Relato erótico

La recordaré siempre

Charo
10 de junio del 2019

Las maduras le gustaban pero la cosa no pasaba de aquí. Fue una vecina la que le hizo conocer las delicias de una mujer con experiencia. Fueron amantes durante un tiempo hasta que ella se trasladó a otra ciudad. Es un recuerdo morboso y caliente para él.

Leo – Valladolid
En aquellos tiempos contaba yo con 24 años. Siempre me había fijado en las mujeres maduras, a las que admiraba por su cuerpo suntuoso al más puro estilo de la pintura flamenca y su supuesta experiencia en el sexo. Mi vecina Adriana era una de ellas, y estaba dotada de un cuerpo que parecía la imagen de la diosa de la fertilidad, con unas tetas grandes, caderas anchas y un culo precioso que le marcaba las mallas que solía llevar. Siempre que había coincidido con ella se había mostrado muy cariñosa conmigo.
En una ocasión, me la encontré en el portal de casa descargando las bolsas de la compra, mientras su marido, sin bajarse del coche, esperó a que Adriana acabara de descargar el coche para marcharse. Tan cariñosa como siempre me saludó, yo le correspondí con una sonrisa y me ofrecí para ayudarla a llevar las bolsas hasta la puerta de su casa, a lo que ella lo agradeció.
Metimos todas las bolsas en el ascensor, quedando un espacio muy ajustado para que entráramos los dos, pero ambos pusimos mucha voluntad. Allí dentro el roce era inevitable y estábamos con un cuerpo pegado al otro. Notaba su aliento en mi cuello y me invadió la dulce fragancia que desprendía. La excitación que sentí fue tanta que me empalmé rápidamente, cosa que me violentó muchísimo, porque ella soltó una sutil sonrisa. Ese día no pasó nada más, salvo que al llegar a casa tuve que masturbarme pensando en ella. Y ese día empezó mi obsesión por Adriana. Ella vivía justo debajo de mí, y si me asomaba por la ventana del patio interior podía ver su tendedero, y mi tentación por conseguir una pieza de su ropa interior era superior a mí.
Un día, mi obsesión por ella hizo que no me lo pensara dos veces, cuando miré por la ventana vi que había tendidas unas preciosas braguitas de seda de color rosa, até una percha de alambre a una cuerda y empecé a soltarla hacia abajo. Fui bastante hábil y en un par de minutos ya las tenía bien cogidas para que no se cayeran. De un tirón saltaron las dos pinzas que las sujetaban y ¡ya eran mías! Las cogí y las examiné detenidamente. El tacto era muy sensual. Me las llevé a la nariz para olerlas, estaban perfumadas y hacían muy buen olor. De repente llamaron a la puerta, escondí las bragas debajo de mi almohada y fui a abrir. Me quedé de piedra cuando al abrir la puerta me encontré de frente con Adriana. Intenté actuar con naturalidad pero mis palabras titubearon al saludarla.
Ella estaba sonriendo y me pidió un tazón de arroz, eso hizo serenarme.

Me preguntó como me iban los estudios mientras yo le llenaba el tazón y le contesté que estaba de exámenes y que por eso me había quedado el fin de semana a estudiar en vez de bajar al pueblo con toda la familia. Entonces ella se acercó hasta la cocina y me dijo que ella también tenía que haber salido a comer con unas amigas, pero que lo había tenido que cancelar porque las bragas que tenía preparadas para ponerse se las había quitado yo… Supongo que por los nervios me puse a reír y ella también lo hizo.
– Entonces, ¿no llevas nada debajo de la falda?- le dije.
Ella me contestó que no llevaba bragas, me hizo una mirada de complicidad, me guiñó un ojo y fui a cerrar la puerta. Me acerqué a ella y la besé, ella no se apartó, enredó sus manos en mi cabello y nos besamos apasionadamente. De nuevo me empalmé, pero esta vez, en vez de contestarme con una sonrisa, llevó su mano a mi paquete, me acarició y me desabrochó los pantalones, yo le correspondí metiendo mi mano debajo de su falda, buscando su tesoro más preciado. Comprobé que efectivamente no llevaba bragas al dirigí mis manos a su ansiado culo y encontrarme desnudas las nalgas.
Después de acariciarlas enérgicamente, deslicé mi mano hacia su coño, acaricié su monte de Venus que estaba totalmente rasurado y enseguida metí un par de dedos dentro de su raja. Estaba muy mojada y me empapé los dedos de sus jugos vaginales para llevármelos rápidamente a la boca.
Decidí agacharme y saborear mejor su coño, separé un poco sus labios y metí mi lengua por su raja caliente y húmeda, subí con la punta de la lengua a su hinchado clítoris y se lo lamí un rato, ella estaba gimiendo, la había puesto muy caliente, dirigí mi lengua hacia su vagina y metí todo lo que pude mi lengua en ella, mientras había mojado dos dedos de la otra mano en sus jugos y se los introduje por el culo, ya no podía más, empezó un movimiento cada vez más rápido, hasta que acabó corriéndose, chillando como una loca.
Seguí besándole los pezones y lamiendo su cuerpo hasta que se recuperó. Me levantó del suelo y me hizo ponerme en una silla, entonces se arrodilló ella y sin más preámbulos, se metió toda mi polla en la boca, con una mamada impresionante, acariciando mis huevos y haciéndome sentir en la gloria.
Su lengua juguetona untó toda mi polla de saliva y mientras yo le acariciaba la cabeza ella empezó a moverla hacia adelante y hacia atrás mientras miraba mi cara de placer. Le dije que fuéramos a un sitio más cómodo y ella me dijo que quería hacerlo en el sofá del comedor. La cogí de la mano y la llevé hasta allí. Me bajé los pantalones, los calzoncillos y me senté. Adriana se arremangó la falda y se montó sobre mí con los pies encima del sofá y agachada. Con su mano cogió mi polla y la condujo hasta su coño, entonces apretó con fuerza y la penetré. Adriana cerró los ojos y suspiró profundamente.
La agarré de las caderas y le ayudaba a subir para empujarla después hacia abajo. Una y otra vez y cada vez más rápido. Sus suspiros se convirtieron en una respiración fuerte y acelerada. Debajo de su blusa notaba como sus tetas botaban alocadamente. Le desabroché la blusa frenéticamente mientras ella no paraba de botar. Tampoco llevaba sujetador, tenía unas tetas grandes y preciosas. Las agarré con las dos manos y las aprisioné. Tenía los pezones erectos, acerqué mi cabeza para lamerlos y luego mordisquearlos ligeramente.
Ahora Adriana estaba más dilatada y la podía meter hasta el fondo. Ella tenía los ojos cerrados y empezó a gemir a la vez que empujaba contra mi más rápido y más fuerte, yo en cambio, no podía dejar de mirar ni un segundo su cara de placer.

Parecía absorto pensando en lo que tenía metido entre las piernas, así que la agarré de nuevo de las caderas para ayudarla a conseguir su objetivo a la vez que arqueaba mi cuerpo tanto como podía que entrara aún mejor. Me agarraba fuerte a ella para intentar contener mi placer que pronto sería irremediable reprimirlo. Cerré los ojos y noté como todo mi cuerpo vibraba. Ella me susurró que quería que me corriera dentro de ella, empezó a agitar su culo hacia un lado y hacia otro, haciendo que las paredes cavernosas de su coño acariciaran el glande de mi polla de una forma deliciosa. Su cuerpo se contorneaba encima de mí y me provocaba un placer muy intenso. Le advertí que no tardaría en correrme y ella me dijo que también estaba a punto. Apoyé mis manos contra el sofá para poder impulsarme y tirar hacia arriba a la vez que ella bajaba con fuerza. Cada vez que chocábamos, los dos soltábamos un grito conjunto que cada vez se volvía más fuerte y continuó, entonces yo cerré los ojos y grité:
– ¡Me coorrrrroooo!
Entonces ella se aferró a mí mientras yo eyaculaba toda mi leche en su interior. Nos quedamos un par de minutos abrazados y sin movernos, yo metido dentro de ella, disfrutando del calor que sentía en sus entrañas. Le ofrecí ducharse y ella me lo agradeció con un beso. Nos desnudamos los dos y nos metimos juntos en la ducha. Con tanto ajetreo y frenesí no había podido contemplar detenidamente el cuerpo que hacía tanto tiempo deseaba ver desnudo.
Me quedé absorto mirándola mientras se enjabonaba y se me empalmó la verga de nuevo. Ella ahora también parecía complacida al contemplarme desnudo, y me dijo que si aguantaba el tipo, ella tenía cuerda para rato. Salimos de la ducha y sin apenas secarnos, nos dirigimos a la habitación de mis padres. Adriana se tumbó en la cama y yo me puse de rodillas a su lado. Empecé a besarle en el cuello y subí después hasta la oreja y le lamí el lóbulo.
Me tumbé encima de ella mientras ella recorría todo mi cuerpo con sus manos y me lo acariciaba. Ella me dijo entre suspiros que estaba muy excitada, y yo le metí la lengua dentro de la oreja y empecé a contornearla para lamerle todo su interior, entonces gimió y yo le susurré en la oreja si quería que la follara yo esta vez.

– ¡Siii, fóllame cielo!
Me puse de rodillas enfrente suyo, separó ligeramente las piernas y me puso a mí entre ellas, yo la agarré por la parte superior de los muslos y le levanté un poco las piernas. Contemplé su preciosa vagina abierta que frente a mí y arrastré su cuerpo hasta pegarlo al mío, entonces puse mi polla erecta y caliente entre los labios de su coño, empecé a menearme hacia adelante y hacia atrás, acariciando su clítoris con el prepucio. Daba mucho gusto notar como mi polla se deslizaba y resbalaba por su húmedo coño y los labios acariciaban el glande de mi polla. Noté como se le hinchaba el clítoris y se hacia grande, entonces me ayudé con dos dedos para acariciarlo más deprisa, ella mientras no dejaba de mirarme mientras se acariciaba los pezones y soltaba resoplidos. Su coño estaba a punto de caramelo y estaba todo empapado, entonces le eché las piernas un poco adelante y la penetré hasta el fondo de golpe.
Ella soltó un gemido y contrajo todos sus músculos, yo sacudía mis caderas adelante y atrás, adelante y atrás, adelante y atrás… No era fácil llegar hasta el fondo porque ella cerraba mucho sus piernas, pero daba muchísimo placer, además ella cada vez gemía más y más fuerte. Me rodeó con sus piernas y me apretaba contra ella, entonces levanté las rodillas de la cama para poder empujar con más fuerza. Se oía un chasquido cada vez que la penetraba, era el ruido de mis huevos al chocar con sus nalgas con fuerza. Entonces su coño empezó a palpitar y se corrió, soltando un grito apasionado. Yo me tumbé encima de ella y nos abrazamos fuertemente. Su cuerpo se estremecía y temblaba y su coño seguía palpitando todavía más fuerte con mi polla dentro. Yo no paraba de hacer el mete y saca, mientras ella me pedía que siguiera, que no parara.
Sin parar ni un segundo, alenté el ritmo para besarla y hacerle arrumacos. Ella me sonrió y me dijo que era increíble. Su cuerpo dejó de estremecerse y yo volví a incorporarme para poder metérsela mejor. Ahora mi polla se deslizaba muy suavemente por dentro de ella y yo me moría de placer. Notaba que no aguantaría mucho más y aceleré de nuevo el ritmo condicionado por mi excitación.
La agarraba por la cintura y la empujaba fuertemente contra mí, entonces Adriana volvió a resoplar y a gemir mientras me pedía que fuera más rápido. Seguidamente cerró los ojos y soltó un gemido eterno y profundo mientras su coño volvía a palpitar enérgicamente. Yo estaba muy caliente y a tope y ella seguía pidiendo guerra. Le di un beso apasionado y le pedí que se pusiera a cuatro patas.
Ella no lo dudó y así lo hizo, dejando su precioso culo a mi entera disposición. Le metí dos dedeos y no se quejaba, así que metí dos más, pude comprobar que la volvía loca el sexo anal, me pedía más y más, era insaciable. Y así lo hice, cogí mi polla, la encaré hacia su agujero y poco a poco se la fui metiendo.
Era una sensación muy agradable, mi polla estaba atrapada por su ano, proporcionándome una sensación inmensa y desconocida hasta esa día por mí. Una vez tuve mi polla entera dentro de su culo, empezó a moverse lo que provocó que la embistiera con fuerza y deseo. Seguí empujando fuertemente entre sus paredes para acabar corriéndome a la vez que ella. En medio de su orgasmo, derramé todo mi semen dentro de ella.

Me tumbé encima de ella y nos abrazamos fuertemente mientras nos revolcábamos hacia un lado y otro de la cama inmersos de placer. Nos pasamos algunos minutos tumbados en la cama haciéndonos arrumacos y caricias. Los dos coincidimos en que había estado genial y después ella me confesó que había disfrutado mucho, que era el mejor polvo de su vida. Yo también admití que no había sentido lo mismo con ninguna de mis novias. A partir de ese día, estuvimos viéndonos asiduamente, hasta que unas navidades Adriana y su marido se fueron a vivir a Palma de Mallorca y ya no nos hemos vuelto a ver. Durante dos años nos hicimos amantes y lo pasamos en grande, siempre en una relación de respeto, pasión, cariño y SEXO BRUTAL.
Besos

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