La historia continua

La conocía desde que era muy joven, de hecho era su confidente y era a la única que le contaba sus escarceos amorosos. El verano pasado se la encontró, como en otras ocasiones, en una casita que tienen sus abuelos en un pueblecito cercano. Fue un reencuentro, que aun sigue vivo en el día de hoy.

Miguel – Fuengirola
Esto que les voy a contar es algo que jamás en la vida pensé que me iba a suceder a mí. Les diré que tengo 36 años, casado y me llevo muy bien con mi mujer, la amo, la quiero y sigo enamorado de ella, y nunca la cambiaría por nadie. Pero hay cosas en la vida, circunstancias que vienen de una manera totalmente casual que no puedes impedir de manera alguna de que ocurran.
La historia comienza a finales del verano pasado. Mis abuelos tienen una pequeña casita en el campo donde solemos coincidir la familia en eventos como cumpleaños, una quedada de fin de semana, etc. Pues dicho esto les diré lo que paso con una amiga de la familia que tiene 20 años más que yo, está tremendamente buena y casada con un tío que no le hace ni caso.
Mi relación con ella siempre ha sido buena, hacía las veces de mi confesora secreta, le contaba mis primeros escarceos con chicas, mi primera vez, y ella trataba de enseñarme cosas y explicarme cosas sobre el sexo que lo único que hacían era ponerme caliente, pues yo me la imaginaba desnuda dejándose follar como una perra por mí.
En una ocasión cuando yo tenía 20 años pillé unas ladillas increíbles, se lo conté y ella me propuso que me afeitase los genitales y me untase una crema que me compró en la farmacia, evidentemente esto era un secreto entre ella y yo, pues bien, un día quedé en su casa para aplicarme la pomada y rasurarme los genitales, me ofreció una cuchilla y me preguntó que si sabía hacerlo, no sé porqué pero le dije que no, aunque al principio me dio mucha vergüenza enseguida dejé que me bajase los pantalones, los calzoncillos y comenzara a untarme espuma de afeitar, de la vergüenza pasé enseguida al placer, cuando poco a poco sus manos iban acariciando mi miembro con cuidado de no hacerme daño, la erección tardó poco en aparecer, ella respondió con gratitud haciéndome entender que era normal y que así sería mas fácil afeitarme, pero también comencé a darme cuenta de que al mismo tiempo que me rasuraba me estaba masturbando, me dejé llevar y al poco tiempo acabé corriéndome en su mano. No os podéis hacer ni idea de la vergüenza que me dio.
– Vaya tío mas guarrete estás hecho –dijo-
Sus risas y su templanza ante esta situación hicieron que no lo pasase tan mal, pero enseguida y casi por terminar me subí los pantalones y salí pitando de allí. De aquello no volvimos hablar en la vida, lo único que me preguntó en varias ocasiones por mis ladillas, pero sin hablar nada de lo ocurrido.
Siendo sincero les diré que a lo largo de estos años me he masturbado en varias ocasiones pensando en aquel momento y alimentado por alguna que otra fantasía producida al verla accidentalmente casi en pelotas.
Pues este final de verano ha sido muy especial, decidimos pasar una semana entera en la casita de campo de mis abuelos, coincidiendo con mis vacaciones, pero no las de mi mujer.

El lunes por la mañana se fueron todos a una excursión. El caso es que nos quedamos solos en casa, ella seguía durmiendo cuando se fueron todos, pero al rato abrí la puerta de su habitación para ver si estaba dormida, para que me ayudara en las tareas de la casa.
Yo llevaba un pijama solo con la parte de abajo, ella estaba en la cama tapada, pero al entrar en la habitación me preguntó que si se habían ido todos, y me invitó a entrar en su cama con la excusa de que era muy temprano para levantarse, no me lo pensé mucho y me metí en la cama con ella. Entonces me percaté que estaba completamente desnuda debajo de las sabanas, ella se acurrucó en mi regazo un buen rato.
No nos dijimos nada como sabiendo que algo iba a suceder, al poco rato puso su mano sobre mi polla y comenzó a acariciarla con suma suavidad. Me coloqué de tal manera que sus pechos cayeron sobre mi boca, y mi lengua comenzó a realizar un trabajo de “lamido” en sus tetas, que duró varios minutos, mientras, ella continuaba manipulando mi polla ya erecta.
Cuando vi que estaba cachonda, quité la sabana fui bajando y lamiendo su cuerpo. Muy despacio, sin hacer ninguna parada especial continué pasando mi lengua entre sus piernas, por sus muslos, iba bajando lentamente hasta llegar a sus pies. Allí comencé a lamerlos de una manera muy especial y con cuidado de no hacer cosquillas. Ella me lo agradecía con sus gemidos.
Al poco tiempo le di la vuelta y comencé el ascenso de mi lengua otra vez por sus piernas pero en esta ocasión por detrás, así hasta llegar a su precioso culo, lo mordisqueé en varias ocasiones y mi lengua se aproximaba a su pequeño orificio anal. Sus gemidos iban creciendo en intensidad y volumen, casi como si hubiese tenido un orgasmos gritó de placer cuando por unos segundos intenté introducir mi lengua en su orificio anal, enseguida se dio la vuelta me bajó el pantalón del pijama que aún llevaba puesto y con una sonrisa en su cara exclamó:
-Vaya, pero si me la encuentro tal y como la dejé, afeitadita y mirando hacia el cielo.
Después de unas sonrisas nos dispusimos a realizar un perfecto 69, su trabajo de lengua y boca sobre mi glande era único. Lo lamía con dulzura, se lo metía en la boca despacio y pausadamente, pasando toda la lengua desde mis testículos hasta la punta del glande, el tiempo parecía estar detenido. Se metía la polla bien dentro de su boca, casi queriendo entrar los huevos, yo mientras realizaba mi buen trabajo sobre su clítoris muy húmedo, volví otra vez hacia el agujerito pequeño y oscuro de su culo intentando que mi lengua se introdujese dentro.

Me lo agradeció de manera única y especial haciendo lo mismo, nunca una mujer me había hecho lo mismo, mi culo era virgen. Su lengua comenzó a rastrear los exteriores de mi agujero, hasta que noté como uno de sus dedos intentaba entrar despacio dentro de mi culo, yo me dejaba llevar y esa situación me gustaba, no sentí dolor alguno cuando ya llevaba casi todo el dedo dentro de mi culo.
Era increíble el placer que sentía en ese momento, no quería que se acabase nunca, ella seguía con sus gemidos mientras que yo le realizaba el mismo trabajo que ella me hacía a mí. Al mismo tiempo que realizábamos el 69 nos estábamos metiendo los dedos en el culo del otro, que sensación de placer, que gozada, después de varios minutos en esa situación me dijo:
-¿Me vas a follar?
-Pues claro que te voy a follar.
Me sacó el dedo de mi culo y yo del suyo, se tumbó en la cama boca arriba y con las piernas abiertas. Me coloqué encima de ella, cogió mi polla y poco a poco se la fue metiendo en el chocho.
Estaba calentito y húmedo. Los primeros bombeos eran suaves, acompasados, su cara era todo un mapa de placer, erotismo y ternura al mismo tiempo, gemía cada vez que mi polla hacía el movimiento de penetración. Aquello parecía como si fuese la primera vez para los dos, muy despacito, pero con mucho, mucho placer sus manos apretaban mi culo para que sacara la polla de allí.
En un momento dado me di la vuelta y me tumbé yo en la cama para que ella cabalgara sobre mí, así lo hizo, nuevamente me ayudó con su mano para introducir el miembro dentro de ella. Mi placer era máximo, su ritmo de galope era lento, parecía sentarse y detenerse de vez en cuando para sentir toda mi polla dentro de ella. Os digo que en ese momento el erotismo y el placer tenía nombre de mujer, tenía el nombre de esa mujer.
Tenía ganas de correrme, pero quise demorarlo un poco. Le dije que se colocara a cuatro patas y me la folle por detrás. Que morbo ver aquel culo tan hermoso y ver como mi polla taladraba su chocho.
Ya no podía más y de pronto ella dijo:
-No pares, no pares, voy a correrme. Ajjjjj que gustooooo.
Al instante empecé a soltar leche dentro de su coño. Fue una de las corridas más largas y placenteras que recordaba.

Nos tumbamos en la cama a descansar un rato y me confesó que desde aquella paja que me había hecho hacia tantos años, muchas veces se había masturbado pensando en mí.
Por supuesto aquel día fue el primero de muchas y muchas folladas que echamos cada vez que voy al pueblo, incluso nos hemos visto en la ciudad donde vivimos. Es una historia de amor y sexo puro y duro.
Gracias por leerme. Besos.