Relato erótico

Lo nunca esperado

Charo
3 de febrero del 2019

Cuando fue a pasar el verano a la casa que sus padres tenían en la playa, pudo ver que habían llegado unos nuevos vecinos. Eran una pareja madurita y con mucha marcha.

Manuel – Granada
Hola a todos, mi nombre es Manuel, mido 1,75, soy moreno, delgado, tengo una polla de 14 cm y cuando empezó esta historia tenía 26 años. Veraneaba todos los años en una casa que tenían mis padres en Motril, ellos hacía dos años que no iban por lo que yo disfrutaba de la casa, en su totalidad, para mi solo. La casa estaba solitaria hasta que en el último verano comprobé que habían construido una casa justo en frente de la nuestra. Desde mi habitación, en el segundo piso, podía ver su jardín, su piscina y el interior del comedor.
Allí vivía un matrimonio, Antonio de 55 años, 1,80, moreno y Rosa, de 53, 1,55, rubia, pelo largo, buenas tetas y mejor culo. Apenas nos habíamos cruzado algún saludo en la primera semana que coincidimos, pero todo se precipitó en cuanto llegó el buen tiempo y desde mi ventana los vi salir a la piscina, se desnudaron pudiendo ver el chocho peludo de Rosa, con lo que mi polla se empezó a animar.
Antonio comenzó a sobarle el culo, luego sus manos subieron hasta sus tetas mientras se morreaban sin recatarse lo más mínimo. A estas alturas yo ya me había bajado los slips y me la estaba meneando. Luego se tumbaron en la toalla y empezaron con un espectacular 69. Rosa le comía los 18 cm de polla mientras Antonio hacía lo propio con el chocho de Rosa. En este momento yo me corrí contra la cristalera de la ventana, pero no dejé de mirarlos, aunque abrí una rendija de la cristalera para poder oír lo que decían.
Ella gemía levemente y él exclamaba:
– ¡Que mojada estás!
– ¡Sí, métemela… métemela… aaah… que bien me lo comes… métemela, fóllame…!
Antonio sacó su polla, bien mojada de la boca de Rosa, y se la folló a saco, con unas embestidas brutales. Poco después Rosa comenzó a gritar de placer:
– ¡Me corro… me corro, cabrón… que bien… fóllame… fóllame… aaah… y córrete conmigo, cariño… aaah… me muero…!
Entonces Antonio se corrió en el chocho de Rosa diciendo:
– ¡Oh, me estoy quedando seco… aaah…! – y se quedó con la polla metida en el coño de Rosa mientras se besaban.
Cuando Antonio se salió de su mujer empezó a comerle el chocho chorreando de semen. Esto me sorprendió mucho, un tío comiéndose su propio semen en el coño de su mujer y Rosa no tardó en comenzar a jadear:
– ¡Cariño, me vuelves loca, me vuelvo a correr… oooh… chúpame el coño, chupa tu leche… sí, me corro… me corro… aaah…!.

Antonio le limpió todo el chocho a Rosa y se metieron un buen morreo quedándose tendidos un rato hasta que entraron en la casa. Yo me había corrido otra vez contra la cristalera.
Aquella misma noche los pude observar en su habitación pues no habían apagado la luz y los podía ver claramente, ya que tampoco había corrido la cortina. Rosa estaba abierta de piernas frente a mi ventana y su chocho peludo me puso la polla a cien, y otra paja contra el cristal. Me volvía loco, estaba tan buena, con su culo un poco gordito, unas tetas que botaban mientras Antonio la follaba con fuerza. Y así él se volvió a correr en el chocho de Rosa y otra vez se lo volvió a limpiar de semen. Rosa ponía cara de extasiada. La verdad es que yo también empezaba a desear chupar ese chocho.
A continuación se tumbaron uno junto al otro mientras se sobaban mutuamente y yo fui un momento al baño, pero al regresar me quedé atónito de lo que vi. Antonio estaba contra la cristalera mientras que Rosa le estaba penetrando el culo con un consolador que llevaba puesto. La cara de Antonio era de placer total. Volví a abrir un poco la cristalera y pude oír a Antonio jadear y chillar:
– ¡Venga, fóllame, fóllame, métemela… que gusto me das, que bien me follas!
– ¡Mueve ese culito! ¿Te gusta que te folle el culo, verdad? – le decía Rosa.
A Antonio le estaba follando el culo y se movía por el gusto, y entre enculada y enculada Rosa le acariciaba la polla.
– ¡Me corro, Rosa, me corro! – gritaba Antonio mientras se tendía en la cama y Rosa se lo acababa de follar.
Lo que me sorprendió de todo esto es que mientras Rosa le sobaba la polla a su marido yo empecé a meneármela diciéndome a mi mismo:
– ¡Yo también quiero, yo también quiero!
Mis ojos estaban clavados en la polla de Antonio y cuando él se corrió entre las tetas de Rosa, deseé chupárselas como estaba haciendo Antonio. Cuando apagaron la luz, nos pusimos todos a dormir.
Al día siguiente había quedado en la playa con unos colegas y al salir de casa vi a los vecinos en el jardín. Rosa lleva las tetas al aire y los pezones, que había deseado chupar, me apuntaban a la cara.
– Buenos días Manuel ¿vas a la playa? Nosotros nos quedamos aquí, en la piscina – me dijeron ambos.
Me despedí de ellos imaginando lo que allí iba a ocurrir y cuando volví por la noche, ellos estaban cenando en el jardín.
– ¿Quieres cenar con nosotros? – me dijo Rosa.
Me moría de ganas de hacerlo, pero decliné la oferta pues estaba un poco cansado.
– Bueno, hoy no, pero no te vas a librar de venir un día – añadió Rosa.

Les espié desde mi habitación, a oscuras y con ola cristalera un poco abierta. El espectáculo no tardó en empezar y fue el mismo que la noche anterior. Al día siguiente volví a ir a la playa, había quedado con una amiga y como yo estaba muy salido quería echar un polvo así que me follé a mi amiga Clara en una cala, pero cuando intenté comerle el coño ella se negó en redondo aunque echamos un par de polvos más, pero eso sí, con condón. Luego me tiré toda la semana pajeándome por la noche viendo a Rosa y Antonio follándose como locos y deseando follarme a esa hembra, comerme su coño, correrme en sus tetas, pero a la vez quería que Antonio me follara el culo, quería comerme su polla, quería chuparle el chocho a Rosa bien relleno de semen. La verdad es que yo estaba hecho un lío. Por la mañana me follaba a Clara con locura, pero cuando llegaba la noche me pajeaba mientras me masajeaba el ano.
Todo se precipitó cuando el jueves por la noche llegaron para cenar a casa de los vecinos, Andrés y María, buenos amigos de la pareja. María 43 años, 1,80, delgada, morena, pelo corto, tetitas y Andrés, su marido, 40 años, 1,85, y también delgado. Yo los veía en el comedor como bailaban intercambiados, semidesnudos y como de vez en cuando Rosa y María se morreaban y se frotaban los pezones. Luego se tumbaron en la moqueta boca arriba y abrieron bies las piernas para que Antonio le comiera el coño a María mientras Andrés hacía lo propio con el chocho de Rosa. Al rato los dos hombres se las metieron y empezaron una follada al unísono. Andrés le metía a Rosa un pollón de 20 cm y las tetas de esta bailaban al ritmo de la cabalgada. Antonio hacía lo propio con María y sus pezoncitos, mucho más pequeños que los de Rosa, se movían un poquito.
En cuanto se corrieron en los coños, Antonio y Andrés se dieron un buen morreo sobre ellas y seguidamente procedieron a comerse los chochos de sus mujeres. Era increíble, Antonio le estaba comiendo el chocho a Rosa, un chocho mojado y empapado con el semen de Andrés y Andrés hacía lo mismo en el coño de María. Todos estaban encantados y yo deseaba haber estado allí. Me eché en la cama y me hice una soberana paja mientras me metía en el culo la punta de una zanahoria pequeña y me la meneaba imaginando que en mi boca tenía el chocho de Rosa mientras en mi culo estaba la polla de Antonio. Me corrí y me quedé tendido un rato en la cama.
Cuando me levanté volví a la ventana y pude ver como Rosa y María estaban en pleno 69 en el comedor. Yo me volvía loco. Quería chupar sus pezones, lamer sus lenguas, follar esos coños que rezumaban placer, pero entonces vi que Antonio estaba haciendo lo propio con Andrés en la cama. Entonces deseé estar allí, chupando sus pollas, morreándome con ellos. Estaban en pleno 69 cuando Andrés se corrió en la boca de Antonio. No cabe decir que el morreo entre ambos fue brutal y una vez más yo deseaba que todo ese semen estuviera en mi boca y que los dos hombres se abalanzaran sobre mí para darme sus lenguas.

Rosa y María habían unido sus coños en una paja bestial, se estaban follando los coños húmedos, se follaban como locas, como perras en celo.
De pronto me di cuenta de que Andrés estaba apoyado en la cristalera mientras que Antonio lo enculaba de pie. La cara de placer de Andrés era increíble. Las envestidas de Antonio se sucedían una tras otra y me quedé observando la polla de Andrés que se movía al vaivén de las embestidas de Antonio. Volví a sacar instintivamente la lengua, quería estar allí de rodillas chupándosela. Al rato Antonio se corrió en el culo de Andrés, que también lo había hecho y luego Andrés y María se fueron y todos nos fuimos a dormir.
Estaba decidido a contarles lo que me pasaba a Antonio y Rosa, pero estos se fueron de excursión durante tres días, tres días que me pasé con Clara, pero el sexo era monótono. Por la noche me masturbaba con un pequeño consolador metido en el culo, no obtenía placer, más bien dolor, pero me producía una gran excitación, pues imaginaba que era la polla de Antonio, incluso cuando me corría pasaba mi dedo por el capullo y me llevaba un poco de semen a la boca. Su sabor me sorprendió aunque la cantidad era poca, pues me entraba algo de vergüenza.
La verdad es que al tercer día estaba bastante avergonzado de lo sucedido hasta la fecha y lo achaqué a un calentón veraniego.
Aquel día, al salir de casa, había quedado con unos amigos para ver el Barça-Madrid en un bar. Llevaba la camiseta del Barça cuando, al abrir la puerta me encontré a Rosa, con una camiseta del Madrid, ceñida, sin sujetador, con sus pezones bien marcados, con su ombligo al aire, con la braguita del bikini más bien diminuta en la que no se le podía esconder toda la mata del chocho.
– Que bien que estés preparado, de esta no te salvas, te vienes a ver el partido a casa, luego cenamos, ha venido mi amiga María, que es del Atlético como tú y su marido, te los presento, te caerán bien – me dijo.
No pude decir que no. Entré en el salón, en el que había visto follar a saco, y allí estaba María, con una camiseta, ceñida y también con la braguita del bikini. Me dio dos besos y me clavó sus pezoncitos en el pecho. Luego me presentaron a Andrés y nos dispusimos a ver el partido.

Pero estoy seguro de que me he alargado demasiado, así que continuaré con mi experiencia en una próxima carta.
Saludos de un lector muy cachondo y hasta muy pronto.

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