La universidad de la vida

Tenía que ir a la universidad y su madre lo envió a casa de una amiga suya para que viviera allí. Era una mujer madura y tenía una hija. Estudió y aprendió de “todo”.

Javier – Madrid
Hola Charo, soy un hombre de 40 años, casado con una preciosidad de mujer y tengo dos hijos pero lo que quiero contarte ocurrió cuando tenía 19 años.
Vivía en un pueblo, éramos muchos hermanos y para continuar mis estudios, mi madre me mandó a Madrid en casa de una buena amiga Carmen, que tenía una buena posición económica y solo una hija, la que hoy es mi mujer.
Tanto Carmen como su hija eran dos hembras espectaculares y yo un chico sin ninguna experiencia con mujeres. De hecho era virgen y muy tímido. Ellas, por el contrario, eran muy liberales y no se ocultaban de nada.
Lo cierto es que me tenían empalmado todo el tiempo pero un día Carmen me sorprendió espiando a su hija, que se estaba cambiando en su cuarto. Me reprendió y me dijo:
– Ya hablaremos más tarde.
Yo le pedí que no dijese nada a su marido, que era muy recto y ella me contestó:
– No se lo diré, esto lo arreglaremos entre tú y yo cuando estemos solos.
Esta misma noche su marido estaba de viaje y su hija dormía en casa de una amiga así que, después de cenar, me preguntó:
– ¿Por qué lo haces… a mi también me has espiado… es que no sales con ninguna chica o es que te masturbas?
Yo le dije la verdad, su cara se tornó más comprensiva y entonces me preguntó:
– ¿Te has acostado con alguna chica?
– Sí – contesté – pero no la he penetrado.
– ¿Estando en la cama y no se la metiste? – exclamó extrañada.
– No – dije – es que cuando me vio la polla se puso a reír y no quiso que se la metiese.
– ¿Tan pequeño es? – preguntó.
– No sé – confesé.
– ¿Cómo que no sabes, cuanto mide? – volvió a preguntar.
– Mas o menos así – dije señalando un espacio con mis manos.
– ¡¿Tanto?! – exclamó.
– Sí, y cuando me empalmo es aún más grande.
– ¡Pero cariño, lo que tú tienes es un tesoro! -dijo- empezando a brillarle los ojos – ¿Ya me has visto desnuda? – me preguntó entonces.
– Sí – le confesé.

– ¿Te gustó lo que viste? – insistió ella.
– Mucho y me hice una paja.
Carmen, se abrió de piernas y me dejó ver sus muslos y sus braguitas tipo tanga por la que se le salían los pelos del coño. Mi verga se puso dura. Ella se abrió aún más de piernas y mi polla salió de la bragueta pero cuando traté de esconderla, me cogió la mano y me dijo:
– Déjala, la pobre se sentía muy oprimida – y cogiéndomela con la mano, añadió – Ven, mi amor, Carmen te enseñará todo lo que quieras ver y saber.
Me puse de pie frente a ella, pasó la lengua por la cabeza de mi polla y a continuación se la metió en la boca y comenzó a chuparla con mucho deseo. Me hizo una mamada espectacular, mi primera mamada y era una amiga de mi madre quien me la hacía pero, cuando me venía la leche ella, dándose cuenta, paró y me dijo:
– Vamos, a mi cuarto, cariño, y te haré un hombre.
Nada más entrar, cerró la puerta con el seguro, se quitó la bata y se deslizó las bragas por los muslos quedándose desnuda. Ella estaba de espaldas a mí, por lo que me recreé en sus estrechas caderas y en sus amplias nalgas.
– ¿Te gusta lo que ves? – me preguntó – ¿Te gusta?
– Mucho, estás buenísima – confesé.
– Pues espera a probarme – sentenció.
Se tumbó de espaldas en la cama, se abrió de piernas y por primera vez pude contemplar un coño y pude oler el aroma de una hembra en celo.
– ¿Te gusta mi olor? – preguntó entonces.
– Sí, es mucho mejor que el de tus bragas…
– ¡Serás cabrón! -me cortó- ¿Así que te hacías pajas oliendo mis bragas?
– Sí, me ponían muy cachondo.
– Pues, ¿a qué esperas? ¡Mete tu cabeza entre mis piernas y cómeme el coño! – ordenó.
Metí la cabeza y comencé a chupar. Carmen gemía de gusto y me decía:
– ¡No pares, cabrón, que bien me comes el coño, así, un poco más arriba, cómete el clítoris que me corro!
Entonces me cogió la cabeza con sus manos y me apretó contra su coño soltándome una gran corrida, y así me tragué los primeros jugos de una mujer.

– ¿Te gusto, mi amor? – me preguntó entonces.
– Sí, mucho, pero creo que yo te gusto más a tí.
– Anda, ven, acuéstate a mi lado.
Yo no me había corrido y tenía la polla que me dolía. Se arrodilló en la cama, levantó bien el culo y me dijo:
– Vamos, métemela.
– ¿Por donde? – pregunté extrañado.
– Por el culo, métemela en el culo de una vez, necesito que me lo rompas y me lo llenes de leche.
Puse el glande apoyado en aquel culazo y de un solo empujón la penetré sin que soltara un solo grito. Estaba claro que no era la primera polla que recibía por detrás.
– ¡Fóllame, cabrón, dame bien por el culo! – me pedía.
Durante quince minutos la penetré por detrás y ya me dolía la polla cuando comencé a soltar leche en su ano.
– ¡Te estás corriendo! – exclamó – ¡Así, mi amor, vacía tus cojones en mi culo, llénalo de leche… que gustazo… más, quiero más leche, quiero que me salga por la boca!
Cuando acabé de correrme, ella me preguntó:
– ¿Te dio placer darme por el culo?
– Mucho, me dio mucho placer metértela por detrás pero ahora quiero metértela por el coño.
– No, eso será otro día, te dejaré que me sigas espiando y que te hagas pajas pensando en mí, eso me pone muy cachonda y por cierto, ya te puedes hacer una pues tienes la polla dura aunque, si quieres, te hago yo la paja.
Acepté la sugerencia y me llevó al baño mientras le corría mi leche por los muslos. Me sentó en la taza, ella flexionó sus piernas dejándome ver todo su coño, y empezó a meneármela dándome también con la lengua. No tardé nada en decirle que me corría y ella me contestó:
– ¡En mi cara, cariño, córrete en mi cara y en mi boca!
El primer lechazo fue a su cara, el segundo a su boca y el resto se lo solté sobre los pechos, dejándola pringada de leche.
Después de todo eso yo sabía que Carmen no tardaría en entregarme su coño, y así fue. Un día, cuando me levanté, estaba en la cocina, llevaba una camiseta y debajo solo unas bragas tipo tanga, de color negro. Me acerqué a ella y cogiéndole los pechos, le restregué mi polla por las nalgas diciéndole:
– Mira como la tengo.
– Como sois los jóvenes -dijo ella cogiéndomela con la mano- ¡Todo el día empalmado!
– Eres tú quien me tiene en celo – le dije.

Entonces me llevó al salón, me sentó en el sofá se arrodilló y empezó a hacerme una mamada mientras yo le magreaba las tetas hasta que le dije:
– No sigas que me corro…
– ¿Así que sigues deseando mi coño? – me preguntó – Está bien, ahora será para tí.
Se tumbó de espaldas en la alfombra y me pidió que la penetrara. La cogí
por sus muslazos y la levanté para que me ofreciera bien su coño y de un solo golpe la penetré y me la follé mientras le magreaba las tetorras. Ella, gritaba de placer diciéndome:
– ¡Así, cariño, fóllame bien… que pedazo de polla que me tienes metida, como te siento… nunca me sentí tan llena de macho… dame placer, dame polla y disfruta de la zorra de tu tía… que puta me siento jodiendo contigo que vicio, esto es lo mejor que hay!
La follé en esta postura durante bastante rato pero luego cambiamos. Se apoyó en el respaldo del sofá, dobló su cuerpo y me ofreció de nuevo su coño. ¡Que visión, que pedazo de coño chorreando jugos! Parecía una almeja. Lea penetré y cuando ella había tenido varios orgasmos y yo ya no podía aguantar más, le dije:
– Me corro, ya me viene…
Pero cuando la intenté sacar, ella me gritó:
– ¡Sigue, no la saques, córrete dentro, quiero sentir tu leche!
Se la clavé hasta los huevos y me corrí dentro de ella con un alarido de placer.
Desde entonces, las folladas con Carmen eran diarias hasta que un domingo, Julia, su hija me dijo que si salíamos de paseo en bicicleta. Yo iba detrás de ella, observado su culo marcado por el ajustado pantalón de ciclista donde se notaba el tanga en sus macizas nalgas.
Cuando llegamos a un riachuelo, decidimos darnos un baño. Julia se quitó la camiseta y dejó sus pechos al aire. ¡Que belleza de tetas, redondas, perfectas! Tras el baño nos sentamos en unas piedras pero ver las tetas Julia me había puesto la polla dura, ella se percató y entonces me preguntó:
– ¿Has follado alguna vez al aire libre?
Naturalmente le dije que no y entonces ella añadió:
– Sí, tu solo follas con mi madre en la cama o en el salón – debí poner cara de susto pues ella añadió -Tranquilo, que será nuestro secreto, pero ahora quiero que me comas el coño y después ya veremos.
Me acosté de espaldas en la hierba y ella se puso en cuclillas sobre mi, le separé los labios del coño y comprobé que estaba empapada de jugos, levanté mi cara, saqué la lengua y la pasé por la raja, desde el coño hasta el culo. Julia terminó sentada sobre mi cara y me hizo comer sus cálidos flujos mientras me decía:

– ¡Que gustazo, mete bien la lengua, no pares, no pares, cabrón… sigue lamiéndome el coño al igual que haces con el de mi madre!
Entonces avanzó su culo, mi cara quedó entre sus macizas nalgas y le comí el agujero del culo. Como es de suponer y después de una buena mamada, echamos un polvo bestial. Otro día os contaré como acabamos casándonos.
Saludos hasta entonces.