Relato erótico

La tía de mi amigo

Charo
3 de agosto del 2020

Le gustaba la tía de su mejor amigo. Siempre había fantaseado con ella y un día se decidió a tirarle los tejos. La historia sigue y nos la cuenta con todo detalle.

Marcos – ASTURIAS
Mi nombre es Marcos y os voy a contar mi historia con una mujer que ha sido la protagonista de toda mi vida. Conchi era la tía de mi amigo Javi, de lo que se deduce que es mayor que yo pues mientras que yo acabo de cumplir los 36 años, ella ya llega a los 53, aunque sigue soltera. Siempre fue una mujer de mucho carácter. La recuerdo de pequeño velando por la integridad de su sobrino y echándonos a los demás niños unas buenas broncas cada vez que le hacíamos alguna perrería a aquel. Sin embargo, ese carácter agrio siempre estuvo acompañado de un aspecto físico espectacular, piel morena, larga melena negra, cuerpo macizo a menudo embutido en ajustados tejanos que dejaban intuir un culo espectacular.
Esa contraposición de cualidades siempre provocó en mí un gran morbo. Me llamaba la atención una mujer mayor, que de niño me reñía, pero que estaba superbuena, lo cual, poco a poco, la fue convirtiendo en protagonista de mis fantasías sexuales. Llegó entonces un momento en el que decidí que tenía que intentar convertir dichas fantasías en realidad. A fin de cuentas, ambos estábamos solteros y no había nada que lo impidiese, ni siquiera la diferencia de edad. Sin embargo, yo era una persona timidilla y, como no coincidíamos en ninguna actividad, no veía la forma de acercarme a ella.
Lo primero que se me ocurrió fue dejarle anónimos en el buzón haciéndole saber que tenía un admirador secreto pero, claro, así no había forma de saber su reacción. Un día, en una de mis cartas, le dije que si quería saber quién era yo que colgase un trapo rojo de su balcón. No colgó nada así que, decepcionado, decidí que sería mejor ir olvidándome de ella aunque, aún así, siguió estando presente en muchas de mis fantasías. Pero hete aquí que, ahora, años después, mi amigo Javi se casó, yo fui a la boda y allí estaba Conchi, tremenda y maciza como siempre a sus 53. Hoy o nunca, me dije yo. Contentillo con las copas, me acerqué y le dije si quería bailar conmigo. Me dijo que si. Así, a ritmo de merengue conseguí tocarle por primera vez las caderas. No podía fracasar me juré, por lo que poco a poco, a medida que íbamos cogiendo confianza, yo acercaba mi cuerpo más y más al suyo provocando unos roces cada vez más frecuentes. En una de esas noté contra mi pecho la presión de unos pezones duros y erizados.
– Me debes un trapo rojo – le dije entonces.
Ella se quedó pensativa, como intentando recordar, hasta que, al fin dijo: – Anda, pillín, así que eras tú, ¿eh?

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Dicho esto, abrió un pequeño hueco entre dos botones de su blusa y me espetó:
– No está en el balcón, pero este es tu trapo rojo.
A través de aquel hueco de la blusa pude ver un sujetador rojo que me puso a mil. No podía haber aguantado más, pero tuve la gran suerte de que ella también se había puesto como una moto. Casi sin mediar palabra, salimos del restaurante, cogimos un taxi y ella le pidió que nos llevase a su casa. Allí llegó la apoteosis. No me lo podía creer pero todos mis sueños iban a hacerse realidad.
Nada más entrar en el apartamento, nos dimos un beso apasionado que nos hizo poner más calientes de lo que ya estábamos. Por primera vez posé mis manos sobre sus tetas, sobre aquellas tetas que habían sido mi obsesión desde niño. Aprovechando esa postura, le desabroché la blusa y le quité el sujetador. El trapo rojo estaba ahora en mi poder y aquellos dos inmensos melones, grandes, redondos y duros, por fin a mi vista. Casi sin darnos cuenta, estábamos completamente desnudos y, entonces ella se arrodilló frente a mí, cogió mi polla, que, para entonces ya estaba tiesa como un mástil, con sus manos y, lentamente, comenzó a acariciármela. Al cabo, en esa misma postura, la cercó a su boca, me lamió el capullo y, poco a poco, me la comenzó a comer. ¡Que gusto, que placer! Se notaba que sus 53 años le habían dado mucha experiencia. ¡Que bien me la mamaba! ¡Como me la recorría con su lengua por debajo! ¡Como me la acariciaba con sus labios!
Yo no podía aguantar más. Estaba a punto de correrme, así que la hice parar y le dije que ahora era yo el que quería probar su manjar. Estábamos en la cocina y, entonces la muy viciosa, se sentó sobre la lavadora y, abriéndose de piernas frente a mi, me mostró aquello por lo que yo tanto había suspirado. Me recliné sobre ella y comencé a masajearle su maravilloso clítoris con mi lengua de todas las maneras que se me ocurrieron. Conchi se retorcía y gritaba de placer, así hasta que conseguí que se corriera por primera vez. Había llegado el momento.
– Conchi, le dije – desde pequeño, desde que me reñías si le tiraba de las orejas a Javi, me has puesto cachondo y siempre he soñado que follaba contigo.
Ella solo contestó con tres palabras:
– Hazlo, vamos, fóllame.
Me incorporé entonces y según estaba ella sobre la lavadora, la abrí de piernas apoyando sus pies sobre mis hombros, cogí mi polla que estaba aún más tiesa y dura que antes, apunté con ella y, de un zarpazo, la metí en lo más profundo de su coño. ¡El coño de Conchi, la tía de Javi! En aquel coño que tanto me había hecho soñar, estaba ahora mi polla metida. Comencé a follarla con ganas, eran muchos años esperándolo y había que disfrutarlo.

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– ¡Que bien lo haces! – me decía – ¡Más, más, fóllame más!
Yo metía y sacaba mi rabo de ella cada vez con más fuerza y podía contemplar sus ojos en blanco, su cara de gran placer, sus enormes tetas balanceándose… Todo ello me puso de tal modo que, al poco tiempo, mis largos años de espera por aquel pedazo de hembra explotaron. Me corrí como un loco, llenándole el coño con mi leche suave y caliente. Esto a ella la excitó aún más de lo que estaba y, por segunda vez en pocos minutos, tuvo un orgasmo que, según me dijo, junto con los que vinieron después, fueron de los mejores de su vida. Cuatro polvos echamos aquella noche y, desde entonces, ni se sabe. A los dos, a Conchi, con sus 53 tacos y a mí, con mis 36, nos encanta follar y no desaprovechamos ninguna oportunidad para hacerlo. Ahora soy el tío de mi amigo Javi pero, claro, su tía está tan buena…
Besos a las lectoras y un saludo a los lectores.

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