Relato erótico
La fiesta continua
Conoció por mediación de la Revista Clima a unas maduritas muy calientes. Se han vuelto a ver y nos cuenta como fue este encuentro. Un relato cargado de guarreria y vicio.
Rogelio – Cantabria
Amiga Charo, vuelvo a ser el chico de Cantabria con 40 años, alto, rubio, ojos azules, atractivo y con un buen cuerpo de deportista. Hace ya varios años, a raíz de un contacto en vuestra revista en el que buscaba mujeres sin importar edad, entré en relación con dos mujeres maduras y muy calientes y cuyo desarrollo ya os conté en mi primera carta.
Lo que voy a contaros hoy ocurrió hace un par de semanas. En cuanto nos vimos, parecía que el mundo se acababa. Se echaron sobre mí en pocos minutos estaban chupándome la polla, lógicamente me corrí a los pocos minutos. Nos besamos y para reponerme les dije:
-¿Por qué no os montáis un 69 mientras mi polla se vuelve a animar?
Dicho y hecho. Se abalanzaron la una sobre la otra y empezaron a lamerse, succionarse, chuparse. Estaban como locas y al poco rato se habían corrido las dos.
Cuando terminaron, con esa cara de figurada inocencia que ponen las zorritas y con restos de leche por la cara, me preguntaron si habían conseguido parecer actrices porno. Besé con pasión a ambas y le contesté que ya quisieran las estrellas del porno ser tan calientes, cachondas y tragonas como ellas y, además, sin fingir.
Para reponer fuerzas nos dirigimos desnudos al salón con la intención de beber y comer algo. Cual no fue mi sorpresa al encontrarme sentado en el sofá a un señor que resultó ser Jorge, el marido de Eugenia. Una vez presentados y gracias a su naturalidad, pronto estábamos conversando animadamente de sexo y mientras Jorge servía unas copas de champán y preparaba unos postres, Eugenia y Ana jugueteaban mimosas con mi polla y yo hacía lo propio. Les metía un dedo a cada una en el coño y hacía que luego los chuparan las bocas contrarias. La verdad es que me producía un gran morbo saber que Jorge nos estaba observando de reojo.
Cuando todos tuvimos nuestras copas, brindamos por la oportunidad que vuestra revista nos había brindado y seguimos acariciándonos y besándonos. Jorge había traído una fuente con fresas y un bote de nata en spray. Cogí el bote y llené de nata los enormes pezones de Ana y me puse a quitárselo con la lengua, a metérmelos en la boca y a mordisquearlos. Cuando se los había dejado bien limpios llené de nata el escote y puse la polla en medio. Ana apretó sus tetas contra mi polla comenzando a hacerme una magnífica cubana y cuando mi polla coronaba aquellas espléndidas tetas, ella me la chupaba. Después de un buen rato Ana y yo decidimos jugar con Eugenia que, por cierto, estaba mamándosela a su marido para intentar que empalmara. Llenamos de nata el coño de Eugenia y a dúo nos la fuimos comiendo con unos buenos lametones. Le metíamos fresas llenas de nata en el coño y luego las sacábamos, las chupábamos y nos las comíamos los dos a la vez. Ana me ponía nata en la polla y se la daba a su amiga que la chupaba glotona, yendo de polla en polla.
También pusimos varios cojines en los riñones de Eugenia para que subiera el culo, le metimos en el coño la parte estrecha de un embudo y se lo llenamos de champán y los tres fuimos bebiendo directamente de su coño. Luego se lo hicimos a Ana. ¡Que rico! Con tanto morbo, lujuria y desenfreno, Jorge había conseguido tener una modesta erección que, tanto su mujer como Ana, no quisieron desperdiciar y comenzaron a mamársela entre las dos.
Entonces Eugenia me cogió la cabeza y acercándome a la polla del marido, me dijo que participara, que eso la ponía muy cachonda. Jorge no se había visto en otra. Su mujer, el amante y su amiga se la pasaban de boca en boca y se la chupaban a conciencia mientras Ana, con mucho cuidado, le metía a Eugenia un dedo lleno de vaselina en el culo, luego otro y por último un consolador anal lubricado. Llegado este punto Jorge consiguió que su modesta erección terminara siendo una erección casi completa y Eugenia, para no desperdiciarla, se puso encima de la polla de su marido y comenzó a mover el culo con auténtico vicio. Ana con una mano seguía introduciéndole el consolador y con la otra me estaba llenando la polla de vaselina. Cuando la tuve preparada, Ana sacó el consolador y, con el mismo cuidado, fue ayudándome a que le metiera la polla a su amiga en el culo. Eugenia, entre gemidos, se quejaba de que era muy gorda y le dolía y tanto su marido como la amiga le recordaban que era una verdadera zorra y que llevaba mucho tiempo con esa fantasía, así que decían:
– Ahora chilla lo que quieras y deja que te enculen.
Eugenia gemía y chillaba como una posesa, me insultaba y decía que le había roto el culo pero no dejaba de contornearse buscando la satisfacción de la doble penetración. A los pocos minutos Eugenia era toda una tempestad y gritaba que no sabía si se estaba corriendo por el culo, por el coño o por todo a la vez y Jorge chillaba de gusto y decía que por fin, después de tantos años, se había corrido follando. Yo empecé a acelerar el ritmo para correrme en su culo y no me lo permitió. Me dijo que la sacara y que, aunque había gozado como nunca en su vida, ahora se iba a vengar de su marido y de su amiga. A Ana la puso a cuatro patas, le lubricó el culo, le metió el consolador y la cogió por el pelo y la puso a chuparle la polla a Jorge. Al marido le metió mi polla en la boca para que me la dejara bien limpia y luego la llenase de vaselina y acto seguido sacó el consolador y le fue metiendo poco a poco mi polla. Mientras la amiga chillaba y la maldecía, ella me acariciaba los huevos, con dos dedos abrazaba el contorno de mi polla y se recreaba en su grosor y en como entraba y salía. Ana, ya estaba empezando a alternar gritos con gemidos y Jorge había buscado la postura adecuada para comerle el coño y ver de cerca la penetración. Yo no aguantaba más y me puse a penetrarla en profundidad y a acelerar el ritmo. Cuando yo empecé a gritar que me corría y comencé a bombear leche dentro de su rotundo culo, Ana se volvía loca de gusto y como un verdadero huracán proclamaba su orgasmo a gritos.
Como este día se sucedieron otros muchos y nuestro grado de compenetración fue genial. Éramos buenos amigos, cómplices y amantes. Nuestras relaciones sexuales se basaron siempre en la educación, el respeto y la absoluta discreción y, hasta que se fueron a vivir al extranjero por motivos familiares, disfrutamos juntos de un sexo atrevido, divertido y cargado de auténtico morbo, lujuria y desenfreno. Jamás pensé que mujeres de esa edad pudieran ser tan calientes, juguetonas y atrevidas y puedo asegurar que en mi vida me habían excitado tanto.
Si alguna gatita, sola, acompañada de alguna amiga o de su pareja quiere disfrutar de un sexo lujurioso y lascivo, solo tiene que buscarme en los contactos de esta revista. No me importa ni tu edad ni tu físico, siempre que seas una buena persona y seas muy caliente, cachonda y tragona. Os espero impaciente.
Besos.