Relato erótico
La mejor vendedora
La empresa en la que trabajaba estaba en crisis. Les dijeron que si además de su trabajo, podían vender los artículos del almacén, tendrían un cheque extra a final de mes.
Lola – MADRID
Lo que os contaré me sucedió cuando la empresa para la que trabajaba
pasaba por una mala situación y se instauró la política de que cada
empleado debía ser un potencial vendedor.
El Gerente nos reunió un día a todos los empleados, para decirnos que además de nuestras labores habituales debíamos intentar vender los artículos que ellos importaban y si el volumen de ventas era bueno recibiríamos un abono adicional en nuestro cheque de fin de mes.
La empresa se dedicaba a importar artículos deportivos, entre los
cuales vendían también fajas para adelgazar. Debido a que siempre he
tenido un carácter extrovertido pensé que no me sería difícil entrar
en el mundo de las ventas. Fue así que le dije a mi marido que de
ahora en adelante llegaría mas tarde a casa, ya que luego de salir
del trabajo me dedicaría a vendedora. Al decirle esto se rió y yo
le dije que le demostraría que sí podía hacerlo.
Empecé visitando amigas que conocía y algunos chicos que estaban un
poco subidos de peso. En mis recorridos llevaba un catálogo de los
productos que ofrecía y una de estas fajas para poder hacer una
demostración. Fue así que un día que me dirigía a una cita con unos clientes, alguien me llamó por mi nombre en la calle. Cuando me giré reconocí a Eduardo y José, un par de amigos de mi antiguo barrio. Nos saludamos y conversamos brevemente hasta que José me dijo que en ese momento se dirigían a su apartamento y me preguntó si deseaba acompañarlos.
Les comenté que en ese momento iba a realizar mis ventas, pero
cuando les mencioné lo que vendía me dijeron que podíamos aprovechar para que les hiciese una demostración. Debido a que salía a realizar
mis ventas después del trabajo, en ese momento tenía puesta la ropa que normalmente utilizo para ir a trabajar.
Siempre me ha gustado usar minifaldas y sabía que mostrar mis piernas era un argumento fuerte a la hora de abordar clientes masculinos.
Además de la minifalda que traía puesta, usaba medias de nylon ya que eso hace que las piernas se vean más uniformes. Usaba también en ese momento una blusa pegada que me gustaba mucho y que resaltaba mi busto, que siempre ha sido el centro de atención de mis compañeros de oficina.
Cuando llegamos al apartamento de José comenzamos a conversar de
los viejos tiempos y de lo mucho que nos habíamos divertido juntos.
Me dijeron que ya que se había presentado la ocasión de reencontrarnos sería buena idea volver a salir para divertirnos como antes. Les conté que me había casado y ellos me dijeron que teníamos que celebrarlo por lo que José abrió una botella de champagne y brindamos por nuestro reencuentro.
Al estar conversando y verlos convertidos en hombres, recordé cuando
éramos chiquillos e íbamos a las fiestas de nuestro antiguo barrio.
En esa época se acostumbraba mucho los bailes lentos y poner la luz
algo tenue. Recuerdo que cuando salía a bailar con alguno de ellos
aprovechábamos la poca visibilidad para besarnos mientras bailábamos.
En alguna oportunidad en que los tres nos encontrábamos en la fiesta,
me había besado con ambos sin que el otro se enterase. Cada vez que bailaban conmigo, se pegaban a mí para rozarme con su polla y a pesar que yo me daba cuenta de eso, me hacía la disimulada.
Me pareció que era el momento de ofrecer lo que había venido a vender, y les mostré el catálogo y la faja que había traído. Esta era una especie de chaleco que al ponérsela en el torso hacía que uno sudara
y de esta manera perdiera peso. Ellos me dijeron que querían que yo
me la pusiera para que la demostración fuese completa.
La faja que tenía en ese momento era para mujer, así que intenté ponérmela encima de la blusa, pero esta no cerraba ya que era muy ceñida. Eduardo me dijo que así no valía, ya que no podían apreciar
las bondades del producto que ofrecía, así que me dijeron que me la pusiera sin blusa. Además ellos me dijeron que podrían ofrecer los productos en sus respectivos trabajos, pero que antes tenían que ver como me quedaba.
En ese momento pensé que no tendría importancia que me vieran solo en
sujetador y además si ellos lograban colocar mis productos aumentaría
mi volumen de ventas. Así le borraría esa sonrisa de burla a mi marido. La blusa que traía puesta tenía los botones en la parte de atrás y debido a que era difícil desabotonarla, me levanté para tratar de sacármela por encima sin desabotonarla.
Me levanté del sillón y Eduardo se puso detrás de mí y empezó a subir mi blusa por encima de la cabeza. Yo levanté mis brazos para que saliera más fácilmente, pero debido a que me quedaba apretada, se lió con mi sujetador y este se levantó dejando mis pechos al aire, pero mientras él tiraba hacia arriba, yo no podía ver nada ya que tenía la blusa cubriendo mi cara.
Al ver esto José aprovechó para acercarse a mí por delante y metió su mano debajo de mi falda, poniéndola en mi entrepierna mientras masajeaba mi coño.
Eduardo y desde atrás tomó mis tetas en sus manos y comenzó a amasarlas mientras se pegaba más a mí dejándome sentir su polla por encima del pantalón. Yo les dije que no fueran malos y que me ayudaran, pero ellos parecían no escucharme. José seguía masajeándome por delante y en un momento hizo a un costado mis braguitas y metió su dedo índice en mi coño.
Eduardo dejó de masajearme las tetas y me levantó un poco la falda
agarrando mis nalgas con ambas manos. Debido a que nadie me ayudaba a sacarme la blusa, tiré fuertemente consiguiendo quitármela por encima y lo primero que vi cuando logré quitármela, fue que José se había
desabrochado el pantalón, bajado los calzoncillos y dejándome ver su verga tiesa como un palo. Eduardo por su parte también se había
despojado de su pantalón y había puesto su pene entre mis nalgas.
Nunca pensé que esa tarde me sucedería esto, pero ya que ellos eran
mis amigos decidí dejarlos gozar conmigo. No les reclamé nada y uno
empezó a besarme en la boca mientras el otro procedía a desnudarme.
Poco a poco bajaron mi falda y me quitaron la blusa y el sujetador.
Solo me quedé con las medias de encaje y los zapatos puestos.
Al momento que José me besaba en la boca, yo le agarraba su polla y
se la meneaba para darle placer. Eduardo por su parte se puso de rodillas detrás de mí y abriendo mis nalgas con sus manos me lamía el ano y parte de mi coño. Luego los dos se sentaron en el sofá y yo
me arrodillé entre ambos y les empecé a chupar sus trancas uno a uno.
Eduardo no aguantó mucho la mamada que le di y eyaculó dentro de mi boca. Mientras me tomaba su leche, se la seguí maneando a José y después de que dejé la verga de Eduardo limpia, José se colocó para que se la siguiera chupando.
A pesar que Eduardo se había corrido se tendió en el piso boca arriba
poniendo su cabeza entre mis piernas y empezó a chuparme la almeja.
¡Que placer sentía al estar comiéndome la verga de José y que al mismo
tiempo Eduardo me estuviera chupando el chocho!
Al rato José se volvió a sentar en el sillón y me levantó para que me
sentara sobre su verga. Empecé a cabalgar sobre él mientras me chupaba las tetas y agarraba mis nalgas.
El placer que sentía en ese momento hizo que le pidiese a Eduardo que me la clavara por detrás. El se acercó a mí y dejé de moverme para recibir su verga en mi ano. Yo estaba sudando sin necesidad de ponerme ninguna faja y las gotas que resbalaron por mi espalda facilitaron que me penetrara por el ano.
Las dos vergas se deslizaban en mi interior con rapidez y de pronto
sentí que José se vaciaba dentro de mi coño, entregándome su leche
en medio de resoplidos. Luego se quedó quieto debajo de mí y empezamos a besarnos en la boca mientras Eduardo me seguía bombeando por el ano hasta que, en un momento, sentí un chorro que bañó mi recto y yo quedé en medio de ambos, mientras me besaban y amasaban mis tetas.
Cuando terminamos me probé la faja para que ambos vieran como me
quedaba. Esto parece que los excitó y me dijeron que querían seguirme
follando. Me eché sobre la alfombra y abrí mis piernas para que me volvieran a penetrar. José se puso sobre mí y me empujó su verga. Yo me agarraba las piernas para poder sentirlo más y me la estuvo metiendo y sacando hasta que se corrió nuevamente. Sacó su verga chorreando de leche y Eduardo se acostó sobre mi sin darme tiempo a que me limpiara la descarga anterior. Mientras me penetraba me chupaba los labios y nuestra saliva se mezclaba. José, desde donde estaba sentado, miraba como me follaba su amigo.
Tras quedar rendidos, me vestí y prometí enviarles los catálogos para
que ofrecieran los productos que vendía mi empresa. Ellos me pidieron que los visitara nuevamente pero a pesar que les dije que sí, no pensaba hacerlo.
Al final del mes yo tenía más pedidos que los propios vendedores y
así me hice acreedora al abono especial en mi cheque de fin de mes. Cuando le conté a mi marido el éxito que había tenido, me preguntó cual había sido la clave para conseguirlo, pero le respondí que eran secretos de ventas.
Saludos y hasta otra.