Relato erótico
Lo compré todo
Se había levantado muy caliente pero tuvo que ponerse manos a la obra. Su marido había invitado a unos amigos a cenar y la despensa estaba casi vacía. Se fue hacia el centro comercial. Quería ir caminando, pero un taxi se cruzo en su camino.
Esperanza – Albacete
Amiga Charo, esa mañana se habían terminado algunas cosas de la cocina. Mi marido iba a llevar a cenar a unos amigos del trabajo, así es que decidí ir al súper a comprarlas. Me encontraba algo caliente y mil ideas cruzaban por mi mente ya que Paco, un amigo de mi esposo, y con quien ya había follado una vez, antes de casarme, iba a estar en la cena, y eso me excitaba y me ponía a mil.
Me dispuse a salir, me puse unos jeans ajustados que dejaban ver mis formas sin recato alguno, me puse unas zapatillas no muy altas, más o menos de unos 7 cm de tacón, pero que levantaban mis nalguitas un poco más, luego una blusa de tirantes de color azul y decidí ir sin sujetador. Realmente estaba caliente, mis pezones se pusieron duros y se veían a través de mi blusa.
Emprendí el camino al súper que se encontraba como a cinco esquinas de casa, más o menos era como un kilómetro que tenía que caminar. Cuando iba a medio camino, un taxista circuló a mi lado y empezó a decirme cosas cachondas y groseras, pero que me calentaron más.
– Hola guapa, ¿te acompaño, bizcochito…?. ¡Que no daría yo por comer ese par de nalgas tan ricas que tienes, jamona, sí así como las mueves bates las polla ha de ser genial!
Al principio no quise hacer caso pero, como digo, ya iba caliente y las palabras de este tipo me calentaron aún más. Me giré a mirarlo y entonces me dijo escuetamente:
– ¡Súbete!
Era un tipo macho, mandón y eso me calentó más y sin pensarlo más me subí. El diálogo que a continuación escribo, es el que más o menos se desarrolló.
– ¿A dónde te llevo, guapa?
– Voy al súper y…
– ¿Sabes que de verdad estás muy buena? – me cortó.
– ¿Sí? Pero soy casada…
– ¿Y eso qué? No te preocupes que no soy celoso, además por una yegua como tú soy capaz de todo.
El llamarme “yegua” y oír el tono de su voz, me dio cierto miedo, pero la verdad, ya estaba tan excitada que sentí la humedad en mi almeja. El camino se hizo corto hasta el súper, llegamos, compré lo que necesitaba, mientras él, Antonio, compraba unos cigarrillos. No me entretuve mucho comprando, unos diez minutos y nuevamente me subí al taxi diciéndome él:
– Ahora vendrás conmigo.
Enfiló hacia la ciudad, en dirección contraria de donde veníamos y de nuevo me entró cierto temor, pero a las tres esquinas se detuvo frente a una farmacia, se bajó sin decir palabra y cuando subió tiró encima del tablero del coche una caja de condones.
Esa actitud me molestó pues ni siquiera había intentado ligarme para follar, pero entre la molestia y la calentura, ganó mi calentura.
– ¿Me llevas a mi casa por favor? – le dije.
– No – contestó – me has calentado y ahora cumples con tu obligación.
– ¿Qué piensas, que por qué me subí ya me vas a follar…? – me defendí.
– Claro, si no estuvieras buscando verga no te habrías subido – replicó.
– ¿Y adónde me vas a llevar? – pregunté.
– Ahora lo verás.
Condujo el coche hacia las afueras de la ciudad, llegó a un motel y pagó la habitación. Yo ya andaba súper caliente nada más de imaginar lo que vendría. Entramos en la habitación y con gesto brusco me abrazó y me besó en la boca. Nuestras lenguas se enlazaban mientras su mano derecha bajaba por mis nalgas y con la otra tocaba mis pezones, pellizcándolos y calentándome todavía más. Ya he dicho que no llevaba sujetador por lo que no le fue difícil meter su mano completa, tomar entre su mano uno de mis senos y apretarlos fuertemente. Nuestros labios no se separaron mientras él seguía con su mano sobando mis nalgas.
Al rato se separó un poco de mi, me quitó de un solo tirón la blusita y él, con movimientos rápidos, se quitó el pantalón y la camisa, no llevaba calzoncillos y su verga ya estaba muy dura. Era larga y gruesa y fácilmente debía medir cerca de 20 cm. Yo también aproveché para quitarme los pantalones y quedar en tanga.
– Ahora vas a ver lo que es un macho – me dijo – Estás muy buena, zorra. De un tirón me rompió la tanga, me tiró sobre la cama, me alzó las piernas y sin más preámbulos me encajó su verga en todo el coño.
– ¡Oooh…! – solo exclamé.
– ¿Te gusta? – me preguntó.
– ¡Me encanta, cabrón, fóllame… siií…!.
– ¡Muévete… muévete…! – me gritó.
Empezó a meter y sacar esa rica verga hasta que en ese momento reaccioné. No habíamos usado condón.
– Espera – le dije – ponte el condón…
– Ni lo pienses – me dijo – ¡Cállate y sigue follando!
Debo admitir que me dio miedo, me puse tensa, como pude me aparté y le dije:
– Si no te pones el condón no seguimos.
Él me fuerte, me lanzó sobre la cama de tal manera que caí boca abajo. Debo admitir que sentí pánico. No lo conocía y nadie sabía donde estaba y casi se me había bajado la calentura, cuando, así como estaba, boca abajo, sentí sus labios y dientes mordisquear mis nalgas y cambiando su actitud me dijo:
– Claro que sí, sí voy a usar condón, pero antes déjame chuparte el culo.
Gemí y entendí que estaba perdida aunque hacía unos segundos tenía miedo. Solo pasó su lengua por mi culo y me calenté a tope
– ¿Te gusta, zorrita? – me decía entrecortadamente, pues su lengua ya circulaba por mi agujero…
– ¡Sí, sigue… oooh… que bien lo haces… oooh…!.
Yo creo que él ya no aguantaba y quería follarme porque cogió el condón y me pidió que se lo colocara. Yo se lo coloqué con la boca, él se sentó al borde de la cama y yo se lo fui poniendo con las manos, pero ayudada por la boca. Él solo gemía y se retorcía. Cuando estuvo listo le pedí que me follara como una perra, me puse a cuatro patas y me la metió de una estocada….
– ¡Ooooh…! – gemía yo – ¡Métemela toda, cabrón, todaaaa…!
– ¡Sí, perrita, muévete, sí, trágate mi verga, trágatela…! – me decía.
Entonces me empezó a pegar en las nalgas y yo no aguanté más. Me corrí a chorros mientras que él aguantó un minuto más y terminó entre quejidos y bramidos….
– ¡Oooh… dame tu leche… siií…! – le pedí.
– ¡Sí,… tómala…! – contestó él.
– ¡Ooooh… siiiiií… toda… aaah…!.
Terminamos exhaustos, nos recostamos un rato en la cama, nos metimos en la ducha juntos y aunque ya no hicimos el amor, nos tocábamos todo hasta que le pedí que me dejara cerca de casa para que no supiera donde vivo y aunque parezca extraño, nunca lo he vuelto a ver.
Recibe todos mis besos, querida amiga.