Relato erótico
La zorrona de mi amiga
Está casado aunque su matrimonio está al borde de la separación. En parte por la rutina y en parte por sus “escapadas sexuales”. Tenía una amiga que lo llevaba por mal camino. Nos cuenta una de sus encuentros y como acabó.
Guillermo – Barcelona
Las cosas comenzaron a desbocarse en mi vida. La rutina y monotonía en mi matrimonio fraguó el germen de la separación, eso y mis continuas escapadas libidinosas con Lidia y sus amigas. Lo que voy a relatar ocurrió un fin de semana en la playa.
El caso es que Lidia insistía en pasar conmigo un fin de semana en su “casita” de la playa, la verdad es que hasta última hora no pude confirmar mi asistencia y ella ya había hecho sus planes. Pasó a recogerme por la oficina y mi gozo en un pozo, entre la sorpresa y el cabreo comprobé que Lidia venía acompañada por un chico, Oscar, uno de los bailarines de su grupo.
– Alegra esa cara que nos vamos a pasar un finde de muerte – terció Lidia.
La “casita de la playa” era un chalet bastante moderno, con jardín y una piscina limpia y cuidada, cuatro habitaciones con sus baños y un precioso salón. Era la hora de la cena y nos dirigimos al paseo marítimo a comer pescado regado con vino blanco. Durante la cena Oscar se animo con el vino, nos bebimos tres botellas, yo bebí con moderación, y él fue el que de largo más se paso, hasta el punto que Lidia le dio un toque:
– ¡No te pases con el vino que después no respondes en la cama!
A Oscar la observación de su amiga le hizo gracia, a mí no me hizo ninguna. La posibilidad, sospechosa posibilidad, de dormir solo oyendo como en la cama de al lado Oscar y Lidia follaban como descosidos, no era precisamente mi ideal de un fin de semana playero. Tomamos una copa en una terraza, Oscar seguía bebiendo a un ritmo superior al nuestro.
– ¡Te estás pasando con el alcohol! -advirtió Lidia de nuevo.
– ¡Es para darme ganas!
Lidia rompió en una carcajada:
– ¡Ja ja ja ja! ¡Ganas te sobran mamonazo!
No le vi gracia a la broma, sobre todo porque me encontraba descolocado y fuera de lugar, ajeno a la complicidad y guiños entre ellos. A la una de la madrugada decidimos volver a casa, Lidia se fue a cambiar y Oscar sacó una botella de Moet de la nevera.
A pesar de conocer toda la geografía del cuerpo de Lidia, su exotismo, su tipazo y en especial sus tetas, me seguía impresionando. Llevaba un ligero y cortísimo vestido de tirantes sin nada debajo. La ostentosa marca de sus pezones bajo la tela era una inspiradora visión. Oscar descorchó la botella, llenó las copas y brindamos:
– ¡Por nosotros!
Me retiré a ponerme cómodo, me puse unas bermudas y una camiseta. Cuando volví Lidia tenía un disco Dvd en la mano, Oscar se quejaba sin mucho entusiasmo para arrebatárselo.
– ¡Que no tía que me da corte!
-¡Venga ya, que corte ni que leches! -zanjó la chica la cuestión-
La cinta, grabada en el apartamento de Lidia, era un punto. Lidia y Marisa, una de sus amigas se morreaban, se comían los pechos y los coños mientras alguien las grababa, llegado un momento las chicas animaron al que grababa a participar, el tipo se acercó y las chicas, de rodillas, comenzaron a jugar con su polla mientras él seguía grabando, una mamada a dos bocas con todo el morbo que estas chicas le dan a sus devaneos venéreos, el tipo se desconcertaba y perdía el plano, las chicas mamaban y reían.
Mi verga empezó a montar la correspondiente tienda de campaña bajo mis bermudas, Lidia miraba impávida y sonriente la escena mientras Oscar miraba, alternativamente, a la tele, a su amiga y a mí con una sonrisa nerviosa y algo tonta. Lidia sentada junto a mí en el sofá, comenzó a sobar mi paquete. Oscar se excusó.
– Voy al baño un momento.
Lidia subió el volumen de la tele que había estado al mínimo hasta el momento, las chicas reían, Marisa le quito la cámara al chico, la puso sobre un mueble, ajustó el plano y la dejó grabando, ahora pude ver al chico de cuerpo entero, era Oscar. Desnudo, con la polla bien empalmada y el pubis totalmente depilado, delgado, con el cuerpo fibroso, Lidia seguía mamándole la polla, Marisa se incorporó a la escena y comenzó a jugar con sus dedos en el trasero del chico que daba grititos realmente femeninos. Dos dedos de Marisa se metieron en su culo mientras Lidia mamaba:
– Este es más puta que nosotras dos juntas -bromeó Marisa mientras penetraba al chico.
Lidia le señaló su mesita de noche, la chica abrió el cajón y saco un fino vibrador color violeta que procedió a meter por el culo de Oscar, Lidia seguía mamando, Marisa manipulaba el dildo en el esfínter del muchacho que se retorcía de placer y soltaba grititos y risas agudas y nerviosas. Marisa procedió a meterle el consolador todo lo que daba de si:
– A ti lo que te gustaría es tener una polla de verdad bien metida.
El chico no contestó, estaba corriéndose en la boca de Lidia.
Oscar apareció en el salón con una fina bata, cogió el mando a distancia y apagó la tele:
– Me dijiste que eso no lo ibas a poner -reprendió a Lidia que se partía de risa.
Lo que había visto y los sobeteos de Lidia en mi paquete, me tenían bastante caliente. El chico se sentó nervioso en el sillón junto al sofá, Lidia bajo mis bermudas, mi verga quedó al aire, tiesa y dura. La chica se agachó y comenzó a lamerme la punta de la polla. Oscar no perdía detalle, yo estaba nervioso, no sabía, como siempre que estaba con Lidia, que papel tenía que asumir.
Lidia le hizo señas a Oscar para que se acercara a nosotros, se sentó en el sofá junto a ella, que ya tenía toda mi polla metida en la boca, la pajeaba y chupaba alternativamente, las manos del chico acariciaban la espalda de Lidia, las mías sobaban las tetas.
– ¡Vamos a la cama chicos! -invitó Lidia.
Les seguí a la habitación, en la cama Lidia me invitó a penetrarla de lado mientras se la chupaba Oscar, que me miraba y se mordía el labio inferior, poniendo los ojos en blanco, pura cara de gusto y vicio.
La mano de la chica se perdía bajo las pelotas de Oscar, no podía verlo pero por el movimiento estaba claro que sus dedos hurgaban en el hoyo trasero del muchacho. Yo me follaba a Lidia y le daba tirones y pellizquitos en los pezones. Cuanto más fuerte pellizcaba, más fuerte era la presión del coño de Lidia en mi verga. Lidia dio una sonora palmada en las nalgas de Oscar:
– ¡Venga putón que te toca!
Oscar se puso a cuatro patas, Lidia se lubricó los dedos en su propio coño encharcado y le penetró mientras me miraba con una cara de vicio enorme.
– Aquí tienes mi regalito del finde, el trasero virgen de este putón.
Me cogió por la polla y me acercó a Oscar que hundía su cabeza avergonzado en la almohada y levantaba su trasero. La verdad es que parecía él culito de una chica, el par de pelotas blancas y duras colgando certificaban la evidencia, era un chico quien me estaba ofreciendo su culo.
Yo jamás había estado con un hombre, es más, ni siquiera me lo había planteado, pero invadido por el morbo y la calentura, me dejé llevar por el momento y accedí a los requerimientos de Lidia.
Me sitúe tras el chico, Lidia orientó la cabeza de mi polla en el agujero, empujé, el chico dio un gritito, la cabeza de mi polla entró en su culo, estaba caliente y apretado.
– ¡Clávasela entera! -me ordenó mientras masturbaba al muchacho y le apretaba las pelotas.
Tenía el culito bastante cerrado y la penetración era dificultosa, Lidia me invitó a sacarla, cogió un tarro de crema y me enfangó la verga con ella, también la aplicó en el ojete. Ahora la penetración fue más fácil, se la pude encajar hasta las pelotas sin atender las quejas, me quedé quieto, la presión del esfínter de Oscar en mi polla se acrecentó. Oscar eyaculó justo cuando mis pelotas topaban en sus nalgas.
– Ahora relájate y goza la enculada.
Le ordenó mientras lamía los restos de semen de su mano con una cara de vicio tremenda. Después me besó; estaba probando por primera vez el sabor de un semen que no era el mío a través de la boca de Lidia.
Esta chica conseguía que para mí fuera normal lo que jamás me hubiera planteado. Mi verga permanecía dura incrustada en el angosto agujero de Oscar, comencé a culearle mientras Lidia me daba de mamar de sus tetas, el chico gemía cada vez que mi polla le atravesaba hasta las pelotas, Lidia me alentaba para que la penetración fuera más fuerte:
– ¡Será cabrona la zorra, se acaba de correr y ya se está empalmado otra vez!
Con la habilidad de una anguila se situó bajo Oscar, lo atrajo hacia ella y se penetró con su verga. Yo también me vi atraído por la nueva posición, Lidia boca arriba con las piernas abiertas era follada por Oscar a quien yo empalaba:
– ¡Ahora dale duro! ¡Que se entere de lo que vale un peine! -me dijo Lidia.
– ¡Si si! ¡Fóllame vivo! -corroboró Oscar.
Mi verga entraba y salía del culo de Oscar sin apenas obstáculo, la profundidad y fuerza de mi penetración aumentaba. Le estaba dando duro, los gemidos y las respiraciones agitadas de los tres se confundían en una sinfonía de vicio y perversión. Palpitando en el esfínter de Oscar mi polla comenzó a escupir leche en sus entrañas. Caí inerte sobre la espalda del muchacho que a su vez se dejo caer sobre Lidia.
– ¡Me vais a aplastar! -se quejó.
Trabajosamente saqué la polla del agujero de Oscar. Cuando mi capullo se liberó, sonó el clásico ¡flop!, Oscar grito de dolor, la punta de mi polla quedó coronada por unas gotas de leche, Lidia hurgó en el abierto agujero del muchacho llenándose los dedos de leche y dándoselos a probar al muchacho que se quejó de que le escocía cuando Lidia le manipulaba, eso si, se quejó con una amplia sonrisa.
Acababa de encular a un tío como si fuera lo más natural del mundo.
Quizás lo sea. Me metí en la ducha, en la habitación se oían las francas risas de Oscar y Lidia. Oscar entró al baño, se metió en la ducha y me dio un beso de lengua, me cogió de sorpresa pero mi lengua bailó al ritmo de la suya. Me solicitó ayuda para lavarle el culo, aun seguía abierto y tenía restos de leche. Suavemente le unté con gel y abundante agua, me volvió a besar y me dio las gracias. Salimos del baño, Lidia sacó un par de viagras y mandó a la cocina a Oscar.
– Hay pastelitos en la nevera, tráelos que tenemos que recuperar fuerzas y me tenéis que agradecer lo que hago por vosotros, todavía no me he corrido aunque estoy caliente como una perra.
La polla de Oscar aun seguía dura y desafiante, la mía dormía el sueño de los justos. Comimos pastelitos, tomamos otra copa de Moet y me tomé la pastilla. Lidia estaba en la cama llamándonos, me tumbé junto a ella que rápido dirigió su cabeza hacia mi polla, lamía mis pelotas y levantaba el trasero.
Oscar se puso en posición, enfiló su verga entre los labios del coño de Lidia y la penetró, mi verga comenzó a reaccionar de nuevo, el chico follaba a Lidia con energía mirándome a los ojos. Me incorporé y me levanté a por el tarro de crema, tomé un buen pegote en los dedos y embadurné el trasero de Lidia, Oscar sacó su polla empalmada del coño, también le unté lubricante a él, era la primera vez que tocaba una polla que no era la mía.
Aunque no me resultó desagradable tampoco me estremecí, aun hoy la única polla que me interesa es la mía. Oscar apuntó su verga en el culo de Lidia y se la metió sin contemplaciones, Lidia se quejo, pero Oscar no paró hasta clavársela hasta la raíz.
– ¡Ahora métemela tú por el coño! -bramó Lidia.
Sándwich, bocadillo, bombo y caja, doble penetración, da igual como sea, la cuestión era que la primera vez que participaba en algo así. Un hilillo de saliva rebelde se escapaba de los labios de Lidia, que estaba como ida. Podía sentir la dura verga de Oscar separada de la mía por la estrecha y fibrosa pared que separa el recto de la vagina.
Lidia no paraba de emitir sonidos roncos de placer. Abandonó la iniciativa que había llevado hasta el momento para dejarse hacer, dominar, follar. Yo estaba boca arriba en la cama, Lidia me montaba, Oscar la enculaba y estaba a punto.
– Si no cambiamos de posición, me corro ya -anunció.
Oscar se tumbó al borde de la cama, Lidia apuntó su polla en su ojete y se empaló sin contemplaciones, bien abierta de piernas me dijo:
– ¡Venga cabrón, dame caña!
Mi polla entraba y salía como un pistón de su coño, en cada metida sentía las palpitaciones de la polla de Oscar y del coño de la chica. Oscar comenzó a dar grititos, yo apresuré el ritmo para que las corridas coincidieran.
Nos corrimos al unísono. Saqué la polla y me tumbé en el sillón de bambú de la habitación. Como pudo Oscar se quitó de encima a Lidia que no reaccionaba, el cabronazo no se cortó y lamió toda la leche que salía del culo y del coño de la chica.
Acabamos totalmente exhaustos pero aun así nos pegamos algunas folladas más durante el fin de semana; fue un fin de semana apoteósico. Lo chungo llegó el lunes, una abogada con tono hijo de puta me llamó al despacho, mi mujer proponía una separación amistosa. No puse ninguna objeción.
Un abrazo.