La suegra de mi hijo

Nunca había mirado a la suegra de su hijo con lujuria. Eran familia y punto. Aquella mañana y sabiendo que a él le encantaba el bricolaje, lo llamó y le dijo si podía echarle una mano con unos grifos nuevos que había comprado. Le echó una mano y algo más.

Juan – Granada
Mi hijo hace varios años que se casó y por lo tanto ya no vive en mi casa y, como casi todos los que entran en esta cofradía, tiene suegra.
La de mi hijo tendrá unos 55 años, pelirroja y lleva separada del marido, que yo sepa, unos diez años. Nunca la he mirado de otra manera, que no fuera como la madre de mi nuera y ella no me ha dado motivos para otra cosa. No es muy guapa ni muy fea. Corriente. Es una persona de buen gusto. Va bien vestida. En fin, es una mujer con clase.
Cuando nos hemos visto en algunas ocasiones, no saludamos con cortesía, nos damos el beso de rigor en las mejillas y santas pascuas.
Vive fuera de la capital, en una urbanización con otra hija que tiene y está soltera.
Yo soy un gran aficionado al bricolaje y, dicen de mí, que soy un “manitas”. Tengo en casa un pequeño taller, en donde paso el tiempo que me sobra después del trabajo en el despacho, y me relajo.
Pues bien, una tarde suena el teléfono, y era ella.
-Hola Juan ¿Que tal estás?
-Muy bien ¿Y tú?
-Estupenda. Verás, he comprado unos grifos para la bañera, y, no encuentro fontanero. Como se que te gusta hacer esas cosas ¿Me los puedes instalar?
-Cuando tú digas.
-¿Te parece mañana por la tarde?
-De acuerdo
Pues bien, al día siguiente cojo mis herramientas, las pongo en el coche y a la hora prevista estaba en su casa. Tiene un chalet con mucho espacio verde (cesped) y una piscina de 12 m. donde se pueden dar unas cuantas brazadas. Era verano y yo iba vestido con pantalón corto y una camiseta fina de algodón. Llamé a la puerta metálica del jardín y por el portero automático me abrió la puerta. Entré con el coche hasta la puerta principal. Ella estaba allí, esperando. Saqué las herramientas, y, dije:
-¿Que es lo que hay que arreglar?
-Pasa. Son los grifos de la bañera.
Efectivamente, allí estaban los grifos nuevos. Quité los viejos e instalé los nuevos y, arreglado. Hacía mucho calor en ese cuarto de baño, y cuando salí, estaba totalmente empapado de sudor.
-¿Quieres darte un chapuzón en la piscina? Me dijo.
– No llevo traje de baño y no me voy a meter con la ropa interior.
– En el vestuario hay algunos de mi ex-marido. Están limpios y si te gusta alguno, puedes cogerlo.
Os cuento todo esto, porque en el ambiente no había algún motivo que indicara sexo por ninguna parte.
Sigo con la historia.

Entro en vestidor, y, sí, había bermudas, pero por lo menos de una talla 58, y a mí, me venían todos muy anchos. Pensando que ella estaría trajinando por la casa, me calcé unos y salí hacia la piscina.
Ella no estaba dentro de la casa, sino echada en una tumbona, con el bikini puesto y tomando el sol.
Me acerco al borde, y me zambullo de cabeza en la piscina. Pero ¡¡Oh sorpresa!! Los bermudas se me habían salido de golpe y ahora estaba en cueros. Estaban flotando a mi lado. Que apuro estaba pasando. Rezaba para que ella no se diera cuenta. Pero no. Se dio perfecta cuenta de ello y buena prueba, era que se estaba partiendo de risa viendo lo apurado que yo estaba y lo cómico de la situación.
-No te apures, hombre. Estoy curada de espanto y ver unos cataplines.
No es cosa nueva para mí. Y para que veas que no me da corte, mira lo que hago.
Se quitó las dos piezas del bikini, y se metió en el agua.
Al verla desnuda, los prejuicios familiares que yo tenía, se habían esfumado y mi polla se había enderezado de manera alarmante. Hago unas brazadas sin preocuparme de ella. Cuando estoy llegando a la parte de la piscina, donde hay menos agua, noto que una mano me sujeta la polla. Me pongo de pié y ella hace lo mismo. Sin soltarme la pija, me abraza y me besa en los labios, con un beso profundo y lascivo. Yo estaba muy violento, era la madre de la mujer de mi hijo y estaba muy cortado. Pero la polla, ni la soltaba ni se bajaba, y, por lo tanto había que hacerla bajar de la única manera que se ha de hacer. Meterla en caliente.
Me echa hacia atrás y quedo flotando hacia arriba, con el mástil por todo lo alto. Me separa las piernas, se zambulle, y asoma la cabeza justo entre mis piernas y encima de mis cojones. Sin mediar palabra, me coge con la boca el palo de mesana, y empieza a chuparlo con gran fruición. Con los vaivenes de sus chupeteos de arriba/abajo, mi cabeza estaba a veces bajo el agua y lo pasaba bastante mal. Así que me incorporé, la llevé a un rincón de la piscina, le abrí las piernas y enfundé mi polla dentro de su chocho. Empezamos a follar como energúmenos. Ella tenía los ojos cerrados, concentrada en el polvo que estábamos echando. Nos agitábamos tanto en el agua, que formábamos olas a nuestro alrededor.

Yo notaba sus orgasmos por las contracciones de su vagina en mi verga. Llegó mi momento y, me corrí, vaya si me corrí. El semen que se le salía de su coño flotaba a nuestro alrededor. No saqué la polla de su coño, hasta que se quedó flácido.
Exhaustos los dos, nos arrastramos por el césped y nos pusimos ambos, boca arriba y con los ojos cerrados. Entonces empezaron las confidencias.
-Ya sabes, que hace diez años que me separé de mi marido. Ya mucho antes de separarnos no teníamos ningún contacto sexual. Así, que fíjate como estaba. Para satisfacer mi cuerpo, podría haberme acostado con cualquiera, pero no me seducía la idea de que la gente pudiera enterarse. Hace tiempo que me fijé en ti, porque si me acostaba contigo, no podrías comentarlo con nadie, pues por el medio está tu hijo, mi hija, tu mujer, en fin un entorno familiar muy agradable que tú no podías romper. He estado mucho tiempo buscando la ocasión para que me follaras. La he encontrado hoy, la he aprovechado y no me arrepiento de ello. Estas muy bien armado y me ha gustado el polvo que hemos echado.
Hablando, hablando, mi polla se volvió a levantar. Ella se dio cuenta y me dijo con voz susurrante:
¿Quieres de follemos otra vez?
Yo no dije nada.
Ella dijo: El que calla, otorga.
Sin más, volvió a coger con sus labios la cabeza de mi rabo, y se la introdujo en la boca. Con la lengua me daba unos lametones de angustia. Empezó a engullir mi larga y gorda polla hasta la campanilla.
Cuando ya estaba a punto de correrme, la separé.
¿Nunca te han comido el coño?
No. Nunca.

La acosté en la hierba y le abrí las piernas. Su hermoso coñito, cubierto por pelos pelirrojos se abrió ante mí. Empecé, como todo el mundo, a lamerle la parte interior de los muslos. Iba subiendo poco a poco hacia el centro de control. La pelvis de ella subía y bajaba. Suspiraba. Con los dientes apretados soltaba aire. Por fin llegué a su ya bien lubricado agujero. Abrí con mi lengua, los labios que escondían el clítoris y lo cogí con mis labios y tiré de él. Le pasé la lengua, primero despacio y luego más aprisa. A cada orgasmo me apretaba con sus manos mi cabeza con tanta fuerza, que casi me asfixiaba. Cuando estaba a punto de tener el próximo, me levanté cogí mi polla, lo puse en la entrada de su coño y era tanta la lubricación que tenia, que resbaló hasta introducirse hasta el fondo.
Los movimientos del mete/saca, estaban acompasados. Cuando yo metía, ella apretaba. Cuando yo sacaba, ella también, por lo que las embestidas por parte de ambos eran furiosas.
– Que me corro, que me corro…
Nos corrimos los dos, cosa extraña, al mismo tiempo. ¡¡Como apretábamos!! ¡¡Que fuerza!! No yo la sacaba ni ella se retiraba. Parecía que estábamos pegados por nuestros sexos.
Con cara de pena, nos separamos y quedamos tendidos en el césped, respirando con fuerza, con las pulsaciones a tope, pues habíamos hecho un verdadero maratón.
¡¡Que cosas pasan!! Gracias a unas bermudas, de gran tamaño, hemos hecho un cambio de grifos de verdadero lujo.
Su hija, soltera, por la hora que era, estaría a punto de llegar y no sería cosa buena que nos encontrara desnudos, tumbados en la hierba y el coño de su madre lleno de semen. Así, que me vestí. Nos dimos las gracias mutuamente, por la tarde tan feliz que habíamos pasado, y quedamos, de nuevo para otra “bricofollada”
No es fácil encontrar momentos para que follemos, pero cuando los tenemos, los aprovechamos al máximo. Ella se vacía y yo la lleno.
Un saludo.