Relato erótico
¡Lo conseguí!
Va muy a menudo a la tienda, sobre todo para ver a la propietaria. Es una mujer madura, de grandes tetas y un gran culo. Suele ir a última hora, cuando está a punto de cerrar.
Santi – Cuenca
Yo iba, y voy, mucho a una tienda más que para comprar, para ver a la dueña, una madurita entrada en carnes, maciza, con pechos muy grandes y un enorme culazo. Siempre acostumbraba ir a la hora de cerrar para poder charlar con ella un rato sin la molestia de los clientes. Yo le había dicho muchas veces que me gustaba pero ella, riendo, siempre me contestaba que si la había visto bien. Una tarde la encontré muy triste y le pregunté si le pasaba algo y si podía ayudarla. Primero me contestó que le gustaba que yo fuera allí a visitarla ya que le hacía compañía y luego, al ir entrando en confianza, añadió:
– Llevo unos días cabreada, mi esposo pasa toda la semana fuera por su trabajo y los fines de semana se va con los amigotes.
– Bueno, pero por la noche sí que se verán para “jugar”… – le dije yo, sonriendo.
– Hace ya muchas noches que no “jugamos” – contestó ella, mirándome fijamente a los ojos – y la verdad es que lo necesito pero bueno, dejemos este tema pero ya que estás aquí, puedes ayudarme a cerrar la tienda.
Entramos las cajas y una vez dentro ella bajó las persianas, puso el rótulo de “cerrado” y se fue a la trastienda, donde yo la seguí. Aprovechando que estaba de espaldas, la cogí por la cintura con las dos manos y la empujé contra la pared.
– No, por favor – me dijo – no te he contado mis problemas para esto.
– Ya lo sé – le contesté – pero si su marido no le hace lo que necesita, puedo hacérselo yo.
– ¡Oye, que yo no soy ninguna puta! – exclamó haciéndose la ofendida – Ni tampoco quiero, a mi edad, ponerle los cuernos a mi marido.
Yo seguía apretándola contra la pared pero le di la vuelta y pegando mis labios a los suyos, le di un morreo de campeonato, magreándole al mismo tiempo todos sus abultados encantos sin que ella dijera nada. Solo me devolvía el beso, metiéndome su lengua hasta el fondo de mi garganta. Viendo que no protestaba para nada, fui subiéndole el vestido hasta la cintura, desnudando sus gordos muslos y luego, apartando sus bragas dejé al descubierto un abultado coño, casi desprovisto de pelo pero con una enorme raja destilando gran cantidad de humedad. La señora estaba cachonda perdida y decidí lanzarme a por todas.
Sin dejar de acariciar aquella almeja tan suculenta con una mano, con la otra me bajé la cremallera del pantalón y me saqué la polla, endurecida por completo. Hice que separara las piernas todo lo que pudo y agarrándome la verga y apuntándola a la raja, la penetré hasta que mis cojones chocaron con la carne de su culazo.
– La puerta… ¿la has cerrado? – me dijo de pronto y entre suspiros de placer – No quisiera que entrara nadie y pudiera verme así, poseída.
No le contesté y seguí follándomela mientras desabrochaba su blusa y sacaba al aire esas enormes mamas de largos pezones, que chupé alternativamente mientras mi verga entraba y salía de aquel canal chorreante.
– Me gusta mucho, – le dije sin dejar de chupar sus pezones, lamer su cuello y sus orejas – Muévase, cachonda, olvídese de todo y disfrute.
Ella mantenía los ojos cerrados, se mordía los labios, los mojaba con la lengua y así tuve la agradable satisfacción de comprobar que se corría dos veces casi seguidas. Como y coloqué a ella de bruces sobre unos sacos, con el culo bien en pompa.
– ¿Qué vas a hacerme? – preguntó con voz temblorosa y antes de que yo contestara, añadió – Si es lo que pienso, soy virgen del culo – pero, girando el rostro y viendo la expresión de mi cara, siguió diciendo – A punto de mi jubilación voy a ser desvirgada por el culo.
Le metí un dedo en el estrecho agujero, entrando y saliendo de él como si me la follara, luego metí dos y repetí el movimiento hasta que, viéndolo bastante dilatado, acerqué allí mi polla y empujé con fuerza. Me costó pero le metí más de la mitad. Ella lanzó un grito y yo le dije:
– Señora, ahora ya se acordará siempre de mí, del amante que le dio por el culo.
– ¡Habla menos y termina, que esto no es nada agradable y duele! – casi gritó al decírmelo.
A los pocos instantes me corrí abundantemente dentro de aquel soberbio culazo que yo acababa de desvirgar. Entonces los dos fuimos al lavabo a limpiarnos y mientras lo hacíamos, me dijo:
– Mira, mujeres en mi situación hay muchas y si quieres te presento alguna cliente mía, mucho más atractiva que yo, o alguna vecina.
No me desagradó nada la idea, pero eso ya lo contaré en una próxima ocasión.
Saludos para todos.