Relato erótico
La mejor mamada de mi vida
Fue una mujer madura la que le hizo la mejor mamada de su vida. Era una vecina, amiga de su madre y no se arrepiente de haberle puesto los cuernos al marido.
Mateo – CÓRDOBA
Me llamo Mateo, soy de Córdoba, actualmente tengo 28 años. Lo que voy a contaros ocurrió cuando tenía 20 años. Físicamente no soy una maravilla pero tampoco estoy tan mal. A grandes rasgos mido 1,78 m, de complexión robusta pero no gordo, y lo que podría destacar de mi físico es mi polla. Debe medir unos 19 centímetros, es gorda y está adornada por un hermoso capullo.
Hará unos 25 años que nos trasladamos donde vivimos ahora. Mi madre, pronto hizo amigas y una de ellas es una vecina que se llama y conoció a Adela, desde entonces son amiga. Tiene un hijo y una hija a la que un día en una fiesta casi me la follo, pero no pasó de unos cuentos sobeos.
Adela y mi madre solían desayunar juntas muchos días y alguna vez me unía a ellas. Como estudiaba informática por las tardes, podía holgazanear por casa por las mañanas.
Me gustaba oír de lo que hablaban y mi interés empezó a despertarse cuando noté que cada vez que mi madre se levantaba para ir a buscar algo, Adela se me insinuaba. Disimuladamente se subía las faldas y se acariciaba las piernas.
Era una mujer de 1,55, llenita, y con unas tetas muy bien puestas y unas piernas bien torneadas, pero lo que más me gustaba era su culo. Era de grandes nalgas y respingón. Ella lo sabía y lo lucia con garbo.
Un sábado por la mañana que estaba solo en casa y mirando un partido de baloncesto por la tele, me llamo el marido de Adela y me preguntó si podía ir para ayudarle a montar un mueble. Le dije que sí y fui hacia su casa.
Adela me abrió la puerta y me dijo que pasara, saludé a su marido, que por cierto parecía que acabara de llegar de juerga. Por lo visto es un pájaro de cuidado y los viernes se va de fiesta con amigos y según comentan mi madre y su mujer, tiene algún lío de faldas.
El marido me saludó y me dijo que tomara algo mientras iba a buscar unos tornillos que faltaban. Mientras tanto, saqué el mueble del embalaje y le pregunte a Adela si tenía un alargo para poder enchufar el taladro. Fue a buscarlo a la cocina y cuando volvió, se agachó para enchufarlo y no se cortó ni un pelo. Se quedó con el culo a un palmo de mi cara. Llevaba unas bragas blancas que resaltaban con su piel morena e incluso llegué a ver algún que otro pelo de su coño que sobresalía por los laterales de sus bragas. En aquel momento supe que aquel día me la follaba.
Cuando se levantó, le dije que llevaba un poco de polvo en la falda y con mucho “respeto” se lo saqué con la mano. En el mismísimo momento que mi mano tocó su culo, mi polla se puso tiesa. Entonces Adela se dio la vuelta y amarrándome por el cuello me dio un intenso morreo. Se restregaba contra mi cuerpo como una gata en celo y cuando notó el bulto de mi rabo, se puso como loca.
Entonces me dijo:
– Voy a llamar a mi marido para decirle que ya que esta en la calle que compre cuatro cosas en el súper y así tardará un poco más.
Lo llamó, le dio una larga lista de cosas para comprar y se acercó a mí. Me llevaba cogido de la mano y nos dirigimos a una habitación que está al lado del salón. Se sentó en la cama, me hizo un gesto para que me acercara, y en cuanto estuve delante de ella, me bajó los vaqueros, los calzoncillos y agarró mi polla. Cuando la tuvo en sus manos, suspirando dijo:
– Vaya con el niño, menudo pollón que tienes, no te vas a escapar, quiero que me lo metas en el coño y donde haga falta, pero antes cariño te la voy a chupar como nadie te lo ha hecho.
Desde luego tenía razón ya que solo me la habían mamado dos o tres veces en el coche de un amigo y la experiencia no fue demasiado bien.
Agarró la polla con la mano y se la metió en la boca de golpe, solo con notar ese calorcillo, casi me corro. La pajeaba y la mamaba de una manera que me volvía loco. Me chupaba los huevos de tal forma que yo ya no podía más. Paró un momento y me dijo.
– Cariño, te vas a correr ahora mismo, porque con lo joven que eres, te la volveré a levantar y entonces podrás follarme un buen rato.
Volvió a mamarla y a pajearla de tal forma que a los dos minutos quería correrme. Se lo dije mientras hice el gesto de querer sacársela de la boca, pero ella, la agarró con fuerza y dijo:
– Dame toda la leche, una golosina como esta no se puede desperdiciar.
Fue oír esas palabras y empecé a correrme de una forma que no recordaba. Mis huevos estaban soltando tal cantidad de leche que ni las mejores de mis pajas había salido tanta.
Se la trago, me limpio los huevos, se tragó las ultimas gotitas que salían y me miro a los ojos. Las piernas me temblaban.
Entonces se levantó, se tumbó en el borde de la cama y me dijo:
– Ahora quiero que me comas el coño, y como me imagino que no habrás comido demasiado te diré como hacerlo.
Se abrió los labios del coño, me dijo que pasara mi lengua lentamente por el clítoris, sin prisas decía.
La obedecí y la pasaba la lengua como si estuviera comiendo un helado. Al momento empezó a gemir y a retorcerse. Entonces recordando lo que había visto en una peli porno una noche, le metí un dedo en el coño mientras mi lengua lamía su botoncito.
Me gustaba lo que estaba haciendo, porque sin darme cuenta mi polla se puso tiesa como un palo.
Adela se movía sin parar y de pronto gritando dijo que no parara que iba a correrse. Tuvo un orgasmo parecía una riada, y no paraba de moverse. Yo seguí comiéndole el clítoris, lo lamía, lo succionaba y metí toda la lengua dentro de su chocho. Volvió a correrse y susurrando me decía que parara, pero me di cuenta que cuanto más la chupaba más caliente se ponía. Entonces gritando dijo:
– Para cabrón, nadie me había hecho esto… pero, no, no pares me estoy volviendo loca y quiero seguir corriéndome.
Estaba sudorosa, sofocada y a cada orgasmo que le venia, las piernas le temblaban. Mi lengua no paraba de hacer círculos lentos sobre su pepitilla y estaba tan dura que parecía de piedra. Entonces agarró mi cabeza, se la metió contra su chocho y decía:
– No pares, no pares, joder nunca me había corrido tantas veces. Ahora veras lo que es follarse un chocho caliente y un culo estrechito.
En cuanto oí esto casi me corro. Adela se levantó, se puso a cuatro patas y me dijo:
– Métemela en el coño, fóllame como a una perra.
Se la metí de golpe y a pesar de lo mojado que tenía el coño, gritando decía, que nunca había sentido el coño tan lleno de carne.
Me la follaba deprisa, la cofia por las nalgas y no paraba de bombearla. La muy guarra volvió a correrse. Me estaba volviendo loco de gusto y cada vez tenía más ganas de volver a correrme.
Entonces Adela se tumbó en la cama, colocó sus piernas sobre mis hombros y dejó su ojete a mi disposición. Como podéis suponeros nunca me había follado un culo, pero cuando lo veía en una película me ponía muy caliente.
Parecía imposible que aquel cipotón pudiera meterse allí dentro. Adela se tocaba el chocho y se metía el dedo en el culo. Ya no podía más, apunte el capullo y de una sola clavada se la metí entera. Casi se desmaya del dolor, pero la muy zorra a los pocos segundos, empezó a decirme que me la follara a fondo y deprisa, mientras ella se frotaba el clítoris.
Parecíamos dos salvajes, sudábamos, gritábamos y no parábamos. De pronto le dije que iba a correrme, y le llené el culo de leche.
Cuando llegó su marido Adela estaba en la cocina haciendo la comida y yo mirando la tele. Se disculpó por haber tardado tanto y nos pusimos a montar el mueble.
Como podéis imaginaros, con Adela follé durante mucho tiempo.
Besos para todos los lectores de Clima.