Relato erótico

La iniciación

Charo
15 de enero del 2020

El sexo con su marido está en horas bajas. Aquel día la sorprendió diciéndole que se pusiese la ropa que había encima de la cama. La llevó a una casa a la que debería acudir tres días seguidos. El se iba de viaje y se verían a la vuelta.

Amanda – Alicante
Nunca había aceptado participar de sus juegos, era consciente de que utilizaba a otras mujeres para eso, pero no me había importado desde hacía un tiempo, ya que nuestro matrimonio estaba en franca decadencia. Pero esa tarde iba a conocer el aspecto de su vida del que tanto había intentado mantenerme al margen. Me mandó que lo esperara a las seis, vestida con una camisa blanca, una faldita negra y un conjunto de ropa interior que me dejó sobre la cama. Cuando oí la llegada del coche, me dirigí al estacionamiento y subí. Ya íbamos por las afueras de la ciudad, no me había dirigido la palabra, así que yo también me mantuve en silencio, hasta que nos detuvimos frente a una casa blanca de dos plantas, me mandó bajar y luego descendió detrás.
Nos abrió la puerta una mujer vestida con un traje de noche dorado, él me informó que esta persona sería la encargada de adiestrarme durante tres días, mientras se encontraba de viaje, para poder complacerlo como esperaba. Sin comentar más se marchó.
Ella se dirigió a mí decidiéndome que a partir de ese instante debía llamarla ama y obedecerla en todo lo que me ordenara, si no, sufriría las consecuencias. Mi ama me ordenó a dirigirme a una habitación contigua y despojarme de toda la ropa, excepto la interior, cuando terminé me dirigí nuevamente a la sala de estar.
– Primero voy a calentarte el culo, zorrita -me dijo mientras se sentaba en un sillón.
– Ven aquí -ordenó.
Nunca nadie me había hablado de esa manera ni humillado tanto, una mezcla de vergüenza e impotencia recorrió mi cuerpo, pero hice lo que me ordenaba y me acerqué a ella
– ¡Sobre mis rodillas perra!
Sentí sobre mi coño depilado, aun cubierto, el roce de la tela dura del vestido y mis pechos, con el sostén, apoyados sobre el cuero del sillón. Cuando me coloqué como quería, comenzó a masajear suavemente mis nalgas, y cuando menos lo esperaba, sentí el primer golpe, grité más por la sorpresa que por el dolor, en ese momento bajó mis bragas hasta la mitad de mis muslos, pude sentir el aire en mi carne desnuda, el segundo golpe, sobre mi otra nalga, no se hizo esperar, a medida que los golpes se intensificaban el ardor comenzó a sentirse, cuando al fin se detuvo, nuevamente comenzó a acariciar mis doloridas posaderas, al rato separó mis nalgas y examinó el recto.
– Veo que tienes un hermoso agujerito virgen, voy a disfrutar preparándolo para que reciba todo lo que tu amo quiera meterle -comentó.
Me indicó que me despojara totalmente de mis bragas, que a esa altura se encontraban ya en los tobillos debido a mis movimientos durante la azotaina, y que me pusiera de pie. Me hizo colocar las manos sobre la mesa e inclinarme un poco, separándome unos pasos hacia atrás, sentí que se alejaba y abría un cajón, luego se colocó detrás de mí y desabrochó mi corpiño, puso un líquido sobre la parte baja de la espalda que se deslizó lentamente hasta mi ano, cuando la sentí de nuevo hurgándome, intenté alejarme, pero un sonoro golpe en mis nalgas me persuadió a quedarme quieta, entonces sentí por primera vez un dedo introduciéndose en mi culo y dilatándolo, todo el proceso fue acompañado por mis gemidos y sus golpes cuando sentía que apretaba los músculos.
Bruscamente quitó su dedo de mi interior y un resoplido salió de mis labios. Al terminar, me ordenó quitarme totalmente el sujetador y me dijo que me colocara boca arriba sobre el sillón y pusiera las manos detrás de la cabeza, indicándome que si se me ocurría sacarlas de allí, me haría merecedora de un nuevo castigo.

Estuve así un rato, mientras ella buscaba algo en un estante, sentía aun el dolor en mi trasero y me preguntaba qué nuevo tormento me esperaría. Cuando la vi acercarse con una canastilla repleta de pinzas de los que se usan para tender la ropa, colocó uno en cada pezón y luego levantó los labios de mi vagina y ubicó dos más en cada uno, yo gemí al sentir el apretón, pero a los pocos minutos fui acostumbrándome a tenerlos, luego tomó una vela roja encendida que se encontraba sobre la mesilla y dejó caer gotas de cera sobre mi vientre, me retorcía intentando escapar del líquido caliente, sin embargo, logré no despegar mis manos de la nuca. Al finalizar, me dejó unos momentos más con las pinzas colocadas en mi vagina y senos, al rato se acercó y las retiró con rapidez de mi cuerpo, la sensación de la sangre volviendo a circular por la zona de golpe, hizo que sollozara nuevamente y que me arqueara buscando alivio mientras le suplicaba que hiciera algo por detenerla. Cuando me tranquilicé, me ordenó vestirme nuevamente y regresar a mi casa, al día siguiente me esperaba a la misma hora para continuar con mi entrenamiento.
A las seis del día siguiente me encontraba frente a la casa de mi ama. Vestía como el día anterior, la falda negra y la blusa blanca. Durante la noche anterior me había sucedido algo extraño, mientras repasaba los acontecimientos de ese día, descubrí que sentía una ola de excitación que me recorría y cierta lujuria en algunos momentos. Así que este día iba dispuesta a explorar que despertaba realmente en mí esta situación. Me abrió la puerta mi ama, que se había puesto un vestido corto de color negro, a través del cual se insinuaba un cuerpo fuerte y bien formado. Mis ojos se dirigieron a sus manos que me habían explorado tan íntimamente el día anterior y un sentimiento de anticipación me sorprendió. Ordenó que me dirigiera a la sala, donde me hizo inclinar colocando todo mi torso sobre la mesa y agarrando el borde con las manos, me recordó que las manos debían permanecer donde se me ordenara colocarlas y se puso detrás de mí.

Sentí que levantaba mi falda completamente y la enganchaba de la cinturilla, luego me dio dos nalgadas sobre mis bragas, después las bajó hasta mis rodillas y me ordenó abrir bien las piernas, me dejó así expuesta un rato. El primer golpe con el cinturón me sorprendió e instintivamente me incorporé, me indicó que asumiera de nuevo la posición y me dijo que cada vez que la perdiera, recibiría dos azotes extras en mis muslos. Cuando estuve nuevamente colocada, siguió flagelando mis nalgas, intenté mantener mi posición, pero al recibir un golpe en la unión de mis nalgas y muslos, nuevamente me levanté.
– Ya te has ganado cuatro azotes en tus lindos muslos, recibirás un golpe igual del otro lado, si vuelves a levantarte esta vez, añadiré tres azotes.
Cuando volvió a golpearme, me aferré con fuerza a la mesa y conseguí evitar un nuevo castigo, luego de cinco azotes más, se detuvo. Sentía un dolor tremendo en mi trasero. Me ordenó despojarme de las bragas y abrir mis nalgas con las manos, cuando estuve lista, acercó a mi boca un tubito no muy grueso que se ensanchaba hacia un extremo
– Chúpalo con ganas, mientras más lubricado esté, más fácil será para ti.
Se dirigió otra vez detrás de mí y comenzó a introducirlo en mi recto, la sensación era increíblemente dolorosa y estaba potenciada por el ardor que aún sentía de los azotes. Cuando estuvo colocado, me indicó levantarme y recorrer la estancia con el tubito completamente insertado entre mis nalgas y la falda aún levantada, luego me ordenó bajar mi falda e ir a comprar cigarrillos a la esquina con el dichoso aparato en mi trasero. Mientras caminaba por la calle sentía la tela de la ropa rozar sobre las marcas de los azotes y una extraña sensación en mi recto. Al volver, me ordenó quitarme toda la ropa y pararme en medio de la estancia con las manos en la nuca.
– Como recordaras, tienes que recibir cuatro azotes extras en tus muslos – comentó mientras se acercaba a mí acariciando el cinturón- Recuerda las reglas respecto a mantener la posición que se te ordena.
Cruzó mis muslos con los cuatro golpes prometidos, mientras yo apretaba mis labios y mantenía mi posición. Al terminar, me hizo inclinarme y mostrarle el tubo, al ver que se había aflojado, me ordenó ir al baño, lavarlo y traérselo, cuando se lo entregué lo colocó en un cajón, lo que disparó una sensación de alivio en mi cuerpo. Una vez terminado esto, me hizo acostar sobre el sofá boca arriba e inesperadamente comenzó a acariciar mis pechos y mi coño, luego de tanto maltrato. Era muy placentero, así que me deje llevar y comencé a excitarme.

Muy pronto, probablemente debido a la situación, sus manipuleos dieron fruto y sentí que me corría, arqueando mi coño hacia sus labios que en ese momento me recorrían. Obviamente, luego tuve que devolverle el favor, lo que hice gustosa, sintiendo sus manos que empujaban mi cabeza y su sabor en mi boca. Mientras me vestía, me di cuenta de cuanto había experimentado esos dos días y de que en realidad comenzaba a acostumbrarme a asociar el dolor, la humillación y el placer. Pero aún quedaba un día de entrenamiento, y luego, el encuentro con mi amo… Cuando toqué el timbre el tercer día, me sorprendí al ver que no era ella quién abrió la puerta, sino que me encontré cara a cara con mi esposo.
– No digas una palabra -ordenó, poniendo un dedo sobre mis labios.
Me guio a la sala donde se encontraba mi ama, sentada en el sillón, con un sugerente camisón, bajo el cual se observaba un conjunto de ropa interior negra. Él me ordenó quitarme toda la ropa, excepto la interior y sentarme a su lado. Cuando estuve lista, encendió un televisor que se encontraba en un mueble frente al sofá y pude observar diversas escenas de los días anteriores, aparentemente había sido filmada sin darme cuenta. Mientras los hechos pasaban por la pantalla, mi cuerpo comenzó a responder a las imágenes y los sonidos que reproducía el aparato. Era obvio que no era la única que estaba excitándome, pues pude notar el bulto en los pantalones de mi marido
– Ve al dormitorio y quítate la ropa, espérame sobre la cama -me ordenó al oído mientras las escenas del orgasmo del día anterior se observaban en la pantalla.
Fui al dormitorio e hice lo que me mandaba, estuve un rato así, desnuda y expuesta, sentía como el ansia y la necesidad crecían dentro de mí. Entonces, los sentí acercarse, se colocó detrás y me indicó abrir aún más las piernas, cuando estuvo satisfecho con mi posición, se acercó a mi rostro y le ordenó a ella que comenzara a prepararme, pude sentir el sonido del cinturón cortando el aire y el ardor al caer sobre mi nalga, chillé mientras él me cogía del cabello y observaba la expresión de dolor en mi semblante, cuando pensé que no soportaría más, él acercó su boca a la mía y absorbió un gemido, para luego indicarle que se detuviera. Se colocó detrás de mí e introdujo una mano entre mis muslos, para acariciar mi coño, que se encontraba húmedo por la excitación
– Percibo que disfrutas que te castiguen, sabía que sabrías apreciarlo -me señaló mientras dirigía sus manos a mis caderas
– Veamos como disfrutas esto -dijo mientras dirigía su polla hacia mi ano.
No entró en mí de inmediato, pasó su miembro por toda mi rajita y cuando menos lo esperaba, me penetró.
– Aaahhhhhhg -gemí mientras metía una parte.
Un gemido más largo acompañó su intrusión total.

A pesar del entrenamiento previo, no estaba preparada para sentir algo tan grueso adentrándose en mi recto. Él empezó a moverse acompasadamente mientras sacudía mis caderas para follarme cada vez más duro. Yo sollozaba en una mezcla de placer y dolor. En medio del frenesí abrí los ojos y pude ver a mi ama sentada en un silloncito frente a la cama masturbándose con furia. En un momento mi compañero quitó una de sus manos de mis flancos y comenzó a acariciar mi sexo, lo que hizo que empezara a correrme, me empujó sobre la cama y ambos terminamos en un gran orgasmo.
Cuando comencé a recuperarme lo sentí salir de mi interior y alejarse para darme la vuelta boca arriba, mi cabeza quedaba colgando, ella se acercó a mí e hizo que la lamiera, hasta que se corrió. En ese instante él abrió mis piernas, se arrodillo entre mis muslos y elevando mi pelvis, me penetró con firmeza llevándome nuevamente al éxtasis. Esta no fue la última sesión que tuvimos, ya que descubrimos nuevas perspectivas en nuestra relación, lo que salvó nuestro matrimonio. Y por supuesto, en muchas de las sesiones participó mi ama, pero esa es otra historia…
Saludos.

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