La sorpresa fue para mi

Son novios desde hace tiempo y el sexo les funciona de maravilla. Aquel día fue a casa de su novio, tenia llave y quería darle una sorpresa, la sorpresa se la llevó ella.

María – BILBAO
No sé si mi relato tendrá la fuerza sexual suficiente para que me lo publiques pero yo te digo que lo justifica la sorpresa que me llevé al abrir la puerta de la habitación de mi novio, y que con toda seguridad aún no me esperaba, pues me lo encontré totalmente desnudo delante del ordenador y tocándose esa polla que a mí me encanta.
Al oír la puerta, se giró mirándome con cara de sorpresa y un poco avergonzado de que lo encontrara así, pero en un momento me acerqué a él y le pregunté:
– ¿Qué es lo que haces?
– Nada – me contestó – estaba chateando en páginas de Internet…
– ¿Desnudo? – pregunté de nuevo.
– Bueno… las páginas eróticas se disfrutan más así – respondió poniéndose algo colorado.
– Entonces te ponen a tono, ¿eh? – dije, en plan irónico.
Entendiéndolo, me sonrío mientras yo veía en la pantalla que estaba efectivamente en un chat erótico y entonces le dije:
– Estabas hablando con una chica que, según dice, te estaría mamando la polla en ese momento… vaya, eso parece interesante… pero deja que yo ayude a tu amiga.
Sin dejarle reaccionar, me arrodillé ante él, entre sus piernas y cogiéndole ya la dura y rica polla, empecé a mamársela con muchas ganas. Me excitaba mucho estar completamente vestida y él completamente desnudo. Era como si yo fuera la dueña y él mi juguete.
Succioné lentamente la punta de la verga y noté como empezaba a estirarse mientras él echaba la cabeza hacia atrás, disfrutando de la sensación de mi boca en su verga que yo seguía chupando, ahora toda entera, incansable, pero al poco rato me suplicó:
– No, por favor, no me hagas correr tan pronto.
Yo, sacándome su verga de la boca pero agarrándole, suavemente pero con firmeza, los huevos, le dije:
– ¿Así que quieres derramar tu leche dentro de mí? Ya sabes que no me importa que lo hagas, que al contrario me gusta mucho, pero ahora solo te ayudo lo suficiente para que disfrutes al máximo y luego te dejo un momento, es mi forma de acercarte al máximo placer.
Como es natural, nos olvidamos del ordenador por completo cuando él me dijo que se encontraba en desventaja, ya que aún yo estaba completamente vestida. Sonriendo le dije:
– Pues ayúdame a quitarme la ropa.
Con un enorme placer reflejado en su cara, me levantó, haciendo él lo mismo, me quitó la blusa, poco a poco y sin prisas para hacerme sentir un poco de ansiedad por tenerle. Mi sujetador quedó al descubierto. Yo sabía que le gustaba ver mis tetas porque son grandes y el sujetador no me las cubre por completo.
En este momento mis pezones estaban totalmente erguidos, pidiendo su boca en ellos.

También con lentitud me libró del sujetador y al aparecer mis tetas desnudas, tomó una en cada mano, dándoles un delicioso masaje, luego su boca descendió hacia ellas con deliciosos mordiscos y lamidas que disfrutaba yo a lo grande mientras su lengua trazaba un singular y erótico camino que amenazaba con volverme loca por lo que le pedí:
– ¡Date prisa en quitarme la ropa pues te necesito dentro de mí!
Nerviosamente desabrochó entonces mi falda, descubriendo que debajo de ella yo llevaba solamente un minúsculo tanga. Me besó por encima de él en mi coño, comprobando que ya lo tenía todo mojado por mis jugos. Me quitó la prenda y sus manos me tocaron por entero haciéndome sentir que mis piernas se debilitaban y no me sostendrían, por lo que, notándolo, me invitó a irnos a la cama.
Allí terminó de quitarme los zapatos y las medias, sobando mis pies delicadamente y dándome un masaje delicioso. A continuación empezó a subir lentamente, dándome besos en el camino, hasta llegar al centro de mi chochito. Sus manos abrieron mis labios vaginales mientras su lengua se introducía buscando un néctar que no tardó nada en recibir pues me había provocado, con esa lengua traviesa, un orgasmo espectacular.
Al verme así, temblorosa y suspirando, intentó penetrarme tal cual yo estaba, pero le pedí hacerlo en la postura del perro, cosa que él ya sabía que me encantaba. Sonriendo me ayudó a ponerme a cuatro patas y se dispuso a penetrarme pero primero pasó varias veces su verga por mi raja, haciéndose desear y cuando me tuvo más que dispuesta, apuntó su polla y me la introdujo de una sola estocada. ¡Que gusto sentí más agradable!
En el acto empezó a moverse delante y atrás haciendo que me excitase nuevamente y que pronto estuviese lista para un nuevo orgasmo. Le apreté varias veces con mi vagina pero él me pedía que no lo hiciera pues así se correría demasiado pronto, pero eso no me importaba pues quería que corriera conmigo. Teníamos toda la noche por delante para seguir haciendo todo lo que quisiéramos.
Seguí apretando y al poco rato noté que se acercaba su corrida por lo que apresuré mi placer tocándome, con una mano, mi clítoris y no tardaron mucho en oírse los locos y profundos gemidos que acompañaban nuestra mutua y espectacular corrida.
Satisfecha, me dejé caer en la cama, atrayéndole conmigo, ya que aún él estaba dentro de mí. Descansó un momento sobre mi cuerpo mientras su verga se volvía flácida tras la corrida, luego se echó a un lado y nos besamos. ¿Qué más se puede pedir?

Pero eso no fue todo pues, como había dicho yo antes, teníamos toda la noche por delante.
Levantándonos de la cama, nos dimos un baño, metidos ambos en la bañera y mientras él me enjabonaba, yo suspiraba recordando los momentos compartidos en la cama. Luego, una vez los dos totalmente limpios, mientras dejábamos que el agua aún corriera por nuestro cuerpo, sentimos renacer el deseo por las caricias que nos hacíamos al enjabonarnos mutuamente.
Su lanza se puso en posición de firmes, me pidió que me girara y empezó a tocarme el ano con su verga. En el acto supe lo que él deseaba hacerme. Y no me importó pues aunque que sabía que me dolería, a pesar de que no era la primera vez que él me daba por el culo, tenía ganas de gozar por este agujero tan íntimo.
– Por favor – le dije excitada – Quiero complacerte y deseo que esta próxima vez sea por el trasero. Todo mi ser es tuyo, amor mío, por lo que también el agujero de mi culo
Rápidamente cerró las llaves del agua y me llevó nuevamente a la cama para enseñarme lo rápido que se recupera de un desgaste. Ya en la cama me tiró boca abajo y empezó un sutil masaje. Su verga estaba más y más dura cada vez, luego trajo un lubricante, me puso un poco en el agujero del culo y otro poco en su dedo, pasándolo por la orilla de mí ano y cuando vio que yo levantaba mis nalgas hacia su caricia, introdujo el dedo en agujero, pero pronto sentí algo más gordo. Eran dos dedos los que ahora metía. El dolor inicial desaparecido, yo me retorcía de placer.
Estaba gozando con esta nada suave penetración anal cuando de repente, sacó los dedos para no tardar en remplazarlos por su verga, que ya tenía también llena de lubricante, y me la introdujo poco a poco, con cuidado y delicadeza en mi ano.
Tenía mi agujero tan dilatado que su intromisión no me dolió en absoluto y encima me estaba volviendo loca. No sé cuanto tiempo estuvo introduciendo en mi recto su larga, dura y gorda polla hasta que noté que ya tenía metida la mitad y luego como sus huevos apretaban mis nalgas. ¡Qué caliente sensación! Me golpeaba con ellos una y otra vez mientras me follaba sin descanso y ambos gozábamos con el vaivén de su cuerpo sobre el mío.
Mi ano estaba apretadísimo, pero su verga lo dilataba rápidamente, haciendo que se abriera a la anchura de su polla. Gozamos durante un buen rato de esta penetración y cuando mi agujero ya estaba dilatado, me dijo:
– Vamos a cambiar de posición.
No me gustó nada esta decisión suya pero tampoco podía protestar. Ahora él era mi dueño y quien me daba todo el placer que mi cuerpo necesitaba.

Sacándome la polla del culo, me llevó a donde todo había comenzado, frente a su ordenador, se sentó en su silla, con su tremenda verga mirando al techo, y me atrajo para que me sentase sobre él pero mirando yo a la pantalla. Así me coloqué y entonces fue metiéndome su verga en mi ano. Poco a poco me fui sentando así, sintiendo otra vez su lanza penetrándome el ano. En esta posición le era más fácil tocarme tanto el pecho como el coño mientras yo empezaba a cabalgar.
No recuerdo el tiempo en que estuvimos así, follándome el culo y sobándome las gordas tetas, mientras me besaba el cuello, las orejas y los hombros pero sí que mi grito de placer fue tremendo en el momento en que, mientras me corría, notaba toda su leche regarme el recto.
Besos, Charo y gracias por publicar mi testimonio.