Relato erótico

Lo programé bien

Charo
26 de julio del 2020

La visita, de un amigo de la infancia de su suegro, puso en marcha una fantasía. Aunque ya habían practicado algún trío, el montárselo con este hombre maduro, le puso a cien.

Ramiro – Orense
Somos de nuevo Ana y Ramiro, que pasamos a contarte una nueva experiencia vivida hace unos días con un hombre maduro, amigo del padre de mi mujer y al que siempre ha llamado tío.
Habíamos recibido de Alfonso, que así se llama, una llamada telefónica diciéndonos que el próximo sábado vendría a vernos.
El hombre tiene 55 años, moreno, delgado, divorciado hace ya bastantes años, sin pareja formal y vive solo.
Yo, pensando en lo que podría hacer mi mujer con él, me cambié de turno con un compañero, por lo que el sábado tendría que trabajar por la noche, a sabiendas de que mi mujer se quedaría a solas con Alfonso.
Alfonso se presentó en mi casa el sábado sobre las once de la mañana, nos saludamos y mi mujer, solamente con un camisón pero sin bragas como siempre, le dio dos besos y luego se fue a preparar la comida, observando yo como Alfonso le miraba el culo ya que se le notaba perfectamente que no llevaba bragas. Yo le miré la bragueta y comprobé que ya se la había puesto un gran bulto. Era su polla en su máxima erección.
Nos sentamos los tres en la mesa, hablando de la familia y de cosas sin trascendencia y una vez terminada la comida tomamos una copa y luego mi mujer dijo de salir a dar una vuelta. Yo entré en mi habitación para cambiarme mientras mi mujer pasaba al baño para lavarse su peludo coño, pero dejó, por descuido o no, la puerta entreabierta y pude observar desde mi habitación como Alfonso la miraba a través de la rendija de la puerta viendo como ella, toda espatarrada, se lavaba el chocho mientras él se tocaba la polla por encima del pantalón, lo que me hizo poner aún más cachondo.
Cuando Ana salió del baño, pasó a nuestro dormitorio, se vistió y salimos los tres a la calle. De regreso a casa, sobre las ocho, le dije a Alfonso:
– Esta noche tengo que trabajar, espero que cuides muy bien mi mujer.
Ana se sonrojó un poco e hizo como que no me había oído. Pero Alfonso me contestó diciendo:
– ¿Cómo es posible? Vengo a veros y tienes que trabajar esta noche.
– Anda, que eso no tiene importancia – le dije – Además no creo que ocurra nada.
– ¡Que más quisiera yo! – contestó sonriendo.
Mi mujer, que se había puesto su camisón medio transparente y de nuevo sin bragas le dijo:

– Alfonso, ponte cómodo y como Ramiro se tiene que ir a trabajar, después de cenar veremos la tele hasta que tengamos sueño y nos vayamos a dormir, hasta mañana que llegue mi marido.
Sobre las ocho y media nueve y media de la noche me despedí de Alfonso, que ya se había colocado uno de mis pijamas. Ya en el rellano de la escalera me despedí de mi mujer dándole un beso en la boca y tocándole su peludo coño por encima del camisón, le dije:
– Buenas noches y que te lo pases bien.
– No seas tonto – me contestó con una sonrisa – ¿No ves que es mi tío? Además no me atrevo a insinuarle nada, no quiero que me de un corte.
– Venga y mañana por la mañana, cuando llegue a casa, me lo cuentas y nos corremos como nunca – le insistí dándole otro beso en los morros y marchándome.
Sobre las once de la noche llamé a mi mujer al móvil y le pregunté:
– ¿Qué tal, como estáis… y Alfonso qué hace?
– Pues nada, aquí estamos los dos viendo la tele – me contestó.
– Ana, no seas tonta -le insistí entonces- Disfruta esta noche de una buena polla llena de leche.
Yo me tiré toda la noche en el trabajo, pensando en que estarían haciendo, si Alfonso ya se habría follado a mi mujer, si ella le había hecho una mamada, etc, etc. Estaba como loco porque llegaran las seis de la mañana para acabar mi trabajo y llegar a casa.
Serían las seis y media de la mañana cuando llegué a casa, entré sin hacer ruido, observé a Alfonso en su habitación durmiendo y a mi mujer en nuestro dormitorio, también dormida, me quité la ropa y cuando me iba a acostar me di cuenta de que la cama estaba totalmente desecha, mi mujer con el camisón hasta la cintura y su culo muy caliente. Entonces le toqué el coño y lo tenía muy mojado, la polla se me puso como un bastón.
– Ramiro – me dijo ella despertándose entonces y girándose – espero que no te enfades, pero hacía muchísimo tiempo que no me comía una polla como la de Alfonso, no te puedes imaginar lo gorda que la tiene y la cantidad de leche que ha descargado sobre mis tetas pues me ha dicho que llevaba más de dos meses que no follaba y no se ha podido aguantar. Después me ha pedido perdón.-
– Pero cuéntame como ha pasado todo – le insistí a mi mujer.
Ella, en voz baja, empezó a contármelo. Me dijo que cuando llamé a las once al móvil, le estaba comiendo el coño en el sofá, ella tumbada y espatarrada, y que antes de colgar, Alfonso ya se había corrido en sus tetas y que ella también se corrió en su boca, que después se fueron a nuestro dormitorio y que intentó follársela por el culo pero que no pudo ser ya que a ella le dolía mucho por el tamaño de aquella verga.

Entonces se la folló por el coño diciéndome ella que a él le gustan las mujeres con mucho pelo en el chocho, igual que a mi. Siguió diciendo que habían estado follando toda la noche, que de vez en cuando él le comía el coño y ella le mamaba la polla y que hacia poco rato que él se había marchado a su habitación.
Yo no pude aguantarme más con lo que me estaba contando y le dije que me la chupara igual que había hecho con su tío. Me cogió la polla y me la empezó a chupar al mismo tiempo que y, en la posición del 69, le comía el coño, que aún olía a leche de macho.
Con todo lo que me había contado no tardé casi nada en correrme en su boca mientras ella me la seguía chupando hasta que, de repente, una mano se metió entre mi boca y su coño, pues yo también seguía comiéndomelo con afán. Era la mano de Alfonso que había venido a nuestro dormitorio y como yo ya me había corrido, él le metió su gorda verga en la boca y ella continuó chupando hasta que se le puso dura como un palo. Al mismo tiempo, le estaba metiendo los dedos en el coño de mi mujer.
Con la llegada del día aún me daba más morbo ver a mi mujer con un pollón casi el doble que el mío, dentro de su boca y en su coño entrando y saliendo los dedos de Alfonso. Entonces no pude más y les dije a los dos:
– Habéis disfrutado bastante esta noche entre folladas y chupadas pero ahora vamos a ser tres.
Sin pensármelo, aparté la mano de Alfonso del coño de mi mujer y le metí la lengua todo lo que pude mientras ella se la chupaba a él y a mi me la estaba meneando. Estuvimos así hasta que al poco tiempo me volví a correr pero esta vez en los pelos de su coño. Alfonso también se corrió en la cara de su sobrina y como estábamos cansados, ellos de follar toda la noche y yo de trabajar. Nos quedamos los tres desnudos y dormidos en nuestra cama hasta las dos de la tarde. Al otro día, cuando se marchó Alfonso, sobre las cuatro de la tarde, recordando todo lo sucedido la noche anterior, ella continuó contándome como gemía diciéndole:
– ¡Sí, fóllame Alfonso, fóllame hasta que no puedas más… que polla más grande tienes, es el doble de la de Ramiro… oooh… sí, sigue así, así… que gusto me da tu verga…!.
Y Alfonso, siempre según ella, le respondía diciendo entre suspiros y gemidos:
– ¡Llevo más de dos meses sin follar y te voy a bañar con toda la leche que tengo acumulada en mis huevos! Pienso venir a visitaros cada semana para follarte bien y no voy a parar hasta que te folle por el culo, poniéndote toda la vaselina que haga falta, porque tienes el culo más bonito del mundo.

Mi mujer le ofrecía su culo pero solamente le dejaba que metiera la punta de la lengua en el agujero, cosa que le gusta mucho a ella.
En la actualidad llevo ya varios días empezando por chuparle el agujero del culo para acostumbrárselo a la futura enculada y a los pocos minutos ya estamos follando como locos, pero pensando en la próxima visita de Alfonso, visita que deseamos no se haga esperar.
Un beso de los tres.

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