Relato erótico

Lo pude comprobar

Charo
9 de abril del 2019

Quiere mucho a su novia y lo tiene loquito pero, cree que le es infiel. Su mejor amiga y según su novia es un poco zorrona. Aquella noche pudo comprobar cosas que le sorprendieron.

Ángel – SEVILLA
Mi novia, siempre ha sido un poquitín coqueta con los hombres, tiene 26 años, yo 30 y llevamos juntos varios años. Al principio me costó un poco acostumbrarme a ello. Desde que la conozco, le ha gustado vestirse de forma tal que pudiera mostrar su cuerpo. Tiene el cabello oscuro, ojos café claro, unas tetas muy grandes y firmes, un estómago plano marcando los abdominales, piernas largas y un culo levantado y redondo.
Es simpática, conversadora, hablando sin tapujo alguno pero siempre con la verdad.
Pero resulta que yo siempre sospeché que ella me engañaba en cuanto se le presentaba la oportunidad. No por maldad, sino porque como ya dije, siempre calentando a los demás, es una cachonda de primera. Siempre ha sido la que toma la iniciativa. Muchas veces al dejarla en su casa después de alguna cita, ella simplemente se ponía a cuatro patas, y me pedía que se lo hiciera como a una perra. Si yo no me corría dentro de ella se arrodillaba y me hacía una mamada.
Su nombre es Conchita, y su mejor amiga, de la cual es inseparable, se llama Rosa. Siempre miré a Rosa con ojos de deseo, ya que tiene unas tetas aún más tremendas que las de mi chica, una cinturita minúscula y un culito salido y redondito como el de mi novia. Es rubia, alta y muy bonita. Es el prototipo de una actriz porno, con una cara de caliente, increíble.
Claro que Conchita, entre risas, más de alguna vez se molestó porque miraba tanto a su amiga, diciéndome que no solo parecía una puta si no que se comportaba como tal, cuando por las noches salían juntas y se ligaba a algún tipo. Conchita es una esponja al momento de beber, y eso la desinhibe aun más, se pone a tope con el que tenga al frente.
Un día salimos a una fiesta los tres y un amigo de Rosa. Al llegar a la disco bailamos, conversamos y bebimos bastante hasta que Rosa y su amigo se separaron de nosotros, diciendo que iban a dar una vuelta.
Obviamente irían al patio trasero que tenía el local, el cual era bastante grande y poco iluminado. Este local era la típica casona de principios del siglo pasado con bastante terreno.
Al cabo de largos minutos, vuelve Rosa sola, le dice algo a mi novia (yo no alcancé a oír por la música) y ambas se ríen con ganas. En ese momento ya estábamos todos un poco borrachos. La cerveza ya estaba haciendo su efecto y Conchita me dijo que iba al baño. Rosa se quedó conmigo conversando.

Así estuvimos un buen rato y me percaté de que mi novia tardaba mucho en volver. Al mirar mi reloj, me sorprendí de que ya había pasado más de media hora y no tenía noticias de ella.
Rosa me dijo que estuviera tranquilo, ya que así eran las mujeres. Pero después de un momento me empecé a inquietar y fui a buscarla. Rosa me siguió insistiendo que se habría entretenido por ahí. Llegamos al baño y esperé largo rato a ver si salía. Como no lo hacía, me asomé y al ver que no había nadie entré, fue inútil, no la encontré.
Al salir, noté a Rosa un poco nerviosa, me dijo que fuéramos a la mesa para ver si había regresado. Pero yo sabía bien que entre las dos se tapaban las espaldas, así que disimuladamente empecé a recorrer el local. Al no encontrarla, y con la confusión que me provocaba el alcohol se me ocurrió preguntar.
– ¿Y tu amigo donde está?, le dije a Rosa.
– Ha encontrado unos amigos y dijo que iba a pasar un rato con ellos- me dijo como asustada.
Salí al patio trasero del local y busqué a Conchita. Vi a una pareja apoyada en un árbol y bajé el ritmo. Rosa me tironeaba ya casi sin esperanzas de hacerme cambiar de opinión y al acercarme aun más, reconocí a su amigo con una chica a la cual le metía mano por debajo de la falda y le chupaba las tetas ya desnudas. Y me quedé helado. La chica con la que estaba era mi novia. Me quedé sin aliento y Rosa a mi lado estaba callada haciéndose la sorprendida.
Estaban como a unos cinco metros de distancia y no habían notado nuestra presencia aún. Los dos gemían y se besaban como locos. Yo lo oía todo, sus palabras, los ruidos de sus lenguas, sus quejidos, todo.
Poco a poco fui reaccionando y asumiendo lo real de la situación. De pronto mi novia se despegó del tipo y se arrodilló ante él, le bajó el pantalón, sacó su verga y justo antes de metérsela en la boca, nos vio a los dos.
Se quedó sorprendida por un par de segundos, sorprendida primero y luego con cara de odio, especialmente hacia mí, como diciéndome maldito entrometido. Y por despecho hacia mi, le empezó a mamar la verga al tipo de una forma que jamás había hecho conmigo.

La mamaba y gemía como queriendo castigarme. Las pocas veces que me miraba lo hacía con una cara de caliente que jamás le había visto. Se la tragaba toda. La mordía, le chupaba los testículos como si su vida dependiera de ello.
Después de un rato, ella se paró y le pidió al tipo que la penetrara. Se levantó la minifalda, corrió su tanga y empezó a moverse como una verdadera puta. Rosa a mi lado miraba haciéndose la inocente, pero noté que ella estaba calentándose con el espectáculo, al mismo tiempo se compadecía de mí.
Ellos estaban en un árbol, el tipo de espaldas al tronco y ella dándole la espalda, él le amasaba las tetas y mordía su cuello. Mi novia me miraba y gritaba fuerte para que la oyera. Algo en su mirada había, algo que me hizo sentir distinto, una mezcla entre odio y calentura. Jamás había visto un espectáculo así y menos aun a mi novia, clavada hasta los testículos y con cara de puta, esto me hizo a provocar una erección. Al rato, cambiaron de lugar. Ella se separó del tipo, se apoyó contra el árbol y le dijo bien fuerte que le diera por atrás mientras me dirigía una mirada que no sabría como describir. Me impactó, ya que a mi pocas veces me dejaba metérsela por ahí.
En su cara vi que al principio fue más dolor que placer. Estaba claro que lo hacía para darme celos y ponerme en mi lugar por ser tan entrometido. Le dolía pero actuaba bien y el tipo estaba fascinado, pero rápidamente la cara de mi novia empezó a cambiar. Ya no era dolor en absoluto. Era un gozo enorme y empezó a masturbarse con una mano mientras mordía y relamía sus labios. Con la otra apretaba sus pezones mientras apoyaba la espalda en el tronco del árbol.
Sus quejidos aumentaron y empezó a gritar. Era obvio que estaba llegando al éxtasis. Fue un orgasmo prolongado que duró un largo rato mientras el tipo seguía dándole por atrás. Cuando él ya estaba por acabar, mi novia le pidió que lo hiciera sobre su ano. El tipo la sacó del cuerpo de ella y se empezó a masturbar para poder acabar. Su semen inundó sobre los dos agujeros y empapó su tanga.
Mi novia se arrodilló, se la mamó hasta dejarle la cabezota brillante, se incorporó y le dio un beso, luego comenzó a arreglar su vestimenta mientras el tipo subía sus pantalones. Mi novia se limpió la boca, se arregló el cabello, bajó su blusa, acomodó sus tetas y tiró su minifalda. No se preocupó de limpiarse el semen con el que seguramente quedó toda empapada.

El tipo le dijo lo espectacular que estuvo y ella se rió. Se cogieron de la mano y entraron juntos al local. Debo admitir que para entonces, más que caliente, estaba muy sorprendido, ya que jamás vi a nadie comportarse con tanto puterio.
Rosa me miró sonriéndome y me dijo que ella lo había disfrutado como nunca, ya que antes Conchita no había sido ni tan puta, ni tan descarada.
– ¿Otras veces? – le pregunté.
Y ahí me empecé a enterar por boca de Rosa que esta no era la primera vez que me ponía los cuernos, me enteré que era “adicta” a ese tipo de aventuras. Le gustaba salir, conocer tipos y servírselos así, sin ningún remordimiento ni drama. Me contó varias aventuras propias. Incluso que una vez ella se la había mamado a dos tipos al mismo tiempo para que las invitaran a cenar y otras cosas. Estuvimos así una media hora y sus relatos me calentaban de una manera increíble. Eso me hizo darme cuenta de lo puta que era también Rosa. Créanlo o no, tanto o más puta que mi novia.
Regresamos a la mesa y ahí estaban los dos conversando como si nada. Mi novia era la misma de siempre. Nos preguntó donde habíamos estado, mientras se reía inocentemente. Al cabo de un rato nos levantamos para irnos. Yo no le dije nada al tipo, pero me quedaron dando vueltas en la cabeza las historias que me contó Rosa y él no tenía ninguna culpa.
Al salir a la calle Rosa se despidió de su amigo diciéndole que se iba con nosotros. Conchita hizo lo mismo pero le dio un beso muy apretado a lo que el tipo quedó un poco descolocado ya que estaban frente a mí. Sin más, el tipo se fue y nosotros nos dirigimos al coche. No le dije nada a mi novia. Ni una palabra. Ella iba conversando con Rosa contándole cada detalle de lo que había pasado, como si yo no estuviera escuchando y como si ella no nos hubiera visto. Oír de boca de mi novia el relato de lo que personalmente vi y oí me dejó a mil.
Al llegar a casa de Rosa, que vive sola, nos preguntó si queríamos pasar y tomar un último trago. Mi novia aceptó de inmediato pero yo tardé en responder. Mientras nos dirigíamos a la puerta, mi novia me cogió de una mano, me detuvo y me besó apasionadamente, luego dirigió mi mano a su coño, me guiñó un ojo y entramos. Nos sentamos en el salón y Rosa nos sirvió una copa.

Yo quedé sentado en un sillón y Rosa y Conchita en otro más grande que estaba frente a mí y algo le dijo Rosa a mi novia en el oído para que yo no lo oyera. Mi novia se rió, tal como lo hizo en la fiesta en que Rosa le había hablado de igual manera.
– ¿Así que te gustó lo que viste, Ángel? – me preguntó Rosa entre risitas.
– Sería estúpido negarlo, ¿no crees? – contesté – Y después de todos estos años, me acabo de enterar de lo puta que eres – añadí.
– ¿Acaso no te gustó verme en acción, mi amor? – me preguntó ahora mi novia con una sonrisa burlona, añadiendo también – ¿Acaso no te han gustado las historias que te ha contado Rosa sobre nuestras aventuras? ¿No disfrutaste viendo como me tocaba y apretaba, como yo se la chupaba y como me lo hacía por el culito?
Entonces empezó a detallar los detalles y a tocarse mientras lo hacía. Aún estaba muy caliente.
– A mi no me tocó nada más que hacerle una mamada a Jorge antes de ir a buscarte, pero he quedado con las ganas de follármelo – le dijo Rosa a mi novia.
– De todos los chicos que me he follado en mi vida y que me han chupado el coño, Ángel lleva la delantera en esto – afirmó mi novia sin parar de tocarse y añadiendo – ¿Quieres probar su lengua?
Rosa, sin decir nada abrió las piernas y levantó su falda dejando al descubierto su depilado chochito. Al verla quedé perplejo. Se lo acariciaba con una mano mientras con la otra se sacaba las tetas y se apretaba los pezones. Simplemente era increíble ver esa zorrita tan perfecta y ya mojada pero aún más era ver su cara de puta mientras se mordía los labios y me invitaba a lamerla entera. Me arrodillé frente a ella y puse mi cabeza entre sus piernas. En eso Rosa las abrió más y puso los pies sobre el sofá dejando su coño a mi absoluta merced. Empecé a lamerle y sentí su gustito salado pero con un toque dulce, y su olor suave y penetrante.
Me dediqué a esto durante un buen rato mientras ella se acariciaba las tetas y mi novia hacía lo mismo con las suyas y se masturbaba. El clítoris de Rosa era enorme. Gordito, rosado… Se lo chupé, ya que me excitó más de la cuenta pues jamás me había topado con un clítoris como ese. Se lo lamí, chupé, mordí… Ella estaba como loca, gemía y no podía creer el placer que le estaba dando. Al rato la levanté un poco tomándola del culo y empecé a lamerle el ano alternándolo con su chocho y así fue aumentando su placer hasta que me empujó y caí de espaldas. Se deshizo de su ropa y se sentó en mi cara para que pudiera chuparla mejor.

Mientras lo hacía desabrochó mis jeans y sacó mi verga, la cual empezó a acariciar para luego mamármela de una manera que jamás creí posible.
Bueno, queridos amigos, lo que sigue ya te lo contaré en una próxima carta.

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