Relato erótico

Lo has conseguido, quiero… que me follen

Charo
9 de diciembre del 2019

Es joven, está muy buena y el sexo con su marido es maravilloso. Según ella es un vicioso al que le gusta que la admiren y que la deseen. Aquel día, fueron al cine, por el camino la puso a tono y cuando llegaron, pasó lo que tenía que pasar.

Teresa – TOLEDO

Hola amigos de Clima, me llamo Teresa y he de confesaros que soy una autentica zorra. Estoy a punto de entrar en los servicios de caballeros, situados en los cines de un centro comercial y hasta hoy no podía imaginarme lo que estaba a punto de hacer. Todo se remonta a unas pocas horas antes, mí marido y yo habíamos decidido ir a ver una película de acción, la verdad es que me hacía mucha ilusión, pues hacía mucho tiempo que no salíamos a ningún sitio debido a nuestras obligaciones diarias.

A mis 31 años creo que tengo un cuerpo espectacular, 1,60 de estatura, pelo largo, rubio, hasta media espalda, ojos azules, bonita de cara, tengo esa mirada de chica mala que vuelve loco a los hombres; gasto una 90 de sujetador, mis piernas son sexys, un culo redondito, bien puesto, visto bastante bien aprovechando al máximo el cuerpo que tengo y que a más de uno le gustaría poseer.

Confieso que soy fiel a mi marido aunque en muchas ocasiones hemos fantaseado con hacer un trío con otro tío. A mí me encanta ser una zorra para mi marido, sé que él disfruta con eso, de hecho le he llegado a decir que lo haría por dinero, como una autentica zorra. Cuando tenemos sexo, a mi marido le encanta que me vista como una autentica golfa, entiendo su manera de disfrutar de mí y me gusta complacerle. Me siento sexy cuando me visto para el usando todo tipo de vestidos, zapatos de tacón, minifaldas, tops, corpiños, blusas, etc.

Al principio no entendía porque le gustaba que me pusiera todo tipo de prendas a la hora de follar, porque con él no hago el amor, con el follo, pero mi marido se encargó de explicármelo muy detenidamente y yo lo he comprendido y lo acepto, porque a mí también me gusta su manera de ser, su manera de disfrutar de mí, de poseerme, de amarme, de hacerme sentir la persona más feliz que hay en este mundo.

Como decía antes, hace unas horas estábamos en casa arreglándonos para salir a ver la película y tomar unas copas. De camino al cine y ya en el coche, mi marido comenzó a tocarme y a sobarme el chocho, me había bajado un tirante del top y dejó uno de mis pechos al aire.

Que sensación de libertad, que gusto ver su cara de satisfacción, sé que le volvía loco.

A los pocos minutos llegamos al centro comercial donde estaban situados los cines. Haciendo cola para comprar las entradas, podía sentir como me miraban, como me desnudaban con la mirada. Compramos las entradas y nos dirigimos a la sala, que no estaba muy llena, y nos sentamos en la última fila a disfrutar de la película. Mi marido se sentó a mi izquierda, dejamos los reposabrazos sin bajar para poder estar más libres, la butaca que tenia a la derecha estaba vacía,  hasta que se apagaron las luces, momento en el cual se sentó un chico que debería de rondar nuestra edad.

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Comenzó la película, hacia frío en la sala, la mayoría de las veces se pasan con el aire acondicionado, mis pezones estaban tiesos debido al frío del ambiente, se podían apreciar a través de la tela de mi top. Poco a poco los dedos de mi marido empezaron a realizar su sutil trabajo, despacio y casi rozando mi piel se deslizaban por mi muslo izquierdo deleitándose con cada centímetro de mi piel. El roce me estremecía, era agradable, era un cosquilleo muy sensual. Como ya venía caliente del coche no me costaba nada volver a ponerme a tono, además lo estaba deseando. Continuo con mi brazo, sus dedos hacían una lectura completa de mi piel, me ponía la carne de gallina, siguió subiendo hasta que llegó a mi hombro, sus dedos cogieron el suave tirante de mi top y comenzó a bajármelo lentamente, frenando su caída a solo unos centímetros de mi pezón, me acababa de dejar el pecho izquierdo semidesnudo.

La película estaba interesante, pero la verdad que no le podía prestar demasiada atención; en ese momento los protagonistas comenzaron una escena de sexo, bastante excitante por cierto. Entre la escena de la película y las caricias de mi marido, notaba como mi coño se iba calentando, como se ahogaba en sus fluidos. No llevar bragas es una sensación que me gusta muchísimo, pero de repente creí notar que me tocaban el muslo derecho, me había parecido que me rozaban unos dedos suaves, sería mi imaginación cuando volví a notar como esos dedos rozaban mi muslo derecho.

Me quedé sorprendida, sin saber muy bien qué hacer y a la vez excitada por la sensación de ser tocada por un desconocido. Estaba completamente descolocada y no sabía cómo actuar. ¿Debería de decirle algo al caradura este? Porque eso es lo que era, tenía a mi marido sentado a mi lado izquierdo y el tipejo este va y no se corta tocándome el muslo, además si me marido se entera la que se podría armar, así que tampoco le podía decir nada.

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La película seguía, mi marido seguía tocándome la nuca y el tipo este, al ver que yo no le decía nada, continuó tocándome, esta vez con toda su mano recorriendo todo mi muslo. El corte de mi falda estaba situado precisamente en el lado derecho, así que el individuo lo tenía realmente fácil para tocarme sin problemas. Ambos continuaron con sus caricias y yo no paraba de calentarme, cerré mis ojos y me abandoné al  placer que estaba recibiendo en ese preciso instante y por mi mente empezaron a pasar imágenes en las que veía como me follaban mi marido y aquel tipo, que la verdad sea dicha, me tocaba bastante bien.

Mi marido bajó su mano de nuevo a mi muslo y esta vez sí, subió su mano hasta territorio prohibido, donde le esperaba ansioso mi coño ardiente, lo rozó levemente y gemí tímidamente de gusto, me estremecí, que gustazo abrirse al placer, abandonarse al gusto de lo prohibido, pero tenía que decidir rápidamente si debía decirle a mi marido que un desconocido me estaba tocando mi muslo derecho. Así que le susurré a mi marido:

– Cariño, no quiero que montes un escándalo, ¿me lo prometes?

– Sí, ¿por qué?

El tipo este que tengo al lado me está tocando el muslo, no te he dicho nada porque quiero tener la noche en paz.

– Lo sé, ¿crees que no me he dado cuenta?

Me quedé sin habla, no podía creer que mi marido estuviera consintiendo que un desconocido me estuviese tocando.

– ¿Te gusta? – me preguntó expectante.

– ¡Vámonos de aquí, no puedo creer que no te importe! – le dije enfadada.

– ¡Quieta, de aquí no nos vamos! Sé que te gusta que un desconocido te toque porque además has tardado un buen rato en decirme lo que pasaba, te he tocado el coño y lo tienes mojado y caliente, tanto que casi me quemo los dedos, zorra.

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Tenía razón, tenía el coño ardiendo y sus palabras me estaban poniendo a cien.

– Entonces… ¿qué quieres que haga? – le pregunté.

– Pega tu pierna derecha a la suya, igual que has hecho con la mía, abriéndote todo lo que puedas, te voy a seguir tocando tu coño caliente y quiero que gimas, que disfrutes, que se de cuenta de que estás receptiva.

Sin poder evitarlo, seguí sus órdenes, tenía mi pierna izquierda pegada a la pierna de mi marido y suavemente pegué mi pierna derecha a la de aquel desconocido, se la pegué bien. Mi marido volvió a subir su mano por mi muslo hasta que llegó a mi sexo bajo aquella corta falda y comenzó a tocarme el coño. No podía evitar gemir, exclamar de placer, tenía que hacerlo de tal forma que solamente ellos lo oyeran y vaya si lo oyeron.

– ¡Eso es… así… que caliente estás… tienes que conseguir que el tipo este te toque el coño, vamos nena, sé que puedes hacerlo!

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Mi marido dejó de tocarme el coño y sacó su mano de debajo de mi corta falda para a continuación coger el tirante derecho de mi top y dejarlo caer suavemente. Ahora tenía los dos pechos semidesnudos, más desnudos que otra cosa, diría yo.

Comencé a mover despacio mi pierna derecha, de arriba abajo, de abajo a arriba, rozándola con la de aquel tipo, le estaba invitando a participar. No tardó su respuesta y su mano fue directamente de mi muslo a mi coño, al tener el corte de la falda en su lado, lo tenía muy fácil el cabrón. Sus dedos se deslizaban por mi cálido sexo y sin poder evitarlo, me contorneaba llena de placer, me retorcía en mi butaca llena de gusto. Aquel individuo cogió mi mano derecha y me la colocó en su paquete y pude notar que estaba bien dotado, la tenia grande, tenía el pantalón desabrochado por lo que le metí mi mano por dentro y para mi sorpresa, no llevaba ropa interior así que, directamente sentí el calor de su polla en mi mano. Notaba que estaba depilado, no tenía bello, empecé a meneársela y él se retorcía de gusto en su butaca.

No podía dejar a mi marido sin el placer de mi mano, así que, le desabroché el pantalón, mi marido tampoco llevaba ropa interior y siempre tiene su polla bien depilada, cogí su polla y empecé a meneársela. Mi marido comenzó a acariciar mis tetas con su mano mientras aquel desconocido daba gusto a mi coño con sus dedos.

– ¿Quieres follar, puta? – me preguntó aquel desconocido.

¡Sí, tengo ganas de sentirla! – le contesté como pude.

– ¡Pues te espero abajo en los servicios de caballeros!

Dejó de tocarme el coño, suavemente apartó mi mano de su polla, se abrochó el pantalón, se levantó y salió de la sala.

– Quiere que follemos, cariño… – le dije a mi marido – ¡En los servicios que hay abajo!

– ¿Y tú qué quieres?

–  Follármelo… si tú quieres… me habéis puesto los dos mucho.

– ¡Qué zorra eres! Ya sabía yo… vete y enséñale lo que es una mujer.

Lo que sigue ya lo contaré en una próxima carta.

Besos míos y saludos de mi marido…

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