Relato erótico
Le puse los cuernos, con permiso
El encuentro con su antiguo compañero la mili fue muy agradable. Recordaron viejos tiempos, hablaron de sus ligues y además, se folló a su mujer, pero con su permiso.
Tomeu – PALMA DE MALLORCA
Apreciados amigos de Clima, me llamo Tomeu, vivo en Palma de Mallorca y todo comenzó un día que me encontré con un amigo que habíamos hecho el servicio militar juntos hacía más de treinta años. Estuvimos recodando viejos tiempos, entre otras cosas mis hazañas con las mujeres, a pesar de que entonces era casi un crío. Al final quedamos en vernos y tomar un café. El dijo que iría con su mujer, pues salían siempre juntos. Yo no tuve inconveniente, aunque me extrañó, pero no le di mayor importancia.
Quedamos en la cafetería de una superficie comercial. Cuando yo llegué ya estaban esperándome. Al ver a la mujer de mi amigo, el corazón empezó a latirme muy de prisa. Era una mujer que sin ser especialmente guapa, tenía un no se qué que te excitaba. Tenía una boca de mamona increíble, un culo para refregar todo el nabo por él, unas piernas muy bonitas y fuertes para abrírselas y meterle el pijote hasta dentro y unos ojos de mujer muy caliente, pero muy tristes.
Yo tenía entonces 48 años, soy alto, delgado y por lo demás normal, excepto por el tamaño de mi nabo que mide 24 centímetros de largo por 6 y medio de grueso, cuando tiene ganas de juerga, y eso es casi siempre.
Ella, que tiene 52 años, se llama Catalina, y mi amigo se llama Miguel, es alto, bien parecido, gordito y tiene 55 años. Miguel nos preguntó:
– ¿Qué vais a tomar?
Nos indicó que nos sentásemos, que él nos serviría las consumiciones. Mientras estaba buscando las bebidas, yo aproveché para decirle a Catalina lo guapa que era, cuando lo que me apetecía era decirle que estaba muy buena. Pero sí le dije que a ella le faltaba algo muy especial, pues su tristeza en los ojos la delataba. Cuando el marido estuvo con nosotros, yo le dije lo que habíamos estado hablando y él, riendo, asintió con la cabeza y con un guiño de complicidad que yo recibí con gran alegría. Continuamos hablando de cosas de nuestras vidas y Miguel, que tenía especial interés, sacó el tema de mis éxitos con las mujeres durante la estancia en el cuartel, diciéndole a Catalina que había días que venían a verme hasta tres o cuatro, sobre todo una casada que me tenía acosado. Mientras le contaba esto, me preguntó:
– ¿Qué les dabas a las mujeres para tenerlas tan contentas?
Yo, como ya estaba muy caliente y adivinando lo que pretendía mi amigo, le dije con descaro:
– Mucho cariño y un buen “chorizo” – haciendo un gesto expresivo con el puño cerrado.
A pesar de estar hablando con Miguel, yo observaba cada reacción de su mujer, que en ese momento hizo un gesto como de haber oído una chulería. Miguel recogió la indirecta que yo había lanzado y me dijo:
– Pues mi mujer es una gran entendida en “chorizos” y presume que en un buen “chorizo” es su disloque. Además dice que de boca somos todos muy machos y lo tenemos muy grande, pero eso hay que demostrarlo.
Acordamos ir a una casa que tienen fuera de la ciudad, los tres en su coche. Ellos dos iban en los asientos delanteros y yo en el trasero y como ya era de noche quise darle una sorpresa a Catalina. Me saqué el nabo del pantalón y mientras hablábamos me fui haciendo una paja para ponérmelo duro y después ofrecérselo, pero no conseguía pasar de un estado morcillón, no sé si por los nervios de la primera vez que me iba a follar a una mujer en presencia y con el consentimiento de su marido o por el morbo del coche. A pesar de todo decidí actuar.
Tomándole la mano a Catalina le dije:
– Tú que eres tan experta en rabos, dime qué te parece este – y le acerqué la mano a mi polla a medio tamaño aún.
Yo esperaba alguna resistencia por su parte, pero no solo no fue así sino que acercó con decisión su mano a mí nabo y cuando lo palpó lo hizo con mucha delicadeza y con gran maestría diciéndome:
– Es estupendo, pero aún tiene que ponerse más duro.
Comenzó a magrearme los huevos, subiendo por el tronco del nabo hasta la punta del capullo. Miguel, al cabo de unos minutos le preguntó:
– ¿Ya le has puesto dura del todo la polla?
Ella, riendo, le contestó que hacía ya rato que estaba como un palo de dura. La miró un momento y me dijo con voz muy dulce y ojos de puta en celo:
– ¿Puedo? – mientras acercaba suavemente la boca.
Asentí con la cabeza. Se inclinó y con mucha dulzura y gran maestría comenzó a hacerme la mejor mamada de mi vida, se me iba el sentido y la vista se me nublaba. Lo hacía despacio y saboreando todo el gusto que ella sabía me estaba dando. Me comía los huevos, subía por el tronco y cuando llegaba al capullo lo chupaba mientras con las dos manos me pajeaba el nabo y me sobaba los cojones. Ni nos habíamos dado cuenta de que habíamos llegado a su casa y que Miguel había bajado para abrir la puerta.
Cuando regreso el marido y cuando vio el espectáculo no pudo contener la emoción y exclamó:
– ¡La madre que te parió, que pedazo de polla tienes, cabrón, así se explica tu éxito con las mujeres, eso es extraordinario, Tomeu!
Yo le dije que lo que era extraordinario era su mujer, que me la mamaba como ninguna lo había hecho nunca.
Cuando entramos en la casa, Catalina me cogió de nuevo el nabo, yo le quité la falda y las braguitas y quedó preciosa ante mi totalmente desnuda. Si vestida atraía, desnuda es que daban ganas de follarla sin parar. Estaba maciza de buena y despertaba muchos deseos, aunque no es guapa en exceso, es muy apetecible y atractiva sexualmente. Me besó con dulzura y me cogió la polla para refregársela por el culo. Mientras Miguel la magreaba y la besaba, le decía:
– Disfruta todo lo que puedas, cariño ahora que tienes un buen macho dispuesto a darte gusto. Mira que pedazo de nabo tiene el cabrón y es todo para ti, mi vida.
Nos fuimos a la habitación, me tendió en la cama mirando al techo y con mucho mimo me cogió la verga y se la metió entre las tetas mientras con la boca me chupaba el capullo y parte del tronco, dándome un estupendo gusto. Al rato le dije que quería follarla, pero cuando se la quise meter en el coño no daba entrada a mi nabo. Entonces ella cogió un tarro de crema y me untó la polla. Lo intentamos otra vez y ahora, aunque con cierta dificultad, le entró. Desde que le empezó a entrar la cabeza, comenzó a gemir. Yo no sabía si de dolor o de gusto, pero ella adivinándolo, me dijo:
– Me duele pero sigue, que está muy bueno.
Además hizo todo lo posible para que le fuera entrando hasta los huevos. El coño se fue haciendo al tamaño de mi pijote y al final le entró entero, y debía de estar disfrutando mucho porque los gemidos eran cada vez más fuertes y prolongados.
Desde la posición que tenía, era ella la que dirigía a su gusto la follada. Se movía despacio, muy lentamente, saboreando todo el placer que le estaba dando y derritiéndome de gusto con sus movimientos, con la cara de puta caliente que tenía y con ese coño tan rico y jugoso.
Ya no pude aguantar más y me corrí con fuertes bufidos y resoplidos por el tremendo gusto que me estaba dando. El marido la besaba, le chupaba las tetas y estaba loco de contento por lo que había disfrutado su putita. Tras descansar un rato, ella se puso en pompa y yo le enchufé el rabo en el coño por detrás y Catalina es tan caliente que nada más le empecé a meter el pijote que comenzó a chillar y a correrse de gusto con una cara de putona que me derretía. Yo la veía por un espejo que tenían en la habitación. Miguel le arrimó su pollita a la boca y ella, entre chillidos, se la mamó con glotonería haciendo que él se corriera rápido. A partir de ahí fue una lucha entre ella y yo. Cada uno ponía todo lo que sabíamos para darle gusto al otro, pero ella era fabulosa y entre los bufidos y chillidos de gusto que daba y los movimientos de rotación que hacía con el culo y coño, terminé corriéndome por segunda vez con un tremendo gustazo, a la vez que ella aumentaba los chillidos hasta casi perder el conocimiento. Me dejó satisfecho y derrotado como ninguna mujer me había dejado nunca. Es una diosa del sexo.
Quedamos para otro día, que ya os contaré, en el que ella hizo que Miguel participara en un estupendo trío, disfrutando con gran deleite los tres con su toque de bisexualidad.
Besos a todas las lectoras de Clima.