Relato erótico
La pareja ideal
Se consideran una pareja liberal y el sexo para ellos no tiene tabúes. A él le faltaba una fantasía por cumplir y la consiguió publicando un anuncio en nuestra Revista Clima.
Paco – Barcelona
Llevo tres años casado con Ana y nuestra vida sexual siempre fue viento en popa. Somos bastante fogosos e incluso podría decir que ella puede definirse como viciosa. Ana es morena, de tetas medianas pero muy firmes, un culito respingón, delicioso, y un coño de espeso vello rizado que se afeita especialmente para mí, que es como me gusta comérselo. Además le gusta exhibir su cuerpo y a veces nos hemos visto en situaciones muy morbosas en plena calle pues le gusta vestir faldas cortas, sin nada más debajo lo cual ha dado lugar a que en numerosas ocasiones, y como quien no quiere la cosa, media ciudad le haya podido ver el conejo. Como digo, todo nos ha ido siempre bien en la cama. Hemos hecho locuras, hemos follado en lugares insospechados, nos encanta la lencería, practicamos habitualmente el sexo anal, tenemos bastantes artilugios eróticos de esos que venden en los sex-shops, en fin, una relación muy sana.
A mí me ha encantado siempre hacerle el beso negro y que ella me lo haga a mí, de igual forma que me entusiasma que me folle el culo con vibradores, de los normales o con correas, o bien que, mientras cabalgo sobre ella, me introduzca un dedito en el culo. Pero a pesar de todo este placer obtenido, a mí siempre me ha rondado por la cabeza que me metiesen un nabo de verdad. Tras darle mil vueltas durante varias semanas, cierto día hice acopio de valentía y le expuse mis deseos a Ana. Quería realizar un trío con un chico que fuera bisexual. Ella, al principio, se mostró confundida pero luego, comprendiendo que mi bisexualidad latente afloraría algún día, se mostró comprensiva con mis deseos e incluso entusiasmada. La solución era, o bien pactarlo con alguien de nuestro entorno, lo cual era algo complicado, o bien lo haríamos a través de un anuncio en vuestra revista Clima. Tras una serie de anuncios publicados y recibidas unas cuantas cartas de contacto, a las pocas semanas ya teníamos seleccionado al candidato ideal, al cual le dimos nuestra dirección para conocernos.
Por su foto era un chico de unos 30 años, muy atractivo y, según decía en su carta de presentación, tan vicioso como esperábamos, abierto a cualquier sugerencia. Llegado el día Ana, muy nerviosa, se vistió con un ajustado traje marrón, escotado, muy cortito y sin bragas, como es habitual. Esa mañana se había rasurado el chocho y el ano con especial minuciosidad para “hacer buena impresión” a nuestro invitado. También yo me sentía muy nervioso con aquella nuestra primera aventura, pero intentaba ejercer el control sobre mi excitación.
A la hora acordada, se presentó en casa Pablo, el chico cuya foto no le hacía justicia pues, al natural, era bastante más guapo. Un poco nervioso, pues nos dijo que también era la primera vez que contactaba con alguien, nos sentamos y relajados ya los ánimos, charlamos un poco de todo para, finalmente, atacar el tema del sexo. Ana, sentada en el sofá frente a él, ya le estaba dando muestras de lo que iba la cosa, pues el vestido se le había ido subiendo poco a poco y, con las piernas entreabiertas, mostraba sin demasiado disimulo al invitado, su generosa raja de labios abultados.
– ¿Puedo sentarme entre los dos? – nos preguntó Pablo, algo nervioso otra vez.
Así lo hizo y casi sin pausa, ya estábamos los tres metiéndonos mano apasionadamente, Pablo al coño de Ana, cuyo vestido se encontraba ya enrollado en su cintura, y luego a sus duras tetas, mientras yo agarraba la polla del joven. Sorprendentemente, el calor de esa polla, tiesa y dura, me excitó y sin dudar ni un instante, me arrodillé ante él y comencé a mamársela suavemente. Me gustaba mucho todo aquello, sin dudarlo. Con el fin de una mayor comodidad, nos tiramos los tres, ya desnudos, en la alfombra del salón y tras comerle el coño un buen rato a Ana, Pablo se volvió hacia mí y comenzó a comerme la polla. Yo, tumbado en el suelo, me dejaba hacer notando mi creciente excitación al sentir que, a la vez, me acariciaba los cojones y llevaba un dedo mojado a mi culo. A su vez, Ana se colocó de rodillas sobre mi boca para que fuese yo quien siguiera comiéndole la pepita.
– ¡Sigue, no pares, mueve los dedos más rápido! – le decía yo a Pablo mientras él continuaba con la mamada a la vez que me introducía ahora tres dedos en mi agujero anal.
Yo estaba como loco. Aquello era fantástico, pero cuando estaba a punto de correrme, lo aparté suavemente para amorrarme de nuevo yo a su aparato, mientras que ahora era Ana quien ponía su almeja sobre la boca del joven, quien a su vez empezaba a meterle un dedo en el coño y otro, alternativamente, en el culo. Tras unos minutos, lo aparté y metí su polla en el coño de mi mujer, comenzando los dos a cabalgar mientras ella me comía, ahora a mí, el rabo. Al poco rato me aparté, busqué el lubricante que siempre tenemos a mano y apliqué un poco sobre el ano de mi esposa, que experimentaría así su primera doble penetración.
– ¡Métela toda, cariño, hasta los cojones, como tú bien sabes hacer! – me dijo ella.
Así lo hice y los dos empezamos a bombear en los agujeros de mi mujer hasta que en una espectacular corrida, casi simultánea, le llenamos de semen sus dos agujeros, cayendo luego tumbados sobre la alfombra en busca de una más que merecida recuperación.
Cuando, tras una media hora de relax, volvimos a la carga, ahora era yo el que, tumbado sobre Ana, que se hallaba espatarrada en el suelo, comencé de nuevo a metérsela por el culo mientras ella se tocaba su mojadísima almeja rasurada. Nuestro amigo, untándome el culo de vaselina, fue ahora el encargado de introducir su polla en mi esfínter.
Una oleada de placer me recorrió el cuerpo al sentir ese trozo de carne cálida penetrarme el culo, como tanto lo había deseado, en vez de los fríos vibradores que tantas veces me había metido mi mujer. Y así, cuando Ana, aún a cuatro patas, se corrió de manera estruendosa, sacó mi polla de su ano y mientras Pablo seguía dándome por el culo, ella se arrimó a mi pilón y me proporcionó una sensacional mamada que culminó en una corrida bestial, a los pocos segundos de que Pablo me inundase el culo con su espesísima leche. Había sido el mejor polvo de mi vida. Volvimos a repetir la experiencia con este chico otras dos veces y ahora es mi esposa quien desea probarlo con una chica para ella, también bisexual por supuesto, la cual tenemos ya seleccionada. Contaremos pronto como nos fue.
Saludos