Relato erótico

Lo consiguió

Charo
30 de septiembre del 2018

Su mujer es atractiva y muy apasionada. Le ha confesado a su marido que su sueño erótico era ser poseída por un hombre negro. ¿lo consiguió? Dejemos que su marido nos cuente como fue todo.

Luís – Navarra
Querida Charo, me llamo Luís, tengo 38 años y llevo casado seis con una preciosa mujer, Victoria, de 37 años, aunque aparenta algo menos. Mi mujer mide 1,75, es algo llenita, pero su altura hace que no llegue a estar gorda. Tiene unos grandes y redondos pechos que no duda en poner al aire en topless en la playa o mostrar con generosos escotes, ya que tiende a utilizar ropas anchas.
Los tres primeros años de matrimonio transcurrieron de una forma normal en cualquier pareja, si bien fantaseábamos mucho cuando hacíamos el amor, con todo tipo de ocurrencias. En algunas ocasiones era ella quien me contaba como le gustaría ser poseída por un negro, otras era yo quien le contaba lo que me gustaría hacer con alguna madurita de enormes pechos como los de ella. Otras veces alquilábamos alguna película erótica y al hacer el amor le pedía que me contara cuanto le gustaría que le hicieran todo lo que acabábamos de ver. Así, mi obsesión fue creciendo y cada vez más las fantasías se centraban en que ella se lo montaba con otro, tanto más me excitaba si era algún conocido o si era más joven.
Teníamos un vecino de unos 19 años y no solo me pajeaba soñando que se lo tiraba, sino que le pedía a ella que me contara con todo lujo de detalles como le gustaría que nuestro vecino se lo montase con ella. Ella me complacía, pero en ningún momento se le había pasado por la cabeza llevar a la realidad nuestras fantasías y yo, por mi parte, una vez que me había corrido ya no estaba tan seguro de mis sentimientos.
Llegó una temporada en la que teníamos poca actividad sexual, lo que me cabreaba. Por otra parte me había fijado en un par de amigas que estaban muy bien, pero a las que no podía echar mano, pues con mi mujer me llevo muy bien y no se me pasaba por la cabeza poner en peligro nuestro matrimonio. Pero tanto me obsesionaba verla con otro, si lo conseguía, que mataba dos pájaros de un tiro, pues yo también obtenía vía libre para hacer lo que quisiera. De ese modo empecé a insistir más en la fantasía de que ella se acostaba con otro. A ella tampoco le disgustaba la idea de hacérselo con un negro que, como digo, era su fantasía favorita, y de vez en cuando notaba que se mojaba al fantasear con algún conocido.
Durante nuestras fantasías, yo le decía las cosas que más me excitaba que hiciera con otro, que se lo follaba a caballo o a cuatro patas, que le hacía una mamada y que él se corría sin sacársela de la boca, que lo masturbaba y que lo besaba cuando se estaba corriendo, y que él la masturbara a ella y se corría besándolo. Sin embargo, Victoria me decía que le gustaba ser poseída y no ser ella la que llevara la iniciativa. Otra cosa que también me excitaba mucho es que él fuera más joven que ella. Yo poco menos le suplicaba que se follara a otro cuando tuviera la oportunidad. Al final prometió intentarlo.
Un buen día, al venir ella de un viaje a Madrid, me contó que había visto a uno que le gustaba.

Era el camarero de un bar en el que había cenado y se intercambiaron algunas miradas. A los dos días la cosa se repitió, llegando a intercambiar algunas frases triviales. Daniel, así se llamaba el chico, medía sobre 1,80, parecía bastante fuerte y tenía 21 años pues aunque a ella no le gustan especialmente tan jóvenes, yo le había dicho mil veces que me excitaba más sí fuera más joven que ella. Cuando vino y me lo dijo, yo le eché en cara que no se hubiera lanzado más, pero ella seguía sin tenerlo claro. Poco antes de su siguiente viaje le pedí que al menos lo intentara, pero ella solo me prometió dejarse llevar por lo que ocurriera, pero sin forzar nada.
En la actualidad me ha contado tantas veces lo que pasó y con tanto detalle, que puedo escribirlo casi sin pensar. Llegó un lunes a Madrid, después del trabajo se puso un vestido informal, pero ancho, de los que dejan ver el canalillo de las tetas sin esfuerzo y las tetas enteras a poco que se incline, y sobre las 11 de la noche, para que hubiera menos gente, se fue al bar a cenar. Estaba casi vacío y Daniel era el único camarero esa noche. La cena transcurrió con normalidad, con intercambio de frases triviales, aunque ella se dio cuenta enseguida de que el objetivo de su mirada era su escote. Ella no bebe nunca, pero esa noche ya iba predispuesta a acompañar la cena con un par de cervezas, lo que la animó bastante. Cuando terminó de cenar no quedaba nadie en el bar y él le puso un licor, pagado por la casa, a la vez que se sentaba en su mesa.
Continuaron hablando durante media hora de lo que ella consideró gilipolleces divertidas. Estaba claro que él intentaba ligársela y ella se daba perfecta cuenta y se prestaba a ello inclinándose inadvertidamente para dejarle una buena panorámica. En un momento en el que Daniel no apartaba la mirada descarada de sus tetas, ella se lo recriminó, lo que le dio pie a que él se justificara alabando lo buena que estaba. Esto derivó la conversación a asuntos más picantes, especialmente sobre sus pechos, y tras una hora de conversación en la que Victoria le dio pie, él se atrevió a acariciárselos con la mano. El hielo se había roto.
Al ver que ella no protestaba, Daniel se levantó para bajar la persiana y cerrar el bar y, al volver se situó detrás de ella, masajeándole la nuca. No tardó mucho tiempo en meter la mano por su escote y magrear sus tetas, que cada una ocupa una mano abierta. Ella se dejaba hacer sonriente. Ante su pasividad, le desabrochó el sujetador y desde atrás, empezó a acariciarle los pezones, lo que la puso muy caliente y mientras, le mordisqueaba el cuello.
Al rato la levantó y la llevó hacia un lugar más discreto. Estaba muy excitada así que cuando el bajó la mano al coño para acariciarle el clítoris, lo tenía empapado. Siempre desde detrás de ella, con la otra mano le forzaba la cara para girársela y besarla, mientras se bajaba los pantalones y ella, agarrándole la aún nada tiesa polla, lo masturbaba como podía.

Cuando mi mujer estaba a punto de correrse, él se detuvo, se la llevó a un cuarto, la desnudó entera e intentó follársela de pie contra la pared. Ella le contestó que primero quería correrse y que se lo hiciese desde atrás como antes. Estaba muy a gusto y no suele correrse follando y más por el hecho de que fuera la primera vez que estaba con otro y fuera tan joven aunque ya la tenía completamente entregada. Ella se arrodilló delante de él y todavía morcillona se la metió en la boca. Era la primera vez que probaba una distinta de la mía y esta era algo más grande.
A cabo de un rato de dejársela mamar, él la tumbó en el suelo, se puso encima, se hizo una cubana con sus tetas y justo cuando iba a correrse, se deslizó y se la metió en el coño. Aguantó un poco sin moverse y luego comenzó a follársela. Ella sentía su peso y le suplicaba que se lo hiciera despacio. Finalmente le empezó a acariciar los huevos, lo que terminó de descomponer a Daniel que se corrió como un poseso.
Ya más tranquilos, tomaron un café y él tuvo tiempo de ponerla a cuatro patas, masturbarla con el clítoris y cuando todavía jadeaba, pegarle otro polvo.
Ella no pensó en volver al bar, pero al día siguiente me llamó por teléfono y me lo contó. Temía mi reacción, pero yo no solo reaccionaba bien sino que además le pedía detalles y me quejaba por no haber hecho más cosas. Ella me dijo que había disfrutado mucho, recibió tres polvos en una noche y se había corrido varias veces. Eso era más de lo que yo le daba en diez días así que se lanzó a un segundo encuentro.
A los dos días volvió por el bar y se las arregló para quedarse sola con él. Cuando llegó el momento de cerrar empezaron a besarse y él a meterle mano en un metódico masaje de pezones y cuando ella estuvo bien mojada, él la hizo sentarse en la cama y le restregó el pene por las tetas. Ella se lo cogía con la mano y le daba besos en la punta, hasta que se lo engulló entero. Antes de correrse mi mujer se puso a cuatro patas y le pidió por favor que la follase, cosa que él hizo encantado hasta que se corrió otra vez dentro de ella. Después ella lo volvió a poner a punto a base de manos y lengua, le hizo sentar en una silla, se sentó encima de su rabo mientras le miraba y éll se la folló bien asida por el culo.
Al cabo de otro rato, Victoria tomó de nuevo la iniciativa y empezó a acariciársela. De nuevo Daniel terminó sentado con Victoria arrodillada haciéndole una soberana mamada. Sin embargo al rato la iniciativa cambió de manos y fue él quien uso la cabeza de Victoria para pegarle un polvo por la boca. Ella poco pudo hacer, sino respirar como podía, tragar saliva y recibir todo el semen dentro, que después dejó escapar y chorrear por sus tetas ya que no le gusta tragarse la leche. Después de la corrida, él mantuvo su pene morcillón en la boca un par de minutos hasta que quedó exhausto tendido boca arriba.

Descansaron un rato, ella le dijo que estaba casada y que su marido estaba loco por que ella le pusiera los cuernos con alguien más joven y el había sido el elegido. Daniel rió a gusto y se lo tomó a bien. Le dijo que no se preocupara, que haría de su marido el cornudo más grande de España. Cuando Daniel le preguntó si a su marido le excitaba algo especial, ella le dijo que ya lo había hecho, pues me excitaba sobremanera que recibiera en su boca el semen de otro y se la acababa de follar por la boca. Muchas veces le había dicho que si me ponía los cuernos alguna vez, se pusiera delante del otro, con los brazos abiertos, y le dijera:
– Aquí me tienes, soy tuya, haz con mi cuerpo lo que te plazca.
Y eso hizo. Daniel se tiró encima de ella y se la folló con una furia inusitada, apretándole las tetas hasta hacerle daño, morreándola, y no parándose hasta haberse corrido dentro de ella. Cuando vino me lo contó con todo detalle y cada vez que nos acostábamos me lo repetía y follábamos como locos.
Un tiempo después, ella se fijó en un chico de unos 25 años, que iba con un grupo de amigos. Y se fijó en él porque era negro. Nos encontrábamos en una disco y para atacar pidió un cubata y salió a la pista a bailar sola pero cuando estaba al lado de Juan, que así se llamaba, dio un falso traspiés le desparramó el cubata. Ella se reconoció culpable, se ofreció a pagarle otro y así entablaron conversación.
Media hora después estaban en el piso de arriba dándose el lote. Yo podía ver como él la morreaba, le sobaba las tetas a conciencia y ella le metía mano por encima del pantalón. En un momento dado ella fue al servicio donde la abordé y le pregunté como iba todo. Ella me dijo:
– Muy bien, ahora vamos a dar una vuelta por el parque y no quiero verte por allí.
Naturalmente la dejé ir. Después me contó que en el parque habían ido hasta una zona muy tranquila a aquellas horas y que lo primero que había hecho era arrodillarse delante de él, sacarle la polla y hacerle una buena mamada y luego una cubana. Después él le quitó las bragas, le levantó una pierna y se la folló allí mismo, de pie, mientras ella apoyaba una mano en un banco. Más relajados, se sentaron y ella empezó a masturbarle hasta que estuvo de nuevo a punto. Entonces la puso de pie frente a él y se la metió, lo hizo despacio y disfrutando del momento pero, justo antes de correrse, cambiaron de postura y ella le cabalgó hasta que se corrió morreándole. Por último, ella pidió su parte y él la masturbó despacio, manoseándola toda, diciéndome ella que se corrió como una loca mientras se besaban.

Después regresaron a la discoteca y me contó lo que había pasado. Inmediatamente tuvimos que ir al hotel a tener una buena sesión de sexo mientras me contaba los detalles. Sin embargo Victoria no quedó satisfecha, pues su fantasía no era tener un polvo rápido y, como me dijo, con nocturnidad y alevosía. Ella siempre había soñado con ser poseída y dominada por un hombre de color, y me dijo que la iba a cumplir. El negro estaba acampado con los amigos en un camping cercano y durante los tres días siguientes Victoria se fue por la mañana y regresó por la tarde. Por no extender el relato hasta el aburrimiento no contaré más detalles, pero desde luego que durante esos tres días se entregó al negro por completo y también a otro más, que no soy yo, por cierto.
Besos y ya os contaré mas cosas.

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