Relato erótico
Se lo entregué todo
Reconoce que es una guarra y que el sexo la vuelve loca. Ha follado con muchos tíos e incluso se enrolló con una chica. Un “buen” día conoció a un chico. Con él el sexo era maravilloso, vicioso y placentero.
Fina – MADRID
Hola amigos, me llamo Fina y puedo decir que siempre he sido una pervertida, una sucia chica que solo piensa en el sexo y que desde muy temprano sueña con que la follen una y otra vez sin contemplaciones. Tengo un largo historial de hombres que han gozado de mi cuerpo, incluso hasta un par de veces una chica probó mis jugos, pero no sería hasta que conocí a Pablo que mi vida sexual llegó al clímax mas intenso.
Resulta que él, apenas unos años mayor que yo, era un chico de otra provincia que por cosas del destino se cruzó en mi camino. Cuando lo conocí de inmediato pensé que podría ser un buen polvo, total no es bueno dejar pasar ese tipo de oportunidades. En un par de ocasiones hice de coqueta y le rozaba la mano, me tocaba el cabello, o solo lo miraba con mis grandes ojos cafés. Pasaron varios días y como era de esperarse comenzamos a follar.
Su polla es un hermoso instrumento digno de admirar, de unos 18 cm, con un grosor que supera el aro de mi mano, con unas venas que sobresalen, una curvatura ligeramente insinuada hacia el frente, hecha solo para estimular divinamente tu punto G, y un glande prominente que cuando se endurece toma un tono rosa brillante que anticipa que cuando explote saldrán grandes chorros de leche espesa y tibia.
Mi coño, precedido por un monte de Venus carnoso con una línea fina de vello, un par de labios gruesos que cubren unos muy finos y lineales, mi botón una linda gema rosada y la entrada jugosa y hambrienta, siempre húmeda y caliente, o por lo menos siempre que la toco está caliente.
El sexo con él es totalmente perfecto, me encanta cuando me desnuda y busca mis pezones haciendo pequeños círculos con su lengua y finalmente tira de ellos con un mordisco que crece en intensidad hasta hacerme gemir. Tengo grandes pechos que cuando me pone a gatas, se ven bamboleantes pidiendo que los hagan danzar al ritmo de las embestidas que me den por detrás.
Todo era color de rosa, siempre he conocido mi cuerpo así que es fácil para mi tener deliciosos orgasmos ya sea tocándome o buscando con ciertas posiciones el roce y la estimulación perfecta, resultado de muchos años de masturbación.
Pero no tenía idea de lo que se avecinaba, para mí era un chico normal, un buen polvo, un hermoso miembro, con unos hermosos polvos. Pero un día descubrí en su ordenador unas fotografías que me cambiaron la forma de verlo. Resulta que como pasatiempo, fotografiaba mujeres, en plan erótico y me pareció sumamente excitada. Comencé a notar como miraba a otras mujeres y como tenía una gran colección de porno.
Le pedí que me fotografiara y cosa que le gustó mucho, tomó algunas de mis pechos, unas maquillada como una cualquiera, con un diminuto hilo, con todo mi sexo expuesto y jugando sola con mis dedos muy húmedos y tibios.
A pesar de toda mi experiencia nunca dejé que nadie jugueteara con mi culo, siempre pensé en dejar algo para alguien especial y así fue que comenzó lo que sería una experiencia única, algo que lleva fácilmente a la ambivalencia sin saber si se sufre o se disfruta.
Un día en un paseo nos sentamos en un banco de un parque solitario y él sabía que en más de una de ellos habría folladas, esto lo puso a mil, comenzó por meterme un dedo por mí ya caliente coño, masajeándolo mientras besaba mis pechos intercalándolos con mi boca. Bajó con sus labios tocando mi cuello, mis pechos, mi abdomen y llego a mi sexo que ardía pidiendo más. Habíamos bebido un poco así que estábamos algo desinhibidos, me metió la lengua bordeando toda mi entrada y poniéndola dura y en punta, penetrándome un poco; se dedicó también a mi clítoris dándole vueltas, chupándolo y lamiéndolo con lo grueso de su lengua. Ahí empezó lo nuevo, de repente bajo un poco más y ahora estaba en mi ano, no solo lo chupaba y lamía, sino que también lo penetró un poco y sentí como este, sin ninguna resistencia, se abrió. Quien lo diría, estaba gozando de lo lindo con una chupada de culo. Creo que mi cara le indicó que lo que estaba haciendo, lo hacía muy bien y ahora metió uno de sus dedos un poco. Esa ya era otra sensación diferente, no mala precisamente, solo nueva y sin más me metió dos dedos que abría y cerraba en forma de tijeras dentro de mí. Mi coño, que siempre ha tenido la propiedad de mojarse mucho, dejaba correr un chorro de lubricante que caía sobre ese culo desflorado por esos dedos y disminuía el dolor de las embestidas tan violentas que me daba.
Aumentando la confusión de mi cuerpo entre el dolor y el placer, comenzó a chupar nuevamente mi clítoris con la misma rudeza que me penetraba el culo y así entre mi desconcierto, llegué a un violento orgasmo que hasta producía contracciones sobre sus dedos y leves movimientos en su lengua. Me sentí satisfecha momentáneamente después de esa bruta experiencia, pero había un detalle, mi hombre ahora quería lo suyo.
Yo, con algo de dolor y con un deseo que volvía a despertar, busqué su polla con mi boca, tratando de ensalivarla devotamente. Me la metí lo más que pude sin llegar a cubrir ni la mitad de su extensión. Tenía ya una gota de líquido pre seminal, de ese tan sabroso que gusta tanto a las que disfrutamos del placer de hacer sexo oral con un buen falo.
De igual forma lamí sus huevos, que habían subido con su erección, sin dejar de palmearlos para que ambas sensaciones le enloqueciera. Sus ojos enardecidos mostraban lo que disfrutaba esa mamada y de vez en cuando me recordaba lo bien que lo hacía.
Después de que mi novio había tenido la mamada que se merecía, me di la vuelta y le ofrecí mi coño jugoso en mi posición favorita, a cuatro patas, pero mi sorpresa fue que apenas mojó un poco, con mis néctares, su muy empalado pene, sin dejarme meditarlo, ¡zas! me lo enchufó por el culo atrayéndome de las caderas y pegándome bien a su cuerpo.
La resistencia no fue tan fuerte como su embestida, las lágrimas bajaban por mis mejillas y si en todo el parque no oyeron mis quejas, no sé que estaría haciendo la gente. Una vez dentro se quedó quieto un momento, yo me dejé caer sin dejar de llorar y él se fue a adelante sin dejar que su palpitante verga se saliera. Esto me produjo un nuevo dolor. Mi culo, la única pieza no tocada antes, había sido desvirgado, sin duda roto.
Le pedí que saliera y me dijo que no, que siempre me creí muy zorra y que no le iba a dar el culo. ¿Que clase de puta era que no aguantaba una polla por el culo? Esas palabras me hacían sentir muy sucia, pero a la vez muy hembra. El dolor pasó un poco y me salí de un tirón, me eché sobre mi espalda, abrí mis piernas y le dije:
– ¡Ven a follarme el culo pues, pero no seas malo, házmelo lentamente que ya es todo tuyo, amor!
Se monto sobre mí, me lo metió suavemente y cada vez que oía un nuevo gemido, me lo callaba con un beso, diciéndome:
– Eres una puta muy hermosa, lo tienes muy apretadito… mira como se abre… se te nota en la cara que te gusta, perra.
Esas palabras me pusieron a mil, cada vez me follaba con más fuerza y yo del dolor pasé a un placer que no conocía. Me sentía llena, él bombeaba y bombeaba y yo, ciega de placer, le pedía más y más. Después de un rato me corrí con un nuevo orgasmo, lo que hizo que mi novio, al ver mi cara y saber que me hacia gozar, me descargara grandes chorros de leche hirviendo en mi interior. Quedamos exhaustos, allí tumbados sin hablar.
Al día siguiente, salimos como si nada, aunque sentarme era un trabajo que trataba de disimular, aunque varias personas me miraban con cara de complicidad, como si entendieran lo que me pasaba. Una amiga hasta se acercó y me dijo:
– ¿Qué te ha pasado, acaso te dieron por todos lados?
– No, solo por un lado – le dije yo, sin dar muchos detalles.
Nos fuimos a la casa, a darnos un gusto rápido envueltos en lo excitante de la situación y allí cuando por fin me hacía disfrutar por mi olvidado coño, me dijo:
-Ahora quisiera verte follada por otro hombre…
Pero eso es el tema para una nueva experiencia.
Besos a todos.