Relato erótico

Llamada equivocada

Charo
27 de marzo del 2020

Se conocieron en una cena familiar. Era una amiga de su prima y prácticamente no hablaron. Una llamada telefónica equivocada fue el detonante para que pasaran una noche bestial.

Jaime – Alicante
Había transcurrido una semana después de la cena familiar, cuando recibí una llamada que no iba dirigida a mí. La persona que llamaba empezó a hablar sin parar, hasta que le dije que en realidad con quien quería hablar era con mi hermano. Se rio a carcajadas y después de charlar un rato y recordar anécdotas de la cena, quedamos para ir a cenar al cabo de unos días.
Lidia, que así se llama la protagonista de esta historia que os cuento, acudió a nuestra cita más que radiante. Era verano y vino ligerita de ropa, pero muy elegante.
A mí personalmente me gustan mucho las mujeres con minifalda, pero cuando la vi aparecer con un vestido que le llegaba hasta los tobillos, ceñido a su cuerpo, pero sin ser hortera, y marcando sus exuberantes curvas, casi me atraganto.
También tengo que decir que las mujeres me encantan con zapatos de tacón alto y de aguja, en cambio, Lidia llevaba una especie de sandalias completamente planas, parecía una diosa. El vestido era blanco, cerrado al cuello, con los hombros al aire y con un escote considerable en la espalda. Además estaba muy morena y su pelo rubio con mechas resaltaba todas las facciones de su cara.
He dicho que era exuberante, pero os la describiré. Su pecho no es muy grande, pero se mantiene duro y firme, pero su cintura, es estrecha y cuando llegas a sus caderas, parece que empiece otro mundo. Su culo es “carnoso” y salido. Debe medir, no más de 1,63 y muchos hombres la considerarían algo rellenita. Para mí era perfecta. Olvidaba deciros que Lidia tiene 35 años y yo 39.
Cuando se aproximó la besé en la mejilla y puse suavemente mi mano en su cadera, apretando un poco. Ella comprendió y acepto el gesto y se adelanto hacia mí hasta rozarme con su cuerpo. Fue el primer contacto íntimo, el preludio de una extraordinaria noche de placer.

Comimos sin demasiado entusiasmo, los dos sabíamos lo mismo. El leve roce que provocó nuestro beso, nos dejó claro que entre los dos se había generado una química especial, y estábamos esperando el momento de marcharnos y dar rienda suelta a nuestros instintos. No obstante, nos comportamos como dos personas civilizadas y conversamos sobre diversos temas de política y culturales.
Cuando terminamos fuimos hacia su casa. Ninguno de los dos habló por el camino, ni tampoco al subir la escalera o al entrar en la habitación amplía y bien decorada. Ella se dirigió a la cocina y preparó un par de copas con hielo, se acercó a mí y me ofreció el vaso moviéndolo entre sus dedos, con un insinuante gesto al que acompañaba el tintineo de los hielos. Entonces se dio la vuelta y se dirigió hacia el aparato de música. Inclinó su cuerpo, de forma que su culo tomó una redondez especial, mostrándome todo su encanto. Mientras elegía el disco apropiado, lo movía insinuante de un lado hacia otro, con graciosa soltura. Mis ojos no podían apartase de su voluptuoso cuerpo, debajo de su vestido blanco se adivinaban unas braguitas pequeñas y finas, entonces tuve una erección. Estaba realmente preciosa.
Me acerque hacia ella y coloque mi polla dura y erecta sobre sus hermosas caderas. Mi miembro pedía a gritos salir de mis pantalones y liberar todo el potencial acumulado, de modo que se amoldó a la perfección a su culo. Ella me recibió con sumo placer, se quedo quieta.
Permanecimos así unos minutos, en ese tiempo mi excitación subió varios grados y la suya también. Sin dejar de quitar su culo de mi ardiente polla, apretándolo y encajándolo en mi miembro, acertó a poner un disco romántico, entre suspiros de placer y una respiración entrecortada que expresaba su ardiente pasión, aún contenida.
Una suave melodía inundo el ambiente, un sonido cálido nos relajo y dispuso en mejor actitud aún para el amor y el placer. Lidia se dio la vuelta y me miró con dulzura. Sus ojos eran tiernos y brillantes y no dejaban de mirarme fijamente.

Acercó sus labios a mi cara, yo culmine su movimiento posando los míos sobre los suyos. Al principio nos rozamos tan solo, poco a poco la presión fue aumentando, nuestras bocas se entreabrieron y nuestras lenguas se entrecruzaron hasta comernos literalmente el uno al otro.
Sorbíamos nuestra saliva con deleite, nos mordíamos los labios con suavidad o apretábamos nuestras mandíbulas hasta el límite del placer y el dolor. Lidia apretó su cuerpo contra el mío y rodeó mi espalda con sus manos, bajando hasta coger mi culo que restregó contra su cuerpo. Al poco tiempo de besarnos con pasión me separé para mirarla y contemplar su belleza. Su cuerpo voluptuoso se entregaba poco a poco a mí, me miró y casi sin darme cuenta, colocó su mano en mi miembro y lo apretó suavemente. No dijo nada, se limitó a bajar mi cremallera despacio, y a coger- me la polla dura y caliente entre sus manos. Mientras nos besábamos, ella movía mi tronco de carne caliente y dura despacio y rítmicamente. Una nueva energía invadió todo mi ser renovándome. Mi miembro estaba pletórico y ella lo sentía así, pero no aceleraba el ritmo ni intensificaba su presión. Tiró de mi piel hacia abajo dejando mi prepucio al descubierto, mi glande enrojeció y aumento su tamaño considerablemente. Entonces bajó sus dejos y me cogió los huevos, los apretó con firmeza, tirando de ellos hacia abajo y haciendo de mi pene un enorme falo irresistible y duro. Estaba poniéndome realmente a cien pero me contuve y la dejé hacer, experta como era.
Al cabo de diez minutos de magrearme, se agachó y en cuclillas, casi sin darme tiempo a pensar se introdujo mi polla en la boca. Sus manos me rodearon las caderas y permaneció así unos instantes que me parecieron eternos. Entonces se la saco y comenzó a besarme el miembro en toda su extensión, con una gran dulzura. Me indicó que me quitara la camisa, cosa que hice al momento. Su boca mordió la base de mi falo, haciendo movimientos de ataque y conquista. Tan pronto me sentía liberado de su presión, como era preso de sus fauces, tan pronto era su dueño como su esclavo.
– Te gusta -me preguntó-
-Me encanta de verdad, estoy asombrado de lo que estás haciendo conmigo

– Pues esto no es nada, túmbate mi amor -me susurró-
Me tumbe en la cama desnudo por completo. Lidia se puso de pie frente a mí y pude contemplar su cuerpo y su rostro, su ser excitado y deseoso, casi lascivo.
Se quito el vestido y se quedo en ropa interior. Llevaba una lencería negra con encajes de gran finura. Se puso a cuatro patas y comenzó a rozarme con su cuerpo, me besó los pezones y bajó lentamente hasta mi vientre, centrándose en el ombligo que lamió y mordió con pasión. Finamente, llegó de nuevo a mi miembro que se había quedado un poco flácido, pero que reacciono al instante, pues en cuanto su lengua pasó por él, volvió a erigirse con gran armonía y poder.
Su mano izquierda comenzó a acariciarme, sus dedos se movieron con rapidez, tocándome con habilidad toda mi entrepierna, mientras con su boca comenzaba a besarme los testículos. Me lamía despacito, y mi polla cada vez adquiría mayores proporciones y durezas, y solo transcurrido un rato comenzó a subir hacia el prepucio. Cuando llegó hasta éste, tenía la sensación de que todo mi cuerpo era un gran miembro palpitante a punto de explotar. Lo cogió y la puso en la vertical, haciéndome sentir un placer inimaginable, lo acaricio con su lengua y cuando ya salían los primeros efluvios blancos, se lo introdujo entero y hasta la garganta. Yo no daba de sí del placer que me procuraba aquella mujer, gemía como un niño desconsolado y le pedía desesperadamente que la moviera para poder explotar en su boca. … Pero Lidia permanecía fiel a su estrategia, incrementando mi placer y mi tensión emocional.
Yo movía mis caderas hacia arriba, en un intento por acelerar el éxtasis y culminar así el momento de la dicha, pero ella me sujetaba con fuerza impidiendo cualquier movimiento. Al final cedí a su poder, me entregué completamente y suspiré
– Quiero tu miembro dentro, quiero que me poseas entera, escucha, voy a darme la vuelta, ya lo tienes duro como el acero y ahora me pertenece ¿verdad?
Claro que si -le dije-
– Bien, pues voy a ponerme a cuatro patas y voy a alzar mi culo hacia ti. Mi sexo se abrirá y tú me penetrarás.
Me encantaba el plan, de modo que me aparté un poco para dejarle sitio. Se colocó a cuatro patas, situando su mata de pelo en un lado de su cuello. Alzó su culo redondo y terso hacia mí, abriendo su sexo como había dicho y permaneció quieta. Gimió, como sabiendo lo que esperaba recibir.

Mi polla vibraba de placer, realmente me había preparado bien, casi la sentía latir y pedía a gritos entrar en su cuerpo cálido y amable. Alce su culo metiendo mi mano entre sus caderas, toqué con mi palma todo su matorral, ya humedecido, la quité las bragas y acerque mi boca y mi lengua hacia su coño. Lo lamí con una intensidad y una dulzura que llego a sorprenderme. Lidia seguía gimiendo de placer y suplicaba entre susurros
– ¡Fóllame, fóllame ! Tómame entera, penetra mi cuerpo, hazme sentir el hombre dentro, hazme mujer y dime cosas bonitas
Entonces acerqué mi miembro lentamente hacia su coño, abierto y palpitante, del que goteaban ya pequeñas muestras de placer y se lo metí con suma dulzura, hasta dentro del todo. Permanecí ahí durante unos cuantos segundos que se hicieron una eternidad, saboreando mi dulce y amorosa venganza.
Comencé a moverme con ritmo, cinco golpes de cadera y uno fuerte, cinco golpes de cadera y uno fuerte. Ella cedió a mi impulso, entregando todo su ser al placer que la colmaba. La quité el sujetador, volví a detenerme dentro y apreté con fuerza hacia ella, que gemía y suspiraba sin cesar. Sin moverme, solo apretando contra su coño, empecé a subir y bajar mis caderas hasta que mi polla alcanzó unas dimensiones de altura. Mis manos rodeaban su culo y lo acariciaban, al tiempo que sostenía en él mi vaivén vertical. Me sostuve arriba y el hueso de mi tronco encajó en su perfecto coño.
Lidia cedió al placer intenso, sus manos no sostuvieron por más tiempo su cuerpo y su rostro se posó sobre la almohada. Su culo entonces se alzó más aún hacia mí, mostrándome el poder de la diosa, gimió, suspiró…… y se corrió entera.
– Siiiiiiiiiiiiiiiiii !!!!!!, gritó con fuerza
Después de su orgasmo en el que todo su cuerpo vibró, empecé a moverme lentamente. Cogí sus caderas con mis manos y la folle unas cuantas veces con fuerza, dejando bien claro que aún no habíamos terminado.
Después de unas cuantas sacudidas, volvió a subir su pecho y a posar sus manos en la cama. Cuando estaba repuesta y mi excitación al máximo, saque mi polla de su coño y comencé a golpear su culo, la posé en su raja y la dejé descansar un momento.

Al instante, Lidia, con un movimiento rápido, se dio la vuelta y colocó su boca delante de mi glande, lo miró con picardía y lo lamió hasta que no pudo más y de nuevo volvió a metérsela en la boca, esta vez con frenesí, como esperando que rápidamente me corriese y le llenase su boca de leche.
No quise esperar más, habría otros momentos y más experiencias placenteras con ella. Mientras tanto, la muy guarra se iba masturbando.
Sobre su placer, repleto de gemidos, suspiros y gritos débiles, mis huevos, se vaciaron en su boca, no tenía tiempo de tragársela y me dio mucho vicio ver como por la comisura de sus labios iban cayendo goterones de leche.
Hasta pronto, volveré con más, un saludo

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