La primera infidelidad

Fue con un compañero a una feria del sector de la hostelería que se celebraba en Teruel. Querían ir de marcha, pero parecía que no había locales abiertos. De pronto su amigo descubrió una calle en la que todo eran locales de marcha nocturna.

Gorka – Huelva
Y por fin llegó el gran día, primer viernes de Agosto, teníamos 5 días por delante para trabajar, pero ante todo, de estar sin nuestras esposas o sea relax e improvisación.
Mi nombre es Gorka, tengo 26 años y soy de un pueblo del sur, trabajo en el sector de la hostelería y este verano pasado le propuse a mi amigo Javi que me acompañara a una feria relacionada con el sector en un pueblecito de Teruel.
Era ya tarde cuando llegamos al hotel, habitación doble con cuarto de baño amplio, TV, A/A, etc., en fin un buen nido. Llegamos ya muy cansados y decidimos quedarnos en el hotel, el sábado iba a ser largo y duro. Durante todo el día estuvimos viendo clientes, posibles compradores, en definitiva trabajo, llegamos al hotel, cenamos y fuimos a tomar una copa.
La verdad es que la primera impresión no fue muy buena, calles desiertas, poca gente, terrazas llenas de gente mayor, en fin…
-Vamos por esta calle y si no vemos nada nos vamos al hotel, que yo estoy muerto.
-Venga. – me replicó Javi- y de pronto dijo: ¡joder mira para abajo!
Parecía que habíamos encontrado agua en un desierto, una calle de unos 300 mts llena de gente, garitos, pubs, y allí fuimos como locos, entramos primero a uno en el que parecíamos los padres y tras la primera copa preguntamos y nos dirigimos a “LA CUEVA”, un garito lleno de gente 30-40 años.
Nada más entrar, al fondo vimos dos diosas, (rodeadas por 5 o 6 tíos hambrientos como nosotros), Javi dijo:
-Para mí la rubia……
-Bueno, – respondí yo, si pasarse por mi cabeza el engañar a mi preciosa mujer-
Pedimos un par de copas y comenzamos a bailar, la rubia miraba a todos los tíos, mientras la morena permanecía de espaldas hablando con dos de ellos, y viendo el tema de dije a Javi que no tonteara demasiado, que siendo forasteros podíamos tener problemas, pero él ni corto ni perezoso, se lanzo a hablar con ella.
Mientras él hablaba yo divisaba el paisaje, que por cierto no estaba nada mal, cuando de repente, alguien me coge la mano y dijo:
-¿Bailas? -al girar mi cabeza asustado- contemplé algo que ni en mis mejores sueños eróticos pudiera haber imaginado, ella, diosa de ébano, 1´75, pelo moreno rizado, 80-85 de pecho y unas piernas y un culo digno de una estatua.

-Si, claro, -asentí yo entrecortado- y comenzamos a bailar los cuatro.
Minutos después la rubia propuso que fuéramos a una disco que abría sus puertas a las dos, y en el trayecto mi compañero se retrasó unos metros y yo aproveché para hablar un poco con Hind, era como se llamaba.
Era brasileña, hablaba perfectamente el castellano, y llevaba varios años en aquel pueblo, su amiga ya estaba enganchada en un banco con mi amigo.
Nada más entrar en la disco, mi amigo Javi me dijo que lo acompañara al WC.
– Gorka, no desaproveches la oportunidad de tu vida, ¿has visto que buena esta?
– Ya, pero no sé, mi conciencia…
-Bueno tú sabrás, yo me voy a la calle con la rubia…
Cuando salimos del WC, Hind tenía en su mano dos vasos:
– Vamos a brindar tú y yo, por nosotros, y por lo que nos podamos llevar al cuerpo -exclamó mientras me guiñaba un ojo-
En ese momento, mi conciencia salió corriendo de la mano con mi vergüenza, y dejando el vaso en la barra la cogí de la cintura y empezamos a bailar y a sobarnos.
Ella llevaba unos pantalones piratas, un top negro que tapaba poco más que el pecho y dejaba al aire un ombligo tatuado y con un piercing, comenzamos a besarnos y lentamente fuimos arrinconándonos hasta desaparecer detrás de una columna, mis manos ya se disponían a abrir su pantalón, cuando me susurró:
-Aquí no, ven.
Cogiéndome de la mano me sacó de la disco y nos dirigimos a mi coche, tras unos minutos, llegamos a una farmacia, y redirigimos el rumbo hasta un polígono industrial de las afueras.
Ya en el asiento de atrás, me sentía como un primerizo, no sabía si coger la iniciativa, si le sentaría bien, en fin, que se yo, pero pronto despejé mis dudas, (que ella no las tenía, os lo puedo asegurar), se quito el pantalón, el tanga y el top, sólo dejó sus zapatos de aguja.
Reclinó mi asiento y comenzó a besarme el pecho hasta llegar a mi polla, su boca parecía vaselina, no sentía ningún roce, diente o nada parecido era un subir y bajar pausado pero rítmico, sus rizos rebotaban en el asiento y su culo, como buena mulata, se movía como un flan.
Después de unos minutos, tomé la iniciativa, la puse en el centro del asiento trasero, le clave mis manos en sus muslos y abrí aquel espectáculo visual, rasurado y rosa, como las fotos de esas mulatas que nunca has visto por la calle, ella gemía, gritaba, hubo un momento que levante la cabeza por si había alguien cerca, sus gritos cada vez me calentaban más, hasta que, haciendo un parón ella me colocó el condón y hundí mi aparato en su raja lubricada, ella me hablaba en brasileño, pero en aquel momento sería capaz de contestarle en chino si fuera necesario.

Nos corrimos los dos, y nada mas quitarme el condón, su boca se dispuso a limpiar mis restos.
Estaba muerto y había llegado al cielo, su boca lamia todo el semen y me miraba con ojos de perra en celo, la cogí de la mano y la saque del coche, sólo llevaba mis chanclas de verano y ella sus zapatos, (que morbo), la recliné sobre el capó, el dejando al aire su culazo comencé a metérsela por su raja. Ella apoyaba sus tetas sobre el coche y tras unos minutos ante mi asombro, dijo:
-¿Te gusta el sexo anal?
Mi respuesta, sacar mi polla, y tras un par de restregones, empezó a hundirse en ella.
-Despacio mi amor…
A esas alturas mi vergüenza estaba camino de Huelva. Comenzaba a sentirme cómodo con aquella situación, y tras correrse ella, saque mi verga la cogí de la mano y la giré hacia mí, ella lo entendió perfectamente. La cogió con la mano y comenzó a succionar, yo miraba al cielo, y cuando estaba a punto de correrme, cogí la polla con mi mano y comencé a restregarle toda la leche por la cara. Ella sin replicar, se la acercaba a su boca y tragaba dando la impresión de de estuviera en otra galaxia.
Había pasado una hora y media larga, y nos dispusimos a volver a recoger a mi amigo y su “chica”, su historia, si se anima os la contaremos otro día.
Por cierto, tengo su teléfono, y ella el mío, pero debió ver mi anillo de casado y entendió nuestra “fantástica” relación, no he vuelto a saber de ella, aunque no descartamos volver a la próxima feria.
Un saludo