Relato erótico
La iniciación
Buscando nuevas ideas en el sexo y gracias a un matrimonio que contactaron, han acabado formando parte de un club muy particular en el cual el placer está asegurado, pero la esposa no se imaginaba el sistema de iniciación que, para las mujeres, tenía aquel club.
Josep Mª – Figueras
Hola querida Charo, me llamo Josep Mª y mi mujer Anna, somos un matrimonio de 32 años ella y 35 yo, nos gusta mucho el sexo y procuramos siempre dar rienda suelta a todas nuestras fantasías. Empezamos por hacer el amor en cualquier sitio, por raro y peligroso que fuese. Tanto follábamos en el rellano de nuestra escalera al volver de madrugada hasta sacarme la polla mientras conducía para que Anna me la mamara hasta correrme en su boca.
Un día quisimos ir más allá y fuimos a un club de intercambio por el morbo de ver como mi mujer follaba con otro. Nos hicimos asiduos y así conocimos, después de varios encuentros, a un matrimonio de unos cincuenta años, muy majos en todos los aspectos. El follaba de mil maravillas con mi mujer y yo con la suya.
Un día nos dijeron, que ya que nos conocían bastante bien y sabían de lo que éramos capaces, nos presentarían a un grupo de matrimonios, de los que formaban parte, con los que practicaban sexo a tope y nos invitaban a ir a su próxima reunión. Por supuesto que aceptamos.
El día indicado para la cita, nos pasaron a recoger con su coche y por el camino nos dijeron que había unas reglas que cumplir, que cuando llegásemos ya nos las expondrían y que si no nos gustaban, no había problemas, nos podríamos ir sin más.
Llegamos a un chalet de las afueras. Había cuatro parejas más y tras las presentaciones pasamos a un salón. Al poco rato las mujeres se fueron, dejándonos a mí y a mi mujer con los cinco hombres y uno de ellos nos empezó a contar como lo tenían montado y que si no nos gustaba no pasaba nada.
Empezó a decir que las mujeres de todos eran de todos así como los hombres eran de ellas, pero que las mujeres tenían que cumplir con unos requisitos y estos eran los siguientes. Primero, nada de ropa interior fuera de la casa y en la misma deberían ir siempre desnudas lo mismo que los hombres.
Segundo, las mujeres, además de no llevar ropa interior siempre tienen que ir totalmente rasuradas, nada de pelo, excepto en la cabeza.
Tercero, las mujeres tienen que estar a la disposición de cualquier miembro del grupo para lo que sea, tanto para dejarse follar, o para lo que se les requiera. Uno de los miembros nos comentó que en más de una ocasión las había utilizado para cerrar tratos de negocios o para otros menesteres, o sea como putas.
Y cuarto, como es natural había un ritual de iniciación que todos deben pasar y si mi mujer y yo aceptábamos, debíamos pasarlo también.
Estábamos tan intrigados y excitados, que aceptamos los dos en el acto, tras lo cual me hicieron desnudar y sentarme en un sillón, me ataron de pies y manos y a continuación aparecieron las cinco mujeres totalmente desnudas y con el pelo recogido en una cola.
Cogieron a mi mujer y mientras los hombres se iban desnudando, la fueron desnudando a ella y cuando estuvo acabaron le recogieron el pelo en una cola y los hombres la rodearon para observarla. Yo, sentado y atado, tuve una tremenda erección pero no me podía tocar pero sí imaginarme lo que vendría a continuación.
La mujeres la llevaron a una mesa baja que había en el centro de la sala y haciéndola estirar le dijeron que iban a rasurarle el coño tras lo cual una empezó con unas tijeras y, luego otra se lo enjabonó mientras se lo frotaba y la ponía a mil, y otra empezó rasurárselo. La mata de pelo que lucía Anna en el coño y que a mi tanto me excitaba, no tardó en desaparecer del todo, y cuando terminaron tengo que reconocer que estaba de impresión al notársele los labios del coño abultados. Nunca se lo había visto así.
A continuación le hicieron un masaje entre todas y la calentaron a tope, luego la pusieron de rodillas y se acercaron todos los hombres con sus pollas en ristre y le hicieron chupar una verga tras otra hasta tener las cinco a punto de explotar. Entonces y tal como estaba de rodillas, le hicieron darse la vuelta y poner las manos en el suelo dejando su culo bien expuesto, uno de ellos cogió una zapatilla y le dio cinco golpes en cada nalga escapándosele a ella algún gemido, no sé si de dolor o de placer. Le comentaron que este castigo era en señal de su sumisión.
Anna tenía una mirada brillante como nunca yo le había visto. Era una mirada entre excitación, placer y vicio.
Luego uno, sin más, la cogió por detrás y se la metió de un golpe en todo el coño. Anna pegó un chillido pues no lo tenía aún lo suficientemente lubricado, pero el que se la tenía metida no le hizo ningún caso y siguió follándosela con más fuerza mientras otro se colocaba delante de ella y se la metió en la boca. Así se fueron turnando uno tras otro mientras las cinco mujeres estaban a su alrededor lamiéndole los pezones, las pollas de los folladores o pasándome sus tetas por la cara.
Después de un rato de estar follando a Anna le hicieron bajar los brazos y tocar con sus pechos el suelo, le aplicaron aceite en el culo y uno tras otro la fueron enculando. La pobre tenía los ojos en blanco y el culo súper abierto ya que había más de uno que estaba muy bien dotado.
Tras un buen rato de estar metiéndosela por el culo, la hicieron sentarse en una silla y chuparles las pollas hasta que, uno tras otro, se fueron corriendo en su boca y yo, al ver esto, no pude aguantarme más y me corrí en la boca de la que en este momento me la estaba chupando.
Entonces me desataron y me fui junto a mi mujer que me abrazó muy feliz y satisfecha, me dio un beso, me dijo lo bien que se lo había pasado y que quería continuar con todo eso al precio que fuese.
Mientras ella se recuperaba, las mujeres me fueron chupando la polla hasta que la tuve dura de nuevo y entonces me las fui follando una tras otra por donde quise, boca, coño o culo y me volví a correr en la cara de las cinco.
Una vez recuperados y más tranquilos, nos dijeron que las mujeres, si tenían que hacer algún trabajito para algún miembro del grupo, lo hacían sin más e incluso a veces cobrando. Se podían negar pero luego, si querían continuar en el grupo sufrían del resto el castigo que se les ocurriera.
Antes de despedirnos había uno del grupo al que le había gustado mucho mi mujer y sin apartarla de mi le hizo levantar el culo y le clavó la polla por el ano estando un buen rato dándole por el culo hasta que, al final, se corrió dentro, se la sacó e hizo que se la mamara hasta dejársela bien limpia.
Nos vestimos y nuestros amigos nos llevaron a casa, los dos muy felices y satisfechos por esta experiencia vivida y otras que ya te iremos contando.
Besos.