La música lo camufló

Quería celebrar su cumpleaños con sus amigos y montó una fiesta en su casa. Asistieron muchos amigos, pusieron música, bailaron y tomaron alguna que otra copa de más. Fue una buena celebración.

Blanca – ASTURIAS
Amiga Charo, me gustaría que publicaras una de las mejores experiencias sexuales que he tenido en mi vida y que ocurrió en la fiesta que monté para festejar mi cumpleaños.
Como es normal, invité a varios de mis amigos de la secundaria, el bachillerato y la universidad. Decoré todo el piso con calabazas y calaveras y a mis padres los mandé a dormir en casa de unos tíos.
Pero ante todo te diré que mi nombre es Blanca y tengo 25 años, soy morena, mido 1,68, peso 65 k, tengo el pelo negro y rizado largo hasta media espalda, ojos café oscuro y labios carnosos, tengo el pecho bastante grande, 103 cm de medida, un buen trasero y unas piernas bien formadas, las cuales, junto con mis tetas, son mi mayor orgullo.
Ese día estaba muy tensa, nerviosa por el acontecimiento, así que antes de que llegaran los invitados me di una ducha y me masturbé con calma pero con intensidad, para calmar mis nervios. Me gusta mucho sentir como se deslizan mis dedos enjabonados por los labios de mi chocho, pero, me gusta aún más cuando me acaricio suavemente el clítoris como haciéndome una pequeña paja, pero esta vez, por las prisas no terminé mi ritual como yo hubiera querido, así que salí de la ducha más caliente de lo que había entrado en ella y me arreglé para la fiesta.
Me puse un tanga azul y unos jeans negros con un top azul muy estrecho y que tenía un escote que dejaba ver buena parte de mis grandes tetas, tanto por arriba como por debajo.
A la hora en que los había citado, los invitados comenzaron a llegar así que mis amigas más íntimas y yo pusimos música para que empezaran a bailar. Así estábamos, bailando, riendo y bebiendo cuando al dar aproximadamente las doce de la noche, llegó Víctor, un compañero mío desde la secundaria que siempre me ha gustado, pues despierta en mí un instinto sexual que nadie me había inspirado.
La verdad es que precisamente por eso lo invité, aparte de que me hace reír como una loca con sus disparates.
Él, es un chico como de 1,70 de estatura, moreno, con el pelo corto, muy negro, y un cuerpo que, aunque no es atlético, está muy potable.
Llegó con varios amigos, me dieron un abrazo y entraron en la casa. Como llegaba más gente y tenía que atenderlos, yo no podía, permanecía en un solo lugar pues tenía que servir bebidas y ofrecer los canapés, pero cada vez que pasaba junto a Víctor no dudaba en lanzarle miradas de lujuria debido a las copas que había estado tomado y por la masturbación inconclusa de la ducha.
Haciéndome la tonta, le pedí por favor a Víctor que me ayudara con la llave de la pequeña bodega que tenemos en casa pues, según le dije, se había encallado. Aceptó amablemente en ayudarme, salimos al patio, donde había poca gente, y al llegar a la puerta atascada, me agaché para enseñarle como la llave no giraba en la cerradura, pero como él estaba detrás de mí, retrocedí un paso hasta tocar su aparato sexual con mis nalgas.

Él pareció darse cuenta de mis intenciones y presionó más hacia donde yo estaba haciéndome sentir como su polla empezaba a ponerse dura justo cuando llegaron invitados a pedirme más bebida, así que me levanté y con esa excusa nos metimos en la casa.
Después de eso noté que estaba toda mojada y más caliente que antes. Pasadas las cuatro de la mañana la gente empezó a irse y solo nos quedamos en la sala mi hermana de 32 años, su esposo de 35, una amiga mía, Víctor, su amigo y yo. Comenzamos a hablar de mil cosas y después saqué una botella de cava que empezamos a tomar. Yo me sentía ya algo mareada por las copas de vino y la mezcla con el cava.
Al poco rato, mi hermana se fue a dormir a la habitación de mis padres y el amigo de Víctor, que tenía un partido de fútbol para esa mañana, me pidió el teléfono para llamar un taxi. Cuando el taxi llegó, Víctor lo acompañó a la salida y yo aproveché para ir al baño.
Cuando estaba haciendo pipi, oí que llamaban a la puerta y pregunté quién era. Sonó la voz de Víctor que me decía que abriera la puerta. Acabé de hacer lo que estaba haciendo, abrí la puerta y me di la vuelta para lavarme las manos cuando, de repente, sentí como por detrás me empezaban a desabrochar el top y echándolo a un lado, dejaban mis gordas tetas al aire, mientras me decían al oído, susurrándome:
– Me encantan tus tetas, son gordas, duras, suaves y muy sabrosas.
Naturalmente era Víctor. Mi corazón estaba a cien pues mi hermana estaba durmiendo en la habitación contigua y mi amiga y mi cuñado estaban hablando en la sala. Entonces él, prácticamente dueño de mi cuerpo excitado, empezó a masajear mis tetas con movimientos circulares suaves hasta bajar su mano para acariciarme el chocho, que estaba toda llena de fluidos por mi excitación. Él, se dio cuenta de ello, me bajó el pantalón, de un golpe me giró hacia él y me sentó en el lavabo diciéndome:
– Abre las piernas, porque quiero comerme el coño.
Obedecí, las abrí sin decir palabra y en el acto sentí como, pegaba su boca a mi ardiente coño, se comía todos mis jugos y como su lengua me penetraba una y otra vez sin descanso, mientras sus dedos pellizcaban suavemente mi clítoris. Yo trataba de no gritar del placer que me hacía sentir, pero por suerte la música funcionaba a toda marcha y tapaba mis jadeos. Estaba a mil pues, como digo y repito, tenía a mi hermana en la habitación de al lado y a mi amiga y a mi cuñado en la sala.
Él, seguía “trabajando” mi chocho hasta que, de repente, se paró y sin dejar de sobar mi clítoris me besó en la boca para evitar que gritara al correrme. Su mano estaba llena de jugos cuando me dijo:
– Te has corrido, ¿verdad?, entonces prueba a lo que sabe tu coño.
Metió sus dedos en mi boca y yo los mamaba como poseída al saber que eran mis jugos los que estaba chupando. Pero no quería quedarme con las ganas y entonces bajé a mamarle su aparato, de unos 18 cm, que en verdad no era lo más grande que había visto, aunque eso no es lo que importa, lo que importa es lo bien que se usa.

Lo chupaba como desesperada, lo tragaba hasta tocar mi campanilla y aún quería más, le mamaba la cabeza, mientras, le daba trato especial a sus bolas, chupándoselas también. Me excitaba oír sus jadeos mientras acariciaba mi cabello. Lamía su punta y la chupaba como si fuera un pequeño pezón y sentía como se contraía su vientre, pues estaba a punto de correrse.
– ¡Sí, así… mámala… más rápido, más rápido…! – gritaba.
De repente paré y le di un beso en la boca. Él, muy excitado, me giró hacia el espejo del baño, me inclinó y sin decirme nada, de una estocada, me penetró el coño haciéndome dar un grito de placer, que por suerte se perdió entre la música de la sala.
Empezó a bombear y mientras, yo me veía en el espejo en una escena digna de película erótica, mis pezones estaban duros y tiesos como dos pequeñas pasas y Víctor no dejaba de pellizcarlos mientras me bombeaba por detrás, masajeaba mis senos y me susurraba al oído:
– Me encantas, como me entusiasman tus tetas… esperaba este momento desde hace mucho tiempo. ¡Me encanta tu coño… nunca te lo depiles, me encantan tus pelos…!.
Yo estaba tan caliente que no tardé en decirle que me corría otra vez.
– ¡Me corro, me corro… oooh… no pares, sigue, sigue… más, dame más… más rápido, más duro… aaah… no pares…!.
Él, solo jadeaba y jadeaba diciéndome:
– Déjame acabar dentro, por favor déjame acabar dentro…
Pero como yo no tomaba la píldora le dije que no, así que, sacándome su polla del coño, acabó lanzando su leche en mi espalda mientras yo me corría por tercera vez pero, a pesar de esa corrida brutal, él aún tenía fuerza en el aparato así que me giró y me penetró de nuevo, ahora cara a cara mientras mamaba mis pechos, dejándome marcas rojas.
Yo no podía más, trataba de no jadear y mis esfuerzos eran grandes pues el placer que me estaba dando me volvía loca pero él, al darse cuenta, con su mano tapó mi boca y con la otra masajeaba mi clítoris.
Sus estocadas se hacían cada vez más rápidas y más fuertes y así me corrí al momento en que mordí su mano y enterré mis uñas en su espalda.
Cuando me recuperé y miré su aparato, yo no podía creerlo. Su polla estaba aún erecta y yo ya no podía darle batalla así que se la mamé hasta que, esta vez, se corrió en mi cara. Me tragué toda su leche y me pidió un beso para probar su semen.
Ya muy satisfechos los dos y cuando estaba vistiéndome, me pidió un regalo. Quería mis braguitas y se las di por haberme hecho él el regalo de cumpleaños más grande que he tenido en la vida.

Después de esto ya no lo hemos repetido jamás pero es algo que me costará olvidar.
Besos a todos y hasta otra.