Relato erótico

La primera enculada

Charo
18 de julio del 2020

Iba de viaje con su novia, ella estaba medio dormida y cuando despertó hablaron de varias cosas hasta que, irremediablemente, acabaron hablando de sexo. La cosa se calentó hasta tal punto que fue la primera vez que la enculó.

Rubén – Sevilla
Estaba dirigiéndome por coche desde Sevilla a Huelva, la carretera tenía bastante tráfico y yo era el que conducía. Mi novia estaba medio dormida en el asiento del copiloto.
Es morena de pelo corto. Aquel día, llevaba una falda negra ajustada que realzaba su belleza, y arriba una camisa escotada que dejaba ver su ombligo tostado por el sol y sus pechos. Su boca, estaba levemente fruncida, por lo que pensé que era una promesa de placeres futuros.
Al rato se reanimó, y nos pusimos a conversar. Poco a poco, fue oscureciendo, y la charla continuaba, así pasábamos el rato, hasta que de los temas banales, pasamos a temas más íntimos, hasta llegar a mí preferido, el sexo. Al rato, ella me miró con una cara enigmática y me preguntó:
– ¿Te animas?
– Yo creo que sí – le dije.
Su mano se empezó a deslizar sobre mi pantalón, por mi pierna, subiendo hasta mi sexo, que reacciono de inmediato. Con cara de asombro le miré a esos ojos ardientes y sin creer lo que está pasando la bese de lleno en los labios. Nuestras lenguas se buscaban con la furia de dos nuevos amantes.
Mis manos buscaron sus pechos, acariciándolos por fuera de su camisa y por dentro de su escote, hasta llegar a desprender su ropa. Para masajear con libertad esos pezones, ya duritos, entre mis dedos.
Ella, después de ver que mi polla había tenido una adecuada respuesta, me desabrochó los botones del pantalón, e introdujo su mano dentro de mis calzoncillos para encontrarse con mi “amigo” bien duro y anhelante. Lo acariciaba con sus manos magistralmente de arriba abajo, con una maestría natural. Al rato, ella se arrodilló en su asiento, y primeramente lamió mi rabo lentamente, en toda su extensión, con esa lengua golosa, que me depararía muchos placeres. Mientras que con sus manos lo agarraba desde la base y acariciaba mis testículos. Me besó el capullo y retiró la piel del prepucio, para introducirse mi glande, rojo y victorioso, en su boca.
Con gran habilidad se fue tragando, lentamente, casi todo mi pedazo, me excitaba tanto verlo que casi me corro. Su lengua trabajaba mi falo, como si su vida fuera en ello. Parecía que su única función en la vida fuera darme placer. Era la mamada más buena que había recibido y, el hecho de, estar en un coche conduciendo, rodeado de más conductores, sólo conseguía excitarme más. Me agaché un poco para poder acariciar esas ricas tetas con mis manos, ansioso de gozar un poco de su cuerpo. Al momento le tuve que advertir:
-Si sigues así me voy a correr en tu boca.
-No te preocupes cariño, eso es lo que quiero, hazlo por favor, quiero tragarme toda tu leche – respondió acelerando el ritmo de sus caricias.

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Yo estaba al límite y con esas palabras me dejé llevar. Tratando de no hacer movimientos bruscos para no desconcentrarme y manteniéndome lo más quieto posible para no tener problemas, tuve uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Mi leche salió a chorros, mientras ella sacudía mi verga. Me dijo que me cambiara de asiente, que quería conducir ella. Se quitó las braguitas, echó el asiento casi atrás del todo y ahí la tenía yo, frente a mí con sus piernas desnudas, torneadas y suaves, y más arriba su entrepierna descarada, libre de vellos y con los labios abiertos. Era toda una invitación, por lo que comencé a pasar las yemas de mis dedos sobre sus labios, muy suavemente, en un ir y venir de arriba y abajo.
– Tócalo para que sientas lo suave que está, ayer me depilé- me dijo.
Me arrodillé en el asiento del copiloto, tal y como hizo ella momentos antes, y mis ojos se llenaban por completo de toda esa imagen. Coloqué mi mano izquierda encima de su muslo derecho y con la otra comencé a acercar mis dedos hacia esa entrepierna que llamaba mi atención. El contacto se produjo y fue como si una corriente eléctrica hubiera tocado mis dedos, sentía como recorría todo mi cuerpo, subía hasta mi cerebro y se extendía al mismo tiempo hacia mis pezones, corría en dirección de mi entrepierna y llegaba justo al glande. Mis dedos comenzaban una exploración por todos sus labios, llegue incluso a tomarlos entre mis dedos pulgar e índice y abrí un poco aquel chochito, y vi que por dentro estaba brillante por sus jugos. Estaba excitada, se estaba mojando con mis toqueteos.
Con mis manos comencé a estrujar sus senos, redondos y firmes, mis palmas acariciaban sus pezones y los sentían crecer. Luego mis dedos acariciaban la entrada de su coño, después iba acariciándolo más profundamente. Mis manos ahora pasaban sobre sus tetas, las juntaba y las soltaba, las movía para masajearlas, tomaba las puntas de sus pezones y los frotaba, todo mientras mis dedos la penetraban, entrando y saliendo de su vagina, mientras el dedo pulgar acariciaba el clítoris erecto. Notaba como se dejaba llevar por el placer.
A continuación saqué de la guantera un consolador, y comencé a introducírselo, primero lentamente, y después cada vez más rápido. Estaba llegando al borde del orgasmo a pasos agigantados, de pronto dio un fuerte gemido que pareció casi un grito y se corrió largamente.
Kilómetros más adelante decidimos hacer una parada en un área de servicio, o mejor dicho, era una carretera antigua que servía para realizar breves paradas. Comenzamos a besarnos y nuestras lenguas recorrían todos los rincones de nuestras bocas.

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Rápidamente ella misma se quitó la ropa que llevaba puesta, quedando completamente desnuda. Yo me saqué los pantalones, la camisa y los zapatos. Los dos continuamos besándonos, y nos fuimos al asiento trasero. Allí los dos seguimos con los besos y las caricias.
Creo que lo primero que sintió fue mi cálida mano sobre una de sus nalgas, para luego deslizarla suavemente, hasta su chocho. Ella deseaba que mis manos jugaran con su clítoris, que la penetraran hasta el fondo de su ser. Mi boca buscó sus pechos, contactando con sus pezones, los cuales estaban a punto de estallar cada vez que mis labios los tocaban y así estuvimos unos cinco minutos, hasta que en uno de estos momentos, ella se acercó a mi boca buscando mi lengua, nuestras bocas se unieron en un beso y deslicé mi mano hasta su ano. Al sentir mi dedo hurgándolo, ella se estremeció y le dije que quería comérselo.
– Quiero hacerlo por detrás – le dije.
– No, eso duele mucho – contestó.
– Vamos, tu primera vez también te dolió, ¿no? – pregunté.
-Sí, pero esto es diferente.

– Vamos a hacer una cosa, yo voy a ir despacio, si te duele, lo dejamos – insistí.
– Está bien, confío en ti – aceptó al fin.
Se puso en cuatro patas, separó sus piernas, le introduje un dedo lubricado con los jugos que salían de su vagina. Cuando este entraba sin problemas, le introduje otro. Comenzó a gemir y a hacer círculos con su cadera. En este momento le pedí que apoyara las manos en el asiento, cuando sentí que su esfínter estaba dilatado.
– ¡Aaaah… despacito, soy virgen, nadie ha tocado mi ano… despacito, por favor!
Fui metiendo centímetro a centímetro hasta que hice tope con sus nalgas, luego la saqué hasta que mi punta era atrancada por su esfínter, comenzando el clásico metisaca acelerando mi movimiento poco a poco. Levantaba sus caderas, las movía a los lados, hacia círculos, gozábamos como locos. Tomé sus pechos por detrás, estábamos los dos de rodillas en el sillón, la atraje hacia mí y quedó sentada sobre mi miembro. Los jugos de su vagina caían sobre mis huevos, ella llevó una de mis manos a los labios de su vagina para que yo la masturbara y pronto comenzó a venir su tercer o cuarto orgasmo.
– ¡Aaaaah… sí, más… siiiiií… sí, dame fuerte!.

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Obedecí y le empecé a follar hasta que me corrí en sus entrañas en medio de sus gritos de dolor y gozo. Quedamos enganchados como dos perros, mi punta estrangulada por su ano había tomado proporciones descomunales, demasiado como para que saliera por ese pequeño agujero, pero cuando cedió mi erección, mi miembro salió solo, y su ano se veía dilatado. Era un orificio rojo que contrastaba con su piel. Luego continuamos la marcha hasta llegar a casa.
Saludos.

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