¡Vaya zorra!

Era un trabajo que no quería aceptar, pero como vivían cerca dijo que si. Se trataba de instalar un ordenador y darles unas “clases básicas” de como navegar, etc. La cosa derivo hacia otros temas y no se arrepiente de haber dado clases y otras cosas.

Rafael – MURCIA
¿Qué tal amigos y fieles lectores de esta revista? Durante mucho tiempo he leído los relatos, pero no me animaba a contar los míos aunque ahora creo que este es el momento.
Comenzaré diciendo que soy de Murcia, tengo 27 años, soltero, físicamente soy muy normal nada fuera de lo común, cero musculoso, ni rubio de ojos azules ni nada de eso, bajito de 1,70 cm, delgado. Esta experiencia me ocurrió hace 6 meses, soy ingeniero en sistemas y tengo mi propio negocio de reparación, ensamble y mantenimiento de equipo de ordenadores, por lo regular los trabajos los realizo en mi taller digamos que para evitar la fatiga de hacer visitas a domicilio, hasta ese día.
Era un jueves, llegó un señor a mi taller como de unos 40 años diciendo que si podía ayudarlo a configurar su ordenador para conectarlo a Internet y si podía darle algún curso básico de cómo navegar, le dije que sí, pero que necesitaba que trajera su ordenador aquí y que el curso sería rápido y en un solo día, pues tal vez nos llevaría un par de horas, él me comentó que además quería que su mujer hiciera el curso, le contesté que de acuerdo y que vinieran los dos.
El problema es que el ordenador era nuevo, ni siquiera lo había sacado de su caja y ni él ni su mujer querían abrirla hasta que fuera alguien que supiera conectarlo y configurarlo. Me dijo que vivían a tres manzanas de distancia y que podía pasar el día y a la hora que yo quisiera, pero que les urgía un poco. Total que quedamos que al día siguiente pasaría temprano para conectar el ordenador y darles el curso. Nos despedimos y yo seguí con lo mío sin ni siquiera imaginar lo que pasaría el día siguiente.

Al día siguiente me presenté en la casa de mi cliente. Eran las 8:30, ya que yo tenía que abrir mi negocio a las 12:00 y así tendría suficiente tiempo. Al llamar a la puerta, Salió el señor con el que había hablado, entré y me dijo que esperara un momento en la sala, que su mujer ahora venia. Tenía la caja con el ordenador en una mesa y me dijo que si quería podía empezar a sacarlo y comenzar a configurarlo. En eso estaba, cuando oí el saludo de una mujer y al girarme para contestar el saludo, me quedé petrificado de lo que estaba viendo.
Era una mujer de 1,70, pelo largo negro, delgada, pero con unos pechos preciosos, no era una súper, pero era una mujer muy guapa, pero eso no fue lo que me petrificó sino como venía vestida. Solo llevaba puesta la ropa interior blanca y un camisón casi transparente, que permitía apreciar su hermoso cuerpo.
Nos dimos la mano cuando su marido nos presentaba, y a él parecía no importarle como iba vestida su mujer. Yo trataba de no prestar mucha atención y de fijar la vista hacia otro lugar, pero era muy difícil.
Una vez que había sacado el ordenador y lo estaba conectando, el señor se despidió de mí, comentando que tenía mucho trabajo, pero que le podía enseñar a su mujer y que ella después le explicaría. Al decir esto, se despidió de ambos y se marchó. Yo estaba muy nervioso y trataba de tardar lo más posible para seguir disfrutando del espectáculo, y una vez que terminé de conectar y estaba encendiendo el PC, ella me dijo:
– Deberás disculparme por la indumentaria, pero ayer me desvelé viendo una película, he dormido hasta ahora y además no imaginé que llegaras tan temprano.
Yo no supe que contestarle y mirándola a la cara para que no me viera lo que me hubiera gustado mirar, le dije:
– El ordenador ya está listo y si quiere podemos comenzar.

– De acuerdo, solo deja que me ponga algo encima, pero mientras, si quieres, me puedes ir explicando como funciona lo de Internet – me contestó.
Ella caminó hacia la habitación, dejando la puerta abierta. Yo me quedé sentado frente al PC mientras le decía lo que podía hacer, cuando ella dijo:
– Pero pasa, porque así parece que estoy hablando con la pared.
Me levanté enseguida y caminé hacia la habitación, ella estaba escogiendo de un armario la ropa, sacó una falda corta, una blusa, otro juego de ropa interior, medias. Me miró y me dijo:
– Dame 10 minutos para bañarme, tengo todavía algo de sueño y si no me baño no me enteraré de nada.
– Claro, no tengo ningún problema – le dije y zas, y sin ninguna vergüenza, se quitó el camisón, el sujetador, dejándose solo las braguitas.
Yo seguía parado en la entrada de la habitación con la polla a mil, mientras ella andaba para poder coger una toalla, la cogió y se dirigió al baño diciéndome:
– Pero siéntate en la cama y sigue explicándome.
Estaba alucinado, no entendía nada, aquello era como un sueño erótico. Después de unos 15 minutos salió del baño con una toalla alrededor de su cuerpo y otra en el pelo, se dirigió a la cama, se quitó la toalla del cabello y comenzó a cepillarse y después se puso la ropa anterior, de pronto me dijo:
– ¿Qué te parece? Lo compré hace 2 semanas… te pregunto porque sé que tú serás sincero conmigo pues cada vez que compro algo de ropa interior y le pido la opinión a mi marido, siempre dice lo mismo, que está bien y eso es todo, vamos, dime qué te parece.
– Pues caramba, no sé que decir, está estupenda – le dije.
– ¿Qué… solo eso?
– No, lo que pasa es que una mujer como usted con cualquier conjunto se debe ver bien y excitaría a cualquier hombre.

– Sí, ya me he dado cuenta mirando el bulto que llevas entre las piernas. Mejor me visto rápido ¿verdad? – contestó tan tranquila.
Se colocó el vestido, la blusa y todo lo demás, y una vez que terminó de vestirse, nos dirigimos al ordenador. Yo seguía perdido, no sabía ni que explicar ni como hacerlo, no podía borrar de mi mente su cuerpo desnudo y sobre todo la ingenuidad con la que me lo mostró. Después de una hora de explicarle algunas cosas y de estar bastante serio y nervioso ella me dijo:
– ¿Sucede algo? Te noto muy tenso, como que no estás concentrado pero… vaya ya veo. Pensé que ya se te había pasado, lo siento tanto, fue por mi culpa.
– No se preocupe, ya se me pasará en cuanto salga de aquí. Aunque me da mucha vergüenza esta situación y que se haya dado cuenta de cómo me encuentro.
– Yo antes era modelo hasta que mi marido me prohibió seguir en eso. Cuando estaba desfilando a veces me cambiaba de ropa 3 ó 4 veces en un ratito y lo hacía enfrente de todo el mundo, pues en los vestidores había hombres y mujeres y no podíamos estar escondiéndonos de todos.
– Claro te entiendo – contesté tuteándola por primera vez – solo que no estoy acostumbrado a tener a una mujer así como tú, tan cerca y desnuda.
– Ven conmigo – dijo de pronto, me cogió de la mano y me llevó a la habitación añadiendo – ¿Crees que si me vez otra vez desnuda puedas bajarte esa calentura? – y se empezó a desvestir sin más ni más – Si quieres puedes quitarte el pantalón para que estés más cómodo y no te preocupes que te entiendo perfectamente. Solo te pido que esto no salga de aquí ya que sabes que estoy casada, esto solo lo hago porque todo esto fue culpa mía y no quiero que te vayas así.
Me llevó a la habitación, se sacó la ropa otra vez y se quedó en pelotas. Mi polla ya no podía resistir más y luchaba por salir de la “cárcel”. Me saqué los pantalones y los calzoncillos como pude y ella se sentó en la cama. Me miró con cara pícara y dijo:
-Vaya, veo que tienes un buen rabo, y sinceramente seria la pena no probarlo.

Dicho esto me hizo un gesto para que me acercara a la cama y sin decir palabra, agarró mi polla y se la metió en la boca, empezando una mamada increíble y muy profesional. Mientras que con una mano me pajeaba, con la otra me masajeaba los huevos. Estaba al borde de la corrida, se lo dije y me contestó lo siguiente:
-Córrete mi amor, dame tu leche y así podremos seguir un ratito más.
Me quedé pasmado, pero le hice caso, siguió mamándomela y sin poder evitarlo me corrí como un cerdo. Siguió chupando, se tragó toda la leche y cuando me había dejado la polla limpia me dijo que ahora era su momento. Se tumbó en la cama, abrió las piernas y me ofreció su depilado y maravilloso chocho.
Reconozco que comer coños no es lo mío, pero estaba tan caliente y era una situación tan morbosa que me lancé sobre su chocho. Lo lamí, succione, bese y conseguí que tuviera dos o tres orgasmos.
Mi rabo se había recuperado y volvía a estar duro como una piedra, y siguiendo mi instinto, y sin decirle nada se lo metí en el coño hasta el fondo y empecé a bombear con rapidez.
La tía gemía y se retorcía de gusto, gritaba diciendo que iba a correrse y a mí me ponía más y más caliente. Al cabo de un rato volvía a tener ganas de correrme, saqué la polla del chocho y la dirigí hacia su cara de putona viciosa. Se la metí otra vez en la boca y me la chupó hasta que me corrí.
Estaba agotado, me incorporé y me dijo que si quería darme una ducha, le dije que no, pero también añadí que en aquellos momentos no estaba para dar clases de nada y la muy zorrona dijo:
-Perfecto, así puedes volver mañana, pero si quieres puedes venir cuando cierres tu negocio, cenamos y pasamos la noche entera con las “clases”. Mi marido se va de viaje por la mañana y va a estar un par de día de viaje.
Le dije que sí, me vestí cogí mis trastos y me marche. Lo que tenía que ser un cursillo acelerado de ordenador se convirtió en unas maravillosas clases de sexo.
Al día siguiente volví y no fue la última vez que nos vimos, pero esto os lo contaré en otra ocasión.
Saludos a todos los lectores y espero que mi relato os haya gustado y si os ha calentado y os hacéis una pajilla pues mejor.
Besos.