Relato erótico

Lo tenia claro y lo conseguí

Charo
5 de julio del 2019

El coche le llamó la atención pero, cuando vio a la mujer que lo ocupaba, tuvo claro que intentaría follársela. Era una mujer madura, guapa y con un cuerpo enloquecedor.

Jaime – Málaga
Mi historia comenzó cuando me detuve con mi moto al lado de un Fiat último modelo y quise curiosear por dentro pues la publicidad hablaba maravillas de ese coche. Dentro iba una mujer sumamente atractiva y apenas la vi me di cuenta que era de origen italiano, tendría algo más de cuarenta años, de piel blanca muy pecosa, ojos azules y cabello negro, y de formas muy voluptuosas que se notaban por la ropa tan ceñida que llevaba. Ella se dio cuenta que yo la estaba mirando y sonrió, eso bastó para que mi sexto sentido, ese que me avisa cuando una mujer es abordable, me diera la señal de alerta, y enseguida me lancé al ataque.
– El coche es precioso pero tú lo superas, – le dije.
– Por favor joven, mire que está hablando con una mujer mayor, respéteme – me soltó ella.
– Quizá te han hecho creer que ya eres mayor, pero yo te sacaría de tu error en este mismo instante si me dieras la oportunidad – piropeé.
– ¡Sí, claro! – añadió – ¿Y cómo sería eso, si se puede saber?
– ¡Claro que puedes saberlo! Déjame hacerte el amor y verás que toda- vía eres una mujer y muy completa por cierto.
– ¡Oiga, no le permito estas palabras, no sea tan pesado, que se ha creído que soy!
– Lo único que creo es que alguien te ha estado haciendo creer que eres una vieja y te tiene descuidada, pero se te nota a leguas que debes ser una mujer muy ardiente.
– ¡Esto es lo último que podía pasarme! ¿Va a estar aquí hasta mañana?
– No, solo hasta que me dejes ir contigo.
– Usted está loco si cree que yo subo en mi coche a cualquier desconocido.
– Me llamo Jaime, y ahora que me conoces, déjame subir y vamos a un sitio donde te pueda sacar de tu equivocación.
– ¡No quiero seguir oyendo estupideces!
– Si eso fuese cierto, hace rato que hubieras arrancado, así que sígueme, yo dejo mi moto en un estacionamiento y nos vamos juntos.
No le di tiempo a contestar, arranqué y miré por el retrovisor como me seguía.
– Hola – repetí – me llamo Jaime y quiero hacerte el amor.
– Yo me llamo Paula y tu eres un abusón, ¿es que no sabes hablar de otra cosa?
– Mira Paula, cuando se tiene delante una hembra como tú, no es posible pensar en nada que no sea disfrutar de ese hermoso cuerpo, hacer salir la mujer que llevas por dentro y que se te nota por encima de la ropa, tu respiras sexo por cada poro de tu piel, ahora vamos a un hotel y demos rienda suelta a nuestros deseos.
– Dices “nuestros” como si yo también lo deseara.

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– No solo lo deseas, en este momento estás pensando lo afortunada que fuiste de encontrarte un hombre que notara la clase de mujer que eres.
– ¡Eres un cínico… pero me encanta! ¡Y me fascinaste desde que te vi, desgraciado! Siento que estoy mojando mis bragas de lo excitada que me tienes, así es que haz algo y hazlo pronto.
Cambiamos de asiento y yo enfilé la calle en busca de un hotel.
– Ya sé hacia donde me llevas, pero mientras tanto yo me voy quemando – dijo.
- Sácate las bragas y súbete la falda hasta la cintura – le ordené.
Aproveché que los cristales eran muy oscuros y con mi mano libre le amasé sus duras y enormes tetas, pellizqué sus pezones sobre la tela del sujetador hasta que se pusieron duros, metí mi mano y liberé aquel par de tesoros. Sus pezones eran largos y bien definidos. Busqué su boca y le metí dos dedos haciendo que los mamara, ella lo hizo desesperada agarrando mi mano con las suyas. Al cabo de un rato le saqué los dedos de la boca y se los metí en coño, que ya estaba húmedo y muy caliente. Paula cerró sus muslos y yo empecé a follarla con los dedos mientras ella se amasaba las tetas muy fuerte y a ratos se las mamaba mordiendo sus pezones y estirándolos con sus dientes hasta que de pronto cogió mi mano y comenzó a correrse entre gritos desgarradores.
– ¡Me corro, que gusto, me corrooo… sí… aaah… me estás haciendo correr como una loca, cabrón… si lo haces así con los dedos, no veo la hora que me entierres tu polla en lo más hondo y me hagas chillar como una marrana… llega rápido o vuelve a follarme así porque me tienes como loca, mi vida, fóllame otra vez, te lo suplico mi Amo… hazme correr otra vez, muchacho!
– Primero déjame ver qué buena mamadora eres.
Paula estaba desesperada por gozar conmigo y no esperó otra petición, como pudo aflojó mi pantalón y sacó mi verga que ya estaba bien erguida y sin pensarlo mucho, lo besó levemente en la punta y enseguida se lo metió en la boca hasta que lo hizo desaparecer por completo. Se ahogaba en el intento pero no dejaba de succionar y lamer mi verga con pasión hasta que estuvo a punto de hacerme correr pero como iba conduciendo, no quise tener el orgasmo por temor a sufrir un accidente y volví a follarla con mi mano mientras aceleraba hacia nuestro destino.
Cuando llegamos al motel, Paula se había corrido tres veces, mi mano estaba empapada en sus jugos y el asiento del coche estaba manchado, pero ella seguía pidiendo más. Apenas se cerró la cortina del garaje, me bajé del coche y fui hasta su asiento, abrí la puerta, la hice chupar mi polla, que estaba a punto de reventar y me la follé allí mismo, su cuerpo recostado de lado en el asiento delantero y las piernas levantadas.

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Le enterré mi polla casi con furia y mientras apretaba sus tetas muy fuerte, embestí contra ella con violencia. Paula gritó como una fiera herida y yo le di más fuerte hasta que sentí que estaba llegando y entonces le inundé el coño con una inmensa cantidad de semen que descargué en largos e interminables chorros que fueron a golpear el fondo de su vagina ardiente.
Ella agarró mi cara entre sus manos y me dio un beso apasionado y profundo. Su lengua tenía vida propia, se enrollaba con la mía entablando una feroz lucha por casi dos minutos.
– ¡Eres un macho extraordinario, desgraciado, que macho eres, mi cielo, que corrida tan bárbara me has regalado!
Paula reclinó el asiento y descansó un rato mientras nos fumábamos un cigarrillo, la tomé de la mano y la hice salir para subir a la habitación.
– Debes saber que me encanta una mujer como tú, madura, hermosa, buenorra y súper caliente, que está dispuesta a cualquier cosa con tal de gozar de una buena follada y de hacer gozar a su hombre, estás muy buena, y me encanta lo puta que eres. Yo sabía que te iba a encantar que te metiera mi rabo dentro de ese chocho caliente y estrechito que tienes, y que me aprieta la verga, así que hoy te voy a follar hasta por el nombre, zorrita mía.
– Me fascina que me hables así, como a una puta, y es que así me siento, bien puta con tal que me dejes gozar de ese pollón tan precioso que tienes Jaime, eres un semental.
– ¡Ven acá Paula, que solo hablando ya me la has levantado otra vez!
– ¿Qué me vas a hacer…?.
– ¿Tu qué crees? Anda, recuéstate contra el coche y muéstrame ese culo hermoso bien empinado.
Se levantó la falda hasta más arriba de la cintura, se puso de espaldas a mí y recostándose con las manos apoyadas en el coche, empinó el culo separando sus piernas, yo clavé mis dedos en sus hermosas nalgas y pude comprobar que las tenía duras, las separé al máximo y desde atrás me enterré en su ardiente chocho, me moví de prisa pues noté que ella iba a lograr un orgasmo y le volví a llenar el chocho con mi semen mientras ella lograba otro escandaloso orgasmo presa de espasmos que casi la hicieron perder el equilibrio.
– Vamos a la habitación – dije.

– Deja que me limpie –pidió-

– Quédate así y deja que mi semen se escurra por las piernas, eso te excitará más.
Subimos a la habitación y yo me tiré en la cama diciéndole:
– ¡Desnúdame, Paula!

– Lo que tú ordenes mi amor.
Fue quitándome la ropa muy solícita hasta que me tuvo sin nada encima y le dije:
– Ponte frente a mí y acaríciate.

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Con una mano se amasaba las tetas por encima de la tela de la blusa mientras con la otra se arre- mangó la falda y metiéndose dos dedos comenzó a masturbarse sin dejar de mirarme. Tenía los muslos empapados de sus jugos y mi semen que le chorreaba hasta bien abajo. Aquella mujer me excitaba de una forma impresionante y mi verga fue despertando ante su atenta mirada hasta que estuvo palpitando, muy hinchada. Entonces me levanté con mi arma en ristre, me acerqué a ella y fui soltando los botones de su blusa, liberé sus hermosas tetas y pellizqué sus pezones con fuerza.
– ¡Mi vida, me vuelves loca!
Le saqué la falda y me retiré para observarla en toda su belleza. La verdad es que para su edad poseía un cuerpo que hubiese sido la envidia de muchas mujeres de veinte. Se notaba que hacía mucho ejercicio, sus formas eran voluminosas pero no en exceso, no tenía grasa ni flaccidez. Volví a acercarme a ella, la besé con pasión y tomándola de la mano la conduje hasta el baño y nos metimos juntos bajo el agua. Fue un placer extraordinario manosear aquella escultura con las manos llenas de jabón, meter mi mano entre sus piernas y enjabonar su sexo para luego alcanzar su trasero y aplicarle el mismo tratamiento. Ella hizo lo mismo conmigo y cuando se arrodilló para enjabonar mi polla, yo apunté el chorro de agua sobre mi erección, le quité el jabón y tomándola por los cabellos, se la metí en su boca hasta que sus labios tocaron la base.
Paula hizo arcadas pero no soltó su presa, se mantuvo firme soportando mis embestidas y succionando como una aspiradora mientras su lengua azotaba mi glande hasta que me vacié en su boca y sobre su cara. Ella esperó hasta que yo terminara y entonces frotó el semen sobre sus hermosas facciones y tragó el resto, volvió a engullir mi polla y estuvo chupando y lamiendo hasta que me dejó totalmente en reposo. Nos secamos y nos tendimos en la cama a fumar sendos cigarrillos.
– ¡Eres un animal salvaje Jaime, y me fascina, me vas a volver adicta a ti, y a esa polla tan viciosa que tienes!
– Eso es exactamente lo que quiero, así el cornudo de tu marido puede seguir viajando y revolcándose con cuanta puta encuentre en su camino, y mientras tanto yo disfruto con este putón que tiene por mujer.

– ¿Cómo sabes que mi marido está de viaje?
– ¡Tiene que ser así! Solo a un tipejo como él se le ocurre irse de viaje y dejar a una hembra tan atractiva y ardiente como tú en esa soledad a la que te tiene acostumbrada.
– Eres un hombre increíble, no solo me hiciste sentir mujer otra vez desde que me hablaste en la calle, me has follado como jamás lo había hecho mi marido y encima adivinas mi vida como si me conocieras de años, y ahora que lo mencionaste, tienes razón, es un tremendo cornudo, jamás me había pasado por la mente ponerle los cuernos, pero eso se acabó hoy y fue gracias a ti.
Paula hablaba y mi excitación aumentaba, hasta que ella lo notó.
– ¡Tu no te cansas, pero me alegro, por fin me vas a follar en la cama!

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La hice rodar sobre mí mientras nuestras bocas se unían en un beso muy apasionado y apenas quedamos enfrentados, separó sus piernas y me recibió en su tibia intimidad.
Me hundí en su carne hasta lo más profundo y comenzamos a batallar con la misma fogosidad de antes pero esa vez la dejé que acabara hasta que me rogó que la dejara descansar, entonces acabé una vez más y nos quedamos dormidos por espacio de unas tres horas.
Besos, Charo y en una próxima carta te contaré el final de esta caliente historia.

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