Relato erótico
Las ventajas de leer
Buscaba un libro en la biblioteca y al no encontrarlo en su sitio, miró por las mesas para ver si alguien lo estaba usando. Efectivamente, un chico lo tenía, hablaron y compartieron algo más que su lectura.
Teresa T. – VITORIA
Hola Charo, pero primero me presentaré, me llamo Teresa, tengo 23 años y soy de Vitoria. Soy una chica normal, mido 1,69, tengo el pelo largo y liso de color negro, ojos color miel, peso unos 58 kg y uso la talla 100 de pecho.
La historia que quiero contaros ocurrió hace dos años. Estaba estudiando de bibliotecaria, así que gran parte de la semana la pasaba en la biblioteca. Allí casi siempre encuentras a la misma gente y acabas cogiendo confianza cuando sales a fumarte un cigarro o cuando vas a tomarte un cortado pues siempre acabas hablando con alguien. Yo solía ir los lunes, los miércoles y los jueves a la biblioteca.
Un día estaba yo buscando un libro pero no lo encontraba por ningún lado aunque el ordenador me decía que estaba disponible, así que con disimulo fui mirando por las mesas para ver si alguien lo tenía y efectivamente lo tenía un chico. Era más bien alto, moreno de piel y de pelo y tenía los ojos oscuros. La verdad es que era un chico guapo y estaba segura que podía ser la primera vez que venía a la biblioteca, porque no me sonaba su cara.
Se llamaba Raúl y tenía 24 años, estaba estudiando la misma carrera que yo, por lo que teníamos cosas de que hablar. Cada vez me gustaba más, lo encontraba más guapo y además era muy simpático.
Al día siguiente, jueves, volví a la biblioteca como de costumbre, aunque la verdad es que estaba deseando ir, para ver si lo volvía a ver. Me arreglé más de lo normal, me maquille un poco, me vestí mejor y cuando llegué Raúl estaba en la misma mesa que la de ayer y también tenía el libro por lo que le pregunté que si no le importaba que me sentara con él, contestándome que no, aunque no paró de mirarme en todo el rato.
Así seguimos hablando hasta que a las 10,30 decidimos irnos. El me acompaño a casa y cuando nos íbamos a despedir fui a darle dos besos en las mejillas pero sin querer, o a propósito, él giró la cara y me besó en toda la boca, me beso como hacía tiempo nadie me besaba, me cogió de la cintura mientras me metía la lengua en la boca y yo pasaba mis brazos alrededor de su cuello, haciendo que me derritiera solo con sentir sus labios besando los míos y como me acariciaba el cuerpo.
Después de estar unos minutos así, me separe de él y le invité a subir a mi casa, él aceptó y en cuanto cerré la puerta volvió a besarme pero esta vez de una manera aún más apasionada. Me gustaba como besaba. Al rato y casi sin darnos cuenta, estábamos en el sofá medio estirados, los dos abrazados y sin despegar nuestros labios.
Poco a poco me fue subiendo la camiseta y yo a él le desabroché la camisa pero al poco estábamos los dos sin ella, luego bajó hasta mis pantalones, me bajó la cremallera y me los quitó, dejándome en tanga y sujetador, y yo también le quité los suyos y finalmente nos quitamos la ropa interior, quedándonos completamente desnudos.
Tenía una larga y gorda polla en una ya muy fuerte erección y yo, además de mostrar la dureza de mis pezones en medio de mis gordas tetas, estaba muy mojada gracias a sus caricias. Entonces me tumbé en el sofá y él empezó a besarme todo el cuerpo, desde mi boca hasta mis piernas insistiendo sobre todo en mis pechos, lamiendo y chupando mis largos y duros pezones, y en mi coño, haciéndome gemir de placer.
Luego él se tumbó y yo le devolví cada beso que él me había dado antes, y después me entretuve en su polla, cada vez más erecta. Empecé por lamérsela de abajo a arriba, insistiendo en el capullo y luego a mamársela muy suavemente, mientras él me acariciaba el pelo. Después de estar unos minutos así, me puse encima de él, bien espatarrada, agarré su polla y me la clavé de un solo golpe en todo mi coño, ayudada por mi gran humedad.
Ya penetrada hasta sentir sus huevos contra mi culo, empecé a moverme de arriba a bajo lentamente hasta que poco después fui acelerando el ritmo. Así estuvimos un rato hasta que, sin poder evitarlo, tuve el primer orgasmo de la sesión, con un placer que incluso me dejó medio mareada, cosa que él aprovechó para ponerse encima de mí viendo yo, con las piernas abiertas, como me clavaba toda su polla en mi ya chorreante coño. Poco después, estaba a punto de correrme por segunda vez y él como si me leyera el pensamiento, me dijo que también se iba a correr y en el mismo instante en que yo caía en mi segundo orgasmo, él sacó la polla de mi coño, ya que no llevaba condón, y se corrió abundantemente sobre mi vientre y mis tetas.
Yo aún estaba estirada, extasiada por el orgasmo que acababa de tener, cuando él se acercó a mí y empezó a besarme de nuevo, bajando por mi cuello y luego besó mis pechos, lamiendo su propio semen que me los llenaba, y jugó con mis pezones aún erectos. Cuando llegó a la altura de mi coño mirándome, me dijo:
– Ahora eres tú la que vas a disfrutar.
Cuando dijo esto abrió mis piernas y empezó a lamer todo mi coño insistiendo en mi clítoris. Así estuvo un buen rato y cuando yo no podía aguantar más, empecé a gemir de placer. No paraba de jugar con mi coño y luego metió un par de dedos en él. Yo estaba otra vez cachonda y por lo que pude ver él también, pues de nuevo tenía la polla muy dura. Entonces dejó de lamerme el coño y me dijo que me pusiera a cuatro patas. Puso la punta de su polla en la entrada de mi coño, súper húmedo, y empezó a penetrarme poco a poco, hasta que la metió entera. Una vez metida, empezó a bombear rápidamente y después de un largo metisaca me la sacó de pronto y noté la dureza de su capullo apretando el agujerito de mi culo.
– ¡No, por ahí no! – exclamé – Nadie me lo ha hecho, soy virgen…
Afortunadamente no me hizo ningún caso porque, excepto el dolor inicial, luego, cuando aquel gordo y duro ariete se fue paseando lentamente por mi recto, un suave y lento placer se fue apoderando de mis entrañas, hasta llevarme al tercer orgasmo. Entonces él volvió a decirme al oído que se iba a correr, pero esta vez no me la sacó del culo, sino que se corrió en el interior de mi cuerpo, proporcionándome una extraña pero muy agradable sensación.
Entonces se tumbó a mi lado, me besó en la boca y así nos quedamos los dos dormidos.
Besos, querida amiga.