La invité a la fiesta y…

Llegaba de la ciudad de estudiar y desde el coche vio a una chica que le dejó alucinado. Su sorpresa fue cuando se dio cuenta que entraba en su escalera. Se dio prisa y en el ascensor supo que vivía en el piso encima del suyo.

Jordi – GIRONA
Amigos de Clima, me llamo Jordi y tengo 22 años. Me había mudado a un pisito en un pueblo de la costa, toda mi vida había vivido en Girona, aunque iba a estudiar todos los días a la ciudad. Echando una mirada al edificio en que vivía, me di cuenta de que había mucha gente joven, la mayoría familias con hijos en edad infantil.
Un día volvía de la ciudad y estaba aparcando el coche cuando vi a una chica realmente bella, con una forma de vestir y moverse que me volvió loco, morena, pelo rizado, ojos oscuros, un cuerpecito del que no se podía desperdiciar nada y me sorprendió cuando la vi entrar en el edificio. Pocos segundos después entraba yo detrás y ella, con una sonrisa, me preguntó:
– ¿Entras?
– Claro, me quedo en el tercero ¿y tú?
– Yo voy al cuarto.
– Vale.
Fue lo único que hablamos y con un hasta luego nos despedimos. Insisto en que era una preciosidad, pero no me obsesioné.
Al día siguiente el ascensor no funcionaba, así que me acerqué a la casa de un vecino y le pregunté por el piso en el que vivía la presidenta y cuando llegué y me abrieron la puerta mi sorpresa sí que fue grande. Aquella preciosidad vivía allí y se sintió un poco avergonzada al abrirme con aquellos minúsculos pantalones y aquella camiseta sin sujetador, así que dijo de llamar a su madre y desapareció.
Días después, mientras mis colegas y yo llevábamos las cosas para la fiesta que íbamos a celebrar, vi salir a sus padres y encontré una excusa para acercarme a su piso. Llamé un par de veces y me abrió ella con cara sorprendida y antes de que yo hablase me dijo:
– Mis padres no están.
– Ya lo sé – le contesté – venía a hablar contigo.
Me dijo que pasase dentro y entonces le comenté que hacíamos una fiesta en casa y que si se aburría, podía venir, que nosotros no íbamos a salir en todo el fin de semana y después de aquello me fui.

La fiesta iba genial, y aunque la música no nos dejaba oír bien los ruidos del exterior, aprecié que alguien tocaba el timbre. Abrí la puerta y allí me la encontré, un poco sonrojada. Supongo que le dio vergüenza, puesto que era muy tímida, la dejé pasar, se la presenté a mis colegas y todos ellos estaban medio flipando con ella.
Todo iba perfectamente, mis colegas ya estaban desfasados de más, en una habitación se habían montado una orgía de las buenas y yo seguía hablando con Raquel, que así era como se llamaba ella. No aguantaba más, necesitaba tocarla, porque esa mirada me estaba volviendo loco, entonces empecé a tocarle la pierna suavemente y luego deslizar mis manos bajo su minifalda. Ella estaba dispuesta, pero al oído me dijo que había demasiada gente y que no le gustaba dar el espectáculo en público.
Entonces la conduje a mi habitación entre besos, notaba su respiración acelerada, era una jovencita bastante fogosa, y yo era, y soy, un joven bastante fogoso también, y de aquella mezcla podían saltar chispas. Me dejó claro que debajo de esa timidez se escondían un morbo y ansias increíbles, me tumbó en la cama y encima de mí comenzó a quitarse la ropa, la camiseta, la falda… hasta quedarse con su pequeño tanga y recorriéndome con la lengua todo el cuerpo, me quitó la ropa, yo la besaba y acariciaba como mejor sabía y a ella le encantaba.
Sin ningún descaro, después de aquellos besos y caricias, dirigió su mano a mis calzoncillos y me la sacó, dura, con ganas de jugar, y ella jugó conmigo, empezó a chupármela, y de que manera. Era extraño con su cara de niña buena y su voz dulce imaginar en que clase de mujer seductora y desinhibida podía llegar a convertirse.
Cuando apartó mi juguete de su boca, empezó a frotarse con él hasta que me iba a hacer estallar. Aquella combinación entre sus roces y mis caricias y besos acabarían con los dos. Me incorporé y la hice tumbarse ahora sobre la cama, le bajé su tanguita con la boca a la vez que recorría mi lengua cada uno de los lugares de su cuerpo por los que la prenda bajaba, desde su dulce coño mojado, hasta sus hermosos pies. Tiré el tanga al suelo y con mi boca recorrí su dulce almeja milímetro a milímetro, sin dejarme un rincón y ella arqueaba la espalda como motivo de placer y lujuria.

Yo veía que pronto estallaría y se correría de lo lindo, pero como quería hacer esperar aquel momento, no seguí y simplemente nos dedicamos a seguir jugando sin manos. Fue espectacular sentir sus hermosos pechos sobre mi espalda mientras me besaba por detrás y fue espectacular explorar cada parte de su cuerpo sin mis manos.
Hicimos el 69 y gozamos increíblemente y después de aquello creímos, sin decir nada, que ya era hora de dar un paso más adelante, o mejor dicho, un movimiento más adelante. Fue un momento salvaje, pues salvajemente la agarré por detrás, se la metí en el coño y ella gritó de placer. Yo notaba su dulce coño bien caliente, crujiente, mojado y quise congelar aquel momento, entonces empecé a embestirla sin piedad, mientras ella me mordía en el brazo por aquella enorme ola de placer hasta que, sin yo esperarlo, ella me paró y haciéndome tumbar en la cama me cabalgó como una amazona, yo la arañé y mordí todo lo que pude y más, y aquella mezcla de sadomasoquismo nos excitaba mogollón.
Entonces pensé en unas esposas que había comprado una vez para mis fantasías y la esposé a la cama, le mordí los pezones, la barriga, los hombros, el cuello y me comí su coño como nadie se lo podría haber hecho nunca. Estaba sometida a mí, y después de eso, se la metí tan profunda que el gemido que lanzó hizo que mis colegas viniesen a ver lo que pasaba, pero tan pronto como vieron aquella escena se largaron. La follé con todas mis ganas y ella me arañó tan fuerte que me hizo sangrar, pero tan pronto como la desesposé lamió toda mi sangre.
Una vez estuvimos relajamos, quise introducirle algún dedo en el ano y sin previo aviso lo hice. Ella mordió la almohada en signo de que aquello le encantaba, pero no la quise encular porque pensé que a pesar de todo era demasiado pronto y seguramente le dolería, así que solo jugamos con nuestros dedos, para seguidamente volver a follarnos como locos y no solo en mi habitación, también en el baño, en la habitación en la que estudiaba y en la cocina sobre la lavadora cuando la mitad de la gente se hubo ido.
Aquella noche durmió conmigo, sus padres no estaban en casa y al día siguiente además de la orgía que se montaron mis colegas con unas extranjeras, la anécdota más comentada fue la noche de lujuria que tuvimos Raquel y yo.

No fue la primera desde luego, seis meses estuvimos en contacto carnal, hasta que yo me distancié un poco del pueblo y empecé a salir por otros sitios. De todas formas, aún sigue viviendo una planta más arriba y si quiero un buen polvo, solo tengo que decírselo.
Besos y felicidades por tus revistas.