca la beses en los labios – me dijo mientras me guiñaba un ojo.
Sé que para ella solo soy un polvo más, pero para mi fue la experiencia mas impresionante que jamás haya experimentado en mis 26 años. Por cierto, ella tiene 32.
Saludos y hasta otra.

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