Relato erótico

Lo que no ocurre en años

Charo
25 de marzo del 2019

Hacía muchos años que no se veían y su encuentro en el centro comercial fue muy emotivo. Tomaron café, hablaron y se les hizo tarde. El novio de su amiga llamó y quedaron que iría con ellas y las invitaba a cenar.

Teresa – MADRID
Uno de esos días caminaba por la calle de una zona comercial, miraba los escaparates y distraída estaba, cuando una voz femenina me gritó:
– ¿Teresa?
Al girarme grande fue mi sorpresa al encontrar a Carmen, amiga de la infancia y compañera de innumerables travesuras juveniles. Después del abrazo y los besos obligados, nos dirigimos a un café y entablamos agradable conversación sobre nuestras vidas, contándome ella que se había divorciado hacía dos años y que ahora tenía un novio al que quería mucho. Carmen, en sus treinta igual que yo, tenía un aspecto muy agradable, y por como vestía se veía que la vida le sonreía. Pasamos en el café horas recordando viejos tiempos y sin darnos cuenta se nos hizo de noche.
En este momento, su móvil sonó resultando ser su novio que, inquieto por la tardanza de Carmen y ella le dijo que porque no se acercaba donde estábamos nosotras. Seguimos charlando los tres y observándolo, me di cuenta de que era un hombre pasional y muy sensual.
Cuando oscureció, Jorge nos invitó a cenar y fuimos a un restaurante muy bonito y agradable y él, como hombre de mundo, nos ayudó a elegir y por supuesto pidió una botella de buen vino y así la charla transcurrió entre risa y risa y entre copa y copa, y después de beber, creo la tercera botella de vino, empecé a sentir cada vez más insistentemente la mirada de Jorge que, ya para entonces hacía comentarios finos, pero halagándome.
Carmen no se si se dio cuenta en ese momento, pero me sentía por un lado preocupada por ella y por el otro realmente halagada.
Después de unas cuantas copas, Carmen se levantó de la mesa y al regresar, a los pocos minutos, solo dijo:
– ¡Listo! Tomás nos esperará en el bar – y luego ella, codeándome, me susurró al oído – ¡Que suertuda eres!
Tomás, que ciertamente era muy atractivo, se unió a nosotros y Jorge poco a poco fue encaminando la conversación para que Carmen hablara con Tomás y Jorge tener más libertad de acapararme. Después Jorge me confesó que se había dado cuenta que Tomás no le era indiferente a Carmen. Así todos estaban a gusto, Jorge me invitó a bailar y permitió que Tomás hiciera lo mismo con Carmen.
Como era de suponerse, Jorge no permitió que me retirara e insistió en que fuéramos a su casa, yo solo me giré para mirar a Carmen, la cual asintió con la cabeza y así fue como fuimos a su casa.

Al llegar siguieron las copas de vino y creo todos ya estábamos bastante relajados, y atinadamente Jorge seleccionó música y adecuó el tono de la luz.
Y así las cosas se empezaron a tornar más calientes entre preguntas y castigos hubo un entendimiento general. Jorge entonces sugirió, después de una breve charla con Carmen en la cocina, que cambiáramos de juego ahora sería póquer de prendas. Guau… mi hormona se disparó. Y así empezamos, cada prenda que me quitaba me excitaba más y más y por fortuna las mujeres empezamos a perder hasta que nos dejaron desnudas. Algo que diré es que cuando me desnudo y alguien no muy conocido me mira, mis pezones se ponen tiesos.
Seguimos con el jueguecito hasta que Tomás dijo:
– Bueno ya, dejémonos de tonterías y vamos al grano.
Se hizo un silencio momentáneo, Jorge de repente se giró hacia mí y me enganchó en un beso profundo, posando sus manos en mis pechos, empezándome a recorrer el torso y las piernas. Ni lenta ni perezosa respondí a las caricias, aunque de reojo vi que Carmen y Tomás se enfrascaban también en un abrazo apasionado.
Jorge recorría con maestría mis tetas, mis hombros, bajaba a mis piernas y metía sus manos entre mis muslos hasta llegar a mí ya, mojado coño. Sus dedos frotaban hábilmente mi clítoris, lo que me causaba mucho placer, a tal punto que abrí mis piernas para permitirle hacer uso de sus dedos a su antojo. Pronto hube de bajar mi mano a su viril y tieso miembro recorriéndolo desde los huevos hasta la punta en augurio a lo que le propinaría más tarde. Jorge, con una mano, alcanzó la cabeza de Carmen y la presionó obligándola a tragar más de la verga de Tomás en su mamada. Todo esto lo veía de reojo sin desatender ni por un instante la verga de Jorge. Empecé entonces yo también a mamar con fuerza arrancando múltiples gemidos de Jorge que aunados a los chasquidos de su verga en mi boca se unieron en una sinfonía de pasión y sexo.

Lo llevé casi a la eyaculación y sentí claramente como su miembro se hinchaba, pero no quería eso, yo necesitaba sentirme penetrada.
Me retiré entonces de su verga y apreté fuertemente deteniendo su eyaculación, método que aprendí en mis experiencias, le retuve la pasión sin dejarlo eyacular, pero suavemente se lo seguí mamando, hasta calmarlo. Carmen seguía en su loca mamada, hasta que le grité:
– ¡Espera, gocemos a estos machos!
El espectáculo era increíble, dos vergas endurecidas y deseando follarnos. Yo, me levanté, tomé una almohada y me acerqué a la mesa que estaba cerca, tiré esa almohada y me recliné, ofreciéndole a Jorge mis nalgas, mi coño y mi culo. Él, ni lento ni perezoso, me montó desde atrás, me acercó su verga y me penetró.
Al principio no atinó en mi coño, pero había tanto jugo que su verga finalmente encontró mi raja, proporcionándome un placer inigualable, su cabezota me entró toda. ¡Que gusto…! pensaba, mientras me penetraba, la metía toda de golpe y la sacaba lentamente haciéndome sentir todo el tamaño de su miembro. Con sus dos manos alcanzaba cada una de mis tetas, frotándolas circularmente y en momentos pellizcando suavemente mis pezones, que para ese momento seguían totalmente erectos por todo el placer que sentía.
Yo, con mis brazos extendidos, me entregaba a Jorge y lo único que atinaba a hacer era gemir a cada arremetida de ese macho.
– ¡Aaaah… áaaaah…!
Mis propios gemidos me excitaban aún más, y creo que a Jorge también. Para entonces, Carmen había sido llevada a la habitación y se encontraba tirada de espaldas en la cama, con las piernas totalmente abiertas y apoyadas en los hombros de Tomás recibiendo todo el miembro del chico en una alocada follada. Nuestros gemidos se unían nuevamente en una sinfonía de placer y lujuria. Después de un rato de recibir tanta verga, Jorge me la sacó arrancándome un nuevo y largo gemido, me cogió de la mano dirigiéndome a la cama, me recostó junto a Carmen, me abrió las piernas, las posó en sus hombros y metió nuevamente su verga en mi coño, como imitando el acto de su mujer y de su amigo.

Observé como él miraba, con lujuria desmedida, la forma en que Tomás se follaba a su mujer lo que causó que su ya gran verga se hinchara aún más. Es sumamente placentero sentir como la verga de un macho se hincha dentro de ti. En eso Tomás dijo:
– ¡Hagámoslas gozar más!
Levantó a Carmen y la empinó a la orilla de la cama poseyéndola en la posición del perrito, lo que Jorge, rápidamente, imitó, colocándome en la orilla opuesta de la cama y dejándonos a Carmen y a mí frente a frente.
– ¡Besaros putas, probad lo hermoso que es hacerlo entre mujeres!
Carmen y yo, sin pensarlo ni un segundo, unimos nuestras bocas en un beso apasionado. Jorge entonces dijo:
– Sí, que se besen, pero que prueben ambas el sabor de nuestras vergas.
Entonces ambos se sentaron en la orilla de la cama y nos arrodillaron para que les mamáramos sus jugosas vergas. Cuando llenamos nuestras bocas con los jugos lubricantes de sus vergas, nuevamente nos volvieron a la posición de cuatro y entonces Tomás apoyó su polla en el agujero del culo de Carmen, la cual lanzó un largo gemido por el dolor que le causaba tener la verga de Tomás penetrándole su estrecho agujero. Mientras veíamos como Tomás le hundía la verga a Carmen, frente a ellos estábamos Jorge y yo tocándonos.
Cuando Carmen pudo aceptar la verga de Tomás él, teniéndola bien asentada, cogió sus piernas y las abrió frente a Jorge, diciéndole:
– ¡Cúmplele la fantasía a la guarra de tu mujer!
Jorge entonces acercó su verga e inició la penetración en el coño de mi amiga. Carmen se convulsionaba por el placer que le causaban las dos pollas. Sus ojos a momentos se ponían en blanco y sus gemidos se volvieron gritos diciendo que quería más y más, que no pararan.
Pasó el tiempo y Carmen gozó lo suyo y llegó mi vez. Cuando Jorge y Tomás parecieron hartos de Carmen y como si se hubieran puesto de acuerdo, le sacaron las polla casi al mismo tiempo y giraron sus ojos hacia mí. Yo solo veía el culo de Carmen rosado y abierto y oía a mi amiga bramar y bramar. Ambos me miraron a los ojos y sin decir nada se me colocaron uno por detrás y otro por delante, Jorge se situó en mi coño y Tomás metía su verga en mi boca. Así empezaron a usarme sin contemplaciones, sus acciones eran un tanto salvajes, lo cual yo disfrutaba al máximo, pues tener dos machos como esos era sensacional. Así me salía lo puta que soy.
En verdad digo que traté de complacerlos a los dos, a uno le apretaba la polla con el coño y al otro se la mamaba con tal pasión que no resistió mucho, llegando al punto en que Tomás lanzó toda su leche en mi boca, casi ahogándome, pero como buena hembra aguanté y se la chupé hasta sacarle la última gota de semen tibio, pues algo que me gusta es tener esta leche en mi boca, y yo también gozaba como una loca.
Jorge seguía su metisaca y no tardó mucho en llenarme el coño de semen calentito al ver como Tomás se corría en mi boca.

Los aaah… y los oooh… estaban a la orden del día y cuando me corría, Carmen estaba tirada sin decir palabra y solo sus ojos se giraban para mirar a ver a su marido y a su amante llenarme de leche. Poco tiempo pasó hasta que ambos dejaron de usarme, se relajaron y los cuatro quedamos sin hablar y perdidos en el descanso.
Ya era de mañana y la luz penetraba por las ventanas, quedamos los cuatro sin aliento y nos dormimos.
Besos y hasta otra.

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