Lo confieso, soy una zorra

Lo reconoce, es una mujer muy caliente y le gusta el sexo. Es profesora de autoescuela y en más de una ocasión fantaseaba con sus alumnos. Aquel día, la fantasía se volvió realidad.

Catalina – Tudela
Me voy a presentar, soy Catalina y soy profesora de autoescuela, tengo 39 años, soy delgada, tengo unas buenas tetas y mi pelo es rubio. Ayudada por mis modelitos consigo aparentar unos 32. Soy una mujer muy caliente, el sexo me vuelve loca.
Cuando empecé a dar clases en la autoescuela lo pasaba fatal, notaba como todos los hombres miraban más mis tetas más que a la pizarra y a los gráficos que yo intentaba explicar. Sus miradas acompañaban mi cuerpo y lo peor es que lo hacían sin disimulo.
No me atrevía a explicárselo a mi novio para que no se sintiera celoso. Las miradas descaradas me hacían pasar mucha vergüenza. Pero un día descubrí que si era yo la que no apartaba a mirada, eran ellos los que sí que acaban disimulando. A partir de aquel día yo los miraba con más descaro y ellos ya no solía mirarme con tanta osadía. Disfrutaba en pillarlos cuando me miraban disimuladamente, se llegaban a ruborizar y todo. Entonces entre en un juego peligroso. Cada día probaba algo nuevo. Antes de ir a la clase pasaba por el lavabo y desabrochaba un botón de mi blusa o cuando explicaba me ponía de tal manera que es escote se me abría. Solía ponerme faldas muy cortas, o pantalones muy ceñidos que dibujaban el contorno de mis bragas. Cuando inicié ese juego empecé a sentirme excitada. Cuando llegaba a casa tenía que buscar a mi novio para acabar follando como una desesperada o me hacia pajas hasta caer extenuada.
Las clases se convertían en sesiones de excitación. Temía mojar mis pantalones, pues mis bragas acaban cada día empapadas.
Después de las clases teóricas y ya caída la tarde iba a las clases prácticas, donde la situación era diferente y en muchas ocasiones hubiera acabado follando dentro del coche, pero el sentido común me lo prohibía, hasta que paso lo que os voy a contar.
Una tarde de estas que estaba muy caliente, disfrutaba pasando por las mesas del fondo donde solían estar los alumnos más “canallas”, me encantaba calentarlos. Aquel día tenia practica de circulación con Juan, un alumno guapo y joven que desde el primer día que lo vi encendía mi interior solo con su mirada. Cada vez que me miraba, parecía que me comía, y a él no le podía aguantar sus intensos ojos.
Al ir a buscarlo al aparcamiento, allí estaba, esperándome como cada día, su sonrisa y su mirada me hacían estremecer. Subimos al coche e hicimos el recorrido habitual. Yo durante varios días había procurado llevarlo por una zona nueva que estaba en construcción y a medio urbanizar, era un buen sitio para hacer prácticas de aparcamiento y siempre pensaba que si algún día tenía un rollo con un alumno tendría que ser por aquella zona. Así que cuando le hice ir aquella zona él no se sorprendió.

Avanzamos por una larga avenida que cada vez estaba más despoblada, aparcamos entre dos bloques en construcción y que todavía las calles no estaban iluminadas.
– Tienes que acostumbrarte a aparcar solo con las luces del coche. Le dije.
Inicio la maniobra y aparco el coche perfectamente. A mí el corazón me latía de tal forma que tenía la sensación que se me iba a salir.
– Para el motor y apaga las luces.
Nos quedamos sumidos en casi una oscuridad absoluta.
– Creo que esta es tu última clase, lo haces muy bien y mañana aprobaras. Quiero que te lleves un buen recuerdo de mí.
Él no articulo palabra alguna y solo aguanto mi primer envite alargando aquel primer beso que nos dimos. Mis manos fueron directamente a su paquete, estaba muy duro, abrí su pantalón y saque una polla que no era muy grande, y sin levantar el culo de mi asiento, metí mi cabeza en su vientre y conseguí capturar su miembro. Con una mano estaba apoyada en la palanca del cambio de marchas y con la otra agarraba su polla iniciando una mamada que prolongué durante bastante rato. No salía de su asombro. Su polla estaba caliente en mi boca, era suave y yo con los labios la succionaba procurando hacer fuerza y que sintiera la presión. De vez en cuando la sacaba para darle lengüetazos. Yo tenía un sentimiento confuso. Por un lado pensaba que me había vuelto loca y demasiado atrevida, pero por otro estaba muy excitada y haciendo algo que me llenaba de placer.
Me encantaba el olor a sexo que desprendía. Mi coño por momentos palpitaba escondido y húmedo esperando su turno. Él busco mis tetas con una mano, mientras con la otra la puso sobre mi cabeza y acompasó mis mamadas. Su polla penetraba hasta el fondo de mi garganta. A medida que aumentaba mi intensidad y succionaba el tronco carnoso él cada vez se sentía más excitado. Su respiración se aceleraba, empezó a gemir. A estirar las piernas. Apoyo sus manos en el techo de coche y tensando todo su cuerpo y levantando su culo del asiento lanzo una descarga caliente de semen en el fondo de mi garganta. La leche salió a borbotones. Tuve que tragarla por dos veces pues no paraba de lanzarla en cada embestida. Al final cayó derrotado en el asiento mientras le temblaba el cuerpo y gritaba.

Me miraba sonriente mientras acariciaba mi pelo. Yo apoye por unos segundos mi mejilla en su regazo.
Cuando me incorporé, él se lanzo como una bestia sobre mi cintura y en un visto y no visto consiguió quitarme una pernera del pantalón, las bragas y el zapato, me puso una pierna sobre el salpicadero y otra sobre su asiento, levante mi culo y cogiéndome por el culo se llevo mi coño a su boca y empezó a saborearlo. Para mí, aunque no lo creáis era la primera vez que me lo comían. Mi novio no era muy partidario de esas prácticas.
Solo me metía la polla en el coño y se corría como un loco, yo nunca había tenido unos orgasmos con un tío. Así que ante la novedad todo mi cuerpo se puso a temblar al sentir el aliento de aquella boca humeda entre los pliegues de mi chocho.
Su lengua lo recorría con vehemencia y sobre todo cuando tensaba la lengua y acariciaba debajo del clítoris me provocaba unas descargas eléctricas que encendían mi cuerpo. Yo me agarraba al reposacabezas de mi asiento para poder levantarme más y ofrecerle mi coño con más facilidad.
Seguíamos los dos metidos en el coche, profesora y alumno en una sesión de prácticas que me hubiera gustado iniciar antes. La tensión de tantos días, de tanto deseo provocaron que no tardara en correrme mientras el metía su nariz en mi vagina y llenándole la cara de mi jugos.
Caí sobre el asiento y casi en cámara lenta me recompuse la ropa mientras él encendía un cigarro. Todavía estuvimos unos minutos allí aparcados hasta que terminamos la práctica de circulación
Él se examino el día siguiente y aprobó. Ya no le puede ver más, pero siempre guardare el recuerdo del primer hombre que me provocó un orgasmo como ese y que fue el iniciador de una serie de aventuras que quiero compartiré con vosotros.
Un beso muy caliente.